Masacres somocistas, masacres somocistas en Managua, en 1979

Primero de enero de 1979

Masacre de Waspán Sur

*50 guardias fueron derrotados  por una escuadra de 12 jóvenes mal armados, en la mañana de ese primero de enero, allí mismo en Waspán Sur

*Pablo E. Barreto Pérez

Al comenzar el año 1979, la dictadura somocista sanguinaria genocida, encabezada  por Anastasio Somoza Debayle, la Guardia Nacional y la Oficina de Seguridad con sus “escuadrones de la muerte” (“Mano Blanca”, decían los somocistas), sus 12 mil orejas o espías a sueldo y “voluntarios”, sus grupos de paramilitares, entre otros guardias rasos y oficiales retirados, los llamados “jueces de mesta” rurales y miembros del Partido Liberal Nacionalista (PLN), tenían ya acumulados la monstruosa cifra de 50,000 seres humanos nicaragüenses asesinados alevosamente,  y más de 400 masacres conocidas, en 45 años de terror desde que Anastasio Somoza García asaltó el poder político nacional y asesinó al General Augusto C. Sandino y a casi todos los miembros del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, por supuesto, con la dirección política y militar del gobierno genocida de Estados Unidos.

Acostumbrados a capturar seres humanos, considerados enemigos por ellos; torturarlos sin piedad y matarlos con crueldad inaudita, esta banda de asesinos sanguinarios, jefeada por Anastasio Somoza Debayle y sus oficiales de la Guardia Nacional, inauguró, comenzó el año nuevo, el primero de enero de 1979, ejecutando otra masacre en lado Norte del Barrio Waspán Sur, en el kilómetro siete de la Carretera Norte, en Managua.

Fueron seis jóvenes los asesinados sin piedad  por esta banda cruel de morfinómanos de la dictadura somocista genocida:   Berta “Fany” Díaz Hernández (19 años), Marta Gioconda García (17),  Edgard Sandoval Mendoza (18), Mauricio Lara Detrinidad (17),   Armando Bonilla Cuarezma (19) y Ramón Sánchez Urbina (17).

Según el Diario NOVEDADES, propiedad de la familia Somoza, esta masacre ocurrió el lunes primero de enero, en la noche, porque “según los informe suministrados  por la Comandancia de la Policía de Managua, los miembros del grupo subversivo son responsables de los últimos atentados  perpetrados contra oficiales y soldados del ejército”.

“…murieron cuando los miembros de la patrulla a la que atacaron, respondieron al fuego, en el Barrio Waspán”, se publicó en una nota informativa del Diario NOVEDADES del tres de enero de 1979.  Agregaba la información (siempre eran informaciones deformadas y mentirosas) que los seis jovencitos habían matado a varios asesinos sanguinarios de la Guardia Nacional: Sargento Germán Morales, raso José Arróliga, teniente Carlos Peralta Sáenz y sargento Eduardo Vallecillo, este último del OPEN Tres, hoy Ciudad Sandino.

La información de NOVEDADES se publicó de ese modo, tal como acostumbraban sus periodistas sicarios y mercenarios, y sus propietarios,  para justificar la masacre, pues todos estos muchachos rebeldes, jovencitos, iban totalmente desarmados, y más bien lo que ocurrió   fue que una escuadra de 12 Combatientes Populares, jefeados por Douglas “Domingo” López Niño, René Ruiz Juárez y Carlos Guillén, en condiciones totalmente desiguales trabaron combate  con alrededor de 50 guardias y oficiales de la Guardia Nacional que se desplazaban en siete patrullas BECATS antiterroristas, a la altura de la gasolinera Shell, a eso de las nueve de la mañana de ese  primero de enero, precisamente en el lado Norte del Barrio Waspán Sur, casi en el mismo  sitio en que fueron asesinados atrozmente, ya en la noche, los seis jóvenes mencionados arriba.

Los guardias  portaban en sus manos  un fusil automático moderno cada uno, más ametralladoras y decenas de miles de tiros o municiones dentro de los jeeps patrullas, mientras el grupo de 12 chavalos o jóvenes disparaban con revólveres viejos, pistolas automáticas y escopetas calibre 12, según los testimonios de Francisco  Arana, Colaborador Histórico de la Colonia Unidad de Propósitos; Arsenio Solís González, quien formó parte de la “Columna José Ángel Benavidez” en la Insurrección de Managua;  y Rogelia Sevilla Ramos, Colaboradora Histórica en la Carretera Norte, Madre de dos Héroes y Mártires y dirigenta de la Asociación de Madres de Héroes y Mártires  Camilo Ortega Saavedra.

Varios guardias resultaron muertos en el combate, lo cual, por supuesto, fue ocultado  por la Oficina de Leyes y Relaciones Públicas de la Guardia Nacional; mientras de los  muchachos resultaron siete heridos, según Rogelia Sevilla Ramos, quien en ese momento hacía labores de enfermera improvisada y a la vez de colaboradora clandestina del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

¿La masacre fue ejecutada  por venganza de la Guardia Nacional y sus “orejas” en este lado de la Carretera Norte en Managua? Veremos el asunto con los relatos testimoniales existentes de Francisco Arana, Arsenio Solís González y Rogelia Sevilla Ramos.

Los seis jóvenes asesinados tenían edades promedio de 17 a 19 años. Pertenecían  al grupo de la Tendencia Proletaria del Frente Sandinista de Liberación Nacional, jefeada en esos momentos por Carlos Núñez Téllez, Luis Carrión Cruz, Jaime Weelock Román, Carlos Carrión Cruz, Marcos Somarriba García, Francisco Meza Rojas, René Cisneros Vanegas, Gabriel Cardenal Caldera, Arnoldo Real Espinoza, César Augusto Silva, César Largaespada  Palavicini, entre otros.

Estos jefes revolucionarios, con un grupo muy numeroso, habían organizado los Comandos Revolucionarios del Pueblo y Comandos Cristianos Revolucionarios  en casi todos los centros fabriles de la Carretera Norte y OPEN TRES, en colegios de secundaria, en Asentamientos Humanos Espontáneos, en Colonias Populares y Repartos  como Bello Horizonte, vecindarios en los cuales actuaban también grupos organizados clandestinos de las Tendencias Guerra Popular Prolongada (GPP)  y Tercerista.

En el caso de la Tendencia Proletaria del FSLN, la mayoría eran obreros, estudiantes universitarios, estudiantes de secundaria, algunos profesionales, amas de casas, jardineros y colaboradores que prestaban sus viviendas como  casas de seguridad  para resguardar a los grupos ya organizados de jóvenes rebeldes, antisomocistas, militantes sandinistas clandestinos muchos de ellos.

Al momento del primero de enero de 1979, estos grupos antisomocistas rebeldes, que siempre tuvieron como objetivo la guerra revolucionaria necesaria y justa por el derrocamiento de la dictadura somocista, por medio de las armas  y de una Revolución Popular, estaban organizados desde los puntos de vista de propaganda, labores políticas clandestinas entre la población humillada por el somocismo genocida y también algunos grupos que ya  tenían entrenamiento en arme y desarme de armas como pistolas, escopetas y riflitos 22; y ya formaban parte de escuadras y brigadas  de propaganda y  de combates, para enfrentarse a las llamadas “Brigadas Antiterroristas” (BECATS) de la Guardia Nacional, cuyos integrantes en realidad sembraban terror matando seres humanos, de día y de noche, en Managua y en todo el país.

Algunos de los jefes de estas escuadras y brigadas  en Managua, específicamente en   las zonas Norte, Suroeste y Noroeste capitalino, eran Gabriel Cardenal Caldera, Humberto del Palacio González, Douglas López Niño, René Ruiz Juárez, Camilo Chamorro, Carlos Alberto “Sobrino” Dávila Sánchez, Frank “Machillo” González Morales y Horacio Martín Arróliga Flores.

Rogelia Sevilla Ramos y Francisco Arana, residentes respectivamente en el Barrio José Dolores Estrada y Colonia Unidad de Propósitos, ambos vecindarios  ubicados en la orilla Norte de la Carretera Norte, muy cerca del Lago de Managua y a pocas cuadras del Barrio Waspán Sur, recuerdan  que efectivamente en esos días de diciembre de 1978 y comienzos de 1979, había un período antisomocista agitado y a la vez rigurosamente clandestino de grupos de Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares, que se entrenaban y actuaban  para entrar en lucha frontal contra la tiranía somocista sanguinaria.

Sevilla Ramos y Arana ya eran propietarios de viviendas humildes  convertidas en casas de seguridad  para estos grupos de jóvenes rebeldes que inicialmente se organizaron desde 1977 en la Asociación de Estudiantes de Secundaria (AES)  y Movimiento Estudiantil de Secundaria (MES) en Colegios  como el Modesto Armijo, Alfonso Cortez, Instituto Experimental México, Instituto Maestro Gabriel y Santa Clara, entre otros.

Todos los jóvenes eran de la Tendencia Proletaria del FSLN

Unas cuantas decenas de estos jóvenes estudiantes de secundaria y universitarios, obreros, amas de casa y algunos profesionales, al momento de esta Masacre de Waspán  ya eran cuadros políticos, cuadros militares y cuadros propagandísticos de las tres tendencias del Frente Sandinista: Proletarios, Guerra Popular Prolongada y Terceristas.

El grupo de 12 Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares, jefeados por Douglas “Domingo” López Niño, René Ruiz Juárez y Carlos Guillén; y el grupo de jóvenes masacrados allí mismo en el lado Norte de Waspán Sur, todos ellos y ellas pertenecían a la Tendencia Proletaria.

Douglas “Domingo” López Niño se había entrenado en Cuba  en el manejo de armas de guerra y de cacería, y al mismo tiempo aprendió a manejar y disparar con bazukas, es decir, lanza morteros manejados manualmente.

Vale recordar aquí que en la orilla de la Carretera existían grandes extensiones de tierras  baldías (vacías) y también llenas de cultivos de algodón. Por ejemplo, no se habían formado los Asentamientos Humanos José Dolores Estrada, Waspán Norte, Camilo Chamorro, Berta Díaz Hernández y, mucho menos, los vecindarios Jorge Casali  y el Barrio Hugo Chávez Frías.

En ese pedazo geográfico, entre el Este de La Subasta (venta de ganado y parada de autobuses interlocales) y los semáforos de Portezuelo, ya existían los vecindarios: Unidad de Propósito, Reparto Las Mercedes, Américas  Dos (Villa José Benito Escobar Pérez) y Barrio La Primavera.  Donde hay barrios nuevos actualmente, en 1979 eran predios  montosos y con algodonales.

Traban combate y derrotan a guardias con muy pocas armas

Los testimonios recogidos  indican que efectivamente la escuadra  de Douglas “Domingo” López Niño fue al encuentro y trabó combate con los más o menos 50 guardias de un convoy de patrullas BECATS cuando estas circulaban exactamente frente a la Gasolinera Shell de Waspán Sur, situada en un borde de terreno entre la Carretera Norte y la Calle Paralela  a la Carretera Norte, la cual permite la entrada a los vecindarios del lado Sur de la Carretera Norte. Era un poco después de las nueve de la mañana.

Los guardias sanguinarios dispararon sus fusiles en ráfagas, mientras los doce jóvenes rebeldes, guiados por “Domingo” López Niño se parapetaron en árboles de chilamates, guanacastes y ceibos, en muros también, y disparaban despacio y certeramente hacia donde los guardias trataban de evitar los plomazos, ocultándose detrás de los jeeps de las patrullas BECATS, o Brigadas “Antiterroristas” del somocismo sanguinario genocida.

Incluso los testimonios indican que los guardias retrocedieron  con al menos cuatro de ellos muertos y numerosos heridos.

Pasada la sorpresa y sabiendo los jefes de la escuadra guerrillera que la Guardia Nacional tenía tropas acantonadas muy cerca en el Aeropuerto Las Mercedes (hoy Aeropuerto Augusto C. Sandino), en la Fuerza Aérea (FAN), en la “Sierra 16” o Sección de Policía GN, en el predio donde es hoy Cruz Lorena S.A., en las instalaciones de ENACAL, en LUDECA y en SOVIPE Ingenieros, todos en la mera orilla de la Carretera Norte, tomaron la decisión de emprender retirada, también con varios heridos leves, y sin muertos.

Según Francisco Arana, residente en Unidad de Propósitos, la balacera fue muy nutrida, y duró unos 15 minutos. Los 12 jóvenes rebeldes, encabezados por “Domingo” López Niño, emprendieron retirada  por el Cauce de Waspán hacia el Sur y hacia el Norte, usando también predios montosos.

“Se fueron de allí muy rápido, porque sabían que los podían  cazar  con toda la enorme cantidad de tropas que ya tenía regada la Guardia Nacional en numerosos puntos geográficos de la Carretera Norte”, señala Francisco Arana.

Rogelia Sevilla Ramos  por su lado  indica que otras madres y ella se movilizaron esa mañana del primero de enero  para curar los heridos y ubicar a todos los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares en casas de seguridad en los vecindarios de La Primavera, en el naciente Waspán Norte, en el fondo del naciente Asentamientos Camilo Chamorro y en Unidad de Propósitos y otras colonias del lado Sur de la Carretera Norte.

Los integrantes de las patrullas BECATS se  retiraron de los alrededores de la Gasolinera Shell de Waspán, seguramente por temor también a caer en una emboscada. La orden recibida asimismo por Douglas “Domingo” López Niño  fue igualmente la de retirarse con su escuadra tomando rumbos hacia el Norte y Sur, para ubicarse en casas de seguridad y curar a los heridos.

Sin embargo, el patrullaje  de la Guardia Nacional sanguinaria, sus “orejas”  y sus BECATS se multiplicó  en todo el trecho de la Carretera  entre la llamada Plaza de la República y el Aeropuerto Las Mercedes, ubicados en la orilla de la Carretera Norte.

Espías u “orejas” los denunciaron ante guardias sanguinarios

De acuerdo con la versión de Francisco  Arana ese mismo primero de enero de 1979, unos 20 jóvenes estudiantes de secundaria, semiclandestinos, y recién iniciados en una Escuela Política  de la Tendencia Proletaria, sin entrenamiento militar todavía,  se reunieron  en varias casas de seguridad de la Colonia Unidad de Propósitos, entre otras, en la vivienda del propio Francisco Arana, quien era miembro del grupo.

Puestos en esas casas de seguridad  se les comunicó que ya estaba planificado ese día primero de enero ir en grupos  a entregar, en vecindarios rebeldes,  propaganda escrita y gráfica de arme y desarme de fusiles de guerra como el Fal y armas comunes y de cacería como revólveres, escopetas calibre 12, rifles 30-30 y rifles 22.  Eran unos folletitos muy pequeños, sencillísimos, con  las instrucciones sobre cómo desarmar y  armar  estas armas, y cómo disparar con ellas.

Este grupo de unos 20 jóvenes  a su vez se iban a coordinar  con otros grupos ya organizados de vecindarios como Waspán Sur, Barrio La Primavera, Américas Dos (Villa José Benito Escobar Pérez), Américas Uno, Américas Tres (Villa Revolución), Barrio Santa Rosa, Reparto Bello Horizonte, Reparto Santa Clara y Asentamiento Tempisque.

Con esa propaganda revolucionaria armada  todos los miembros de estos grupos organizados del Frente Sandinista Proletario, irían a su vez en grupitos de tres y cuatro a efectuar mítines relámpagos en sitios como Waspán Sur,  Barrio José Dolores Estrada Vado, Santa Rosa, Bello Horizonte, Colonia Salvadorita, Colonia Maestro Gabriel, Barrio Blandón (Costa Rica), Riguero Norte y  Colonia Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, todos ubicados  en la orilla y cerca de la Carretera Norte.

El punto de reunión fijada para este trabajo político era, precisamente, de la Gasolinera Shell de Waspán unos 150 metros al Sur, donde estaban unos árboles enormes de chilamates, y eran las entradas a las empresas Nicaragua Machineri y Company  y la Embotelladora Pepsi-Cola.

La hora fijada de la reunión, o encuentro en el lado Norte de Waspán Sur,  era las siete de la noche de aquel primero de enero 1979. El grupo de  Unidad de Propósitos y vecindarios aledaños, eran los encargados de llevar escondida la propaganda revolucionaria armada y de distribuirla al resto de hombres y mujeres jóvenes, organizados en la Tendencia Proletaria del FSLN, con quienes se iban a juntar en el punto mencionado de Waspán Sur.

Según Francisco Arana, aquellos casi 20 jóvenes salieron de su casa y de las viviendas de Virgilio López Detrinidad, Nely Detrinidad y de una tía de Mauricio Lara, más o menos a las seis de la tarde. Con los paquetes de propaganda, llevados escondidos  entre la ropa y los calcetines, todos salieron a pie, por cauces y montes de predios vacíos.

Entre ellos iban: Berta Díaz Hernández, Armando Bonilla Cuarezma, Edgard Ramón Sandoval Mendoza, Mauricio Lara Detrinidad, Marta Gioconda García y Ramón Sánchez Urbina.

Aparentemente, para este movimiento rebelde, semiclandestino, no se tomaron en cuenta el combate contra la Guardia Nacional sanguinaria somocista en la mañana, ni que habían demasiados guardias, “orejas” y agentes de la Oficina de Seguridad acantonados en todo el trayecto de la Plaza de la República hasta el Aeropuerto, en la Carretera Norte, y que todo este aparato sanguinario de asesinos se estaban moviendo en busca de venganza después  de la derrota que habían sufrido en el combate de las nueve de la mañana, en los alrededores del Gasolinera Shell Waspán.

Entre la Colonia Unidad de Propósitos y la Gasolinera Shell Waspán  hay un poco más de un kilómetro. Según Francisco Arana, los jóvenes (hombres y mujeres)  caminaron por entre cauces, predios montos y visibles  por la orilla de la Carretera Norte, mientras en realidad eran observados y perseguidos  por guardias somocistas sanguinarios y “orejas” de los “escuadrones de la muerte” de la Oficina de Seguridad (OSN) y de la Guardia Nacional sanguinaria genocida.

Ya eran las siete de la noche cuando el grupo de jóvenes llega a los alrededores de la Gasolinera Shell de Waspán.

Los guardias los estaban esperando y les dispararon en ráfagas

Por la información de los guardias y “orejas” del sector  de la Carretera Norte, ya había cuatro patrullas BECATS, con unos 30 guardias, esperándolos  en los alrededores  de la Gasolinera Shell de Waspán. Los guardias, inclusive, tenían ya emplazada una ametralladora calibre 30 en la parte frontal de uno de los jeeps patrullas, color anaranjados, del llamado “Paquete España”.

Aparentemente, los más o menos 20 jóvenes (totalmente desarmados) no le dieron mucha importancia (o por no “levantar sospechas”) a  la presencia de los BECATS, y caminaron un poco al Sur de la Gasolinera, donde estaban los árboles de chilamates.

En este lugar estaba previsto que se encontraran con otros grupos de jóvenes rebeldes de los vecindario Santa Rosa, Asentamiento José Dolores Estrada, del Asentamiento Humano llamado hoy Barrio Domitila Lugo y Asentamiento Ojoche, ubicado contiguo al Reparto Santa Clara.

Se disponían a esperar al resto de jóvenes que se verían con ellos allí, en los chilamates, para repartirse la propaganda revolucionaria, cuando desde una de las patrullas BECATS se escuchó un grito  que los conminaba a quedarse quietos, y casi al instante se produjeron varias  ráfagas de fusiles galil y garand  de los guardias sanguinarios somocista genocidas hacia donde los chavalos estaban muy cerca de los árboles de Chilamate.

Allí mismo cayeron vilmente asesinados, masacrados, los seis jóvenes mencionados: Berta Díaz Hernández, Edgard Ramón Sandoval Mendoza, Mauricio Lara Detrinidad, Armando Bonilla Cuarezma, Marta Gioconda García y Ramón Sánchez Urbina; sí, masacrados  tal como estilaba la Guardia Nacional, fundada  en 1927  por el gobierno criminal, agresor y saqueador de Estados Unidos, cuyos oficiales invasores la entrenaron  para matar, y a los siete años, precisamente con estos guardias, Anastasio Somoza García y el gobierno yanqui estaban matando al General Augusto C. Sandino y a la mayoría de los miembros del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.

Para esta labor infame de asesinatos, o masacres, los guardias andaban plenamente articulados con miembros de los “escuadrones de la muerte” (“Mano Blanca”, le decían los somocistas) de la Oficina de Seguridad (OSN) y de la GN, más los 12 mil “orejas” y “jueces de mesta”, unos a sueldo y otros “adhonorem”, y todos ellos en este sector de la Carretera Norte siguieron a estos jóvenes esa tardecita  hasta asesinarlos  fría y cruelmente un poco al Sur de la Gasolinera Shell, en el lado Norte del Barrio Waspán Sur.

Por parte del grupo de jóvenes (hombres y mujeres) no hubo respuesta de disparos, pues andaban totalmente desarmados.  Sólo llevaban consigo, escondida,  la propaganda instructiva  para arme y desarme de cacería

El resto de jóvenes logran correr hacia los cauces, unos heridos y otros ilesos, cruzan unos  la Carretera Norte hacia el Barrio José Dolores Estrada y otros agarran el rumbo de Villa San Jacinto y Américas Uno, en busca de refugio en casas de seguridad de amigos, familiares y sitios que ya tenía preparados el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Madres y vecinos se movilizaban a rescatar cadáveres

Según el testimonio de Rogelia Sevilla Ramos, al escuchar la balacera varias madres del Barrio José Dolores y del Barrio La Primavera  se fueron corriendo en rumbo a Waspán Sur, para socorrer a los chavalos heridos e ilesos, y esconderlos al mismo tiempo.

Como ya sabían de las crueldades de que eran capaces los guardias sanguinarios de la dictadura somocista, especialmente  con los cadáveres, pues a esas alturas ya era conocido que descuartizaban con machetes y hachas los cuerpos de  jóvenes asesinados por ellos, les prendían fuego con combustible, o los montaban en las “ambulancias de la muerte” y los iban a tirar a la Cuesta del Plomo, Lomas de San Judas, por el Teatro Rubén Darío, en el costa Norte de la Escuela de Arte (Taller del Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua), en cualquier punto de la orilla del Lago de Managua, allá por donde se ubican hoy el Club Terraza, el Colegio Centroamérica y la Micropresa de la entrada a San Isidro de la Cruz Verde, por ejemplo.

El grupo de madres  del Barrio José Dolores Estrada Vado se internó en las calles del Barrio Waspán Sur  y movilizaron  allí a otras decenas de madres, vecinos y vecinas, incluyendo ancianos y mediante una marcha desafiante se fueron hasta el sitio en que los seis jóvenes habían sido asesinados.

Frente a los guardias sanguinarios  recogieron los cadáveres  cuando ya eran  las ocho de la noche. Allí mismo procedieron a sepultarlos  en el predio montoso en torno a los árboles de Chilamate, y en la orilla de la entrada a la empresa Machineri y Company, y de ese modo nació el Cementerio de los Héroes y Mártires Carlos Fonseca Amador del Barrio Waspán Sur, exactamente  en el costado Sur de la Gasolinera Shell mencionada.

Represión brutal fue traslada a Unidad de Propósitos

Sin embargo, el asunto de la represión mortal de la dictadura somocista y de sus órganos de la muerte, como eran la Guardia Nacional, la Oficina de Seguridad, los “escuadrones de la muerte”, sus 12 mil “orejas” o espías oficiosos y adhonorem, los “jueces de mesta”, los grupos de paramilitares en que estaban organizados guardias retirados y delincuentes; sí, no paró allí con la masacre en Waspán Sur, pues inmediatamente, un poco después de las siete de la noche unas doce patrullas BECATS, con alrededor de 300 sicarios sanguinarios del somocismo, desataron un operativo militar gigantesco en la Colonia Unidad de Propósitos y todos los vecindarios de los alrededores.

Comenzaron con invasión y robos, o saqueo, en las casas de Francisco  Arana y donde Nely Detrinidad, tía de Mauricio Lara Detrinidad, uno de los jóvenes masacrados en Waspán Sur, porque los monstruosos “orejas” de la Colonia Unidad de Propósitos habían pasado la información a la Guardia Nacional y a la OSN de que los jóvenes habían salido de estas casas de seguridad.

Catearon, invadieron, agredieron y robaron en casi todas las casas de Unidad de Propósitos. La redada de “sospechosos” de colaborar con los “subversivos-sandino-comunistas-terroristas” fue enorme. Uno de los capturados fue Virgilio López Detrinidad, familiar de los Detrinidad. Virgilio no sabía nada, pues no andaba  en la “pelota” de los revolucionarios sandinistas.

Francisco Arana no fue capturado  porque se fue antes de que llegaran los guardias, pues hubo amigos que le avisaron a tiempo. Salió por los callejones de Unidad de Propósitos, se introdujo  en el cauce  que divide Unidad de Propósitos del Reparto Las Mercedes, y fue a esconderse  en la orilla del Lago de Managua.

Doña Nely Detrinidad no tuvo la misma suerte. La agarraron y ahí dentro de su casa fue golpeada y torturada  por los sanguinarios genocidas de la Guardia Nacional.

La mayoría de cuadros militantes del FSLN Proletario  tuvieron que huir, escapar esa noche, como Ricardo “Robletón” Robleto Espinoza, quien durante la Insurrección u Ofensiva Final fue el encargado de las cárceles populares  en las instalaciones de la Galletería Nabisco Cristal, frente al Barrio Santa Rosa.

Los guardias mantuvieron virtualmente sitiada la Colonia Unidad de Propósitos toda la noche. Se fueron hasta el siguiente día, pero dejaron varias patrullas y “orejas”  vigilando a los sospechosos de  colaborar con los “subversivos-sandino-comunistas-terroristas”.

Según Rogelia Sevilla Ramos, Arsenio Solís González, Francisco Arana y Horacio Martín Arróliga Flores, este último sobreviviente de la Masacre de la Brigada Camilo Chamorro, ejecutada también por la Guardia Nacional genocida; esta masacre de Waspán Sur  les enseñó a los dirigentes clandestinos del FSLN que se debían desarrollar cuidados extremos  para que cuadros políticos, militares y propagandísticos como estos masacrados, no siguieran cayendo  por los ataques sanguinarios de los órganos represivos de la dictadura somocista.

Posterior al  Triunfo de la Revolución Popular Sandinista, los cadáveres, o restos, de estos seis jóvenes masacrados  fueron exhumados  y enterrados  en los cementerios correspondientes.

Cementerio de Héroes y Mártires

Sin embargo, al estallar la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final en Managua, en ese mismo sitio se sepultaron a 17 Combatientes Populares  del Barrio Waspán Sur y de vecindarios de los alrededores.

En realidad, uno de ellos, fue Jefe Guerrillero: Douglas “Domingo” López Niño, quien como ya dije jefeó el ataque y combate contra los guardias sanguinarios genocidas aquel primero de enero de 1979, en Waspán Sur; entrenado en Cuba y que cayó en los combates de la Colonia Nicarao  el 14 de junio de 1979.

El listado  es el siguiente:  Douglas López Niño, Marvin José López Niño, Bladimir Chávez Calderón, Omar Gallo Navarrete, Ramón Zúniga Rizo, Melvin Castro Blass, William Ramos García, Alfonso Rojas Torrez, Silvio Espinoza Navarrete, José Jiménez Navarrete, Julián Palacios Herrera, José Jarquín Montealegre, Silvio Palacios Aguilar, Ronaldo Saldaña Zambrana, Jorge Castillo Acevedo, Bayardo Monterrey y Mario Baca García.

Hay un monumento dentro del  Cementerio de los Héroes y Mártires Carlos Fonseca Amador de Waspán Sur  que recuerda sus nombres. También está sepultada allí  María de los Ángeles Pérez Mairena, una de los 59 alfabetizadores asesinados  por elementos contrarrevolucionarios somocistas, sicarios del gobierno genocida gringo, durante la Cruzada Nacional de Alfabetización,  en 1980.

Al perder las elecciones el Frente Sandinista de Liberación Nacional en febrero de 1990, este Cementerio de los Héroes y Mártires quedó abandonado, al extremo de que se convirtió en nido y dormitorio de delincuentes, drogadictos y borrachitos de los alrededores, y también en defecadero público. Le destruyeron el muro y las luminarias.

En 2006, cuando yo era concejal del FSLN en el período de “Nicho” Marenco Gutiérrez, un grupo nos organizamos en la “Brigada Voluntaria de Desarrollo Municipal”, integrada entre otros  por: Pablo E. Barreto Pérez, Ramiro José Mejía Ortiz, José de la Cruz López, Manuel Cerpas Centeno, Linda América Mairena, René Bravo Sandino, Raúl Zapata Ramírez, Juan Carlos Suazo, Marvin Mendoza Olivas y José Luis Ramírez, quienes limpiaron el Cementerio de Waspán, rehabilitaron tumbas, reacondicionaron el monumento mencionado, construyeron cruces nuevas, reavivaron esas tumbas con pinturas, reavivaron también los nombres en cada tumba; y con apoyo de Delegación VI de la Alcaldía de Managua construyeron un muro nuevo, un portón metálico nuevo y pintaron un mural gigantesco en el muro del lado Norte del Cementerio de los Héroes y Mártires Carlos Fonseca Amador del Barrio Waspán Sur.

Sobrevivieron a esta masacre somocista, entre otros:  Jorge Sánchez, Emilio Sánchez, Douglas López Niño, Marvin José López Niño y Jorge Castillo Acevedo. Los tres últimos cayeron durante la Insurrección Sandinista de junio de4 1979.

En el caso de Douglas “Domingo” López Niño había jefeado el combate, en la mañana, allí mismo en la entrada a Waspán Sur, contra un contingente de guardias sanguinarios somocistas. Ya en la noche, en labores de propaganda, andaba desarmado.

Fuentes documentales: Diario NOVEDADES (del somocismo genocida) del tres de enero de 1979.  “Masacres somocistas” de Pablo E. Barreto Pérez.

Fuentes orales: Francisco Arana, Arsenio Solís González, Rogelia Sevilla Ramos y Horacio Martin  Arróliga Flores.

Ejecutadas por la guardia sanguinaria somocista, aquel 12 de mayo de 1979

Cuatro masacres en Xiloá

*Plan político-militar y mapas de la Insurrección Sandinista en Managua se hicieron en Xiloá

*En Península de Chiltepe trabajaron unidas las tres Tendencias del FSLN clandestino

Pablo Emilio Barreto Pérez

Sí, fueron cuatro masacres  las ejecutadas  en Xiloá por la Guardia Nacional sanguinaria somocista genocida aquel 12 de mayo de 1979. Exhibiendo crueldad y atrocidad inauditas, parecían nazifascistas alemanes desbocados, dedicados  a matar, descuartizar  y quemar a todos aquellos seres humanos que  la dictadura somocista sangrienta  consideraba “sospechosos” o enemigos del sistema tiránico, fundado, organizado y entrenado  desde 1927  por el gobierno agresor de Estados Unidos.

Según el Diario BARRICADA (Órgano Oficial del Frente Sandinista) del 12 de mayo de 1980, los asesinados atroz, desalmada y despiadadamente, fueron: Alfonso González Pasos, el jardinero Francisco, los niños  Constantino Chamorro Mejía, Juan Bosco González Chamorro y Francisco (hijo del jardinero); el jardinero  y la trabajadora doméstica Sandra Salgado Roque, en el primer caso; Ricardo Orúe, Bayardo Martínez y una muchacha de seudónimo “Sandra”, llamada Carmen,  más un niño, en el segundo caso; Cristhian “Inca” Pérez Leiva y Omar Hassan Morales, en el tercer caso; y cuatro o cinco jóvenes que fueron rafagueados en la peña de la entrada a  la Finca Santa Margarita y lanzados sus cadáveres a unos barrancos, en el lado Suroeste de la Laguna de Xiloá.

Fue una monstruosa orgía sangrienta, planificada y ejecutada con sadismo  por casi 200 sicarios de la dictadura somocista genocida, pues las matanzas de seres humanos las comenzaron un poco después de las ocho de la mañana  y las finalizaron casi a las seis de la tarde en la Finca Santa Margarita.

En esta labor de masacres planificadas participaron juntos  unos 150 guardias efectivos, más incluyendo asesinos de la Escuela de Entrenamiento Básicos de Infantería (EEBI), “orejas” despreciables de la zona y miembros de los “escuadrones de la muerte” (“Mano Blanca”, decían los somocistas genocidas) de la Oficina de Seguridad, hasta completar  unos 200   criminales, según el testimonio de María del Socorro Pérez Sánchez, quien fue una de las capturadas en la casa del matrimonio Lucrecia Puentes-Sergio Lacayo (abogado), esposada y amarrada a un árbol de eucalipto, torturada  y obligada a presenciar  cómo desbarataban a balazos y cuchilladas a los masacrados en Xiloá aquel 12 de mayo de 1979.

Ese día  12 de mayo de 1979, al ejecutar esas masacres monstruosas en Xiloá, la Guardia Nacional y la Oficina de Seguridad (OSN) descubrieron los mapas y escritos sobre dónde y cuándo se desataría la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final, en Managua, los cuales habían sido elaborados por un grupo de compañeros (hombres y mujeres), encabezados  por Cristhian “Inca” Pérez Leiva, Omar Hassan Morales y Ricardo Orúe.

Además, ese mismo día  invadieron y catearon las casas de seguridad  donde vivía el ingeniero Miguel Maltez, en Colonial Los Robles, en el casco urbano de Managua; y la del ingeniero Francisco Figueroa, ubicada en la Carretera Sur. En ambas casas de seguridad también había mapas sobre cómo, dónde y cuándo se desataría la Insurrección Sandinista en Managua.

En la casa de seguridad de Los Robles estaban los Comandantes Guerrilleros Joaquín Cuadra Lacayo y Dora María Téllez, y Augusto Montealegre.   Se enteraron a tiempo de que los sicarios del somocismo genocida llegaban a catear la casa, y para salir, se hicieron “los locos”, como que iban ebrios, y salieron abrazados, y desaparecieron rápido de los alrededores.

Elia del Socorro Sánchez Centeno  recuerda que el operativo siniestro y mortal de la Guardia Nacional, sus “orejas” OSN y miembros de los “escuadrones de la muerte”, en realidad  comenzó a eso de las dos de la mañana, pues a esa hora se metieron a las instalaciones  de unas antenas de radioemisoras  propiedad de Jesús Miguel “Chuno” Blandón y de Frank Arana Valle. “Patearon y derrumbaron puertas, con el pretexto de que buscaban armas de los “sandino-comunistas-terroristas”,  recuerda Sánchez Centeno  35 años después.

Dice que ella y su marido  encendían las plantas eléctricas  para activar las antenas de las radioemisoras, y por ese motivo ya estaban levantados cuando al menos unos 50 guardias y “orejas” se metieron a las instalaciones privadas. No encontraron armas, ni nada sospechoso.

Este dato histórico indica  que la Guardia Nacional sanguinaria, somocista y genocida, con sus compinches “orejas” (espías a sueldo y adhonorem) y miembros de los “escuadrones de la muerte”, de forma planificada empezaron la operación mortal desde más o menos las dos de la mañana.

José Alexander “Pepe Loco” Estrada Fonseca y Antonio “Julio” López, dos de los dirigentes  de la Insurrección Sandinista en el OPEN TRES (Ciudad Sandino), por su lado rememoran que para el 12 de mayo de 1979, la Guardia Nacional, la EEBI, la Oficina de Seguridad, sus “orejas” compinches y “escuadrones de la muerte”, ya tenían tomados  todos los cerros frente al OPEN TRES y en las comarcas aledañas a la Laguna de Xiloá y Península de Chiltepe, más todas las entradas hacia estos lugares; inclusive ya habían instalado retenes militares en todas las entradas, especialmente hacia dentro de Xiloá, por el Aeropuerto Los Brasiles, en la Cuesta del Plomo (Cuesta de los Mártires), en todas las entradas del OPEN TRES; habían también fortalecido  con tropas y armamento pesado el campamento o cuartel que tenían donde es hoy ENATREL y a un lado del Cuartel de los Bomberos, dentro del OPEN TRES.

Hace notar “Pepe Loco”  Estrada Fonseca que en la jurisdicción del OPEN TRES (Ciudad Sandino) la misma Guardia Nacional había masacrado, unos meses antes,  a los trabajadores de SOLECTRA Comercial, don de mataron a los trabajadores Germán Antonio Bojorge Esquivel, Jorge Altamirano Hernández y Pablo Torrez Rivera.

SOLECTRA Comercial era una Fábrica de Escobas y Taller de Soldadura, donde había estallado una huelga y toma de instalaciones en demanda de aunmentos de salarios.  Llegaron unos 100 guardias a bordo de aquellos camiones enormes, altos, de la llamada “Acción Cívica” de la Guardia Nacional. Conminaron a los trabajadores a salir, “o los matamos”. Estos se corrieron por unos predios montosos, y allí les descargaron varias ráfagas de ametralladoras calibre 30 y de fusiles automáticos.

También recuerda  Estrada Fonseca que en la entrada al Reparto Satélite Asososca la misma Guardia Nacional sanguinaria mató el  7 de noviembre de 1976, a Eduardo Contreras Escobar, a Rogelio Picado y Silvio Reñazco.  Contreras Escobar fue el jefe del Comando  que asaltó la Casa de “Chema” Castillo Quant en diciembre de 1974.

Xiloá  es más conocido por su famosa Laguna cratérica, utilizada  como balneario de los managuas, ubicada en el lado Sureste de la Península de Chiltepe. Exactamente en lado opuesto, en el Noroeste, están ubicados la Laguna de Apoyeque, que en realidad es un cráter de dos kilómetros de diámetro del Volcán Apoyeque.

La Península de Chiltepe comienza por el lado Noreste de  la Comarca Los Brasiles, territorio del Municipio de Mateare. Todo el Territorio de Chiltepe, la Laguna de Xiloá  y Laguna de Apoyeque pertenecen al Territorio Municipal de Mateare, en el Departamento de Managua.

La Península de Chiltepe es una Reserva Natural, que tiene forma redondeada  y que termina como “metida” dentro del Lago Xolotlán  con las “Puntas” Chiltepe y Cardón  por el lado Oriental  frente a la Ciudad de Managua.

En el centro de esta Península están los llamados “Cerros Cuapes”, en cuyos lados  Este y Oeste  están ubicadas respectivamente las Lagunas de Xiloá y Apoyeque.

Según estudios del Ministerio de Recursos Naturales y del Ambiente (MARENA)  esta elevación geológica montañosa, conocida en Managua  como Península de Chiltepe, es de suelos francoarenosos, con grandes cárcavas en los “Cerros Cuapes” y en Punta Chiltepe; es de bosque latifoliado  muy variado, donde hubo abundancia de guayacanes, todos los cuales sucumbieron a los incendios veraneros de cada año  y por la acción de leñadores del OPEN TRES  (Ciudad Sandino).

Un estudio elaborado por Jaime Villa, quien fue catedrático de la UNAN en Managua, indica que en las dos lagunas cratéricas volcánicas  (Xiloá y Apoyeque)  abundan la sardina de Xiloá, una amplia variedad de peces, lagartos, y por encima del suelo de la Península abundan también las boas, puma o tigre negro, tigrillos, cusucos, serpientes cascabeles, coyotes, venados, mapachines, conejos, iguanas negras y verdes, garrobos, tortugas, cangrejos, piches, patos, garzas, zanates, güises, cenzontles, chocoyos, palomas alas blanca, palomas robadoras, abundan los zopilotes, etc.

A ambos lados  de la elevación geológica y montañosa  hay planicies  en las que siempre hubo fincas y haciendas  de conocidos personajes de Managua, especialmente por la planicie hacia la costa del Lago de Managua, que comienza  por el lado de la Comarca Los Brasiles y termina un poco al Sur de Punta Chiltepe.

De acuerdo con “Memoria de Chiltepe”, escrita por Luis Carrión Montoya, entre los primeros dueños de estas tierras de la Península de Chiltepe se cuentan David Antonio Fornos Díaz, Manuel Gutiérrez Peña y el doctor Julio Bonilla, según escrituras  de 1918.

En las décadas del 40-50  la cantidad de propietarios de fincas o haciendas lecheras y productoras de granos, eran: Julio Bonilla, Victorino Argüello, Matilde Bonilla Debayle y Luis Manuel Debayle (el “Tío Luz”, tío de Anastasio Somoza Debayle), Ernesto Martínez Solórzano, Fernando Solórzano, Alcibíades Fuentes, David Fornos, Manuel Gutiérrez Peña, Mélida de Henshil, Isabel von Rechwitz y Fernando Saballos.

Fueron propietarios más recientes: Donald Spencer, José María Zelaya, Rodolfo Mejía Ubilla, Eduardo Montealegre, Alberto Mendoza, Familia Urroz, Santiago Salgado, Chimilo Downin, Padres Jesuitas, Cony Weelock, Matilde Bonilla Debayle, Julio Bonilla Solórzano, el propio Luis Manuel “Tío Luz” Debayle, el ingeniero Alfonso González Pasos, Tomy Weelock  y Luis Carrión Montoya.

Las fincas o haciendas más conocidas en los lomos y planicies inmediatas de la Cordillera de Chiltepe, fueron:  Tamagás, Tempisque, Corpus Cristhi, San Isidro, San Carlos, El Cambio, San Pancho, Los Ángeles, Escobillal, Paraíso, Bella Vista, El Charco, Santa Margarita y “Los Cocos”, entre otras.

Algunos de estos propietarios de fincas  en las explanadas de la Península de Chiltepe, y de solarones y mansiones  en la orilla de la Laguna de Xiloá, eran connotados funcionarios del régimen somocista sanguinario genocida, entre otros:  Donald Spencer, director del INFONAC; Luis Manuel “Tío Luz” Debayle, director de la Empresa Nacional de Luz y Fuerza (ENALUF), del Estado; Luis Pallais Debayle, director del Diario NOVEDADES, propiedad de la familia Somoza Debayle; Ricardo Argüello Pravia, connotado somocista, propietario de varios cines y de negocios variados;  Rodolfo Mejía Ubilla, también funcionario del gobierno dictatorial; José María “Chema” Zelaya, secretario privado de Anastasio Somoza Debayle  por mucho tiempo.

Estaba allí también un tal coronel de la Guardia Nacional,  y médico, Edgard Meléndez, quien tenía una clínica médica allí en Xiloá, que al parecer era una pantalla para espionaje  de la Oficina de Seguridad (OSN); además, eran conocidos en Xiloá los siguientes “orejas” o espías de la Oficina de Seguridad y de la Guardia Nacional: Eugenio Green, Ernesto Dimas, Roberto Montalván y Orlando Heeslock.

Inclusive, cada uno de estos connotados funcionarios del gobierno somocista sanguinario tenía asignados uno o dos agentes de la Oficina de Seguridad (OSN) que se encargaba del cuido de ellos y al mismo tiempo de vigilarlos, por si osaban traicionar al régimen genocida de Anastasio Somoza Debayle.

Inclusive, la Guardia Nacional somocista sanguinaria genocida  tenía una base militar, campamento o cuartel en la Hacienda Tamagás de Luis Manuel  “Tío Luz” Debayle, donde hacían entrenamientos militares  y controlaban toda la zona de la Península de Chiltepe, desde hacía por lo menos dos años.

Se había hecho común  que los pobladores o vecinos de toda la Península de Chiltepe oyeran a los guardias (de la EEBI y del Batallón Somoza) que mientras corrían  por entre el vecindario, gritaban: “Somos perros. Estamos sedientos de sangre. Estamos listos para matar…”, era como una canción aterrorizante casi todos los días, mientras al mismo tiempo dejaban regadas en el suelo algunas granadas de fragmentación”.

En medio de este ambiente hostil, peligroso, mortal allí en Xiloá, estaban en ese sitio empresarios progresistas y profesionales progresistas y comprometidos con la causa de la Liberación Nacional, como: Alfonso González Pasos, Sergio Lacayo y su esposa Lucrecia Puentes López;  y el finquero Luis Carrión Montoya, padre, tío, primo, abuelo en la familia Carrión, entre otros: Luis Carrión Cruz, Carlos Carrión Cruz y general Javier Carrión Mc Donough.

En su “Memoria de Chiltepe”, Luis Carrión Montoya señala  que la finca “Corpus Cristhi”, propiedad del propio Carrión Montoya y de su esposa Leonor Cruz, fue escogida  desde octubre de 1973  por su hijo Luis Carrión Cruz y Bayardo Arce Castaño (Comandantes de la Revolución Sandinista, ambos, de Tendencia Proletario uno y de la Tendencia Guerra Popular Prolongada, el otro))  para desarrollar allí una escuela política militar guerrillera, la cual debía incluir prácticas de tiro, en forma muy discreta, y  para hacerlo debían aparecer  como “turistas” en busca de aventura montañosa, especialmente en busca de conejos, venados, cusucos, tigres, tigrillos, monos aulladores, etc.

Según el relato en “Memoria de Chiltepe” de Carrión Montoya, sus hijos, por supuesto, Luis y Carlos Carrión Cruz, y su sobrino Javier Carrión Mcdonough, siempre llegaban a la finca en labor de cacería y de “vacaciones”, pues “Corpus Cristhi” era una propiedad familiar allí  en la Península de Chiltepe.

Luis Carrión Cruz, quien después fuera uno de los tres jefes de la Tendencia Proletaria en el FSLN; y Bayardo Arce Castaño, periodista y uno de los jefes de  lo que Carlos Fonseca Amador bautizó como “Guerra Popular Prolongada” (GPP), tomaron la decisión de que la “Finca Corpus Cristhi” prestaba las condiciones adecuadas de disimulo, aislamiento, clandestinaje, posibilidad de disparar armas de guerra y de cacería sin ser descubiertos, abundancia de terreno para entrenarse, y, sobre todo, que sus dueños eran antisomocistas y amigos del sandinismo revolucionario clandestino, y que por tanto debían desarrollar allí una escuela política militar, guerrillera y clandestina.

Entre los primeros en llegar estuvieron  Carlos Roberto Huembes, suplente  en la Dirección Nacional Histórica del Frente Sandinista guerrillero y clandestino; y Carlos Zamora. Los siguientes en llegar en un jeep  fueron Álvaro Baltodano, quien después fuera general del Ejército Popular Sandinista;  Joaquín Cuadra  Lacayo, general y jefe del Ejército después;  Roberto Gutiérrez y Luis Carrión Cruz, Comandante de la Revolución  ya en 1979.

Con Bayardo Arce Castaño llegan casi inmediatamente  Ricardo Morales Avilés, también miembro de la Dirección Nacional Histórica del FSLN;  y Óscar Turcios Chavarría, uno de los hombres más cruciales en el crecimiento y desarrollo del FSLN guerrillero clandestino en aquel momento.

Mientras en la “Finca Corpus Cristhi”  todos se sentían orgullosos de estar allí, con escuela política y guerrillera y con armas de guerra y de cacería, el mandador de la misma Finca, al ver  que hacían estallar bombas en bosques, cañada y Laguna de Apoyeque, que disparaban con los fusiles, escopetas y rifles 30-30, se llenó de miedo e inmediatamente renunció diciendo: “Yo no quiero problemas con la Guardia Nacional… yo me voy”, y ¡se fue!

En los entrenamientos tuvieron un fusil automático AR-18, una subametralladora a la que nombraban “La Negra” y otra subametralladora M-3, que siempre cargaba consigo Óscar Turcios Chavarría.

“Memoria de Chiltepe” recuerda que en ese mismo mes de octubre cayó un aguacero diluvial, nocturno. Las correntadas atraparon al grupo   por el lado de la Comarca Los Brasiles, por donde circulaban en un jeep. El jeep fue arrastrado  por las correntadas, y dentro estaban Óscar Turcios Chavarría, Ricardo Morales Avilés, Bayardo Arce Castaño, Joaquín Cuadra Lacayo, Roberto Gutiérrez, Álvaro Baltodano…

El fusil  mencionado cayó a la correntada, la cual lo arrastró hasta dentro de las aguas del Lago de Managua. No fue recuperado. El jeep se detuvo  contra un barranco. Salieron de allí hasta que bajó la correntada.

Relato  estos episodios  históricos porque estos muestran que el régimen somocista sanguinario genocida tenía intereses marcados allí en la Península de Chiltepe, y que el Frente Sandinista de Liberación Nacional, revolucionario, guerrillero, clandestino, y en su afán de liberar al país de la tiranía de Anastasio Somoza Debayle y su familia, estaba recurriendo  a allí en Chiltepe a entrenarse, ocultarse,  organizarse, y hasta elaborar los planes y mapas insurreccionales sandinistas en Managua, por ejemplo, en medio de estas condiciones mortales  ya referidas.

Allí en la Península de Chiltepe, y particularmente en la orilla de la Laguna de Xiloá, estaban  trabajando ardua y sacrificadamente las tres Tendencias del Frente Sandinista de Liberación Nacional: Guerra Popular Prolongada, Tendencia Proletaria y Tendencia Tercerista, especialmente en la elaboración de mapas que describían  detalladamente  cómo, cuándo, dónde y por qué  en esos sitios demográficos poblados capitalinos debía desatarse la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final, en junio de 1979.

Precisamente, en estos planes insurreccionales, con sus mapas muy bien descritos, elaborados  sin descanso, día y noche, por militantes experimentados y probados (hombres y mujeres) como  Cristhian “Inca” Pérez Leiva, ingeniero; Omar Hasan Morales, ingeniero; Ricardo Orúe, químico y hábil fabricador de explosivos,  y otros.

Pérez Leiva  y Hassan Morales jefeaban un equipo de hombres y mujeres, cuadros políticos militares, guerrilleros, intelectuales capaces, muy bien formados en escuelas guerrilleras y formadores ellos de escuelas guerrilleras también;  tenían unos seis meses de estar elaborando los mapas correspondientes  sobre cómo, dónde y cuándo desatar la Insurrección Sandinista en los Barrios Occidentales y en los Barrios Orientales de Managua.

Según  el Comandante Carlos Núñez Téllez, en su libro-informe  de la Insurrección Sandinista en Managua y del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, titulado:  “Un Pueblo en Armas”, Pérez Leiva, Hasan Morales, Francisco Meza Rojas y todo un grupo selecto de militantes guerrilleros, de forma sigilosa estudiaron  todo el escenario geográfico de las Zonas Suroccidental, Noroccidental, Oriental y Nororiental de Managua, incluyendo los cauces, pistas, calles, muros, árboles, semáforos, etc., para indicar en los mapas  los sitios en que debían edificarse barricadas, zanjas o trincheras de combate, en qué pistas y calles debían ser colocadas las tropas revolucionarias, dónde colocar los fusiles, las pocas ametralladoras, las bazukas  o lanzamorteros portátiles, las armas de cacería, dónde se debían construir los refugios antiaéreos, cómo utilizar los cauces  para inmovilizar a las tropas sanguinarias genocidas de la Guardia Nacional somocista…

Además, se planteaba en los mapas  que las Zonas Suroccidental y Noroccidental debían ser el escenario principal de la Insurrección  porque  muchos jóvenes y adultos rebeldes de estas zonas geográficas, antisomocistas organizados,  ya tenían entrenamiento militar.

Las Zonas Suroccidental y Noroccidental debían ser la Zona Principal  y la Zona Oriental la Zona Secundaria.

Sin embargo, la Guardia Nacional sanguinaria genocida, la Oficina de Seguridad (OSN), los “escuadrones de la muerte”, los “orejas” a sueldo y “adhonorem”, la Escuela de Entrenamiento Básico (EEBI) de asesinos y ladrones, los “jueces de mesta” o asesinos de cañadas, descubren  todo el trabajo político militar, guerrillero, patriótico, revolucionario, de Liberación Nacional, que estaban haciendo Cristhian Pérez Leiva, Omar Hassan Morales, Ricardo Orúe, Alfonso González Pasos, Carmen Chamorro de Pasos, Sergio Lacayo, Lucrecia Puentes López,  Bayardo Martínez y otros cuadros FSLN valiosísimos en Xiloá; y toda aquella  pandilla GN de asesinos comienzan tomándose  todos los cerros de la Península de Chiltepe y todas las entradas al OPEN TRES y a Xiloá, más el reforzamiento de los cuarteles militares que ya tenían la Guardia Nacional en el OPEN Tres y en Xilóa, recuerdan José Alexander “Pepe Loco” Estrada Fonseca y Antonio “Julio” López, quienes fueron miembros de la dirigencia de la Insurrección Sandinista en  el OPEN Tres.

Acto seguido, ya con toda la banda de asesinos desplegada  como queda dicho, desatan la represión mortal y masacres planificadas por el alto mando de la Guardia Nacional, jefeada por Anastasio Somoza Debayle; y por su Oficina de Seguridad, sus “orejas” ya mencionados y “escuadrones de la muerte”.

Doña Elia del Socorro   Sánchez Centeno, entonces muy joven, recuerda que el operativo militar somocista de las Masacres en Xiloá  en realidad comenzó a eso de las dos de la mañana de aquel fatídico 12 de mayo de 1979, pues una gran cantidad de guardias invadieron  las propiedades  en que estaban las antenas de radioemisoras, donde ella encendía las plantas eléctricas   para que esas radioemisoras comenzaran a funcionar en sus estudios en Managua.

“Catearon, le dieron vuelta a todo dentro de las casas, lo ponían a uno contra las paredes y los árboles, con la amenaza de matarlo por “sospechoso” de colaborar con los “sandino-comunistas-terroristas”, rememora  Sánchez Centeno.

Aparentemente, el plan de la Guardia Nacional y de la Oficina de Seguridad, para sembrar terror  y cumplir lo planificado de matar a determinados seres humanos allí en Xiloá, consistió  en hacer un cateo general, el que sirvió, al mismo tiempo, para ir robando dentro de las casas, tal como hacían siempre.

Primera masacre

Testimonios vecinales indican que  a eso de las ocho y media de la mañana unos 60 guardias y “orejas”  rodearon la casona del ingeniero Alfonso González Pasos, ubicada   unos 150 metros al Noreste de la entrada principal al Balneario de la Laguna de Xiloá, y casi frente al Cerro que por decenas de años ha sido utilizado  como mina de arena para construcciones.

Los guardias, con un jefe no identificado al frente, no dejaron salir a nadie. Inmediatamente  acusaron a González Pasos de ser colaborador de los “sandino-comunistas-terroristas”  y de tener dentro de la casona una especie de equipos de primeros auxilios, que en realidad funcionaba  como una clínica médica en prevención de lo que pudiera ocurrirle a los cuadros políticos guerrilleros que ya estaban trabajando afanosamente en varias casas de Xiloá.

Los sicarios sanguinarios del somocismo genocida encontraron allí también algunas cajas de explosivos, mapas detallados de dónde sería la Insurrección Sandinista en Managua,  y centenares de pañoletas, banderas y cintillos rojinegros, finamente bordados  por doña Carmen Chamorro de Pasos, esposa de Alfonso González Pasos, quien era ingeniero agrícola (graduado en la Universidad Zamorano, en Honduras), vendedor de seguros y agricultor en la misma zona de la Península de Chiltepe.

Tanto la versión del Diario BARRICADA (Órgano Oficial del Frente Sandinista) del 12 de mayo de 1980  como de vecinos aledaños a la vivienda-casona de la Finca Los Cocos, de Alfonso González Pasos,  indican que con  crueldad  y atrocidad inauditas  entraron a la casa lanzando culatazos, patadas  y varillazos  metálicos en los cuerpos de los niños mencionados arriba, especialmente contra el jardinero, don Alfonso González Pasos y la trabajadora doméstica,  Sandra Salgado Roque, quien había venido del lado de León a trabajar en Managua, hacía tan sólo 15 días antes.

Los relatos indican que  todos fueron puestos  violentamente contra el piso de la casa.  Los niños se metieron debajo de las camas. En medio de la violencia sangrienta  por parte de aquellos morfinómanos asesinos GN., don Alfonso González Pasos  logró escaparse hasta donde estaba el teléfono convencional (entonces no habían teléfonos celulares) y se comunicó con su esposa Carmen Chamorro, quien andaba en diligencias en la zona urbana de Managua, específicamente en el Reparto Bolonia, en compañía de  Lucrecia Puentes López y de la periodista Ángela Saballos de Matamoros y de Edgardo Matamoros.

Sergio Lacayo, Ernesto Palacios y Rodrigo Reyes, se enteraron también telefónicamente de lo que estaba pasando en una oficina de abogado.

González Pasos  logró hablar con su esposa Carmen Chamorro, y le dijo: “La guardia  está entrando a la casa…hagan algo por nosotros”, y la llamada se cortó.  Doña Carmen Chamorro de Pasos por su lado tomó nuevamente el teléfono de la casa en Bolonia, y llamó a su casa en Xiloá, y ya entonces le contestó uno de los guardias asesinos, mientras se oían los culatazos, gritos iracundos de los sicarios sanguinarios  en contra de los ocupantes de la vivienda, e inclusive las explosiones de los tiros.

Hasta el sitio en que don Alfonso González Pasos estaba en el teléfono llegó el jefe de la banda de asesinos. Después de ambas llamadas telefónicas,  allí mismo le disparó una ráfaga de un fusil galil hacia la cabeza, quedando la sangre y los sesos de González Pasos estampados en una de las paredes de la vivienda y en el piso de la casa.

En la pared o muro interno de la vivienda casona, quedaron los huecos hechos por la balas, teñidos todos  por la sangre generosa de González Pasos.

Acto seguido, sin contemplaciones, de forma cruel, despiadada, también les dispararon varias ráfagas de tiros a los cuerpos de los niños  Constantino Chamorro Mejía, Juan Bosco González Chamorro  y Francisco, quienes estaban debajo de las camas, donde quedaron los cadáveres encima de grandes charcos rojos de sangre patriótica; también balacearon al jardinero  y a la trabajadora doméstica  Sandra Salgado Roque, a quien, además, le perforaron y descuartizaron el cuerpo con bayonetas de los fusiles que portaban los sicarios sanguinarios endemoniados.

También mataron a los perros, porque estos, cuando entraban esta pandilla de asesinos sanguinarios, se les tiraron encima, en defensa de sus dueños y amos.

Al terminar la orgía de sangre  saquearon, o robaron, todo lo que pudieron llevarse, dejaron los cuerpos de los asesinados dentro de la casa, y dejaron guardias cuidando la vivienda.

Segunda masacre

Según Jorge Alberto Alemán Palacios, él andaba en ocupaciones agrarias en la Finca de Julio Bonilla, cuando escuchó balaceras hacia el lado Sur desde muy de mañana.

Decidió regresar a su casa, ubicada en los llamados “Bosques de Xiloá, en la orilla Este de la Laguna de Xiloá, más o menos a las nueve de la mañana de ese 12 de mayo de 1979. Cuando se acercaba a su casa, precisamente  escuchó nuevamente una balacera muy nutrida, y creyó  que la  Guardia estaba atacando su vivienda.

Se apresuró  y descubrió que en realidad la casa que estaba siendo atacada con ametralladoras calibre 50 y fusilería, por unos 50 guardias y “orejas”, era una llamada “Los Loyes” o “Casas Gemelas”, la cual había sido alquilada por una pareja de jóvenes, que al parecer eran Ricardo Orúe  y una joven desconocida, quienes fingían ser un matrimonio recién formado.

Estas “Casas Gemelas” al verlas de lejos tienen forma de triángulo  en la parte superior del techo. Son tres casas, unidas la una a las otras, y con un techo en forma de triángulo. En realidad, aclara Lucrecia Puentes López, eran tres casas unidas, propiedad de un doctor Solórzano, quien se las había alquilado, supuestamente, a Ricardo Orúe y a la joven desconocida.

El murito frontal de estas “casas gemelas” era de las llamadas “losetas prefabricadas”, casi de puro cemento firme. La lluvia de balas contra las “Casas Gemelas” no lograban penetrar estas losetas. Esto puso más violentos o iracundos a la turba de asesinos de la Guardia Nacional, y cuando vieron que Alemán Palacios se acercaba lo “pararon en seco” y lo conminaron: “!No te movás de allí, o te matamos¡”.

Las “Casas Gemelas” estaban rodeadas  por aquella banda cruel y atroz de asesinos pertenecientes a la Guardia Nacional. Al ver que no entraban las balas, entonces lanzaron una maquinaria pesada contra las paredes frontales, las cuales fueron derribadas con sus ocupantes adentro.

Según Alemán Palacios, quienes parecían ser los jefes del operativo sangriento, les gritaban a los ocupantes de las “Casas Gemelas”: “!Salgan, hijueputas…ya de nada les sirve. Ya matamos a todos en la casa de González Pasos…todos están muertos¡”.

En las “Casas Gemelas” ocurrió algo similar a lo acontecido en la casa-finca de Alfonso González Pasos.

Los guardias y “orejas” entraron violentísimos con sus ametralladoras, fusiles y pistolas, e inmediatamente  mataron a varios de los que estaban dentro. Es decir, no andaban en afán de atrapar vivos a supuestos delincuentes, la orden era matarlos a todos.

Según la versión del Diario BARRICADA del 12 de mayo de 1980, en estas “Casas Gemelas” masacran a Ricardo Orúe, ingeniero químico y cuadro destacadísimo del Frente Sandinista de Liberación Nacional todavía clandestino; asesinan también a Bayardo Martínez y a  una muchacha de seudónimo “Sandra”.

Presuntamente, en estas “casas gemelas” capturan a varias personas desconocidas y las montan esposadas y encapuchadas en las patrullas de Brigadas Antiterroristas de la Guardia Nacional terrorista, somocista, sanguinaria y genocida.

De acuerdo con otra versión, Ricardo Orúe fue capturado vivo allí en las “casas gemelas” y asesinado en el peñón de la entrada a la Finca Santa Margarita, según veremos más adelante.

En estas “Casas Gemelas”  presuntamente el Frente Sandinista de Liberación Nacional, clandestino, con Ricardo Orúe (ingeniero químico)  como jefe de un grupo y responsable militar, estaba experimentando y fabricando explosivos o “bombas de tiempo” con relojes y bombas de contacto, para usarlos en el futuro ya cercanísimo de la Insurrección Sandinista, u Ofensiva  Final, la cual estalló en Managua  el nueve de junio de 1979, es decir, menos de un mes después de estas cuatro masacres horrendas del somocismo sanguinario genocida.

Estas “Casas Gemelas”  también quedan ocupadas por la Guardia Nacional. Se llevan los explosivos, químicos, mapas,   algunas armas livianas  y de cacería, y roban todo lo que había dentro de las viviendas “gemelas”.

Tercera Masacre

Los testigos históricos en Xiloá coinciden  en que más o menos a las tres de la tarde de ese día fatídico, llegan en automóvil a la entrada de Bosques de Xiloá, donde había una caseta de control, Cristhian “Inca” Pérez Leiva y Omar Hassan Morales. Aparentemente, no estaban enterados de las masacres que estaba ejecutando la Guardia Nacional sanguinaria y genocida.

Pérez Leiva y Hassan Morales son encañonados allí con varios fusiles. Los guardias sanguinarios los  conminan a bajarse del carro, un Volswagen,  y los obligan a poner las manos asidas a un alambrado de púas. Desde el portón de entrada llaman estos sicarios GN a supuestos oficiales del alto mando de la Guardia Nacional, y estos llegan.

Se producen acusaciones de que son “sandino-comunistas-terroristas” y que  seguramente estaban aliados con Alfonso González Pasos y los ocupantes de las “casas gemelas”. Descaradamente les dicen allí los guardias a Pérez Leiva y Hasan Morales  que don Alfonso  González Pasos “y sus compinches” ya estaban muertos, que también “están liquidados” los de las Casas Gemelas”.

Se produce una especie de diálogo rápido y muy violento entre Hassan Morales y uno de los supuestos oficiales, quien de una vez, allí mismo contra el alambrado, les descarga una ráfaga de unos 30 tiros.

Ya tumbados y ensangrentados en el suelo lodoso, en estertores de muerte, todavía les siguen disparando a los cuerpos de Cristhian Pérez Leiva y Omar Hasan Morales.

Según Lucrecia Puentes López, es posible  también que Pérez Leiva y Hassan Morales hayan sacado armas, pues ambos andaban pistolas  nueve milímetros y hasta una granada de fragmentación, listas para enfrentarse a los guardias, pues “Inca” Pérez Leiva y Hassan habían reiterado una y otra vez  que “no nos dejaremos capturar vivos, porque de todas maneras nos van a matar  cuando nos descubran”.

Cuarta Masacre

Antes de este episodio en que también asesinan fríamente a Cristhian Pérez Leiva y Omar Hasan Morales, más o menos a las doce del día, unos 50 guardias y “orejas” habían invadido  la casa-finca del matrimonio Sergio Lacayo-Lucrecia Puentes López,  militantes del  FSLN. Lucrecia Puentes trabajaba clandestinamente  con el grupo de la Tendencia Guerra Popular Prolongada y Lacayo, su esposo,  era de la Tendencia Tercerista.

Ambos, el matrimonio,  estaban de acuerdo en que la vivienda  prestara servicio sigiloso o clandestino como casa de seguridad.

En esta casa de seguridad de Lacayo-Puentes, que ocupa una manzana rodeada  por un muro con vidrios rotos  pegados  con cemento en la parte superior, estaban alojados los equipos de tres salas de operaciones recuperadas mediante un operativo militar por el Frente Sandinista GPP, unos pocos meses antes, en el Hospital Bautista, en el casco urbano de Managua;  varias cajas con bazukas o lanzamorteros, una gran cantidad de fusiles, cajas de municiones, instrumentos para fabricar folletos sencillos con instrucciones para arme y desarme de fusiles como el Fal, Galil y Garand, más  centenares de banderas rojinegras, pañoletas  para los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares, brazaletes  y banderas también rojinegras; inclusive en esa casa de seguridad se hicieron los mapas insurreccionales de Managua, parte de los cuales también encontró allí la Guardia Nacional somocista sanguinaria genocida.

Esta casa con patio amplio y gran cantidad de árboles, estaba cerca de la casa-finca de Alfonso González Pasos.  Sergio Lacayo no estaba. Tampoco su esposa Lucrecia Puentes López. Lucrecia Puentes había salido temprano en compañía de Carmen Chamorro, esposa de Alfonso González Pasos, a hacer gestiones profesionales en el Reparto Bolonia, en el casco urbano de Managua.

Quien estaba  era la trabajadora doméstica,  María del Socorro Pérez Sánchez (52 años actualmente), entonces muy joven.

Pérez Sánchez se ocupaba de hacer limpieza en la casa, del lavado y planchado de la ropa, cocinaba y cuidaba a dos niñas pequeñas, llamadas Laura y Mónica, entonces de tan sólo 12 y 10 años respectivamente. Estaba cocinando la comida, porque pronto serían las doce del día, cuando  por el portón, forzándolo, entraron unos 50 guardias y varios “orejas” de civil.  Las dos niñas se encerraron en la cocina y a la vez llamaron a su madre, Lucrecia, y le dijeron: “La guardia está entrando por el patio”.

“!Aquí es donde vive ese hijo de p… de Lacayo¡”, gritó uno de los “orejas” cuando ya invadían la vivienda. Por culatazos y patadas, los guardias tiraron al  piso de la vivienda a  María del Socorro, mientras las  dos niñas gritaban  por miedo.

“¿Por qué invaden  la casa de ese modo?”, preguntó  María del Socorro. “¿Dónde está Lacayo?”, le respondió  y al mismo tiempo le preguntó el que parecía ser el jefe de la pandilla de asesinos sanguinarios somocistas.

Pérez Sánchez  no sabe cómo se enteró un tío de las niñas acerca de que la Guardia Nacional tenía  invadida la vivienda de Sergio Lacayo.  Dichosamente, ese tío, un  chele alto “que tenía voz de mando”,  logró permiso de los guardias para llevarse a las niñas Laura y Mónica. María del Socorro  recuerda que pensó que la iban a matar.

La comida, o almuerzo, ya estaba hecha. “Probá vos esa comida, antes que nosotros la comamos”, le ordenó el jefe de la pandilla de guardias.

Acto seguido, la esposaron con los brazos  hacia la espalda. Ya esposada, la amarraron a un árbol de eucalipto que había en el patio. ¿Dónde están tus jefes?, le preguntaron otra vez, mientras le llovían  patadas, bofetadas y culatazos, y al mismo tiempo  los “orejas” de civil se afanaban en registrar todo, en poner “patas arriba” muebles, ropa, archivadores, gavetas de escritorios, ¡todo¡.

Encontraron, según María del Socorro Pérez Sánchez, telas que se usaban para fabricar banderas rojinegras  y otras prendas distintivas del Frente Sandinista clandestino, más las cajas de bazukas, varios fusiles automáticos y los tres equipos médico-quirúrgicos, que estaban destinados para organizar tres hospitales clandestinos en Managua, al momento de estallar la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final, en los primeros días de junio de 1979.

¿Quiénes se reúnen aquí?, ¿cuándo vienen?, ¿qué hacen cuando vienen?, ¿es cierto que aquí están todas las noches haciendo cosas para los “sandinistas-comunistas-terroristas?, ¿vos también participás en eso?

“Yo no sé nada”, respondía María del Socorro, “yo me dedico a hacer el trabajo que me han encargado mis patrones, que es limpiar, lavar, planchar y cuidar a las niñas”. Pérez Sánchez no era de Managua, adonde había llegado hacía muy poco tiempo  para trabajar en la casa del matrimonio Sergio Lacayo-Lucrecia Puentes, allí en la casona, en la orilla de la Laguna de Xiloá.

“Hablá…decí lo que sabés.  Alfonso González Pasos, el jefe de ustedes, ya está muerto…los matamos a todos…y aquí vamos a barrer también si es necesario”, la amenazó el supuesto jefe de la banda de sicarios del somocismo genocida.

“La verdad es que yo sí sabía que ahí se reunían de noche y en la madrugada numerosos jóvenes  con don Sergio, pero no iba a traicionar por doble razón, porque yo no delataba a mis empleadores y debido a que yo misma  no estaba de acuerdo con la represión de la dictadura somocista”, recuerda María del Socorro 35 años después.

Afirma que allí amarrada intentaron violarla varios de los guardias y “orejas”, y que como pudo pataleó y no dejó que la violaran.

“!Soy Ricardo Orúe…aquí los guardias nos traen a matarnos¡!”

Los guardias terminaron el cateo y el robo en la casa de Lacayo y de Lucrecia Puentes.  A María del Socorro Pérez Sánchez así como estaba esposada, con moretones y heridas por la paliza que le dieron, la montaron en uno de los jeeps BECATS, o Brigadas Antiterroristas del régimen sanguinario somocista genocida.  La encapucharon, según recuerda.

Al salir al camino macadanizado se formó una caravana con todos los jeeps BECATS que andaban los guardias. Pudo notar  que en varios de los jeeps andaban a jóvenes igualmente esposados, como iba ella.  No conocía Pérez Sánchez a ninguno de los capturados que andaban los guardias en los jeeps patrullas BECATS.

Relata Pérez Sánchez que enrumbaron hacia la Finca Margarita, por donde es hoy el Club Náutico Xiloá. Al llegar a la orilla de unos barrancos, la bajaron del jeeps y la colocaron en medio del camino. Le quitaron la capucha  para que viera  la nueva masacre que iban a ejecutar allí en ese lugar mencionado. También bajaron a tres o cuatro de los jóvenes  que andaban capturados y esposados.

¿Vas a decirnos dónde están tus jefes, quiénes se reúnen en esa casa y qué hacen allí?, la volvieron a interrogar. “Yo no sé nada”, les volvió a responder.

Uno de los supuestos jefes de la pandilla de asesinos obligó a los jóvenes a situarse al borde de un barranco. Fue entonces cuando se produjo un grito: “!Soy Ricardo Orúe… aquí los guardias nos traen a matarnos¡”,  y al instante el que parecía ser el jefe disparó una ráfaga con su fusil automático y los mató.  El jefe sanguinario ordenó a su tropa que lanzaran los cuerpos sin vida hacia la hondonada vertical, cuesta abajo, hacia las aguas de la Laguna de Xiloá.

“Así te va a ocurrir a vos si no hablás”, la volvió a  amenazar  mortalmente  el supuesto jefe de la banda de asesinos. Otro oficial de la Guardia Nacional le dijo a este siniestro personaje  que era evidente que María del Socorro Pérez Sánchez no sabía nada.

Esposada, la montaron  de nuevo en uno de los jeeps BCATS  y la condujeron  a una celda estrechísima y oscura de la Oficina de Seguridad (OSN) en la Loma de Tiscapa. Puesta allí la interrogaron y torturaron de día y de noche, hasta que se convencieron de que no sabía nada y la soltaron en los primeros días de junio de 1979.

Jorge Alberto Alemán Palacios señala  que en la entrada a esa Finca Margarita llegaban los guardias, “orejas” y agentes de la Oficina de Seguridad a matar  a supuestos enemigos del régimen somocista sanguinario, ya fuesen jóvenes, viejos, niños y hasta mujeres embarazadas, y precisamente sus cadáveres los tiraban a unos zanjones, “tal como hacían en la Cuesta del Plomo  o por la Escuela de Arte (Taller del Ferrocarril), en la orilla del Lago de Managua”.

En ese sitio, ubicado al Suroeste de la Laguna de Xiloá, fue como el matadero de seres humanos de la Guardia Nacional  y sus escuadrones de asesinos, y también botadero de cadáveres de  jóvenes y adultos que habían sido asesinados en otros lados. Esto indica  que allí, en Xiloá, era un  lugar  preferido para masacres permanentes de la Guardia Nacional en contra de nicaragüenses patriotas, especialmente en Managua.

Detalles en torno a las cuatro masacres

Al conocer al instante  que la Guardia Nacional sanguinaria y mortal  estaba matando a sus familiares en Xiloá  y que ellas mismas corrían peligro de muerte, Carmen Chamorro de González y Lucrecia Puentes López  fueron a asilarse en la Embajada de México, ubicada en esos momentos en el Reparto Las Colinas, en la Carretera a Masaya.

Además, la dirigencia del Frente Sandinista clandestino ordenó que también las dos niñas, Laura y Mónica, también fuesen llevadas a las Embajada de México, pues los sicarios somocistas genocidas  podían proceder a secuestrarlas o matarlas también.

Igual ocurrió al acontecer la Masacre de Batahola, pues muchos sobrevivientes se asilaron en las Embajadas de México y Venezuela, entre otros,  Santiago “Muerto” Núñez Solís.

Lucrecia Puentes López recuerda que fue Patricia Largaespada  quien llegó  jefeando una escuadra  del FSLN clandestino para entregarle a ella y a su marido Sergio Lacayo  “las tres salas de operaciones, o equipos quirúrgicos, recuperadas en el Hospital Bautista, para organizar y montar tres hospitales clandestinos al momento de la Insurrección Sandinista en Managua”.

Explosión estremece a Xiloá

Uno de los momentos más inolvidables  para todos  los Jefes Guerrilleros y Colaboradores en Xiloá  fue cuando a finales de abril de 1979 se produjo una poderosa explosión en el lado Noroeste de la Laguna de Xiloá, en pleno día, además, recuerda Lucrecia Puentes López.

Resulta que precisamente esa tarde Ricardo Orúe se había adentrado en la Laguna de Xiloá en un botecito o lancha pequeña, en compañía de su amigo el relojero. Ambos fueron al fondo Noroeste de la Laguna de Xiloá  para probar el explosivo  que habían fabricado, con la dirección profesional de Ricardo Orúe.

“La explosión fue de tal magnitud  que las ventanas de mi casa se sacudieron y se rompieron algunos vidrios, a pesar de que el sitio de la explosión estaba a casi dos kilómetros”, señala Lucrecia Puentes López.

Seguramente, la explosión no pasó desapercibida  para los oficiales de la Guardia Nacional que  estaban acantonados en la Hacienda Tamagás, y especialmente para los “orejas” de la Oficina de Seguridad  que activamente estaban espiando en todo el sector de Xiloá.

El mismo Ricardo Orúe llegó asustado a una de las casas de seguridad, y comentó: “Qué “cagada”… la bomba casi nos explota encima…fue demasiado rápida y potente la explosión. No esperábamos semejante explosión”, según oyó Puentes López.

“A ese paso nos van a descubrir a todos, y nos van a matar”, habría comentado por su lado Cristhian “Inca” Pérez Leiva, quien  virtualmente fungía como jefe de todo este operativo político militar clandestino del FSLN en Xiloá y en la Península de Chiltepe.

FSLN clandestino abusa de “semáforos” y pantallas

El mismo Cristhian Pérez Leiva indicaba  que gente  como Sergio Lacayo, Alfonso González Pasos, Carmen Chamorro de Pasos, Lucrecia Puentes López, y otros, les servían a él y a ellos, cuadros destacadísimos del Frente Sandinista todavía clandestino, “como “semáforos”, “como pantallas”, para fingir que no atentamos contra el régimen somocista sanguinario,   para desarrollar nuestro trabajo guerrillero clandestino, porque son profesionales muy distinguidos y respetados, difícilmente sospechar de ellos… nos han ayudado a cruzar retenes de la Guardia Nacional, nos han ayudado a pasar armas y explosivos  por esos retenes, pero a la vez el Frente Sandinista está abusando de esta situación, la que se nos puede volver muy peligrosa”, habría señalado insistentemente Cristhian Pérez Leiva, precisamente por no tomar  las precauciones extremas que se requerían en esos momentos de represión  mortal por parte de la Guardia Nacional sanguinaria genocida.

Personalmente, además, Cristhian Pérez Leiva, Omar Hassan Morales y Ricardo Orúe, con sus Colaboradores  respectivos, juntos y por separado al mismo tiempo hacían investigaciones en el terreno en las Zonas Suroccidental, Noroccidental, Oriental y Nororiental de Managua, para hacer los mapas militares de la Insurrección Sandinista, experimentaban fabricando explosivos, se les vio armando y desarmando los fusiles, examinando las municiones de los mismos fusiles,  practicando el funcionamiento de las bazukas recién obtenidas, experimentando sobre cómo se instalarían los Hospitales Clandestinos con los equipos quirúrgicos recuperados, supervisaban las elaboración de las banderas y pañoletas rojinegras, ellos mismos dibujaban sobre cómo armar y desarmar fusiles automáticos o de guerras, escribían los folletos con estas instrucciones, se dedicaban a imprimir esos folletos, tomaban fotos  para las mismas publicaciones clandestinas…

Tenían varios meses de estar trabajando clandestinamente en Xiloá. Se ocupaban de todo lo antes mencionado, e inclusive comían y dormían  en las casas de seguridad descubiertas por la Guardia Nacional sanguinaria genocida. Trabajaban de día y de noche. Ocasionalmente  laboraban en este afán insurreccional toda la noche y todo el día.

Bazukas les parecieron regalo de navideño a Laura

Una de las tantas anécdotas que recuerda Lucrecia Puentes López  fue cuando Cristhian Pérez Leiva llevó las cajas en que se alojaban las bazukas, lo cual ocurrió a finales de diciembre de 1978, después de la Insurrección de Septiembre de 1978.

Ocurrió que Laura, la niña de 14 años entonces, hija del matrimonio Lacayo-Puentes, creyó  que las cajas en que se alojaban las bazukas eran regalos navideños para ella.

En la casa de seguridad del matrimonio Sergio Lacayo-Lucrecia Puentes López se mantenían casi de forma permanente cinco personas totalmente desconocidas para ellos, que eran cuadros político-militares clandestinos.  Estas cinco personas tampoco estaban en esa vivienda el 12 de mayo de 1979.

Las cuatro masacres fueron ejecutadas  por la Guardia Nacional Sanguinaria en día sábado. Lucrecia Puentes López recuerda que el jueves en la noche,  10 de mayo de 1979, casi todo el grupo, en forma sigilosa, cenaron en su casa de seguridad allí en Xiloá.

Inclusive, Puentes recuerda que ese mismo jueves o el viernes 11 ella personalmente llevó pescado para el almuerzo del grupo de hombres y mujeres guerrilleros que estaban ubicados en las “casas gemelas”. “Yo llegaba en mi vehículo, hacía sonar el pito o claxon, y alguien salía. No era permitida la entrada a eses sitio”, cuenta Puentes López.

Operativo incendiario en “Casa Amarilla”

En un día de los meses finales de 1978 el Frente Sandinista clandestino desencadenó un operativo de incendio a prostíbulos de la Carretera Norte y Mercado Oriental, porque estos eran propiedad de conocidos oficiales de la Guardia Nacional. Ricardo Orúe, relata Puentes López, regresó a Xiloá profundamente impresionado  por  lo que habían expresado algunas prostitutas cuando las instalaciones de la “Casa Amarilla”, por ejemplo, ubicada en las cercanías de la Central de Policía, del Edificio Armando Guido hacia al Oeste, en la Calle paralela a la Carretera Norte. “Hermanitos…nos están quemando nuestro medio de vida, de donde sacamos la comida de nuestros hijos”, dijo una de las mujeres “trabajadoras del sexo”.

Hubo muchos momentos, y días, en que Ricardo Orúe y Cristhian Pérez Leiva, se hacían acompañar de las dos hijas (de 12 y 10 años apenas) del matrimonio de Sergio Lacayo y Lucrecia Puentes López, con el fin de fingir de que andaban actividades familiares.

Fingían jugar al pocker

“Hubo también algunos días y noches en que nos juntábamos con naipes en las manos, efectivamente jugábamos, para fingir, para encubrir las actividades clandestinas que hacíamos, especialmente para cubrir lo que hacían Cristhian Pérez Leiva, Omar Hasan Morales y Ricardo Orúe”, recuerda Lucrecia Puentes López, quien siempre tiene presente el hecho de que Omar Hasan Morales  con demasiada frecuencia andaba transportando a Pérez Leiva en su carro.  “Era un poco contrastante verlos juntos, pues Cristhian Pérez Leiva era un hombre muy alto, mientras Hassan era pequeño, fornido, fuerte y con voz de mando muy acentuada”, añade Puentes. A Ricardo Orúe lo describe como un hombre de regular tamaña, de físico y vestir elegante, porque, además, Ricardo tenía su empleo formal en Managua.

Era común  que Omar Hasan Morales llegaba a Xiloá y se regresaba generalmente el mismo día. Era el que menos se quedaba durmiendo en Xiloá.

Dice que no conoció a Bayardo Martínez. “A lo mejor sí, el problema es que en algunos casos no nos conocíamos, ni estaba permitido andar preguntando”, señala Puentes López.

La casona-finca de Alfonso González Pasos cambió de dueños y estuvo convertida en local de una fábrica de hielo. Después fue propiedad, según vecinos, de aquel italiano de apellido Bossi, que estuvo implicado en supuestos abusos a menores. Hoy tiene otros dueños, quienes no nos permitieron el ingreso a la vivienda.

En el caso de la vivienda del matrimonio Sergio Lacayo-Lucrecia Puentes López siguen habitándola. En el caso de las “casas gemelas” tampoco se pudo conocer quiénes son ahora los dueños.

Algunos de los sobrevivientes de estas masacres somocistas en Xiloá: Elia del Socorro Sánchez Centeno,  Jorge Alemán Palacios, María del Socorro Pérez Sánchez, Sergio Lacayo, Lucrecia Puentes, Carmen Chamorro de Pasos y Francisco Figueroa.

Fuentes documentales: Diario BARRICADA del 12 de mayo de 1980, “Memoria de Chiltepe”, de Luis Carrión Montoya; “Masacres somocistas”, de Pablo E. Barreto Pérez; “20 años cumplidos. Crónicas del Triunfo y dos Repliegues Tácticos del FSLN”, de Pablo E. Barreto Pérez.

Fuentes orales:  Lucrecia  Puentes López, Sergio Lacayo, María del Socorro Pérez Sánchez, Jorge Alemán Palacios, Elia del Socorro Sánchez Centeno y varios pobladores de “Bosques de Xiloá”  que prefieren el anonimato.

Relatada  por Horacio Martín Arróliga Flores, uno de tres sobrevivientes

Masacre de la Brigada Camilo Chamorro

*Fueron sorprendidos y masacrados  por la GN somocista dentro de una casa de seguridad y en predios montosos del “Kilocho Norte”

Pablo E. Barreto Pérez

En esta masacre monstruosa, ejecutada  por la Guardia Nacional somocista sanguinaria, genocida, cayeron doce jóvenes: Fidel Caldera, Esmeralda Torrez, Darwin Torrez, Andrés Urbina, Luis Álvarez, César Augusto Solís, Juan Arce, Mario Díaz, dos hermanos Rivas, Carlos Ramírez Flores y Mario Ayala.

Sobrevivieron a esta masacre somocista: Horacio Martin Arróliga Flores, el “Zurdo” Cadenas y “William”. Estos dos últimos ya fallecieron. Queda vivo Arróliga Flores, quien es propietario de una pulpería exitosa en el Barrio Waspán Sur, situado a la orilla de la Carretera Norte.

Eran 16 jóvenes, hombres y mujeres, organizados en lo que aquel momento, finales de mayo de 1979, se conoció como “Brigada Camilo Chamorro”, quien era uno de los cuadros político militares más destacado  de la Tendencia Proletaria del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

“Todos éramos de la Tendencia Proletaria”, asegura Horacio Martin Arróliga Flores, 35 años después de ocurrida la masacre  en un predio montoso, lleno de cauces y de árboles altos, entre lo que son hoy los vecindarios Camilo Chamorro y Hugo Chávez Frías, exactamente  donde se ubica actualmente el  “Motel Salamandra”.

Esta “Brigada Camilo Chamorro”  formaba  parte de los llamados  Comités Obreros Revolucionarios y Comandos Revolucionarios del Pueblo, organizados por la Tendencia Proletaria del Frente Sandinista de Liberación Nacional clandestino, en la Zona Norte, Noroeste y Suroeste de Managua, incluyendo el OPEN TRES (hoy Ciudad Sandino), integrados  por estudiantes  de secundaria y universitarios, obreros, técnicos y profesionales, entre otros, el mismísimo Gabriel Cardenal Caldera, Carlos Núñez Téllez, René Cisneros Vanegas, Jaime Weelock Román, Luis Carrión Cruz, Carlos Carrión Cruz, Arnoldo Real Espinoza, Francisco Meza Rojas, Marcos Somarriba García, César Augusto Silva, Humberto del Palacio González, Douglas “Domingo” López Niño, Ricardo “Ricardón” Robleto Espinoza, Mario y Víctor Cienfuegos Aburto, entre otros.

El grupo de seis jóvenes masacrados el primero de enero de 1979, en la entrada al Barrio Waspán Sur, frente a la Gasolinera Shell: Berta Díaz Hernández, Edgard Ramón Sandoval Mendoza, Mauricio Lara Detrinidad, Armando Bonilla Cuarezma, Marta Gioconda García y Ramón Sánchez Urbina, también pertenecían a la Tendencia Proletaria del FSLN, asegura Arróliga Flores.

“El jefe de la Brigada nuestra era Camilo Chamorro. Nuestra Brigada, con Camilo Chamorro a la cabeza y la otra Brigada, encabezada por Douglas “Domingo” López Niño,  que se rifó exitosamente en combate totalmente desigual contra un contingente de guardias somocistas sanguinarios el primero de enero de 1979, en la mañana, en los alrededores de la Gasolinera Shell Waspán, participamos activamente en el aniquilamiento de un convoy de siete camiones llenos de guardias asesinos, superarmados hasta con cañones y ametralladoras calibre 50, en la entrada a la empresa ROCARGO,  aquella famosa mañana del 27 de mayo de 1979”, rememora Arróliga Flores.

“Esa emboscada la planificó, la organizó, Gabriel “Payo” Cardenal Caldera, quien fue el jefe de la Insurrección en la Zona Suroccidental de Managua. “Payo” Cardenal Caldera nos reunió clandestinamente a los miembros de las dos Brigadas. Nos instruyó sobre el papel que debíamos jugar cada uno en esa emboscada y enfrentamiento militar  con alrededor de 80 guardias, que andaban siempre en un convoy de siete camiones con ametralladoras montadas encima”, añade Arróliga Flores.

Un relato testimonial sobre esta emboscada y enfrentamiento militar del FSLN revolucionario, todavía clandestino, en los alrededores de la Empresa de Transporte ROCARGO, escrito en el libro “El Ángel de San Judas” (de Wiliam Agudelo), se indica que  Gabriel Cardenal Caldera  se dedicó durante varios días a estudiar el itinerario cotidiano y comportamiento de los guardias sanguinarios somocistas de este convoy, el cual hacía un recorrido terrorista infaltable, intimidante, a las siete de la mañana, entre el campamento GN que tenían en ENACAL, la Fuerza Aérea (FAN), el Aeropuerto Las Mercedes (hoy Augusto C. Sandino), y finalmente se metían, precisamente  por la ROCARGO  hacia el fondo del Asentamiento, hoy llamado Camilo Chamorro.

“Payo” Cardenal Caldera escogió el 27 de mayo, día de la fundación Guardia Nacional por el aparato de agresión militar e intervención norteamericana en 1927, porque seguramente los guardias y la GN en general andarían enfiestados ese día.

Es conocido por versiones periodísticas que unos 30 guardias murieron en ese ataque y combate militar contra la GN, y que cuatro de los siete camiones del convoy quedaron totalmente destruidos.

“Después de ese operativo militar en la ROCARGO, Gabriel Cardenal Caldera ordenó que  la Brigada, jefeada por Camilo Chamorro, hiciera un operativo militar en la Aduana, la que estaba ubicada  por Café Soluble, de La Subasta hacia el fondo, casi en la orilla del Lago de Managua. Yo no recuerdo si ese intento de operativo militar se haría al siguiente día, o al tercer día del operativo en la ROCARGO. De lo que sí me acuerdo nítidamente es que la misión militar nuestra, falló”, recuerda Arróliga Flores, quien agrega: “El operativo se iba a hacer en conjunto con otra Brigada llamada “Che Guevara”, cuyos miembros eran todos del Barrio Santa Rosa”.

A los miembros de la Brigada Camilo Chamorro se les dio la orden de irse a ubicar sigilosamente en una casa de seguridad  propiedad de Yamileth Rocha, Colaboradora del Frente Sandinista clandestino.

Los miembros de la “Brigada Che Guevara” se ubicaron en otra casa de seguridad, situada cuatro viviendas al Norte de donde estaba la “Brigada Camilo Chamorro”.

Es preciso explicar aquí que el hoy Barrio Camilo Chamorro era un Asentamiento Humano en formación  con terrenos que vendía un lotificador de apellido Riguero.  En el fondo, casi contiguo a la costa del Lago Xolotlán o de Managua, había un pozo del que  se extraía agua, que también era vendida a los pobladores.

Existían grandes extensiones de tierras baldías, o vacías, hacia el Oeste y Sur de este vecindario, especialmente un terreno montoso en que hoy se asienta el Barrio Hugo Chávez Frías, muy cerca de la Carretera Norte y de Productos Atmosféricos, donde laboraba Lucío Jiménez Guzmán, otro de los miembros de los Comandos Revolucionarios del Pueblo.

Arróliga Flores, único sobreviviente vivo de esta masacre, relata que al fracasar la misión militar en la Aduana mencionada, el grupo de 16 miembros de la Brigada (hoy conocida como Brigada Camilo Chamorro) fueron  ubicados en  la casa de seguridad, donde la familia Rocha.

¿No se tomaron las medidas de seguridad correspondientes?

Estima Arróliga Flores que no se tomaron las medidas de seguridad y de sigilo correspondientes, pues algunos entraban y salían de la casa. En los alrededores habían “orejas” (espías) oficiosos de la Guardia Nacional, de la Oficina de Seguridad (OSN) y de los “escuadrones de la muerte”, entre otros, una mujer  que al mismo tiempo era guardia activa. Suponen, según Arróliga Flores, que esta mujer los denunció y los ubicó con precisión en la casa de seguridad de la familia Rocha.

Señala  que los miembros de la “Brigada Ernesto Che Guevara”, del Barrio Santa Rosa, tomaron todas las medidas de seguridad, extremas en estos casos, pues  con absoluto sigilo entraron a la vivienda y no volvieron a salir.

Como una de las fallas de seguridad  más significativas, Arróliga Flores señala el hecho de que Camilo Chamorro, el jefe de la Brigada de Combatientes Populares y propagandistas revolucionarios, se fue a dormir a su casa, ubicada en el mismo Asentamiento, dejando a sus compañeros sin la dirección correspondiente.

El político de la Brigada era Fidel Caldera, quien se quedó con el resto de miembros de la Brigada, a pesar de que la orden era que se fuera a cumplir otra misión, y que  por las orientaciones de ese momento el político no debía quedarse en situaciones como esta.

La casa de seguridad tenía salida por el frente y por detrás.  Sin embargo, de acuerdo con Arróliga Flores, no fue estudiada la posibilidad de escape ante la presencia repentina de la Guardia Nacional somocista sanguinaria.

Todos  los 15 que estaban dentro de la casa de seguridad estaban desarmados, porque las  pocas armas existentes se estaban ocupando en otro lado en ese momento.

Guardia sanguinaria los masacra a las dos de la mañana

La mayoría de los 15 estaban dormidos  cuando a las dos de la mañana “la posta” o vigilancia de la Brigada  escuchó los ruidos de los motores de numerosas patrullas BECATS y camiones de la “Acción Cívica” de la Guardia Nacional, y al instante también se escucharon sonidos metálicos alborotados y golpes de culata contra la puerta frontal de la casa, y al mismo tiempo un grito: “!Es la Guardia Nacional…salgan con las manos en alto. Al que intente hacer algo, lo matamos¡”.

Aquellos 15 jóvenes, incluyendo Esmeralda Torrez, se despertaron sobresaltados.  La mayoría de forma inmediata  intentó salir corriendo por la parte posterior de la vivienda.

Sin embargo, Fidel Caldera los “paró en 30”, diciéndoles: “Quedémonos quietos…vamos a decir que somos drogadictos”, pero apenas hubo dicho esto, los guardias iniciaron la balacera en contra de la vivienda.

Al menos unos seis de los 15 quedaron dentro de la vivienda y ahí no más les dispararon en ráfagas, falleciendo al instante por los impactos de balas de fusiles automáticos.

El resto, por sugerencia a gritos de Horacio Martin Arróliga Flores,  salió corriendo, por detrás de la casa, y se adentraron entre los matorrales, árboles pequeños y hierbas altas, hasta donde fueron impactados por las municiones de las ametralladoras, porque los guardias sanguinarios genocidas habían rodeado la casa y como que todo lo habían preparado  en cuanto a ubicación de ametralladoras y fusiles, para que ninguno de los 15 quedara vivo.

Inclusive, recuerda Arróliga Flores, dos de los muchachos fueron capturados vivos cuando iniciaban la veloz carrera hacia el monte; los amarraron  con mecates como si se tratara de manojos de leña, los ubicaron a la orilla de un muro, y ellos, los guardias, se subían al muro de dos metros de alto y desde allí se lanzaban contra los cuerpos de los dos muchachos. Los desbarataron de esa forma.

Arróliga Flores, el “Zurdo Cadenas” y William  lograron evadir las balas de fusiles y ametralladoras, “tal vez porque  éramos rápidos a correr, y también debido a que estuvimos prestos, preparados, para lanzarnos rápido a la calle y hacia los montes de los alrededores. También nos desplazamos a rastras, hasta salir por Productos Atmosféricos”.

Igual que con otras masacres monstruosas, horrendas, cometidas por estos sujetos sanguinarios de la Guardia Nacional, se tomaron la casa, la catearon y le robaron prácticamente todo lo que tenía allí la familia Rocha.

Rogelia Sevilla Ramos, quien ya residía en el Asentamiento que después de 1979 se conocería como José Dolores Estrada, Madre de dos Mártires, y dirigente de la Asociación de Madres de Héroes y Mártires Camilo Ortega Saavedra, indica que al escuchar la balacera esa madrugada, y teniendo ya la experiencia de la Masacre de Waspán Sur, se levantaron y organizaron  para irse a informar de lo que había ocurrido.

Arróliga Flores, el “Zurdo Cadenas” y “William”, los tres sobrevivientes, se fueron a poner a salvo en otra casa de seguridad de Américas Dos, o Villa José Benito Escobar Pérez, donde amanecieron. Durante el día se trasladaron al lado Sur del Barrio Waspán, donde Arróliga  tenía la casa de su familia.

En esta Masacre de la Brigada Camilo Chamorro fallecieron, como queda expresado arriba:  Esmeralda Torrez, Darwin Torrez, Andrés Urbina, Luis Álvarez, Fidel Caldera Azmitia, César Augusto Solís, Juan Arce, Mario Díaz, dos Hermanos Rivas, Carlos Ramírez Flores y Mario Ayala.

Camilo Chamorro cayó un poco después, también asesinado por la Guardia Nacional somocista sanguinaria genocida.

Arróliga Flores, el “Zurdo” Cadenas y William fueron después a reportarse  donde los jefes de los Comandos Revolucionarios del Pueblo. Les asignaron nuevas tareas, tuvieron participación directa en la Insurrección Sandinista y en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Cadenas y William ya fallecieron: sólo queda  vivo Horacio Martin Arróliga Flores.

La mayoría de los guardias somocistas sanguinarios que participaron en esa masacre monstruosa  fueron capturados después del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista y estuvieron presos en la Zona Franca, en Managua.

A estos Mártires se les construyó un memorial con sus nombres, que está situado exactamente frente a la entrada del Motel Salamandra.

Fuentes orales: Horacio Arróliga Flores, único sobreviviente vivo; Arsenio Solís González, Combatiente Histórico, quien formó parte de la “Columna José Ángel Benavidez”, la cual fue jefeada durante la Insurrección Sandinista  por Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz. Solís González, además, reside en el Barrio Waspán Sur, donde conoció esta historia directamente de los relatos del Zurdo Cadenas, de William y de Horacio Arróliga Flores.

13 de junio de 1979

Masacre en  Colina 110 y “tierra arrasada” hacia la Catorce de Septiembre

*Fueron masacrados  por la GN sanguinaria dentro de la trinchera de combate en que estaban. A vivos y muertos les echaron una pala mecánica, y los lanzaron dentro de una zanja en la Colina 110

*Eran 45  los integrantes  de la “Columna Manuel Fernández”, de los cuales sólo sobrevivieron ocho, según el testimonio de César “Chino” Ampié Rivas, el segundo jefe al mando  del Estado Mayor Conjunto del FSLN en este sector insurreccionado de Managua.

*Pablo Emilio Barreto Pérez

La “Columna Manuel Fernández” estaba organizada en cuatro escuadras, e integrada por 43 Combatientes Populares, todos jovencitos, jefeados por Marvin “El Viejón” Úbeda Acuña y César “El Chino” Ampié Rivas. Cada una de las escuadras tenía una función: organización de todos los hombres del Reparto Manuel Fernández, aseguramiento táctico defensivo, francotiradores en sitios estratégicos y la del Puesto de Mando, o cuartel de  operaciones, ubicado en la llamada Colina 110, situada exactamente al Sur del Reparto o Asentamiento Humano referido, en el extremo Oriente de Managua insurreccionada en ese momento  contra la dictadura somocista sanguinaria genocida.

La “Columna Manuel Fernández” llegó a tener 45 integrantes en pleno comienzo de la Insurrección Sandinista en la Zona Oriental de  Managua, y de estos 45 sólo sobrevivieron ocho, debido a esta Masacre monstruosa, ejecutada   por la Guardia Nacional somocista sanguinaria genocida.

El ocho de junio, igual que en San Judas, esta “Columna Manuel Fernández”, de algún modo influida también por el Jefe Guerrillero César Augusto “Moisés” Silva, cuya mayoría de Combatientes Populares en su mando  militar eran de Ticuantepe, insurrecciona los vecindarios de las Américas Uno, Américas Tres (Villa Revolución), Américas Cuatro, Reparto Los Laureles, Villa Flor y Colonia Cinco de Diciembre.

Los jefes militares de esta “Columna Manuel Fernández” eran Marvin “Viejón” Úbeda Acuña (quien cayó en la masacre) y César Augusto “Chino” Ampié Rivas, quien labora actualmente en el Aeropuerto Augusto C. Sandino. Esta “Columna Manuel Fernández” llegó a tener 45 integrantes o Combatientes Populares, cuyo plan militar esencial era impedir, o contener la posibilidad de avance de la Guardia Nacional sanguinaria genocida  por este lado Oriental de Managua contra la Insurrección Sandinista, ya en pleno apogeo ese 13 de junio de 1979.

Desde la Colina 110 se observaba, con binoculares, casi todo el movimiento militar que tenía la Guardia Nacional en el Aeropuerto Las Mercedes (Carretera Norte o Panamericana) y en la Fuerza Aérea Nacional somocista. Inclusive, hubo un proyecto de irse a tomar las instalaciones del Aeropuerto cuando explotara la Insurrección Sandinista en Managua, pero se abandonó por considerarlo peligroso, sin posibilidades de éxito, por la enorme cantidad de guardias y armamentos pesados, y porque el terreno es demasiado plano.

Esta “Columna Manuel Fernández” inclusive tenía un plan de retirada hacia el Sur, en caso de que fuera descubierta u obligada por una ofensiva militar de la Guardia Nacional y de los “orejas” de la Oficina de Seguridad (OSN).

Tal como estaba previsto  por jefes insurreccionales del Estado Mayor General del Frente Interno (integrado por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo), el 13 de junio, desde muy de la mañana,  la Guardia Nacional sanguinaria con sus “orejas”, “soplones” (espías), miembros de “escuadrones de la muerte” y “jueces de mesta”, lanza desde la Comarca Sabana Grande, ubicada al Este del Reparto Manuel Fernández,  una ofensiva militar enorme, con el fin de desarticular la Insurrección Sandinista de la Zona Oriental de Managua.

El estimado de los sobrevivientes de la Masacre de la Colina 110 es que la Guardia Nacional lanzó desde la Comarca Sabana Grande (ubicada unos cinco kilómetros al Este, por un camino de tierra entonces) un contingente de aproximadamente 400 guardias y “orejas” de la Oficina de Seguridad, con un convoy de siete camiones de la Acción Cívica GN, dos tanquetas, varias ametralladoras calibre 50 emplazadas en la parte superior de los camiones mencionados, centenares de fusiles automáticos (algunos guardias portaban dos fusiles cada uno), decenas de miles de balas, una pala mecánica para destruir barricadas y tapar zanjas o trincheras de combate, radiocomunicadores y hasta bazukas o lanzamorteros portátiles.

Sobrevivientes  como César Augusto “Chino” Ampié Rivas y testigos presenciales  indican  que los guardias sanguinarios asesinos fueron guiados  por “orejas” despreciables del mismo Reparto Manuel Fernández, incluyendo un terrateniente de apellido Cortez.

Uno de los Combatientes Populares y varios pobladores llevaron el aviso, a eso de las nueve de la mañana, de que el contingente enorme de guardias avanzaba por el Camino Viejo de Sabana Grande, y que además había hecho el giro un poco al Sur, hacia los caminos que llevan al “Reparto Manuel Fernández”.

Rodeados y rotas las defensas por la avalancha de sicarios somocistas

Los relatos de sobrevivientes de esta Masacre de la Colina 110 indican que cuando se percataron los Combatientes Populares, decenas de guardias ya tenían virtualmente rodeado el Reparto Manuel Fernández más o menos a las doce del día, y que además ya también tenían colocados francotiradores por los cuatro costados.

César Téllez Sánchez, uno de los jefes de la “Columna Manuel Fernández” y sobreviviente de esta masacre,  señala que los guardias como en avalancha rompieron una defensa que los Combatientes Populares tenían en “La Cañada” y también un puesto de observación en la casa de Fanor Jáen.  Después de esto, les tendieron el cerco por el frente, por los lados derecho e izquierdo, “pero nadie creía que ya los guardias estaban a una cuadra, y subiendo la pendiente”, rumbo a la Colina 110, recuerda Téllez Sánchez.

Casi al mismo tiempo, cuando se enteran plenamente de esta situación militar, aparecen cuatro aviones Push and Pull y el Jet T33, y de inmediato les bombardean las trincheras que tienen en la propia Colina 110 y en otros sitios, lo cual indica que los guardias y pilotos hasta coordenadas precisas tenían de esas ubicaciones, nuevamente gracias a los despreciables “orejas”, “soplones” y miembros de los “escuadrones de la muerte”, del vecindario, entre otros, los Corteces.

Los aviones pasaban rasitos descargando las bombas, lo cual obligó a los Combatientes Populares a permanecer dentro de las trincheras de combate y detrás de las barricadas que habían hecho. Los 45 Combatientes quedaron prácticamente inmovilizados.

Precisamente, estos momentos de desconcierto, provocados por el bombardeo aéreo intenso, sin cesar, fueron aprovechados por el contingente de unos 400 guardias y “orejas”  para avanzar rápido con las tanquetas, fusilería y ametralladoras montadas en jeepones.

Todo fue muy rápido. Los pilotos somocistas genocidas, al parecer con un plan cuidadosamente elaborado, cuando ya se les  acabó la carga de morteros y balas, siguieron bajando en “picada” hacia las trincheras de combate en la Colina 110, en simulacro de que iban a seguir tirando bombas, para que los Combatientes Populares permanecieran inmóviles dentro de ellas. Estas trincheras de combate, zanjas,  estaban cubiertas con piedra cantera, tablas y láminas de cinz, todo lo cual era parte de la vulnerabilidad que tenían como Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros.

Los masacran en la propia Colina 110

Los guardias por montones y con una enorme cantidad de  fusiles automáticos, varias ametralladoras calibre 50, las dos tanquetas,  y la retroexcavadora, o pala mecánica cerca, les fueron formando un anillo y subieron hasta estar a escasos 15 metros de las trincheras de combate, desde donde abrieron fuego nutridísimo contra todos los Combatientes Populares que estaban fuera de las trincheras de combate.

Se entabló un combate feroz, en desventaja  total  para los pocos Combatientes Populares que estaban fuera de las trincheras de combate,  veloz, casi cuerpo a cuerpo, entre otros,  Marvin “Viejón” Úbeda Acuña, quien cae en ese instante abatido a balazos.

Fueron precisamente los Combatientes Populares que estaban fuera de las trincheras, quienes retrocedieron disparando sus fusiles  automáticos y arrastrando algunos heridos, los que lograron salvarse de la bestial masacre sanguinaria somocista genocida. Fueron a salir a callejones de la Colonia Villa Libertad, donde también les ocurrió algo terrible. Nadie en esta Colonia Villa Libertad les quiso abrir las puertas para curar a uno de los heridos, que se desangraba, hasta que murió.

El resto de Combatientes Populares, 35 en total, fueron masacrados con ráfagas de fusiles y ametralladoras hacia las trincheras de combate, e inmediatamente detrás, en segundos, el operador de la pala mecánica, también asesino genocida, arrancó grandes cantidades de tierra de la Colina 110 y las lanzó sobre los cuerpos ensangrentados, algunos todavía con vida, dentro de las zanjas. No les bastó echar la tierra encima de los cuerpos que estaban dentro de la zanja, sino que la pala mecánica fue pasada encima de donde estuvo la zanja, para que quedara  compactada la tierra, como quien dice, “para que no vayan a salirse de aquí”. Los cuerpos de los 35 jóvenes quedaron “compactados” por la pala mecánica.

Algunos testigos aseguran que en realidad la cantidad de jóvenes masacrados en la Colina 110 fueron  37 y no 35.

Los sobrevivientes fueron ocho: César “Chino” Augusto Ampié, los hermanos César y Javier Téllez Sánchez, uno al que le decían “Patitas”, Leonardo “Purito” Cabrales,  El Pájaro Azul, Miguel “Válvula  Quemada” y Eduardo Julio Areas Aguilar.

De acuerdo con la versión del libro “Colina 110, Insurrección Los Laureles y Masacre GN”, la Columna “Manuel Fernández” la integraban: Marvin “Viejón” Úbeda Acuña, César “Chino” Ampié Rivas, Ernesto “Tito” Sánchez,  Carlos “Monito” Juárez Cruz, Lorenzo “Lencho Canilla” García,  Raúl “Marcos” Rivas Quintero, César “Mou” Téllez Sánchez, Antonio “Chino Cebolla” Cruz Gómez, Ángel “Cara de Piña” Cruz, Javier “Chintano” Martínez, Germán “Perro Mocho” Miranda Toledo,  Saturnino “Mimado” Ortiz, Víctor “Pelón” Osorio, Carlos “Carlos Tico” Tuco, Ricardo “Flaco” Flores, Omar “Judito” Téllez Sánchez,  Leonardo  “Julián Cham” López, Denis Dionisio “Chele” Guerrero, , Leonardo “Purito” Cabrales, Ernesto “Pata de Chicle” Pérez Briones, Javier “Ñato” Téllez Sánchez, José Hildebrando  “Shaquespeare” Sancho,  José Félix “Frijol” Bracamonte, Ramón “Manchón” Martínez,  Héctor “Retoita” Martínez, Carlos “Tusa” Acosta,  “Papita”, “Válvula Quemada”, Miguel “Manito”, William “El Guerrillero”, Walter “El Guerrillero”, Guátemoc “El Muco” Martínez, José Luis “El Joe” Martínez, Mario “Mario Loco” Martínez, Wilfredo Mendoza, Heberto Bonilla,  “Sapo Tuerto”,  Carlos “Meón” Vanegas, Raúl “Gato” Vanegas, Marvin “Tribilin” Vanegas, Orlando Cuéllar, Javier “Pato” Taleno, Julio Acuña Martínez, Milton “Panzón” Lezama,  y José “Chema” Quintero.

“Operación limpieza” o “tierra arrasada”  hacia el Oeste

Por supuesto, este contingente de guardias sembró el terror en el caserío del “Asentamiento Manuel Fernández”, entonces llamado “Reparto Los Laureles”, a cuyos pobladores acusaron insistentemente de “cómplices de los sandino-comunistas-terroristas”.

Este contingente de guardias sanguinarios asesinos genocidas era parte de la ofensiva enorme desatada por la Guardia Nacional y la Escuela de Entrenamiento Básico (EEBI) desde el día anterior, 12. El plan de los oficiales GN era de “operación limpieza” y  de “tierra arrasada” le llamaron descaradamente por la radio de la Central de Policía, donde quien coordinaba a esta pandilla de asesinos era el esbirro coronel Nicolás Valle Salinas.

Este jefe GN Valle Salinas sanguinario se ufanaba mediante el sistema de radiocomunicaciones de la Guardia Nacional, repitiendo con insistencia malvada: “Tenemos armas y municiones para combatir 100 años, si queremos”.

Después de masacrar a los Combatientes de la “Columna Manuel Fernández”, el alto mando de la Guardia Nacional hizo girar el convoy de gendarmes un poco al Oeste y se lanzaron contra pobladores insurrectos de la Colonia Villa Libertad, donde efectivamente desataron la llamada “operación limpieza” y “tierra arrasada”, calle por calle, casa por casa..

En apoyo militar a la “Columna Manuel Fernández”, Sergio “Marcio 13” Gómez Vargas, jefe del Frente de Guerra Sandinista en la Zona de las Colonias Nicarao, Catorce de Septiembre, Don Bosco, por ejemplo, envió una columna pequeña, de 12 Combatientes Populares,  hacia donde se estaba produciendo la masacre ejecutada por la Guardia Nacional en el Reparto Los Laureles.

Esta columna estaba integrada, entre otros, por: Humberto “Cucharita” del Palacios González, Douglas “Domingo” López Niño, Ernesto Cerna, “Domingo”, “Carmen” y “Damián”, quien era entrenado en manejar bazukas RPG-2 y portaba una en ese momento.

Palacios González y López Niño eran miembros del Estado Mayor FSLN de la Tendencia Proletaria en Managua, y  subordinados militarmente de Sergio “Marcio 13” Gómez Vargas.

También acudieron en auxilio de la “Columna Manuel Fernández” los miembros de la “Columna Juan de Dios Muñoz”,  jefeada inicialmente por Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz; la cual todavía operaba militarmente en el Frente de Guerra, o Sector, del Barrio La Fuente, Asentamiento Isabel Urbina,  hasta el fondo del Reparto Schick Gutiérrez; la Columna de Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares “Jorge Navarro” que jefeaba José Ángel Benavidez desde las Colonias  Américas Uno, Primero de Mayo y Jardines de Veracruz hasta la orilla Este de la Colonia Catorce de Septiembre.

Los integrantes de la escuadra de del Palacios González lograron llegar hasta los alrededores, muy cerca de la Colina 110, y se ubicaron emboscados en uno de los callejones de Villa Libertad. Un poco después de las dos de la tarde, el convoy de centenares de guardias, continuó su marcha de “tierra arrasada” por dentro de Villa Libertad, vecindario contiguo al Reparto Los Laureles (“Manuel Fernández”).

La pretensión de la columna pequeña de Humberto del Palacios González y Douglas “Domingo” López Niño era hacer una emboscada fugaz, violenta, rápida, a la “avanzada” de guardias asesinos, y al mismo tiempo emprender veloz retirada hacia la Colonia Américas Cuatro, situada, colindante, al Oeste de Villa Libertad.

Pretendían destruir  al menos una de las dos tanquetas y la pala mecánica con los morteros de la Bazuka. Pero los “orejas” y “soplones” despreciables no faltaban en estos sectores de clase media, y le informaron a los guardias que los Guerrilleros y Combatientes Populares estaban emboscados, y dichosamente los medios de inteligencia de la columna también detectaron que los habían delatado y se retiraron  a tiempo.

Entonces, coordinaron con los integrantes de las Columnas “Juan de Dios Muñoz”, la “ Jorge Navarro” de José Ángel Benavidez y otros grupos de Combatientes Populares de las Colonias Américas Cuatro y Primero de Mayo, para hacerle guerra de guerrillas al contingente de guardias asesinos que llevaban la orden de “tierra arrasada”, “arrase” que no pudieron hacer los guardias en Villa Libertad, ni en Américas Cuatro, ni en la Primero de Mayo, porque estos grupos de Combatientes los iban hostigando, les ofrecían combates relámpagos y desaparecían por entre los callejones, patios, por encima de las casas, o por zanjones dentro de los mismos vecindarios.

El contingente de sicarios del somocismo genocida era muy grande y con enorme poder de fuego de fusiles y artillería, como para ofrecerles combate sostenido por parte de estas columnas y escuadras que habían estrechado la cooperación militar desde Villa Libertad hasta la Colonia Primero de Mayo, pasando también por Villa Flor y Villa Sabana, todo el Reparto Schick Gutiérrez, el Barrio “Isabel Urbina” (Pablo Úbeda-Adolfo Reyes) y Asentamiento “La Fuente” (Ariel Darce Rivera). Las columnas y escuadras jefeadas por César Augusto “Moisés” Silva también vienen de retroceso, combatiendo, haciendo guerrilla,  por la ofensiva de la Guardia Nacional.

Los guardias vienen derrumbando barricadas, matando a gente “sospechosa” de colaborar con los Combatientes Populares, destruyendo trincheras de combates con la pala mecánica, capturando a mujeres y niños que traen como rehenes, para garantizarse que los Combatientes Populares no los ataquen de frente y sembrando terror a su paso.

Este movimiento de combates rápidos, ya de casi un centenar de Combatientes Populares, finalmente llega al Reparto Jardines de Veracruz, situado contiguo al Asentamiento Santa Emilia (hoy Omar Torrijos Herrera), y ya enfrente, al lado Norte de la Pista Sabana Grande, está el Reparto Rubenia. Pegada  a Santa Emilia, por el lado Oeste, está la Colonia Catorce de Septiembre.

En ese trajinar heroico vienen los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares cuando entran a una casa del centro del Reparto  Jardines de Veracruz y se encuentran con que están dentro de ella decenas de sicarios de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI), al parecer en “descanso” o esperando algún momento para ir a matar más ciudadanos en las calles de Managua.

Se produce un combate rápido, y los Combatientes sandinistas salen ilesos de allí, pero no así al llegar a un alambrado de púas que hay colocado en un sitio entre dos calles, una de Jardines de Veracruz y la otra del Barrio Santa Emilia. En el alambrado se enreda “El Taxista” (Combatiente Popular que viene combatiendo) y ahí lo matan con una ráfaga de tiros.

El “Chele” Zepeda está ubicado como francotirador de estas escuadras móviles en una casa del costado Sur del Reparto Rubenia, por donde los guardias sanguinarios vienen avanzando.

Ya es de nochecita, tal vez las seis y media de la tarde de ese  miércoles 13 de junio de 1979. El contingente de guardias llega hasta donde es hoy TELCOR o ENITEL, ubicado al Suroeste de Jardines de Veracruz,  al Sureste de Santa Emilia (Omar Torrijos Herrera) y al Suroeste de las casas de la Colonia Catorce de Septiembre, una de las más rebeldes en la Zona Oriental de Managua.

Los guardias se instalan allí en una especie de campamento, como en círculo, colocan cinco ametralladoras (montadas en jeepones) con los calibres hacia las boca calles de los tres vecindarios, colocan  numerosos hombres, con dos fusiles cada uno en las manos, en todas estas esquinas, sitúan en medio del círculo las dos tanquetas,  la pala mecánica y todos los camiones del convoy, y también sitúan francotiradores en el árbol de ceibo, en los muros y techos aledaños. Apagan los motores de las tanquetas, de la pala mecánica y de todos los vehículos.

Los guardias en ofensiva llegan también hasta la entrada Norte del Reparto Jardines de Veracruz, donde instalan un campamento GN en el parque infantil del vecindario, ubicado al frente de la Pista Sabana Grande y el lado Sur de Rubenia, por donde está ubicado el “Chele” Zepeda.

Situación militar similar ocurre con otro contingente de guardias que vienen ejecutando “tierra arrasada” (nuevamente, ya lo habían hecho el nueve de junio) del Este al Oeste del Reparto Schick Gutiérrez, y se habían instalado en el predio en que estaba instalado un monumento a René Schick Gutiérrez. Prácticamente todos los Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros de este Frente de Guerra Insurreccional  también han retrocedido, y están ya unidos a los Combatientes Populares, jefeados por Sergio Gómez Vargas en los sectores aledaños de la Colonia Nicarao.

Mientras tanto, la columna mencionada de Humberto del Palacios González y Douglas López Niño, deciden quedarse en una casa de seguridad del Frente Sandinista de la Colonia Catorce de Septiembre, muy cerca de donde estaban los guardias instalados en el predio mencionado.

El 12 de junio, al siguiente día de la destrucción total de la “Sierra 13”, la Guardia Nacional había doblado o triplicado su cantidad de tropas y equipos artilleros pesados en todo Managua, de forma fija y móvil, más la colocación de centenares de francotiradores en edificios y árboles altos, que ese 13 de junio ya estaban matando o masacrando a mucha gente inocente, especialmente, como había ocurrido ya con el niño Poesí, en Bello Horizonte.

Ocurrieron hechos realmente curiosos en este  enfrentamiento insurreccional del Frente Sandinista contra el enorme aparato opresor del somocismo genocida. Resulta que esta columna mencionada, combativa, móvil, ofensiva y defensiva, decide quedarse en esa casa de la Colonia Catorce de Septiembre.

Ya estaba bastante oscuro, y además, el tirano  Anastasio Somoza Debayle había mandado a suspender o cortar la luz eléctrica. “Carmen”, una de las integrantes de la columna, tuvo urgencia de salir al patio para hacer sus necesidades fisiológicas. Llevaba su escopeta semiautomática cargada de tiros y “bala en boca”.

Oyó un ruidito, como de alguien que se deslizaba desde arriba del árbol de almendras hacia abajo. Se quedó quieta en la oscuridad, observando hacia la cumbre del árbol. Su sorpresa fue grande  al ver que del árbol bajaba un francotirador de la Guardia Nacional, con un fusil dotado de mira telescópica y un silenciador.

Al parecer, el francotirador decidió bajarse e irse porque ya era de noche. Antes que alcanzara el suelo, “Carmen” le disparó la escopeta y el sujeto cayó moribundo al suelo, donde confirmaron que se trataba de un francotirador de la Guardia Nacional.

Es decir, se fueron a ubicar en una casa y patio que ya había sido invadida por francotiradores somocistas genocidas. Esto, al parecer, les permitió al contingente de guardias tener ubicados al grupo de Combatientes Populares en esa casa de la Colonia Catorce de Septiembre.  Del Palacios González envió un correo, o enlace, para que el Estado Mayor del Frente de Guerra, jefeado por Sergio Gómez Vargas, se enterara de lo que ya estaba pasando militarmente con la presencia del contingente de guardias al borde de la Colonia Catorce de Septiembre, y dónde estaban ubicados estos Combatientes Populares, los cuales son atacados con cañonazos de tanques muy de mañanita del 14 de junio de 1979.

Las Columnas de Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares de la Columna “Jorge Navarro” de José Ángel Benavidez y la “Juan de Dios Muñoz”,  en su repliegue finalmente se detienen y se instalan en dos casas esquineras de la Colonia Catorce de Septiembre, exactamente del semáforo del cruce de Rubenia unos cuantos metros al Este, en la orilla  de la Pista Sabana Grande. En una de estas casas de seguridad, el FSLN clandestino tiene un taller de reparación de armas de guerra y de cacería.

En aquel día 14 de junio de 1979, aquella Guardia Nacional sanguinaria continuó con las masacres del Kilocho Sur y la de Batahola el 15, al siguiente día, más la continuidad de la masacre de toda la Ciudad de Managua   con el lanzamiento de miles de bombas desde aviones push and pull y helicópteros.

En la Colina 110 se construyó un memorial  en homenaje  a estos heroicos Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares,  con  la foto de cada uno de ellos.

Fuentes documentales de información: Libro “Colina 110, Insurrección Los Laureles y Masacre GN”, de la Alcaldía de Managua;   “Insurrección Sandinista Victoriosa y  Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, de Pablo E. Barreto Pérez; “Masacres somocistas”, de Pablo E. Barreto Pérez; “20 Años Cumplidos, Crónicas del Triunfo y dos Repliegues Tácticos del FSLN”, de Pablo E. Barreto Pérez.

Fuentes orales: César Augusto Ampié Rivas, Humberto del Palacio González y Juan Carlos Soza Aragón.

*Pablo Emilio Barreto Pérez: periodista, investigador histórico de la Insurrección Sandinista y Repliegue de Managua a Masaya, Cronista de la Capital.

14 de junio de 1979

Masacre sanguinaria del “Kilocho Sur”

*Entre 32 y 35 jovencitos y adolescentes fueron masacrados  con artillería pesada  donde fue el Club Nocturno Tropicana

*Los cadáveres los fueron a tirar a la Cuesta de la Gallina, en El Crucero

Pablo E. Barreto Pérez

*Según las versiones de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos Gabriel Cardenal Caldera, ubicada en San Judas, en el “Kilocho Sur” fueron asesinados  entre 32 y 35 jovencitos, de los cuales sólo hay identificados 15. Son ellos: Manuel  “Pequeño” Calderón, Francisco “Pancho” Martínez, Henrry “Galleta” Guerrero, Rolando “Polín”  Delgadillo, Eduardo  Mojica, Freddy “Chiripa” Mejía Zapata,  Francisco Blanco, Eduardo Flores, Aura Lila Mendoza, Ernesto Martínez H., César Cubillo, “Pepe”, “mi compa de la Morita”, dice “Gersán Guevara Casaya en su informe, y agrega: “Domingo y Leonel, mis hermanos del OPEN TRES”.

Este día 14 de junio fue horrible en matanzas ejecutadas por  la Guardia Nacional genocida, en Managua. Iniciaron la mañana de ese 14 de junio con intenso bombardeo aéreo en las dos Zonas Insurreccionadas de Managua. Aquello, en el aire, en el espacio aéreo de Managua, parecía una zopilotera de aviones descargando una enorme cantidad de bombas mortíferas sobre la población indefensa de Managua, Capital de Nicaragua.

Era francamente horrible, pues apenas amanecía cada día,  desde el inicio de la Insurrección Sandinista el nueve de junio, se reiniciaba el bombardeo aéreo sanguinario genocida del tirano asesino con su Guardia Nacional.

Continuaron matando a 35 jóvenes, casi todos de San Judas, en el llamado “Kilocho Sur”, en el Kilómetro ocho de la Carretera Sur, muy temprano en la mañana.

El día anterior, 13 de junio, un grupo de unos 15 Combatientes Populares, mayoritariamente con armas de cacería como escopetas 12, 16 y 20, de repetición, jefeados  por Cristóbal “Gersán” Guevara Casaya, habían sostenido un combate nocturno desigual en armas y cantidad de hombres  con un contingente de la Guardia Nacional somocista sanguinaria,  que fue fatídico y mortal  para más de 60 guardias que se movilizaban en cuatro camiones, con una tanqueta, varias ametralladoras emplazadas en los camiones y por lo menos  60 fusiles automáticos.

Estos guardias asesinos eran de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI), los cuales estaban tendidos o desplegados con equipos móviles pesados y campamentos militares entre en el Kilómetro Nueve Sur  y el llamado “Kilómetro Siete Sur” de la Carretera Sur.

El “Kilocho Sur”  está, por supuesto, en el centro de los kilómetros nueve y siete de la Carretera Sur, frente a los tanques de agua potable de ENACAL, y estaba allí un famoso Club Nocturno llamado “Tropicana”.

El combate fue un poco después de las seis de la tarde, debido a que los guardias casi nunca estaban desplegados de noche, ni combatían de noche durante la Insurrección Sandinista en Managua, debido a que tenían miedo, terror, a caer en emboscadas, o en movimientos envolventes como este en el Kilómetro Ocho de la Carretera Sur.

Al mismo tiempo el grupo de Combatientes Populares mencionados se movilizaba en ese sector del Kilómetro Ocho Sur, porque defendían las calles del Reparto San Patricio y la entrada que hay  por este vecindario hacia “Loma Linda” (Sierra Maestra) y San Judas, donde estaban ubicados la mayoría de Combatientes Populares, los Jefes Guerrilleros y el Estado Mayor Conjunto del FSLN de la Insurrección en la Zona Suroccidental de Managua.

Estos guardias habían intentado  meterse por este rumbo en varias ocasiones, hacia San Judas, pero habían sido rechazados  por un puñado de Combatientes Populares juveniles.

Cuando los guardias se movilizaban con el enorme equipo militar pesado, los Combatientes Populares, jefeados por Guevara Casaya, decidieron trabar combate.

Guardias intentan meterse a San Judas por el “Kilocho Sur”

De acuerdo con el relato de Cristóbal “Gersán” Guevara Casaya, miembro del Estado Mayor Conjunto del FSLN y jefe de la columna No. 8 de la Zona Suroccidental de Managua, cumpliendo las orientaciones militares del Estado Mayor General del Frente Interno, y al mismo tiempo órdenes de Gabriel “Payo” Cardenal Caldera, le orienta a él, “Gersán”, que vuelva a ocupar y a construir barricadas y trincheras de combate en el “Kilocho Sur”, porque un contingente de guardias podría meterse por allí y encerrar a los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares de San Judas, Loma Linda (Sierra Maestra), Villa Roma y Torres Molina (Camilo Ortega Saavedra), y matarlos a todos.

El día anterior, 13,  como hemos visto se había registrado en el “Kilocho Sur” un combate contra un contingente de guardias que, precisamente, intentaba meterse por el lado del Reparto  San Patricio hacia San Judas, utilizando el camino  accidentado del lado de Valle de Ticomo.

“Debemos mantener esa posición del “Kilocho Sur” como sea, es estratégico para nosotros, para mantener los combates móviles en el Sur de San Judas, y para que no nos vayan a matar a todos”, le dice “Payo” Cardenal Caldera a “Gersán” Guevara Casaya.

La columna No. 8 estaba integrada, mayoritariamente,  por muchachos muy jovencitos, algunos de 15 y 16  años, tenían muy poco (o nulo)  entrenamiento militar, y en total eran  43, de acuerdo con el testimonio de “Gersán” Guevara Casaya.

El testimonio de “Gersán” indica que él, muy de mañanita, fue hasta dónde estaban acantonados estos muchachos “en la antena de Torres Molina”.  Allí les habló de la nueva misión encomendada por el Estado Mayor, y entre todos analizaron que tenían muy pocos fusiles, sólo un Fal, un Galil y un Cal y, además, con pocos tiros; el resto eran escopetas, rifles 22 y pistolas.  Era una situación totalmente desventajosa, especialmente tomando en cuenta que durante la noche anterior habían obligado a huir a un contingente de guardias en ese mismo sector, y que posiblemente esta vez los guardias somocistas  llegarían con el triple de tropas y de equipos militares.

Sin embargo, esa era la lógica de la guerra en movimiento en la Zona Suroccidental de Managua, para que la Insurrección Sandinista se pudiese sostener más tiempo en la Zona Oriental de Managua.

Entre los Combatientes Populares se cuentan Ernesto Martínez H.,  Sergio Mercado, “Tierrita”, “Vitamina”, el “Hermano Chepe Bombón”, Róger Mendoza, Manuel Calderón, Alfonso y Ramiro, Antonio Salgado Montenegro, Ramiro Córdova, Alfonso Flores, Aura Lila “Verónica” Mendoza, David Guevara Casaya, César Cubillo, Juan, Domingo y Leonel (del OPEN TRES) y Polín Delgadillo.

“Gersán” Guevara Casaya llega con la columna al “Kilocho Sur” un poco después de las siete y media de la mañana. Los alrededores se ven limpios de guardias, sin embargo lo  que ocurre en pocos minutos pareció demostrar que allí mismo la gendarmería sanguinaria del somocismo genocida había dejado espías para que les informaran de la posible llegada de jóvenes sandinistas insurrectos.

En el “Kilocho Sur” está una entrada adoquinada, al Este, del Reparto San Patricio, que es la entrada hacia San Judas, Loma Linda, Villa Roma y Torres Molina, por donde los guardias habían intentado penetrar en numerosas ocasiones para encerrar a los Combatientes de San Judas y matarlos; también el Club Nocturno Tropicana, los tanques de agua potable de ENACAL, una antena de radiocomunicaciones en la falda vertical Oeste de la Laguna de Nejapa, el Puesto de la Guardia de Tránsito y Campamento de la Guardia Nacional en el Empalme (Kilómetro nueve) hacia León y, por supuesto, el paso de la Carretera Sur.

Una de las orientaciones que debía poner en práctica “Gersán” Guevara Casaya con su columna No. 8, era reconstruir las barricadas, quitar un  alambrado, instalarse allí en plan de combate para impedir la entrada de la gendarmería de asesinos de la GN.

Gigantesco aparato de guerra contra Combatientes casi desarmados

Apenas se estaban acomodando para realizar estas tareas insurreccionales, minutos antes de las ocho de la mañana, cuando repentinamente aparece un helicóptero militar que sube desde el lado Oeste del hueco de la Laguna de Nejapa, y desde que asoma “narices” comienza a dispararles morteros (de bazukas) y ráfagas de ametralladora calibre 50.

Hasta ese 14 de junio aparecen en escena de guerra, de ataques mortales a la población con morteros y ametralladoras, estos helicópteros, que hasta ese momento los tenían destinados a lanzar bombas de 500 y 1,000 libras y bombas incendiarias, en forma vertical, desde las alturas.

“Gersán” Guevara Casaya había tomado la decisión de colocar a los muchachos jovencitos y desarmados en labores de desmontar el alambrado y construir nuevamente las barricadas, todo lo cual ocurría en los lados del “Club Tropicana”. Los Combatientes Populares más experimentados buscaban parapetos para en caso de que tuvieran que combatir frente a frente contra la soldadesca sanguinaria somocista.

La alambrada se convirtió en barrera para que los muchachos buscaran protección inmediata, y además quedaron sorprendidos por la aparición del helicóptero disparándoles morteros, y casi al instante aparecieron una tanqueta, una ametralladora calibre 50 montada en un jeepón, del lado Norte, es decir, del “Kilómetro Siete Sur”, más unos 300 guardias, todos con fusiles automáticos, que al parecer ya estaban emboscados en los bordes de la Laguna de Nejapa.

“De pronto sentimos los grandes rocketazos del helicóptero, que estallan al lado Sur de los tanques de agua. La tanqueta apenas asoma en la cima empieza a disparar en ráfagas y los adoquines salen volando como naipes. La ametralladora 50 que traen emplazada no se detiene de disparar. No nos permiten sacar ni la punta de uno de los fusiles, para responder”, relata “Gersán” Guevara Casaya en un informe escrito después del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista.

Continúa “Gersán” Guevara Casaya: “Son momentos de desconcierto. Yo no pude seguir diciendo nada. Manuel Calderón está disparando. Alfonso y Ramiro están protegidos por el torreón con los Garand.  Arriba del torreón estaba Leonel (compañero del OPEN III). Los chavalos que estaban frente a mí, corren media cuadra arriba, y se protegen en una casa, al lado derecho. Toñito Salgado Montenegro estaba disparando. Pude ver hacia el Sur y vi que muchos compas trataban de pasarse la alambrada que no se removió, ni la noche anterior ni hoy por la mañana. Esta fue una de las fallas que terminó cobrando las vidas de mis compañeros”.

“Dirigí la mirada a mi izquierda, y vi que está muerto un compa. Le digo a Manuel Calderón que tenemos que salir de aquí. Manuel se arrastra hacia mí, disparando. La barricada está muy ralita, casi derrumbada, y en ese movimiento lo impactan. No sé si está muerto, pero no se mueve. Yo no sé  nada de los otros compas en esos minutos, sólo sé que estamos muriendo. A mi izquierda está Domingo  (compa del OPEN TRES), acostado en el asfalto y cargando los magazines de mi Fal. Más allá está Juan, un compa de Loma Linda”.

“Les ordeno que salgamos corriendo para arriba, donde está el otro grupo de compañeros y nos protegemos detrás de la casa. Les ordeno a los muchachos que traten de cruzar el parque, mientras yo los protejo con disparos del Fal. Juan con un rifle 22 y   Domingo  con una 38. Estamos en la parte de atrás de la casa. Les ordeno a los muchachos que traten de cruzar el parque mientras y los protejo con el Fal.  Estamos en la parte de atrás de esta casa (la única del lado derecho), pegados a la pared escucho como si hubiese una trasmisión de radio, pero no sé de dónde porque los rocketazos del helicóptero, la tanqueta y las ametralladoras no permitían ninguna orientación”, relata “Gersán” en su informe”.

“En la esquina que se forma en el límite Noroeste de la tapia, aparece un hombre chele, grande de aspecto como de gringo, vistiendo ropa civil y camina para el Sur, pegado a la tapia. En la esquina del Tropicana (en el parqueo) están Ramiro Córdova, Alfonso Flores, Aura Lila Mendoza, mi hermano David, César Cubillo, Polín Delgadillo y otros jóvenes, resistiendo frente a la tanqueta, la infantería, el helicóptero y todo lo que el enemigo trae. La barricada está desintegrada, ya no hay nada, sólo muertos”.

“El chele (gringo) que viene caminando no porta armas, lo que me hace pensar a mí que es uno de los moradores de la vecindad. De repente en la esquina de la tapia asoma un casco de malla color oscuro, casi negro…!!Hijueputa¡¡, son los mercenarios. Le pongo el Fal y le disparo. El chele retrocede y se ampara en la esquina. Al lado Oeste ya la GN ha logrado apoderarse de la esquina Norte, o intersección de la Carretera Sur. En la esquina Este del parque, una cuadra al Este, los mercenarios se están metiendo hacia el Sur del Reparto San Patricio. Siento que nos tienen acorralados en todas direcciones. No tenemos salvación”.

Una roca salvadora en el dreno

“En estos momentos de extrema tensión, uno actúa como por instinto. No hay tiempo para la elaboración de ideas, sólo para actuar a lo que el instinto indique, si es buena la decisión te salvas, y si no, te quedas. Les ordeno a Juan y a Domingo que corramos al dreno (canal muy superficial) que se forma al final de la bajada, en la salida del lugar. El dreno es una zanjita arenosa, nada profunda  (H= 1 pie). La vegetación natural era un zacate parecido al de limón que cubría espesamente los bordes”.

“Cuando los mercenarios asiáticos y los GN nos ven lanzarnos en la zanjita, vienen rasurando el monte a punta de metralla, como una chapodadora encima de nuestras cabeza. Nosotros nos arrastramos besando el fondo del canalito, comiendo arena. Al avanzar 100 metros al Sur, ya no tenemos salida. Dichosamente, en este punto estaba una roca (D= ½ metro) en el borde superior Este. El dreno en este punto tiene su máxima profundidad (H= 2 pies máximo), es el fin, después se encuentra el borde del pavimento”.

“Estamos vencidos. Completamente acorralados. Al Sur de una fila de casas formando noventa grados con la tapia (del fondo del patio) de las casas del lado Este de la Carretera Sur.  La terminal de esta tapia está atrás de nosotros y continúa para el lado de la Carretera Sur”.

“Al Noreste la guardia nos está ganando el parque. El enemigo se está parapetando en los árboles gruesos. Al Oeste un predio vacío. La infantería con los de la tanqueta se está ocupando sólo con los compañeros que se han podido replegar por las alambradas. Alfonso, Ramiro, David y Ernesto se están logrando salir del fuego enemigo. Por eso, el enemigo no pone atención a nosotros que nos tiene al fondo de la pendiente, camuflados por el monte del canalito. La concentración del fuego enemigo permitía ver minúsculas rayas (de las balas) en el aire”.

“Estamos disparando, respondiendo, pero ya no podemos mucho. Estamos dominados en todos los flancos, solamente protegidos por la roca. Puedo apreciar que unos guardias se están cruzando para las casas del lado Sur y les espero que pretendan cruzar  a la otra. Cuando quieran cruzar, pongo en ráfaga el Fal y me los echo. Justo entonces el Fal se enconcha. Trato de destrabarlo en estos segundos que pasan, el enemigo avanza y lo tenemos encima, muy, muy cerca. Ellos son muchos, en cada uno de los árboles se encuentra uno apostado, con toda la superioridad, con inmensa superioridad en relación con nosotros”.

“Los tres nos miramos angustiados, sentimos que la muerte ya nos está abrazando. ¡Patria Libre o Morir, aquí nos quedamos¡ Juan dispara su arma y Domingo su 38. Yo finalmente logro destrabar el Fal y disparo en ráfaga. Cambio el magazine del Fal, que significa el último, y les digo: Ya no tenemos municiones. Tratemos de saltar el muro de atrás. Es nuestra última posibilidad. Yo saldré primero y los cubriré desde detrás del muro con disparos del Fal, y luego ustedes traten de saltar”.

“Cuando salgo corriendo, puedo sentir los impactos de bala en el muro como una lluvia horizontal que emite sonidos bofos, que van perforando los bloques delante de mí y detrás de mi carrera. Cuando pretendo lanzar el Fal  al otro lado del muro, me impactan en la empuñadura y me hieren en la mano izquierda. A la orilla del muro estaban unas matas de chagüite, y en el montoncito de ellas que hace más altura, tomo impulso para saltar. En la cresta del muro tiene vidrios puntudos incrustados, pero creo que no los toqué porque caí de espaldas al otro lado y quedé unos segundos sin aire en los pulmones, sin poderme incorporar. Me levanto y corro en busca del Fal. El arma (el Fal) estaba llena de lodo;  la tomo y disparo. Juan logra saltar. Yo pretendo  quedarme a la espera de  Domingo, pero Juan ya va corriendo y me hace señas de que nos retiremos. Juan me dice: “Yo no sé, pero él (Domingo) no pudo correr, le dieron. Disparo una vez más y el Fal termina de enconcharse por completo.”.

“Juan y yo corrimos para el Sur. Cruzamos unas cercas y luego caímos a una zona montosa. Corrimos no sé ni cómo, casi por reventar nos detuvimos. La maldita ametralladora 50 no cesó de disparar ni un instante en la humanidad de nuestros compañeros que se ampararon en el Tropicana. Fuimos, quizás, de los últimos en escaparnos de esta masacre. El enfrentamiento, a pesar de ser totalmente desigual en cantidad de hombres,  armamentos y entrenamiento militar, duró desde minutos antes de las ocho de la mañana hasta casi la una  de la tarde”.

“Las pérdidas humanas son casi todos los Combatientes Populares de San Judas (los de mi cuadra). Aura Lila “Verónica” Mendoza, Apolinar “Polín” Delgadillo, Ernesto Martínez H., César Cubillo, “Pepe” guerrillero inclaudicable;  “mi compa de la “Morita”, Domingo y Leonel, heroicos guerrilleros; mis hermanos del OPEN III, y otros jóvenes más de San Judas y Loma Linda”, concluye Cristóbal “Hersán” Guevara Casaya mediante un informe de lo que pasó cuando fueron masacrados por la Guardia Nacional somocista genocida, su EEBI de asesinos, mercenarios del CONDECA y mercenarios asiáticos que la Guardia  Nacional  había contratado para matar más nicaragüenses.

Otros testigos presenciales y sobrevivientes de esta masacre de la GN en el “Kilocho Sur” indican que los guardias sobrepasaban los 300. Señalan que inclusive la soldadesca criminal tenía otra tanqueta disparando desde el lado Sur (por el empalme del Kilómetro Nueve Sur), y que en realidad también fue  usado un segundo helicóptero artillado y un avión Push and Pull.

Esos mismos testigos  señalan que una vez derrumbados a tiros y morterazos la mayoría de  jovencitos Combatientes Populares, desarmados, los guardias llegaron hasta el alambrado y por detrás del Club Tropicana, disparando balazos de remate en la cabeza de todos los que ya estaban muertos, inclusive a los que estaban vivos, ni siquiera heridos.

Terminada esta obra macabra, la nueva masacre al estilo nazifascista alemán de Hitler, estos grupos de sicarios sangrientos usaron otra pala mecánica para juntar los cadáveres en un solo sitio, y después con la poderosa “cuchara” o “cuchilla” metálica mecánica amontonaron los cuerpos de los jóvenes en un solo punto, y como cualquier puñado de basura los lanzaron dentro de un camión volquete del Distrito Nacional (Alcaldía).

Lo mismo hicieron estas bestias del somocismo genocida en la Colina 110, y otra masacre mil veces peor ejecutaron al siguiente día, 15 de junio de 1979, en Batahola, a la orilla de la misma Carretera Sur, casi en los muros  del lado Este de la Embajada Norteamericana, desde donde también les dispararon a estos otros masacrados.

Ya con los cadáveres  en el tráiler del camión volquete, del Distrito Nacional, enrumbaron hacia el Sur, en la misma Carretera Sur, y lanzaron los cuerpos de los 35 jóvenes asesinados en una cuesta llamada “Vuelta de la Gallina”, en la Carretera que va del Municipio de El Crucero hacia el centro pesquero y balneario de Masachapa.

Esto fue confirmado plenamente porque el propietario de un restaurante italiano, ubicado en el mismo sector del “Kilocho “Sur”, siguió a los sicarios que fueron a botar los cadáveres unos 300 metros hacia adentro de un bosquecito, en la llamada “Vuelta de la Gallina”.

Después del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista, los restos de estos heroicos jovencitos Combatientes Populares de San Judas, Loma Linda, Villa Roma y OPEN III (Ciudad Sandino), fueron encontrados dispersos en unos 500 metros cuadrados allí en la “Vuelta de la Gallina”, incluyendo una cañada profunda de este sector de  El Crucero. Esto hace suponer que los cuerpos fueron devorados por animales silvestres, incluyendo zopilotes. Así era de cruel y sanguinario el régimen del somocismo sanguinario genocida.

Guardias aniquilados  en San Patricio y en San Judas

Esta contienda militar con el somocismo genocida en este sector geográfico de Managua, “Kilocho Sur”, Colinas de San Patricio, Suroeste de San Judas y centro de San Judas, no terminó al quedar concluida la masacre de los 35 jóvenes Combatientes Populares.

Al quedar “limpia” la entrada del camino a  San Judas por dentro de San Patricio, esta gendarmería sanguinaria pretendió meterse por esta vía a San Judas, y a menos de 200 metros se toparon con un recio recibimiento balístico de los Comandos Revolucionarios Cristianos (CRC), cuyos Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares habían acudido  a este sitio, precisamente, para impedir que ingresaran por el Suroeste de San Judas.

Tan sólo pudieron llegar adonde los Combatientes Populares, jefeados por “Gersán” Guevara Casaya,  habían derribado el ceibo a punta de machete, y allí en ese sitio fueron aniquilados más de 50 guardias. Similar situación militar les ocurrió a estos sicarios sanguinarios somocistas al intentar cruzar la Colina de San Patricio, igualmente hacia San Judas, pues allí se encontraron con el grupo de Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares que jefeaba Miguel Ángel “Pedro” Navarrete, también miembro del Estado Mayor Conjunto del FSLN insurrecto en la Zona Suroccidental de Managua, según el relato escrito de Cristóbal “Gersán” Guevara Casaya.

La gendarmería que cometió la masacre en el “Kilocho Sur” retrocedió hacia el “Kilómetro Siete Sur”, donde también les salió disparando de forma fulminante otra columna de Combatientes Populares, enviada por “Payo” Cardenal Caldera con ese propósito.

Los  Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares atacan por detrás, costados y desde árboles, y al mismo tiempo se repliegan en forma rápida para no caer en emboscadas. Los guardias están siendo golpeados severamente con este tipo de  “guerra revolucionaria en movimiento para minar al enemigo, desmoralizarlo, cansarlo, empantanarlo”, analiza 35 años después Víctor Cienfuegos Aburto.

Los gendarmes sanguinarios reciben más refuerzos del lado del Cerro Batahola y de los alrededores de la Embajada Norteamericana, y finalmente se quedan posesionados del trecho de Carretera Sur entre los kilómetros Siete Sur y Nueve Sur. El Nueve Sur es en el Empalme de las Carreteras Sur y Vieja a León.

Las otras siete columnas organizadas por el Estado Mayor Conjunto del FSLN en la Zona Suroccidental, después del Repliegue a la Comunidad Meneses bajaron nuevamente a San Judas por órdenes de ese Estado Mayor y de su jefe Gabriel Cardenal Caldera, con el fin de “Mantener la Guerra revolucionaria de movimientos, de hostigamientos constantes a los guardias sanguinarios genocidas, para que no muevan estas tropas hacia la Zona Oriental, o Zona Principal Insurreccional”, donde también en estos momentos, en la mañana y al medio día del 14 de junio de 1979, los combates contra la ofensiva de la GN son muy violentos y heroicos por parte de los Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares y Milicianos recién entrenados en los patios de las casas de las Colonias, Barrios, Asentamientos y Repartos de la Zona Oriental de Managua.

Las columnas de Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares y Milicianos han bajado a San Judas y entrado en choque militar violento contra la soldadesca sanguinaria que se había tomado casi todo San Judas y Loma Linda mientras los Combatientes se habían replegado hacia los Lomos de El Crucero.

La gendarmería somocista, quizás otros 500 soldados GN y mercenarios, tenían tomadas las Lomas de San Judas, el Centro Comunitario en construcción, el Aserrío, la Colonia “Independencia” (Héroes y Mártires del Bocay), las entradas Norte de San Judas, estaban en el ZUMEN y el Centro Cívico, y avanzaban hacia el Sur con dos tanquetas, un tanque Sherman, cinco ametralladoras montadas en jeepones, la soldadesca con fusiles automáticos, nuevecitos, amparados en los camiones y en las tanquetas.

La nutridísima balacera en esta Zona Suroccidental de Managua se oía clarita en la Zona Oriental de Managua. En medio de estos combates dentro de San Judas cae combatiendo heroicamente René Cisneros Vanegas, uno de los miembros del Estado Mayor Conjunto y uno de los jefes principales Jefes del Estado Mayor de la Tendencia Proletaria en esta Zona Suroccidental de Managua. Son baleados Boanerges y Adrián Meza Soza, otro de los jefes principales del Estado Mayor Conjunto del FSLN en este sector de Managua.

Al mismo tiempo, las dos Zonas Suroccidental y Noroccidental eran sometidas a la barbarie del bombardeo aéreo somocista, lo cual estaba ocurriendo con salvajismo inaudito también la Zona Oriental de Managua.

Precisamente ese día jueves 14 de junio el bombardeo aéreo fue extraordinariamente destructivo en viviendas de vecindarios como Catorce de Septiembre, Nicarao, Santa Julia, Bello Horizonte, Santa Rosa, Blandón (Costa Rica), Meneses (Venezuela), Santa Bárbara (Edmundo Matamoros), Salvadorita (Cristhian Pérez Leiva), Maestro Gabriel, Ducualí, Luis Somoza (Diez de Junio), Don Bosco, El Dorado, Larreynaga, Villa Progreso, Xolotlán, etc.

Ese día 14 ese bombardeo aéreo somocista sanguinario mató en Bello Horizonte a los niños hermanitos Gina y Pilín, en la Etapa III de Bello Horizonte, en las cercanías del Instituto Experimental México, el cual ya funcionaba como uno de los dos Hospitales clandestinos en este sector Oriental de Managua.

Ambos niñitos iban agarrados de las manitos y portando un salveque de comida para familiares suyos que estaban en trincheras de combate, cerca del Instituto Experimental México, cuando fueron impactados por charneles de rockettes lanzados desde aviones Push and Pull sobre Bello Horizonte y todo el sector mencionado.

Casi al mismo tiempo, una bomba de 500 libras explotó dentro de una casa de la Etapa II, contiguo al cauce, matando a varios miembros de una familia de ciudadanos de la Costa Atlántica. En el centro de la misma Etapa II, al Sur de Bello Horizonte, contiguo al Barrio Meneses (Venezuela), Salvadorita (Cristhian Pérez Leiva) y Maestro Gabriel, cayeron varias bombas de 1,000 libras dentro de viviendas, dejándola casi totalmente destruida.

Dichosamente esas familias, propietarias de estas viviendas, no estaban: unos habían salido a buscar comida y otras andaban laborando en la Insurrección Sandinista. Estas familias eran vecinas de Juan “Tonatiú” Rivera, uno de los Combatientes Populares de Bello Horizonte, quien llegó a ser Comisionado de la Policía.

Decenas de estos rocketazos y bombas de 500 y 1,000 cayeron en las cercanías de la Rotonda de Bello Horizonte porque los pilotos sanguinarios genocidas habían detectado allí la presencia de Brigadas y Columnas Móviles de Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares insurrectos, pero jamás daban en el blanco, y las bombas caían dentro de las viviendas.

Dos de esas bombas de 500 y 1,000 libras cayeron a media cuadra Norte de la casa de Pablo E. Barreto Pérez, en la Etapa II, exactamente en el andén de la casa de Alfredo Díaz. Estas bombas cilindrícas muy pesadas fueron las únicas, caídas en Bello Horizonte, que no explotaron ese día 14 de junio. Este tipo de bombas de 500 y 1,000 libras eran lanzadas desde helicópteros (eran varios) que se ubicaban a varios miles de pies de altura, para que no los alcanzaran las balas de fusiles y armas de cacería.

A este sitio donde no explotaron estas bombas llegó Róger “Aniceto”, Camastrón” Cabezas Gómez, sandinista insurrecto especialista en explosivos, para desactivarlas, “y utilizarlas para fabricar otros explosivos que usaremos contra los guardias somocistas”.

Fue la primera vez, digamos, desde el inicio de la Insurrección Sandinista, que hubo una gran cantidad de heridos y muertos, más destrucción generalizada por el bombardeo aéreo criminal del somocismo. Los  heridos por charneles fueron llevados por miembros de los Comités de Defensa Civil, en hombros y en carretones de manos, al Hospital clandestino en el Instituto Experimental México, donde ya había varios médicos y enfermeras voluntarios. También ya estaba funcionando el Hospital clandestino Silvia Ferrufino Sobalbarro en una casa de la Etapa IV de Bello Horizonte, una cuadra al Norte y media al Este del Experimental México.

La caída de rockettes y bombas de 500 y 1,000 libras fue generalizada, durante casi todo el día, en estos vecindarios mencionados, y fue común igualmente que  miembros de los Comités de Defensa Civil y Combatientes Populares trasladaran de emergencia en hombros y en carretones de mano a centenares de heridos a otros Hospitales clandestinos en el Reparto Dorado, en la Iglesia Sagrada Familia, del Barrio Ducualí; y en el Sur del Barrio Santa Rosa, donde igualmente ese 14 de junio fueron destruidas  decenas de viviendas por las explosiones de bombas lanzadas por la Guardia Nacional.

Mientras se desarrollaba un combate feroz por los lados Este, Norte y Sur de la Colonia Catorce de Septiembre, precisamente, un rockettes cae dentro de la casa del doctor Mendoza (médico) y mata a varios miembros de su familia. Varios resultan heridos y son llevados en hombros al Hospital clandestino de la Iglesia Sagrada Familia.

La matanza de seres humanos, ejecutada por la Guardia Nacional somocista genocida, no paró allí, pues a las cinco de la tarde de ese mismo día 14 fue asesinado un niño de apellido Poesí, en el Sur de la Etapa II de Bello Horizonte. El niño, de cinco años, se cruzó la calle para visitar a un amiguito frente a su casa, cuando fue “pegado” por un francotirador GN sanguinario que estaba subido en el ceibón del lado Noreste del Barrio Meneses (Venezuela).

Los combates en la Zona Suroccidental de Managua cesan ya de noche, porque cuando es ya oscuro la soldadesca sanguinaria no se atreve a meterse a ningún lado, pues saben que los Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares y Milicianos conocen el terreno como sus manos, porque allí viven, y en cambio los guardias son cazados con facilidad, especialmente en plena oscuridad.  

Como ya dije la ofensiva lanzada por la Guardia Nacional fue enorme en este día 14 de junio de 1979, quizás duplicada o triplicada en relación a los días 12 y 13.

“El Barrio San Judas y el OPEN III (Ciudad Sandino) son cruelmente bombardeados y la población masacrada por el enemigo. Aquí comienzan a superarse los cálculos de lo que  podía durar la Insurrección en Managua, y comienzan a urgir a los miembros de la Dirección Nacional Conjunta, para que presionen a los otros Frentes de Guerra (del FSLN guerrillero clandestino), para que avancen hacia Managua”, escribe el Comandante Carlos Núñez Téllez en su libro “Un Pueblo en Armas” al referirse en parte a lo que ocurrió aquel 14 de junio de 1979.

*Fuentes documentales:  Informe sobre la Insurrección Sandinista  y Repliegue a las Haciendas de El Crucero, de Cristóbal “Gersán” Guevara Casaya, miembro del Estado Mayor Conjunto  del FSLN en la Zona Suroccidental, o Secundaria, de la Insurrección Sandinista en Managua; “El Ángel de San Judas”, libro con abundancia de entrevistas sobre Gabriel Cardenal Caldera, cuyo autor es William Agudelo; “Biografías breves de los compañeros caídos en la lucha revolucionaria”, de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos Gabriel Cardenal Caldera, del Barrio San Judas; “Un Pueblo en Armas”, del Comandante Carlos Núñez Téllez; “Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, de Pablo E. Barreto Pérez; “Masacres somocistas”, autor Pablo E. Barreto Pérez; “20 años cumplidos, Crónicas del Triunfo y dos Repliegues Tácticos del FSLN”, de Pablo E. Barreto Pérez.

Fuentes orales: Víctor, Mario y Carlos Cienfuegos; José de Jesús “Chepe Chú” Zamora, Medardo Hurtado y  Francisco Javier Zúniga Alvarado.

Viernes 15 de junio de 1979

Masacre atroz  en Batahola

Más de 80 fueron asesinados al Este de Embajada yanqui

Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares y pobladores iban prácticamente desarmados

Soldadesca morfinómana muestra su rostro cruel y sanguinario

*Pablo Emilio Barreto Pérez

Después de ocurridos los combates heroicos contra la “Sierra Tres” y en la Escuela San Martín, ambos en Monseñor Lezcano, la situación militar de Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares, Milicianos y pobladores implicados en la Insurrección Sandinista, es realmente crítica, “porque teníamos bastantes fusiles automáticos, pero sin tiros”, recuerda Ramiro Salvador García Ramírez.

Después de desalojar a la gendarmería sanguinaria de la Escuela San Martín y de combatir contra los guardias en distintos rumbos de las calles de Monseñor Lezcano, Acahualinca, Barrio Cuba, Reparto Loma Verde, Colonia Morazán y Santa Ana, fundamentalmente, y que trataron de abrir un pasadizo por el rumbo del Restaurante Tinajones, sucesos ocurridos en todo el día 14, la jefatura del Estado Mayor Conjunto del FSLN en esta Zona Noroccidental de Managua, encabezada, entre otros,  por Arnoldo “Viejo” Real Espinoza, Silvio Porras García y Alba Luz “Marta” Portocarrero Flores, estaba clara de que a este Frente de Guerra revolucionaria en estos momentos estaban llegando más tropas de la GN, tal vez otros 400 soldados, con mucho más artillería pesada.

La inteligencia militar insurreccional les indica que además de los tres contingentes de guardias ubicados en la Fábrica Gadala María (Suroeste de Acahualinca), el que se mueve por el Sureste del barrio Monseñor Lezcano y el que baja del lado de la Refinería, está también  aproximándose un nuevo contingente por los lados de ENACAL, en la 35 Avenida Oeste;  por la Carretera Sur y la Embajada Norteamericana, específicamente entre ENACAL y el Guanacastón y la entonces Ferretería Lang y hacia adentro del Barrio Altagracia..

Santiago Núñez Solís y Ramiro Salvador García Ramírez,  sobrevivientes, estiman que Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares eran, quizás, unos 150 en total, y a lo sumo 15 de ellos estaban realmente portando fusiles automáticos como Fal, Galil y Garand, y asimismo unos pocos andaban escopetas, rifles 22 y 30-30, pistolas y revólveres, más una buena cantidad de bombas de contacto.

Después de los combates contra la “Sierra Tres” y en la Escuela San Martín,  la escasez de tiros de todo tipo se les volvió angustiosa. Asimismo, la situación ya era precaria por la gran cantidad de heridos en los tres Hospitales Clandestinos, tanto Combatientes como civiles. Fue cuando parte del mando o Estado Mayor Conjunto contempló la necesidad urgente de efectuar un Repliegue Táctico hacia el Barrio San Judas, ubicado al Sur de Monseñor Lezcano; y separado, como ya expliqué, por predios baldíos amplios, donde hoy se ubican las Colonias Batahola Norte, Batahola Sur, Héroes y Mártires de Batahola, Carretera Sur, Asentamiento Nora Astorga, Asentamiento Daniel Enrique Chavarría y Mercado Israel Lewites; más la Pista “By Pass” y Colonia Independencia, donde los guardias estaban tendidos por centenares.

Entre el lado Norte de Monseñor Lezcano y el lado Sur de San Judas hay aproximadamente cinco kilómetros de distancia, trecho que debían recorrer los replegados  entre matorrales, cauces y muy pocas casas.

Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares se repliegan el 14 en la noche de Monseñor Lezcano a Acahualinca, este último ubicado en la orilla del Lago Xolotlán o de Managua. Los guardias sanguinarios se quedan quietos porque a los Combatientes Populares les tienen horror durante la noche.

Según datos recabados, el Estado Mayor Conjunto se reúne clandestinamente en Acahualinca y empieza a discutir sobre las posibilidades reales de hacer un Repliegue Táctico de Monseñor Lezcano a San Judas. El asunto se presenta muy peligroso, debido a que varios contingentes de soldados somocistas sanguinarios está ya dentro de Monseñor Lezcano y rodeándolo, especialmente por el lado de la Carretera Sur.

Según Ramiro Salvador García Ramírez, uno de los Combatientes Populares heridos en ese momento, esos Jefes del Estado Mayor Conjunto se trasladan secretamente a una casa contiguo a Foto Lumington de Monseñor Lezcano, donde continúa la discusión, desde temprano del 14 de junio en la noche y continúa en la madrugada del 15 de junio, y finalmente toman la decisión de intentar hacer el Repliegue Táctico de Monseñor Lezcano a San Judas. Ya se sabía que la situación era muy peligrosa.

Las dos Colonias Batahola Sur y Batahola Norte y el Asentamiento Austria, no existían. Tampoco el Asentamiento Héroes y Mártires de Batahola, ni el Asentamiento Nora Astorga. Todos estos territorios estaban  cubiertos de matorrales, hierbas medianas y unos cuantos árboles. Sólo estaban allí, en el lado Sur de la Carretera Sur, por ejemplo,  las murallas o muros de la Embajada Norteamericana y un poco al Sur el Taller  Batahola del Distrito Nacional, ubicado al pie del Cerro Batahola, en cuya cúspide está la Residencia del Embajador Norteamericano.

En el lado Norte de la Carretera, un poco al Este de los muros de la Embajada Norteamericana, estaban unos talleres automotores mecánicos y eléctricos de la Mercedes Benz y de la KOMATSU. La Ferretería Lang estaba donde es hoy un Supermercado, frente al Guanacastón, y hacia al Noroeste de este lugar también era un sitio ocupado por matorrales, hierbas bajas y árboles no tan copiosos.

Supuestamente, el Estado Mayor Conjunto acordó efectuar  el Repliegue Táctico de Monseñor Lezcano a San Judas por los predios montosos de la hoy Batahola Norte, cruzar la Carretera Sur por el lado Oeste del muro de la Embajada Norteamericana, donde también estaba lleno de matorrales y hierbas crecidas; girar un poco al Este por el mismo muro circular de la sede diplomática del imperialismo yanqui genocida, y, además, de acuerdo con el plan trazado, una parte del Repliegue enrumbaría hacia el Este, por la orilla de la Cementera, para ir a tomar el cauce a la altura del Reparto San Martín; y la otra parte iría recto, por entre matorrales, por la orilla del Cerro Batahola, a salir por el Centro Comercial Nejapa, donde funcionaron los Juzgados de Managua hasta hace poco tiempo.

El mismo  acuerdo o plan del Repliegue Táctico de Monseñor Lezcano a San Judas indicaba que comenzarían a salir de un sector de Acahualinca, de las cercanías del Cine León, de los alrededores del “Leprocomio” (hoy Hospital Dermatológico Nacional), donde también había un predio montoso, vacío, donde hoy se ubica el Reparto España; seguirían por dentro del Barrio Loma Verde, llegarían a una esquina, ubicada una cuadra al Este de la entrada al Seminario Nacional (de la Iglesia Católica), y de allí cruzarían esa calle para adentrarse por entre los matorrales rumbo al Sur mediante caminitos vecinales “de a pie”, porque allí no habían calles.

Los heridos serían reubicados clandestinamente en casas de seguridad y, si se podía, llevados al Seminario Nacional, ubicado en una loma, de ENACAL hacia el Norte, en el borde de la Laguna de Asososca, para que fuesen atendidos.

Inclusive, los Jefes del Estado Mayor Conjunto tomaron la decisión de enviar a Luis “Bomberito” Montano para que fuera como enlace o “correo clandestino” a informarle al Estado Mayor Conjunto del FSLN para la Insurrección en el Occidente de Managua, ubicado en Loma Linda (Sierra Maestra), jefeado por Gabriel “Payo” Cardenal Caldera, que se iniciaba el Repliegue Táctico de Monseñor Lezcano a San Judas, con la finalidad de que le brindaran apoyo militar.

“Bomberito” Montano fue capturado por la EEBI en el cruce cercano a la Fosforera (en las cercanías de la Ferretería Lang), donde fue torturado y  asesinado igualmente de forma atroz porque se supone no les dijo nada a los guardias, e hicieron desaparecer su cadáver. “Bomberito” Montano, además de Combatiente Popular, era miembro del Conjunto de los Rambler. Nadie volvió a verlo.

Aparentemente, de acuerdo a testimonios de sobrevivientes de la Masacre de Batahola, hubo algunos desacuerdos entre Jefes del Estado Mayor Conjunto, y se produjo un fuerte altercado entre Pedro “Chaparro Henry” Meza (sobreviviente y hoy abogado) y otros miembros del Estado Mayor Conjunto de esta Zona Noroccidental de Managua. “¿Quién autorizó este Repliegue?”, preguntaba “Chaparro Henry”.

Varios sobrevivientes de la Masacre de Batahola suponen que además informaciones suministradas por “orejas” y “soplones” de la Guardia Nacional, esta discusión alterada pudo arrojarle mucho más información a los guardias sanguinarios.

Un contingente de guardias, mercenarios del CONDECA y asesinos feroces de la EEBI, ya estaban tendidos en la propia Carretera Sur, en los Talleres de KOMATSU y la Mercedes Benz, en la llamada “Punta de Plancha” o vuelta, o entrada, de la Carretera Sur hacia el Sur frente a los Talleres Mercedes Benz, donde tenían ya emplazadas dos ametralladoras: una calibre 50 y una calibre 30.

En la propia  Carretera Sur, de acuerdo con versiones de testigos sobrevivientes de la Masacre de Batahola,  otras dos ametralladoras eran movidas  en dos jeepones de la Guardia Nacional, y en este caso específico de la EEBI, de Norte a Sur y viceversa. Esas versiones aseguran también que otra ametralladora calibre 50 estaba emplazada en la faldas del Cerro Batahola, exactamente un poco encima del Taller Batahola, en ese entonces del Distrito Nacional y de donde salían las palas mecánicas ya mencionadas arriba.

Para sumarle más angustia a los apuros militares que ya tenían, “Challuya” Téllez asegura que por descuido de varios Combatientes Populares una embestida de los guardias sanguinarios les destruye una de las barricadas principales, ubicada del Cine León una cuadra al Norte, donde al mismo tiempo estaba una zanja ancha y profunda que impedía el paso de los enemigos somocistas. Esto ocurrió un poco después de las nueve de la mañana de ese 15 de junio.

Al ocurrir este desalojo militar, un grupo considerable de Combatientes Populares y pobladores quedan desprotegidos, y se ven obligados a replegarse rápidamente hacia el Sur, en rumbo al Seminario Nacional, desplazándose por patios del Reparto Lomas de Guadalupe.

Son coincidentes las versiones de Ramiro Salvador “Pelón” García Ramírez, Santiago “Muerto” Núñez Solís y Efraim “Challuya” Téllez, de que los Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares y Milicianos comenzaron a replegarse de Norte a Sur, caminando por entre patios, encima de techos y pegados a los muros de las calles, a eso de las once y media de la mañana del 15 de junio de 1979.

Mientras ellos caminaban clandestinamente, se fue sumando una gran cantidad de civiles: hombres, mujeres, niños y hasta ancianos, todos implicados en la Insurrección Sandinista de la Zona Noroccidental de Managua.

Los Combatientes Populares, Milicianos y Jefes Guerrilleros eran unos 150 en total, 15 de ellos regularmente armados con fusiles automáticos (ya prácticamente sin tiros en esos momentos). El resto portaban armas de cacería, inclusive pistolas y revólveres, ya sin municiones, especialmente después de los combates en la destrucción de la “Sierra Tres”, dentro de la Escuela San Martín y resto de combates móviles protagonizados los días 13 y 14 de junio en las calles de Monseñor Lezcano, Acahualinca, Colonia Morazán, San Sebastián, Balcanes, Santa Ana y en Loma Verde.

También son coincidentes las versiones de García Ramírez, Núñez Solís y “Challuya” Téllez de que los replegados estaban congregados más o menos a las doce del día de la esquina de entrada al Seminario Nacional, una cuadra al Este, en la vía que conduce hacia donde fue el Banco Popular, y ya cerca de la entrada de uno de los caminitos por entre los matorrales, hierbas crecidas y unos pocos árboles donde hoy está asentada la Colonia Batahola Norte.

Estas versiones indican que en ese momento estaban congregadas allí unas 400 personas en total, formadas en dos columnas. La inmensa mayoría eran civiles, desarmados, implicados en la Insurrección Sandinista.

Otro dato histórico  importante de este momento crucial es que se afirma que Alba Luz “Marta” Portocarrero Flores, Soraya  Hassan Flores, Silvio Porras García, Jorge Corea Briones,  y otros tres Combatientes Populares, con sólo un fusil en manos de “Marta” Portocarrero Flores y el resto con escopetas, por decisión del Estado Mayor Conjunto se suben en una camioneta roja recuperada y toman el rumbo de ENACAL por la 35 Avenida Oeste, con el fin de enfrentarse al contingente de guardias en este sector y tratar de abrirse paso a balazos, para que el Repliegue Táctico de Monseñor Lezcano a San Judas “ganara tiempo” y “espacio” para cruzar la Carretera Sur.

Una segunda versión añade que en realidad se subieron a un automóvil rojo, y que  los  calibres de los fusiles iban salidos por la ventana del carro.

Las versiones testimoniales de sobrevivientes de la Masacre de Batahola indican que efectivamente esta escuadra trabó combate con la soldadesca genocida, que los mataron a todos  y que sus cadáveres fueron desaparecidos mediante cremación.

Las dos columnas del Repliegue Táctico de Monseñor Lezcano a San Judas se internaron en el predio montoso mencionado, en pleno medio día, quizás era la una de la tarde. Convencidos de que presuntamente los contingentes de guardias sanguinarios genocidas no los habían detectado, caminaron sigilosamente, despacito por entre los matorrales, procurando no hacer ruido, hablar en voz muy baja, auxiliarse unos a otros, iban pendientes de que ninguno se quedara perdido o fuera de las dos columnas.

Los testimonios añaden que una columna, en medio de los matorrales, hizo un giro un poco al Este, para salir por la Calle en que se ubicaba Gallo y Villa y el actual INVUR, frente a la Embajada Norteamericana, y ya muy cerca de los Talleres de la Mercedes Benz.

La otra columna tomó rumbo Suroeste, como si fuera a cruzar y seguir por el centro de la actual Colonia Batahola Sur.

Supuestamente, los replegados que van buscando cómo cruzar la Carretera Sur por la Calle de Gallo y Villa, envían   a la Combatiente Popular y correo clandestino, Graciela Isabel “Linda” Barreto Orozco, a indagar con familias del vecindario, para saber cómo está tendido el contingente de guardias. Graciela Isabel Barreto pidió agua en una casa familiar, y ante su pregunta, le respondieron que la situación en la Carretera Sur era realmente peligrosa para ellos.

Siempre se denunció que cuando esta columna de replegados estaba ya en ese sitio, fue denunciada  por los “orejas” Ramón Valle Arancibia y Gabriel Valle, quienes presuntamente se movían en los alrededores.

Inclusive, hay una versión testimonial de que un tercer grupo de pobladores replegados, en hilera india, como un cien pies,  se desplegaban pegados a los muros en la dirección de donde fue después el Banco Popular, esquina opuesta al Restaurante Tinajones, rumbo a salir a la Carretera Sur, frente a la Ferretería Lang, lo cual parecía imposible, debido a que el día anterior, 14, los guardias se habían metido a Monseñor Lezcano por esta vía, y en ese lugar, en combate de resistencia, habían resultado heridos Ramiro Salvador García y “Muerto” Núñez Solís.

Los relatos recogidos entre sobrevivientes de esta Masacre de Batahola indican que los replegados, hombres y mujeres, casi todos jovencitos, esperaron tendidos en el suelo por un largo rato, antes de cruzar la Carretera Sur. Se supone eran entre las doce y media del día y la una de la tarde de ese día 15 de junio de 1979.

Finalmente se cruzan en fila, en columna formada. Las versiones testimoniales indican que una columna, estimada en unos 200, se cruza por el lado Oeste de los muros de la Embajada Norteamericana, y la otra, también de unos 200, se atraviesa por el lado Este de los muros de la sede diplomática gringa. Esta segunda columna se cruza unos 50 metros al Oeste de donde estaban los Talleres de la Mercedes Benz, donde estaban ya emplazadas las dos ametralladoras mencionadas.

Es necesario repetir que por todos los costados de los muros de la Embajada Norteamericana no habían las casas que existen hoy. Lo que existía eran  matorrales, hierbas crecidas y unos pocos árboles. Enfrente de los muros circulares de la sede diplomática yanqui genocida, al Este, en la orilla Este de una calle de tierra, estaban ubicados la Cementera Canal, la NICALIT y unos Talleres de KOMATSU. Un poco al Este de aquí se ubica un cauce, el  Reparto San Martin y hacia el Sur, otro cauce de poca profundidad, el cual es visible en la orilla Oeste del hoy Mercado Israel Lewites, el que tampoco existía en aquellos momentos del 15 de junio de 1979.

Supuestamente, los muchachos y muchachas replegados no ven guardias tendidos o desplegados en la Carretera Sur y se cruzan. Un poco al Sur de donde van cruzando había un espacio sin matorrales, como vacío, como campo de béisbol, al Este de los muros de la Embajada Norteamericana.

Cuando van caminando por allí les abren fuego balístico con todas las ametralladoras ya mencionadas, más la fusilería, quizás por centenares. Algunos sobrevivientes aseguran que también les dispararon desde encima de los muros de la Embajada Norteamericana.

Los testimonios de sobrevivientes señalan que era un diluvio de balazos de gran poder. Leonardo Iglesias Medina, uno de los sobrevivientes de esta Masacre de Batahola, fallecido hace poco tiempo, me contó antes de morir:

“Aquello fue un infierno espantoso. Cuando comenzó ese feroz ataque a mansalva, porque prácticamente todos íbamos desarmados, yo me tiré al suelo porque así lo habíamos aprendido cuando nos entrenamos para combatir a aquellos asesinos del somocismo. Al mismo tiempo, me arrastraba con la boca rosando el suelo y escuchaba y sentía que las balas me rosaban  el cuerpo y cortaban el zacate y los matorrales como si llevara yo una chapodadora poderosa encima de mí”.

“En esos momentos de angustia indescriptible, porque ves la muerte encima, yo oía cómo los balazos partían los cuerpos de mis compañeros y compañeras y los sentía caer a mi lado, o sencillamente, de reojo también veía que otros que se iban arrastrando igual que yo, y  eran impactados por las balas y ahí quedaban heridos mortalmente o ya muertos”, recordaba Leonardo Iglesias Medina, sin poder detener lágrimas que brotaban de sus ojos.

“No sé de dónde saqué y sacamos fuerzas quienes sobrevivimos a esta Masacre, porque yo recuerdo que me arrastraba y arrastraba, tal vez fueron unos diez minutos que se me hicieron eternos y absolutamente desesperantes. Incluso, a ciegas, por instinto de sobrevivencia y direccional, yo tenía la idea de ir a salir por la NICALIT y finalmente lo conseguí.  Corrí lo más veloz que pude para cruzar la calle y meterme al cauce que está para el lado Sur, y por entre ese cauce crucé la Pista  o “Bypass”, y finalmente,  un grupo de sobrevivientes llegamos a San Judas”, me contaba Iglesias Medina antes de fallecer en el año 2004. Leonardo Iglesias Medina fue concejal del FSLN en el 2001-2005, en el período de Herty Lewites Rodríguez.

Los guardias de la EEBI no cesaron de disparar en ráfagas hacia donde los Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares y pobladores civiles, corrían  y se arrastraban buscando cómo llegar a San Judas, que era un anhelo angustioso por salvarse y salvar la vida y enfrentando a los guardias mensajeros infernales de la muerte.

Iglesias Medina afirmaba que fueron entre diez y 15 minutos de balacera nutridísima en contra de ellos. Otros sobrevivientes indican que quizás fueron unos 20 minutos de balacera contra una masa de jóvenes, hombres y mujeres, que no pudieron defenderse de este nuevo ataque sanguinario somocista genocida  en contra de pobladores de Managua.

Iglesias Medina me decía que ninguno de los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares pudo hacerle frente a ese ataque genocida de la Guardia Nacional, pues, en primer lugar, virtualmente todos habían cruzado e ingresado al predio matorraloso, y en segundo lugar, casi todos iban desarmados y quienes llevaban fusiles automáticos, o de guerra, no portaban tiros consigo.

Leonardo Iglesias Medina me contaba que los sobrevivientes de la Masacre de Batahola al ganar la calle de la orilla de la Cementera Canal  y de NICALIT, se fueron corriendo, ya sin formación alguna de columnas, por tres vías: por el canalito que había en medio del predio, exactamente del lado Sur del muro de la Embajada Norteamericana hacia el Sur, en rumbo a pasar por la orilla del Plantel Batahola y también por el Centro Comercial Nejapa; un segundo grupo de sobrevivientes siguió por el cauce que está paralelo al hoy Mercado Israel Lewites Rodríguez y un tercero logró irse de cruzada por el Barrio Altagracia y tomar también como rumbo escondido el cauce que se ubica paralelo a las instalaciones de la Alcaldía de Managua, por el lado Este del “Centro Cívico Camilo Ortega Saavedra”.

Es precisamente en este último cauce que los guardias somocistas sanguinarios, acantonados en el Centro Cívico, detectan que Eduardo José “Ñato” Argüello Bohórquez, hermano menor de Alexis Argüello Bohórquez, cuando va corriendo por dentro del cauce y lo matan con ráfagas de fusiles por donde está el Semáforo en la Pista de la Resistencia Sandinista, entonces llamada “By Pass”.

Vecinos de los alrededores contaron después que los sicarios sanguinarios del somocismo genocida que aún así, asesinando a mansalva, los guardias inicialmente entraron con miedo al predio matorraloso (al Este y Sur de los muros de la Embajada yanqui), donde con ráfagas de fusiles y tiros de pistolas remataban a todos los que encontraban muertos, o estaban vivos todavía.

Detrás de los guardias asesinos ya venían “muy diligentes” los conductores de las palas mecánicas y de los camiones volquetes. Después de convencerse de que ya los habían rematado a todos los masacrados, entonces entre los matorrales, para esconder este otro crimen espantoso, de lesa humanidad, los guardias de la EEBI arrastraron los cadáveres hasta un punto cercano a la NICALIT, los pusieron en fila, y luego con la pala mecánica los lanzaban dentro de los tráilers de los camiones volquetes del Distrito Nacional.

Concluida esta obra macabra, espantosa, los cadáveres amontonados dentro de los camiones, fueron llevados a echarlos en una zanja que estos despreciables genocidas ya habían hecho muy cerca de donde tenían la Academia Militar y de los edificios del Banco de América y del Banco Central, y por donde después se construyó la Plaza de los No Alineados, porque estaban seguros de que iban a ocultar las huellas horribles de esta otra matanza, conocida hoy como Masacre de Batahola.

En ese sitio fue construido un monumento en memoria eterna a estos Héroes y Mártires de la Revolución Popular Sandinista. Este monumento está en el lado Este de la Asamblea Nacional, cuyas autoridades cuidan de él en forma permanente. En la parte baja, en un círculo, están 80 nombres de los que se ha confirmado cayeron abatidos por las balas disparadas a mansalva por estos asesinos del somocismo genocida.

En mi libro “Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya” ya se publicaba un listado no oficial  de los Héroes y Mártires asesinados a mansalva por aquellos sicarios sanguinarios; y en otro libro de Patrimonio Histórico de la Alcaldía de Mangua, asimismo se publicó un listado en que se afirman fueron 72 los masacrados en Batahola.

En el monumento mencionado, en memoria de estos Héroes y Mártires de la Revolución Popular Sandinista, hay colocadas 87 placas con igual número de nombres. Es posible que mediante la investigación que he iniciado, este listado de Héroes y Mártires, masacrados en Batahola, crezca en número, como ocurrió cuando hice una investigación más cuidadosa y paciente sobre los caídos en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, ocurrido los días 27, 28 y 29 de junio de 1979.

Por mi parte, mediante pláticas con sobrevivientes de la Masacre de Batahola, y tomando en cuenta el listado oficial de la Asamblea Nacional, colocados cada uno de los nombres en el monumento mencionado, tenemos la siguiente lista de Mártires o caídos:

Arnoldo “Viejo” Real Espinoza, Silvio Porras García, Alba Luz “Marta” Portocarrero Flores, Soraya “Flor” Hassan Flores, Allan “Sherman” Álvarez Miranda, Antenor Aguilar,  Carlos Mendoza Montano, Carlos Ortiz, César Vidal Lara Tercero, Denis Argeñal, Eddy Meléndez Morales, Eduardo García, Eduardo José “Ñato” Argüello Bohórquez, Enrique “Corsario” Martínez Rayo, Edwin Gutiérrez, Elías Alfredo Pérez, Enrique Gutiérrez Serrano, Ernesto “Franklyn” Cedeño, Fanor Gaitán, Fernando Javier Aguinaga, Francisco Hernández, Francisco Javier Zeledón López, Francisco Gutiérrez Velásquez, Francisco Rodríguez, Gerardo Omar López, Gustavo “Tortillero” González, Horacio José Lorío Hernández, Ignacio Varela, Javier Antonio Martínez Velásquez, Jorge “Bladimir” Corea Briones, Jorge Martínez, Jorge Zapata Borge, José David Rocha Hernández, José Domingo “Chanchero” Martínez, José Domingo Romero, José Enrique Bermúdez, José Esquivel Acevedo, José Gonzalo Largaespada Martínez, José Isabel Bermúdez, José Peña Gutiérrez, José Rafael Bermúdez, José Ramón Rayo Suárez, Juan Horacio Rivas Rodríguez, Juan Rafael Bermúdez, Juana María Torrez Espinoza, Julio Loáisiga, Julio Villalta, Leonel Morales, Graciela Isabel  “Linda” Barreto Orozco, Luis Martínez, Luis  “Bomberito” Montano, Manuel Espinoza Cabrera, María José Sáenz, Marta Olivia, Mary José Matus, Mauricio A. Gutiérrez R., Mauricio Alegría, Mauricio Mayorquín, Miguel José Matus, Miguel Velásquez López, Napoleón Lara, Nelson Berríos Parra, Noel Padilla Pérez, Orlando Núñez Hernández, Oswaldo Enrique López Alegría, Pablo Solórzano, Pedro Antonio Túkler Rugama, Raúl López Flores, René Gutiérrez, Reyna Carballo Membreño, Ricardo J. Munguía Talavera, Roberto Díaz Meza, Róger Benito Martínez, Róger Martínez Abarca, Ronaldo Antonio Velásquez Morales, Rubén Mendoza, Samuel Antonio Medal Ramírez, Samuel “Samuelillo” Barreto,  Víctor Manuel Aguirre Mendoza, Wilfredo Juan Rodríguez, Jazmina Bustamante Peña y Zulema Baltodano Marcenaros.

¿Cuántos eran realmente, entre varones y mujeres, los participantes en aquel Repliegue Táctico de Monseñor Lezcano a San Judas? ¿Cuántos fueron asesinados, o masacrados? ¿Cuántos sobrevivieron a esta balacera horrible?

Un grupo de los mismos sobrevivientes, entre otros, Ramiro García Ramírez, hicieron una investigación de varios años, mediante entrevistas a Combatientes Históricos, familiares y amigos, la cual dio como resultado este listado todavía incompleto de sobrevivientes de la Masacre de Batahola:

Ramiro “Pelón” García Ramírez, Santiago “Muerto” Núñez Solís, Pedro Benjamín José “Chepe” Medina Solís, Francisco Javier “Machigüe” Sánchez Suazo, Ramiro “Julio” Martínez Miranda, Emilio José “Monimbó” Mercado, Alejandro “Marciano” Díaz Meza, Carlos Alberto “Corsario” Martínez Rayo,  Pedro “Chaparro Henry”  Meza Vílchez, Carlos “Mago” Díaz Moreira, Fanor Ibarra González, Lombardo Márquez Reyes, Roberto Antonio “Piojo” Sánchez, Efraim “Challuya” Téllez, Mario Antonio Barrera Beteta, Domingo Ernesto “El Tuckler” Tuckler, Wilfredo Mayorquín, Róger Almendárez Román, Álvaro Antonio Pérez Morales, Bismarck “Cumbita” Sandoval Estrada, Marvin “Chorro de Humo”  Gutiérrez Mendoza, Orlando Díaz Meza, José María “Samuel” Ibarra González, Armando Ibarra González, Walter Almendárez Román, David  Lorío Hernández, Álvaro “Manteca” Espinoza, Adolfo Reyes, Armando “Mono” Mendoza, César Sediles, Óscar “El Pausado” Vargas Cruz, Róger Antonio “Gavilán” Bermúdez Morales, Chino “Braulio” Zepeda, Eduardo “Chacho”  Sánchez, Miguel Jerónimo “Chayotón” Vásquez López, Néstor “Gemelo” Castillo, William “Gemelo” Castillo, Enrique López Castillo, Gregorio Maldonado, Ricardo López Alegría, Ángela “Pata de Yuca” Vargas, Julio Paniagua, Abba “Abba” Medina, Edwin Antonio “Chicha”, “El Loco” Cabrera, César de Jesús “Cachín”  Amador Zeas, Óscar Mayorquín, Martín López, Uriel Antonio Tijerino Carrillo, Medardo Eliseo Tijerino Carrillo, Marlon José Tijerino Carrillo, Francisco “Chico Zorro” Mercado, Martín “Renco” Fonseca,  Antonio “Foca” Maldonado Medina, Leonardo Iglesias Medina,  Eduardo “Iván”   García, y otros sólo conocidos por nombres de: Rubén, Cairo, Psinga, Henry y Fernando.

Testimonios de algunos de estos sobrevivientes de la Masacre de Batahola, entre otros Leonardo Iglesias Medina (ya fallecido hace varios años; fue concejal del Frente Sandinista en Managua) y Ramiro García Ramírez,  la mayoría de los sobrevivientes que lograron llegar a San Judas, les tocó vivir el siguiente episodio de la otra masacre perpetuada por la Guardia Nacional en la Hacienda El Vapor, en los Lomos o Montañas de El Crucero, al Sur de Managua, los días 16 y 17 de junio.

Además, quienes lograron sobrevivir a esta otra masacre en la Cordillera Sur de Managua, se fueron a la Zona Oriental Insurreccionada y asimismo participaron en el  Repliegue Táctico de Managua a Masaya, el cual fue también masacrado mediante bombardeo aéreo por la Guardia Nacional sanguinaria somocista en “Piedra Quemada”, Masaya, resultando más de 80 muertos o caídos, entre ellos Óscar Gutiérrez Serrano, uno de los sobrevivientes de Batahola. Su hermano Enrique Gutiérrez Serrano fue uno de los muertos en la Masacre de Batahola.

Otra masacre en Miraflores, Xiloá

Repliegue o Éxodo de Santa Ana a Mateare

El  16 de junio, un día después de la Masacre de Batahola, se produce un Repliegue, o Éxodo, bastante masivo de pobladores civiles y Combatientes Populares heridos de los vecindarios Santa Ana, Acahualinca, Balcanes y San Sebastián hacia el casco urbano de Mateare.

 Al conocerse de la Masacre de Batahola aquel 15 de junio, después del medio  día, centenares o miles de pobladores entraron en pánico, especialmente al notar que entraban más soldados sanguinarios genocidas a estos vecindarios, con más equipos de artillería pesada, al mismo tiempo que los pilotos sanguinarios seguían  bombardeando estos Barrios Noroccidentales, y en toda Managua.

Relatos testimoniales de José Dolores “Chepe Lolo” Galo Estrada y Santiago Núñez Solís, ambos sobrevivientes de la Masacre de Batahola, indican que unos 1,000 pobladores se organizaron en secreto y decidieron irse hacia Mateare por medio de los rieles del Ferrocarril, el cual pasaba, cuando existía, en la orilla de Acahualinca y Santa Ana.

Núñez Solís y “Chepe Lolo” Galo Estrada sobrevivieron a la Masacre de Batahola, pero no lograron cruzar hacia San Judas. Se fueron a refugiar en el Seminario Nacional, de donde partieron clandestinamente hacia el lado de Acahualinca. Núñez Solís andaba herido. ”Chepe Lolo” Galo estaba ileso, y formaba parte de los Comandos Revolucionarios Sandinistas del Pueblo, de Tendencia Proletaria. Un grupo de Combatientes de estos Comandos Revolucionarios se hicieron cargo el 16 de junio de acompañar a la multitud de gente hasta Mateare, ubicado a 21 kilómetros al Oeste de Managua, en la orilla del Lago Xolotlán o de Managua.

El testimonio de “Chepe Lolo” Galo Estrada  indica que a pesar del pánico reinante, el operativo para este Éxodo masivo a Mateare se organizó en secreto. Como en típico Repliegue de Combatientes Populares, los pobladores civiles, hombres, mujeres, ancianos y niños, salieron sigilosamente de sus casas cuando ya era de noche.

Por orientación de una escuadra de apenas seis Combatientes Populares, entre los que se contaba “Chepe Lolo” Galo Estrada, puestos en los rieles se formaron dos columnas, una a cada lado de las hileras metálicas del Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua. Como era de noche, a los participantes en el Éxodo o Repliegue se les pidió que procuraran no hacer ruido. Tampoco debían usar ropas blancas o claras, no debían llevar cosas que brillaran en la oscuridad, no encender focos de mano, ni fósforos, con el fin de evitar ser detectados por la Guardia Nacional somocista sanguinaria.

Al llegar a la Estación del Ferrocarril en Miraflores, ubicada entre Acahualinca y Los Brasiles, ya en la madrugada del 17, decidieron descansar y reanudar la marcha muy de mañanita. Unos cuantos se acostaron en el piso de ladrillos cuarterones sucios de la Estación del Ferrocarril, otros en el puro suelo, y una minoría acompañó a los Combatientes Populares para montar guardia en prevención de que los soldados enemigos los descubrieran.

Reanudaron la marcha a eso de las seis de la mañana. Cuando iban caminando en silencio por el cauce de Miraflores, a la altura del Puente de Cruce Xiloá-Miraflores (carretera pavimentada), a eso de las siete de la mañana, se toparon repentinamente con otra sorpresa horrible, pues un grupo de guardias tenían un retén allí, y estaban torturando, primero, y luego procediendo a matar con balas a unas diez personas que tenían capturadas.

“No podíamos darnos el lujo de que la guardia nos detectara, porque podía ejecutar en nosotros, en la multitud, una nueva masacre. Nos escondimos silenciosamente entre los matorrales y en el cauce. Un grupo de los Combatientes Populares  nos reunimos para discutir un plan, y acordamos desviarnos hacia el Norte con toda la gente, para salir como a  un kilómetro hacia el lado de la Laguna Xiloá, ubicada en la Península de Chiltepe”, recuerda Santiago Núñez Solís.

Ya en pleno día, con sol abundante, continuaron la marcha por entre matorrales, en rumbo al poblado de Los Brasiles. Al llegar a este punto caminaron por la orilla del Lago de Managua hasta llegar a la Estación del Ferrocarril en el casco urbano de Mateare.

Entre Managua y Mateare estos rieles estaban ubicados en la orilla del Lago Xolotlán o de Managua, y cerca de la Laguna de Xiloá a la altura del Aeropuerto Escuela de Aviación Los Brasiles.

Dichosamente fueron recibidos por el cura de la Iglesia Católica. En esa Iglesia los pobladores civiles  permanecieron refugiados hasta el Triunfo de la Revolución Popular Sandinista. Otros, como Santiago Núñez Solís, ya “quemado” como Combatiente Popular se regresó de forma clandestina y se fue a refugiar en la Embajada de México, en Managua.

Fuentes documentales: Informe e Investigación realizada  por un grupo de ciudadanos del Reparto Loma Verde y de Monseñor  Lezcano  sobre caídos y sobrevivientes de la Masacre de Batahola; “Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, de Pablo E. Barreto Pérez; “20 Años Cumplidos, Crónicas del Triunfo y dos Repliegues Tácticos del FSLN”, de Pablo E. Barreto Pérez, “Memoria Histórica: Héroes y Mártires de Batahola”, de la Alcaldía de Managua; Listado oficial de la Asamblea Nacional sobre los caídos en la Masacre de Batahola.

Fuentes orales:  Entrevistas  a sobrevivientes, entre otros: Leonardo Iglesias Medina (ya fallecido), Santiago Núñez Solís, Salvador Ramiro García, José Dolores “Chepe Lolo” Galo Estrada, Rina Rocha Hernández, Carlos  Díaz, Gloria Portocarrero Ramos, Ángela Rafaela Hernández Mayorga, Carlos Alberto Martínez Rayo.

*Pablo Emilio Barreto Pérez: Periodista, investigador histórico, Cronista de la Capital.

 

17 de junio de 1979

Masacre en la Hacienda El Vapor, en lomos de El Crucero

*Fueron 12 Combatientes Populares los asesinados en El Vapor, según informe oficial de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos  “Gabriel Cardenal Caldera”

*¿Fueron traicionados  por un grupo fuera de control?

*Eran unos 1,000 los replegados hacia la Haciendas cafetaleras de las montañas sureñas de Managua

*Muralla de fuego balístico popular detenía a sicarios

Pablo E. Barreto Pérez

Después de la horrenda y atroz Masacre de Batahola, el tirano sangriento genocida Anastasio Somoza Debayle, su Guardia Nacional y sus generales, coroneles, mayores y capitanes, incrementan, ese mismo día 15 de junio,  de manera extraordinaria la cantidad de tropas y equipos bélicos pesados en contra de la Insurrección Sandinista en Managua, en las tres Zonas: Oriental, Suroccidental y Noroccidental.

Con la Masacre de Batahola, el Repliegue Táctico masivo del OPEN TRES hacia San Andrés de La Palanca y el Éxodo de Santa Ana-Acahualinca hacia Mateare, la Insurrección Sandinista en la Zona Noroccidental quedaba virtualmente desarticulada. Al menos unos 50 de esos Combatientes Populares pasaron a engrosar las filas de columnas y escuadras en la Zona Suroccidental, donde la guerra de guerrillas contra el enemigo somocista genocida, de hostigamientos, emboscadas y retiradas rápidas, continuó sin parar todavía en la noche del 15 de junio. Igual ocurría en la Zona Oriental, o Principal Insurreccional, en Managua.

Sobre este 15 de junio de 1979  y las masacres en los barrios occidentales de Managua, el Comandante Carlos Núñez Téllez en su informe  titulado “Un Pueblo en Armas”, dirigido a la Dirección Nacional Conjunta del FSLN en aquel momento crucial de la Historia de Nicaragua, dice lo siguiente:

“Anteriormente señalábamos que al estudiar el Plan (Militar) de Managua habíamos partido de una resistencia activa de corta duración, con el objetivo de esperar el avance de los otros Frentes de Guerra (del FSLN) y todos juntos lanzarnos al asalto de la fortaleza enemiga.

“Más de seis días llevamos de estar resistiendo al máximo la acción de la guardia genocida por distintos puntos. Era una acción insistente por el Puente San Cristóbal, Transporte Modernos y Carretera Norte, acción  militar que se paralizaba solamente cuando sentían en carne propia la vigorosa respuesta de los Combatientes y Milicianos Sandinistas.

“Comenzábamos a preocuparnos. Tal ritmo de lucha militar  no podía resistirse indefinidamente, solamente con moral combativa. Se hacía necesaria la presencia de otros Frentes, de armas, de hombres experimentados, máxime que la resistencia en los Barrios Occidentales comenzaba a declinar, doblada por la ofensiva criminal del ejército somocista.

“Monseñor Lezcano, San Judas, OPEN III (Ciudad Sandino) y Acahualinca prácticamente se habían convertido en campos de concentración. La población de San Judas y Ciudad Sandino se habían visto obligados  a emigrar hacia unas montañitas aledañas, llevándose consigo a centenares de heridos y Combatientes.

“Ya para ese entonces habían caído heroicamente Combatientes como René Cisneros Vanegas, Arnoldo “Viejo” Real Espinoza y Adolfo Aguirre Stathadgen, destacados militantes sandinistas y solamente Gabriel Cardenal (Comandante “Payo”) y Eduardo Cuadra Ferrey habían logrado retirarse y ponerse en contacto con nosotros”.

Continúa el Comandante Núñez Téllez:

“Al observar el vencimiento de los tres días y notando el empuje decidido de la guardia somocista, que se apoyaba en la infantería y en los blindados, el Estado Mayor General del Frente Interno comienza a hacer llamados a los distintos Frentes de Guerra (del FSLN) para que intensifiquen la lucha, se solucione la disputa del terreno y avancen sobre la Capital (Managua).

“Esta espera a veces se volvía bastante desesperante, indudablemente porque estábamos enmarcados y convencidos de que el Plan Militar (Insurreccional) de Managua era defensivo y que de ninguna manera, a partir de los recursos materiales y de las fuerzas, podía contemplarse la toma de la Capital y más todavía, porque se trataba de una fuerza pequeña (la del FSLN) alrededor  de 150 Combatientes con armas de guerra y varios centenares de Milicianos que estaban luchando y librando batalla en la retaguardia estratégica del enemigo (Guardia Nacional), en el corazón del enemigo y por supuesto, los sandinistas no nos equiparábamos ni numérica ni técnicamente al potencial de fuerzas y volumen de fuego del enemigo.

“A partir del viernes 15, las barricadas del Barrio Riguero, defendidas por los Milicianos, comienzan a ser tomadas por las tropas somocistas y los milicianos repelidos hasta las posiciones regulares; comienzan a presentarse los primeros problemas, la concepción del combate regular es asimilada por los milicianos, pierden las perspectivas del combate callejero y comienzan a exigir armas automáticas para mantenerse.

“Esto es más grave por cuanto la guardia comienza a avanzar apoyada en su alto volumen de fuego y como es natural, las fuerzas milicianas faltas de armamento calificado, se ven obligados a abandonar las trincheras muchas veces en desorden.

“Claro, en parte nosotros somos responsables de esta situación. Esta actitud, esta conducta, es el resultado de un trabajo no concluido. También en esos  días se dan otros tipos de problemas, como es la competición entre el fusil Fal y el Rifle 22, con el consiguiente celo de los milicianos que se sentían como marginados.

“Lo cierto era que las difíciles condiciones que teníamos, que son las mismas con las que  habíamos entrado al combate, no nos posibilitaban poder armar a todos los compañeros que así lo deseaban.

“Y particularmente es más sentido porque el Miliciano era por naturaleza un Combatiente Audaz y tanto más  si tomamos en cuenta que había sido fogueado en una modalidad de combate eminentemente defensivo, a  tal punto que en determinado momento llegaban a derrochar una gran audacia y arrojo en el combate.

“Su mentalidad de asalto, su capacidad de desplazamiento masiva, siempre los habilitó para combatir hasta el fin, más o menos armados. Este problema se vería posteriormente  más agudizado cuando comienza a faltarnos el parque (tiros) de los Milicianos y por las limitaciones objetivas para proporcionárselo.

“Es necesario que si bien es cierto que nosotros teníamos objetivamente delineado nuestro campo de defensa, por el mismo levantamiento general, existían focos de resistencia en el Barrio Riguero, en La Rebusca y en la Máximo Jerez desde los primeros días.

“Por allí comenzó el enemigo su actividad de cerco y aislamiento de la Zona Oriental. Sobre los barrios mencionados se hizo sentir el despliegue militar y el poder de fuego de los somocistas hasta lograr que quedara perfectamente delineado el  Teatro de Guerra Oriental.

“Es así como a partir de este momento, la acción de la guardia se concentra en la Zona que ha conseguido aislar del resto de la Ciudad, dando origen a una tónica común de los futuros días: el enemigo tratando de penetrar y los revolucionarios ceñidos a su empeño de no permitirlo, costara lo que costara.

“Eso sí, los cálculos del Estado Mayor General del Frente Interno y del Estado Mayor de Managua eran acertados: la muralla de fuego levantada (en trincheras de combate FSLN) se interponía como un gigante entre los contendientes, las inmensas barricadas de adoquines derribadas por los tanquetazos, resurgían al día siguiente más fortificadas, las recuperaciones de armas a la guardia aunmentaban,  acompañadas de sensibles bajas (guardias muertos y heridos).

“Era como golpear una muralla impenetrable, con la diferencia de que estas barricadas habían sido levantadas con los adoquines fabricados por las empresas del dictador… el adoquín, expresión de lucha y rebeldía, se levantaban como una maldición que lo llevaría a la tumba política

“El sábado 16 (de junio) cumplíamos una semana de haber insurreccionado la Capital. Las fuerzas estratégicas (Frentes de Guerra del FSLN)  seguían sin  llegar y en todos los sectores de Managua se seguía combatiendo”, expresaba el Comandante Carlos Núñez en su informe a la Dirección Nacional Conjunta del FSLN, titulado “Un Pueblo en Armas”.

 

15, 16 y 17 de junio de 1979

Otra Masacre de la Guardia genocida, esta vez en Hacienda El Vapor

Diluvio de balazos y cañonazos contra replegados de San Judas a Lomos de El Crucero

*Según registros de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos Gabriel Cardenal Caldera, ubicada en el Barrio San Judas, en la Masacre en la Hacienda El Vapor, cayeron 12 asesinados:  Humberto “Tantum” Salinas, Mario  Santamaría y un hermano suyo no identificado,  Noel “Montatoros” Salinas, Freddy “El Mínimo” Téllez, Donald Cristhian “Mandril” Flores, Roberto Alvarado Flores, Julio “Peineta”, Angélica Lara, Ramiro Martínez, David “Pelón” Casaya y  Roberto “Pilinche” Álvarez Rosales.

*Algunos Combatientes Históricos de la misma Asociación Gabriel Cardenal Caldera aseguran que  por lo menos fueron 17 los asesinados en la Hacienda El Vapor, en los Lomos de la Cordillera montañosa de Managua, pues había, al momento de la Masacre ejecutada por la Guardia Nacional-EEBI, una gran cantidad de  jóvenes (hombres y mujeres) que eran desconocidos, que estaban totalmente desarmados, que no tenían entrenamiento militar alguno que no pudieron evadir a los soldados somocistas sanguinarios de la GN genocida.  Han solicitado se haga una investigación histórica a fondo.

Los Batallones élites de la Guardia Nacional y del grupo de asesinos y mercenarios de la EEBI, duplicaron o triplicaron su ofensiva contra las tropas populares sandinistas insurrectas, acompañadas estas por pobladores civiles, contra la Insurrección Sandinista en las Zonas Suroccidental, Noroccidental y Oriental de Managua,   y al mismo tiempo arreciaron las “operaciones limpiezas” y “tierra arrasada”, especialmente después de ejecutadas por esos guardias sanguinarios genocidas las Masacres del Kilocho Sur  y de Batahola, ocurridas los días 14 y 15 de junio de 1979.

La guardia había lanzado nuevamente otra ofensiva militar de enorme envergadura contra los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares, integrantes de ocho columnas con unos 300  miembros, la mayoría de ellos sin armas ni municiones, en el Frente de Guerra Insurreccional Suroccidental de San Judas, Loma Linda, Villa Roma, Vista Hermosa, Torres Molina y San Patricio.

Los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares hacían labor guerrillera de ofensiva móvil, defensiva al mismo tiempo, hostigando a los enemigos, montándoles emboscadas,  desesperándolos, poniéndolos nerviosos, pero al mismo tiempo, como afirmaba el Comandante Núñez Téllez, el volumen de fuego balístico, de artillería pesada y cantidad de hombres-infantería era impresionante, total y absolutamente desventajosa para las fuerzas revolucionarias, ante la poca cantidad de Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares y Milicianos,  que además estaban prácticamente desarmados por la falta de municiones, comida y medicinas para curar a los heridos.

Era una guerrilla heroica, temeraria, audaz, y tan genial como la de Sandino contra los yanquis (1927-1933), pero esa resistencia popular tenaz ya estaba resultando virtualmente imposible de sostener en ese otro Teatro de Guerra en el Suroccidente de Managua.

De acuerdo con los testimonios de Cristóbal “Gersán” Guevara Casaya, miembro del Estado Mayor Conjunto del FSLN en la Zona Suroccidental de Managua; de Víctor, de Mario y de Carlos Cienfuegos Aburto; de José de Jesús “Chepechú” Zamora, el mismo 15 de junio al medio día, mientras la batalla era generalizada en San Judas, Loma Linda, Torres Molina y Villa Roma, el Estado Mayor Conjunto, encabezado por Gabriel “Payo” Cardenal Caldera, ya tiene planeado reiniciar un Repliegue Táctico hacia los Lomos o montañas de El Crucero porque ya la situación militar les era insostenible por la enorme ofensiva de la guardia, escasez de municiones para fusiles automáticos  y armas de cacería,  existencia de muchos heridos, tanto civiles como Combatientes; carencia de utensilios y medicinas para curar los heridos, escasez de comida, cansancio notorio entre Combatientes y pobladores implicados en la Insurrección, y que la soldadesca sanguinaria los está cercando, les está formando una “U” mortal por los lados Suroeste, Norte y Este, pues ya se habían tomado toda la faja del  “Camino de Bolas” y el sector del Aserrío, en el Este de San Judas; además estaban desarrollando una ofensiva colosal del lado Norte (Colonia Independencia, Héroes y Mártires del Bocay hacia el  Sur), y estaban afanados en abrir brecha  por el lado Suroeste del Reparto San Patricio, con el fin de tomarse ese camino que permite la entrada  por Ticomo hacia “Loma Linda” (Sierra Maestra), Villa Roma, Sur de San Judas y Reparto Torres Molina (Camilo Ortega Saavedra).

Los mismos pobladores implicados en la Insurrección Sandinista están planteando la necesidad de replegarse nuevamente hacia los  Lomos montañosos de El Crucero. Gabriel “Payo” Cardenal Caldera les ordena a los jefes de las ocho columnas que resistan en posiciones claves como las lomas que comunican con el lado Oeste por San Patricio, por las Lomas de San Judas, al Oeste; y en rumbo a los sitios por donde avanzan los asesinos de la tiranía somocista; y que hagan guerrilla móvil constante, hostigamientos sorpresivos, emboscadas, golpes militares relámpagos y retiradas igualmente rápidas, para impedir el ingreso de los contingentes de guardias hacia las entradas de Loma Linda (Sierra Maestra) y las entradas al Barrio “Torres Molina” (Camilo Ortega Saavedra), y facilitar de ese modo el inicio del Repliegue Táctico hacia los Lomos de El Crucero.

“Soporten, en forma audaz y tenaz, hasta que hubiésemos salido con los heridos y pobladores”, les ordena “Payo” Cardenal Caldera a los jefes de su tropa heroica en San Judas, Loma Linda, Villa Roma y Torres Molina.

Era después del  medio  día  del 15 de junio de 1979. Este operativo militar insurreccional para salvar a la tropa guerrillera del Frente Sandinista y pobladores implicados se producía casi al mismo tiempo en que estaba produciéndose la Masacre monstruosa de Batahola.

La orden militar de Gabriel Cardenal Caldera es terminante: Deben ser transportados los heridos menos graves en el Repliegue Táctico hacia los Lomos de El Crucero; debe procederse de inmediato a dejar muy bien resguardados los heridos graves en casas de seguridad, y debe ser organizado cuidadosamente el Repliegue o Retirada de los pobladores (hombres, mujeres, niños y niñas) implicados en el apoyo directo a la Insurrección en los Barrios del Suroeste de Managua.

Uno de los heridos es Adrián Meza Soza, de la Tendencia Proletaria, miembro del Estado Mayor Conjunto en la Zona Suroccidental. René Cisneros Vanegas, miembro del Estado Mayor Conjunto, uno de los Jefes en la Tendencia Proletaria, había caído ese mismo día en los fieros combates contra los guardias frente al Cine del Barrio San Judas, del Ceibón hacia el Este.

El Estado Mayor Conjunto del FSLN y algunos miembros en particular ya habían conseguido varios jeeps y camionetas para transportar los heridos, si era posible, hasta las Haciendas Cafetaleras San Blass, San Pancho y El Vapor, todas ubicadas a más de 700 metros de altura, en el costado Sur de Managua, en la Cordillera Montañosa de Managua, la cual comienza en el Complejo Volcánico de Masaya y termina en el borde del Lago de Managua, por el Oeste del casco urbano de Mateare.

“Un diluvio de morteros, rockettes, bombas de 500 y mil libras, ráfagas interminables de ametralladoras caen sobre todo San Judas, Loma Linda, Villa Roma y Torres Molina, mientras desde un sitio alto en que estamos resistiendo las embestidas del enemigo para el lado de San Patricio, también vemos que centenares de pobladores caminan y corren hacia el Sur, buscando las entradas o salidas del Barrio Torres Molina, porque el Repliegue Táctico de San Judas a los Lomos de El Crucero, ha comenzado”, escribió en su informe Cristóbal “Hersán”, o “Gersán” Guevara Casaya, quien era miembro del Estado Mayor Conjunto del FSLN clandestino  en la Zona Suroccidental de Managua.

“Gersán” Guevara con su columna No. 8 está resistiendo  el diluvio de balazos por el lado de San Patricio, en el Suroeste; mientras Víctor “Bayardo” Romero,  Mauricio del Carmen “Chepe Kiel” Kiel, William Díaz, Cairo Téllez, Julio Ruiz y Justo, Jefes Guerrilleros todos, con unos 50 Combatientes Populares mal armados, están resistiendo dentro de San Judas, para el lado Sur, de forma móvil, haciendo guerrilla, atacando desde patios y techos de casas, con el fin de cumplir la orden estratégica de Gabriel Cardenal Caldera de que “debemos salvar, cueste lo que cueste, a costa de nuestras vidas si es preciso,  a los heridos, a los pobladores que nos han apoyado y a la tropa de Combatientes Populares”, así era de terminante la orden de Gabriel “Payo” Cardenal Caldera.

El Plan Militar de “Payo” Cardenal Caldera para esta Retirada o Repliegue Táctico era que las oleadas humanas de pobladores y Combatientes se irían en “tres impulsos”, protegidos por la resistencia de nuestras fuerzas combativas”, habría expuesto “Payo” Cardenal  Caldera en una reunión clandestina para decidir el nuevo Repliegue Táctico de San Judas a los Lomos de El Crucero.

“La fila era un ciempiés larguísimo de patas humanas, curvo y recto en algunos momentos”, describe “Gersán” Guevara Casaya cuando habla de una fila inmensa que empezó a verse a eso de las tres de la tarde al Sur de Loma Linda y Torres Molina.

“Juan Bautista”,  “Juan Gato” Rojas y su cuñado con otro grupo de Combatientes   Populares salen por Torres Molina, rumbo a los Lomos de El Crucero. Las olas humanas se incrementan cada vez más. Allí trotaban y corrían gentes de todos los Barrios Occidentales y de todas las edades. Pedro y su gente resiste fieramente a la embestida de la infantería GN en la entrada a Torres Molina”, relata “Gersán” Guevara Casaya.

Añade “Gersán”: “El enemigo se filtró por las hondonadas que están al Oeste del Barrio San Judas y suben al camino de entrada. Los GN se apostaban en unas casitas que estaban como a 100 metros de la entrada. Nosotros, mi grupo y yo, al Noroeste desde las Colinas, amortiguando con balas para que el enemigo no se tomara la Ceiba cruzada en el camino. Esta Ceiba la pretendían utilizar de trinchera. Soportamos los rocketazos y permanecemos allí casi dos horas, con el fin de que los soldados GN no tomen nuestras posiciones, de lo contrario, San Judas y Loma Linda, por el Sur, quedarían ya totalmente indefensos. Desde estas colinas, Loma Linda presenta un panorama amplio, completo, hacia el Norte”.

Sigue “Gersán” su relato: “Entre las tres y cuatro de la tarde, el enemigo somocista que se aproxima a San Judas, estaba ya a la entrada de Loma Linda, por el Arandú”. Nosotros sentimos la lluvia de balas muy cerca por el Noroeste. Pedro y la “Piyuca” y su escuadra retroceden. Los guardias criminales se toman la entrada a Torres Molina. A nosotros, a mi columna y a mí, también el enemigo nos gana la Ceiba. Tiburcio me comenta: Hermano, por aquí ya todo mundo pasó, el Repliegue ya va saliendo por Torres Molina. Safémonos”, ordeno que nos repleguemos en orden, buscando  el Este, para el lado de la Escuela”.

“En Loma Linda las carreras de pobladores y Combatientes Populares se dirigen del Norte al Sur. Nos detenemos para ayudar en el Puesto Médico en donde Gabriel Cardenal Caldera, Maritza Navarrete, y otras personas, estaban subiendo los últimos heridos en un vehículo. Después, yo no supe por dónde se fueron “Payo” Cardenal y la “Tavaricha” (Genie Soto Vásquez, del Estado Mayor), con estos heridos y un grupo numeroso de Combatientes Populares. A la salida del Barrio, por el Sureste de San Judas, el desplazamiento, en medio de la balacera nutridísima que nos receta el enemigo,  es rápido, cuando comienza la zona montañosa. El grupo de Combatientes y pobladores que me acompaña en ese momento es de unos 150”, recuerda “Gersán” Guevara Casaya en su informe mencionado.

En total, según los estimados, iban más de 1, 000 pobladores y Combatientes Populares en este Repliegue Táctico hacia el Sur de la Zona montañosa de Managua.

Descripciones de “Gersán” Guevara Casaya (Jefe Guerrillero), Víctor Cienfuegos Aburto, José de Jesús “Chepe Chú” Zamora, Aníbal Bendaña Artola, Ronald “Pollón” López, Francisco Javier Zúniga Alvarado, Verónica Cuadra y Medardo Hurtado, todos ellos Combatientes Populares, indican que la marcha del Repliegue Táctico de San Judas hacia los Lomos de El Crucero (Haciendas San Blass, San Pancho y El Vapor), a lo lejos y cerca se oía un eco que llegaba como golpes en los oídos de quienes iban detrás, en la Retaguardia. Eran los gritos de: “!Apúrense¡”, “!Caminen rápido¡”, “Corran”, “!No se detengan¡”, “!Tenemos que alejarnos de esos guardias asesinos¡, “!Vamos, no nos demos por vencidos¡”, “!Aligerate, vos mujer, corre, nuestras vidas dependen de que corramos en estos momentos¡”, pues el caminar era rápido, angustioso, desesperado y cuesta arriba hacia estos cafetales.

“Ya son, quizás, después de las cuatro y media de la tarde. Nosotros llevamos de punteros a un  grupo que es contante en su velocidad de caminata. Tenemos ya unos 30 minutos de marcha y no marcamos diferencia alguna en la distancia que nos separa del grupo delantero. Empiezan a producirse los calambres en las piernas, pues el miedo paraliza en dos aspectos: paraliza al extremo de no accionar, o impulsa a correr hasta que el cuerpo no responde”, comenta “Gersán” Guevara Casaya.

A estas alturas, por la tensión extrema, también comienzan los dolores en el hígado, en el bazo, se producen náuseas o vómitos y finalmente, especialmente mujeres, caen de rodillas y se desmayan en plena subida.

Para colmo, los guardias sanguinarios somocistas lanzan cañonazos y morterazos desde la entrada de Torres Molina hacia donde va la multitud replegada rumbo a los Lomos de El Crucero. También les lanzan la aviación encima.

Los pobladores  que van con menos miedo, o no lo sienten del todo, y Combatientes Populares van auxiliando a los desmayados y a los que tienen dificultades en la caminata. Los apoyan en sus hombros y los animan a continuar caminando sin parar, para alejarse de los guardias genocidas de la dictadura somocista.

Los guardias se quedan detenidos en las entradas de Torres Molina y Sureste de San Judas.  No se atreven a seguir al Repliegue por miedo a ser liquidados en estos caminos montañosos, conocidos por los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares, pero los soldados no conocen nada de estos vericuetos de las montañas de Managua.

El camino se va volviendo arenoso y cada vez más cuesta arriba, con barrancos y zanjones profundos. El avance se torna lento, desesperante, pero ya sin los guardias en los talones. La larga fila humana se transformó en grupos que se auxiliaban unos a otros cuando ya anochecía, y el panorama se tornaba muy oscuro, característico de zonas montañosas.

Ya entrada la noche y sin el peligro de los guardias sanguinarios, pobladores y Combatientes Populares corrían distancias cortas, ya animados. Quienes llevaban focos de mano podían ver las huellas del resto de replegados que iban delante de ellos. En un punto cercano a Las Cuchillas, a unos 700 metros sobre el nivel del mar, “Gersán” Guevara Casaya le ordenó a “Pedro” que hiciera una subdivisión en pequeños grupos para continuar la marcha.

Aunque ya sin la angustia de tener encima a los guardias, la marcha se hacía lentísima porque iban subiendo y bajando barrancos profundos, siempre auxiliándose unos a otros en la oscuridad, y de repente un haz de luz de las pocas lamparitas de mano.

Al bajar a un cañón profundo sentían un poco de calor. Cuando subían del cañón a lo alto, resultaba que estaba cayendo una llovizna, soplaba un viento muy fuerte y se sentía frío. Según “Gersán” Guevara Casaya su grupo de aproximadamente 150 personas tuvo tres estaciones un poco largas, de descanso, en el camino, y finalmente llegaron a la Hacienda El Vapor casi a la una de la mañana del 16 de junio de 1979.

El grupo de “Gersán” Guevara Casaya fue, quizás, el último en llegar. El resto, ya se habían instalado en las tres Haciendas Cafetalera: San Blass, San Pancho y El Vapor. En este momento, a la una de la mañana del 16, “Payo” Cardenal Caldera, sin descanso, como aquellos Héroes Mitológicos griegos, bajaba por guindos profundos y subía empinados barrancos, y transitaba por cañones oscuros, visitando las tres Hacienda, enterándose de cómo estaban los heridos, los Jefes Guerrilleros, los pobladores en general y los Combatientes Populares.

Al momento de la llegada de “Gersán” Guevara Casaya a El Vapor, Gabriel Cardenal Caldera estaba en San Pancho, donde estaban al menos la mitad de  los heridos, incluyendo Adrián Meza Soza, herido de bala en un pie, miembro del Estado Mayor Conjunto del FSLN. En El  Vapor estaba Genie “Tavaricha” Soto Vásquez, también miembro del Estado Mayor y en condiciones precarias de salud, pero aun en ese estado ella personalmente estaba atendiendo a los heridos que habían sido llevados en vehículos y en hombros hasta la Hacienda El Vapor.

Para sorpresa de los 150 que iban con “Gersán” Guevara Casaya, en El Vapor se encontraron con que Víctor “Bayardo” Romero había subido con su ametralladora calibre 30 hasta ese lugar.

Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares, Milicianos y pobladores replegados a estas Haciendas Cafetaleras de los Lomos de El Crucero, no habían dormido en varios días, andaban hambrientos, sedientos, muchos andaban descalzos, sólo habían salido de sus casas con lo que andaban puesto, porque no hubo tiempo, la salida fue angustiosa, terrible, en medio de una balacera feroz de los guardias sanguinarios contra la población, y para colmo estaban al borde del desmayo por el cansancio.

Por estas condiciones, muchos de estos replegados no se explicaban de dónde sacaban tanta energía Gabriel Cardenal Caldera y Genie Soto Vásquez, pues el primero no paraba de ir y venir solo, entre montañas, zanjones y subidas, para supervisar cómo estaba la situación de todos los replegados; y por su lado “Tavaricha” Soto no cesaba de atender heridos, buscaban aunque fuesen hojas anchas para cubrirles las heridas; y pedía que le fuesen a buscar cáscaras de jiñocuabo para cocerlas y echarla como antiinflamatorio en las heridas superficiales y profundas.

“Gersán” Guevara Casaya relata en su informe que pudo notar que muchos de sus compañeros, hombres y mujeres, “cayeron dormidos como piedras en el suelo puro, recostados a las tablas de las paredes de la Hacienda El Vapor, o sentados contra los troncos de los árboles; y mientras dormían, deliraban, brincaban; y lo mismo me pasó a mí cuando me tocó dormir a las tres de la mañana, porque a las cuatro me tocaba “la posta” (vigilancia). Me tuvo que llegar a despertar “la China”, porque, me dijo ella, que brincaba  y hacía ademanes con las manos”.

Desorden incontrolable de grupos entre las Haciendas

Presas de crisis de nervios incontrolables,  muchos jóvenes tomaron rumbos inciertos esa misma madrugada. Desarmados tomaron rumbo a El Crucero, y de regreso a San Judas, lo cual fue mortal para muchos de ellos, pues cayeron en manos de los sicarios asesinos del somocismo, y fueron asesinados como fue el caso de Argelia Lara y otra compañera.

El grupo de mando de “Gersán” Guevara Casaya, entre otros, Boanerges, “Benitin”, “Pedro”, Justo y Franklin Montenegro, preguntaban en reunión, muy de mañana, sobre qué harían a partir de ese momento, pues estaban ya huyendo, sin municiones, sin comida, con muchos heridos, en situación muy precaria y para colmo, sin comunicación con el Estado Mayor General  del Frente Interno, en  la Zona Oriental de Managua.

Las inquietudes se acentúan muy temprano de ese 16 de junio de 1979 porque en una de las fincas cercanas, donde están “Chepe Tompson” matan una vaca, la descuartizan, devoran la comida, pero esta no alcanza para los que están en  la Hacienda El Vapor.  “Ni los huesos pelados nos dejaron”, comentó furioso Justo, quien fue a buscar la comida muy de mañana.  Como consecuencia de esto, Justo y su grupo, más los integrantes de los Comandos Cristianos Revolucionarios, se fueron de la Hacienda El Vapor y no se supo qué rumbo tomaron.

“En realidad la carne de una vaca era casi nada para tanta gente hambrienta. Otro irritado porque no halló comida fue Manuel Navarrete”, comenta “Gersán” Guevara Casaya en su informe.

La distancia entre San Pancho y El Vapor puede ser de 30 minutos caminando un poco rápido entre cafetales, abismos y subidas empinadas. Hay muchos árboles frutales  silvestres, unos muy viejos y altos, y otros jóvenes como parte de la renovación natural. Era notorio que por la presencia de tanta gente (seres humanos), los animales silvestres, rastreros y aéreos, habían huido, desaparecido, quizás emigraron al Este o el Oeste en la misma montaña de El Crucero o de Managua.

Muy de mañana, a pesar de haber estado delirando por el cansancio, “Gersán” Guevara Casaya ordenó una exploración circular de la Hacienda El Vapor, con el fin de estar preparados ante cualquier eventualidad militar sorpresiva, pues a pesar de su cobardía los guardias podrían llegar a buscarlos hasta ese lugar. En esa exploración fueron a dar a la Hacienda San Pancho, donde se encontraron con otros Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares, entre otros: “Chepe Thompson”, “Cintya”, “Marquitos Tapa”, Víctor y Mario Cienfuegos Aburto. Allí estaban una gran cantidad de heridos, entre otros: Boanerges y Adrián Meza Soza. No había  ni una sola pastilla contra dolores e infecciones. Las heridas sólo eran lavadas o limpiadas con agua y trapos.

El propio Gabriel Cardenal Caldera y “Gersán” Guevara Casaya caminaron por entre cañones profundos hacia El Vapor y dispusieron medidas de seguridad por si acaso los guardias somocistas llegaban hasta ese lugar. Se hicieron dos filas de vigilantes o postas en torno a la Casa-Hacienda El Vapor, más un cordón a unos 500 metros de distancia.

Mientras tanto, se conoció que se formaron varios grupos no controlados de pobladores y Combatientes Populares que desde temprano en la tarde decidieron irse por su cuenta hacia los lados del Crucero, por el Oeste de la Cordillera; y en rumbo a Ticuantepe, por el Este, también sobre la montaña de Managua. Nunca se supo en realidad cuántos de los replegados el 15 en la tarde y sábado 16 en la madrugada estaban todavía ubicados en las Haciendas San Blass, San Pancho y El Vapor.

Domingo 17 de junio

Masacre en Hacienda El Vapor, más traición de “Judas” “Chele” Zepeda

Los heridos se quejaban. En general los pobladores, Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares ilesos pasaron una noche más o menos tranquila aquel 16 de junio de 1979  en las Haciendas Cafetaleras mencionadas.

Amaneció con un ambiente claro y sereno, calmado, en torno a las tres Haciendas Cafetaleras. Los rayos mañaneros del Sol se filtraban como rayones de luces por entre las ramas y las hojas. Se escuchaban las voces y risas femeninas, mientras estas, encabezadas por Genie “Tavaricha” Soto Vásquez, atendían nuevamente a los heridos, ordenaban el interior de la casona, y al mismo tiempo buscaban frutas en los árboles para comer, o hacer comida para los heridos.

Era tempranito, tal vez las ocho de la mañana del 17 de junio. Con un fusil al hombro y cargando tiros y bombas de contacto en un fajón, acompañado de un Combatiente Popular, se apareció Gabriel “Payo” Cardenal Caldera, en El Vapor. Venía de San Pancho. Llegó a convocar a una reunión urgente a los integrantes del Estado Mayor Conjunto, porque les iba a proponer un Repliegue especial hacia la Zona Oriental de Managua, o marcharse también en Repliegue por los cañones, subidas y precipicios de El Crucero rumbo a Ticuantepe; y de Ticuantepe irse por veredas a Masaya.

La reunión convocada por Gabriel Cardenal Caldera no se da porque de repente la situación cambió totalmente. Al parecer “Payo” o Gabriel Cardenal descubre una delación y se va rápido por zanjones hacia el lado de San Pancho, mientras muy cerca de la Hacienda El Vapor, el propio “Gersán” Guevara Casaya, Manuel Mendoza, “Benitin” y David Guevara Casaya, descubren que por el camino escabroso de las Haciendas se oye un ruido como de motores de camiones, y todos se crispan: “¡Hijueputa¡, ya nos descubrieron, ya tenemos a la guardia encima otra vez¡”.

El asunto era parecido, o quizás, peor.  Sigilosamente se bajan a la orilla del camino cuando ven que el tal Antonio “Chele” Zepeda, cuyo grupo y él mismo andaban operando con verdadera anarquía y jamás se sometieron o subordinaron al Estado Mayor Conjunto de la Zona Suroccidental, viene manejando un camión con numerosos hombres armados, sin haber participado en el angustioso Repliegue de San Judas hacia estas Haciendas Cafetaleras de los Lomos de El Crucero, el pasado 15 de junio en la tarde y noche, y en la madrugada del 16 de junio.

Dice “Gersán” Guevara Casaya que en el camión iban también unos 15 hombres, entre otros, Carlos “Carlitin” Gómez Fonseca, “Marvin Carita”, cuñado de Zepeda; Miriam, mujer de Zepeda y “Juan Gato”. Guevara califica a este Zepeda como anárquico, mentiroso, embustero, oportunista, astuto, bocón, y sobre todo recuerda que jamás se quiso someter a los lineamientos del Estado Mayor Conjunto, y que andaba operando sin control en el teatro de operaciones de la Insurrección Sandinista en los Barrios Suroccidentales de Managua. Presuntamente Zepeda y “Carlitin” Gómez Fonseca se habían infiltrado, usando la mampara de Combatientes Populares, en la columna de Víctor “Bayardo” Romero, quien manejaba la ametralladora calibre 30.

Según “Gersán” Guevara Casaya, el Antonio “Chele” Zepeda se detuvo unos segundos y le lanzó un monólogo: “Mirá “Toby”… yo no soy mage para quedarme en este lugar.. aquí la guardia los va a reventar. Mejor sáfense de aquí. ¡Ay nos vemos, oístes¡”, y dicho esto arrancó el camión cuesta abajo y desapareció en las curvas del camino montañoso. Antonio “Chele” Zepeda conducía personalmente el camión, recuerda Guevara Casaya.

“Gersán” Guevara Casaya afirma  que esta fue la traición de Judas, pues resultó que en menos de 10 minutos ya tenían al contingente de guardias, quizás unos 250, que aparecieron por el camino y en la misma dirección en que venía el “Chele” Zepeda, prácticamente encima de las instalaciones de la Hacienda El Vapor.

Según “Gersán” Guevara, jefe de la columna No. 8 y miembro del Estado Mayor Conjunto, los guardias inclusive aparecieron desplegándose como si ya conocían sus posiciones en El Vapor. Al ocurrir esta invasión de guardias, Víctor “Bayardo” Romero acciona su ametralladora calibre 30, que en realidad era lo único respetable que tenían como arma de guerra en ese momento en El Vapor, además de andar muy pocos tiros para la misma ametralladora, frente a lanzamorteros, varias ametralladoras calibre 30 y la fusilería de los guardias..

Se arma un nutridísimo tiroteo. Los guardias agarran al grupo de “Gersán” Guevara Casaya por sus espaldas, como si de previo, conocieran cómo y dónde estaban ubicados. “Gersán” Guevara acusa en el sentido de que seguramente “Chele” Zepeda y “Carlitin” guiaron a los guardias hasta ese sitio de la Hacienda El Vapor, “porque de otra manera el grupo de Zepeda no hubiera entrado, pues la guardia tenía cerradas las entradas a los caminos hacia estas Fincas Cafetaleras. Zepeda entró y se regresó con su camión sin tener problema alguno, ¿Cómo fue posible que eso ocurriera?, sólo mediante una traición”.

Al parecer Gabriel Cardenal Caldera había detectado, o descubierto,  a los guardias cuando iba caminando entre el bosque rumbo a San Pancho, para terminar de coordinar la reunión  urgente de jefes, mencionada arriba; y para sorpresa del grupo de “Gersán” Guevara Casaya lo ven deslizarse por barrancos cercanos a la Casa-Hacienda El Vapor y ya disparando contra los guardias el fusil automático que caminaba consigo.

Sobre este momentito crucial, “Gersán” Guevara relata: “Nos detenemos gritándole: “!Aligerate, aligerate, cruzate rápido¡ Gabriel se pasa a gran velocidad al lado por donde estamos nosotros ya disparando y replegándonos. Nos replegamos en carrera desesperada, deslizándonos por abismos y subiendo como arañas en las depresiones rumbo al Suroeste. Logramos salir a un punto en donde ya habíamos explorado anteriormente. El grupo es pequeño: “Benitín”, Manuel Mendoza, David mi hermano, Gabriel Cardenal y yo”.

Continúa “Gersán”: “En este lugar cambiamos de rumbo y nos fuimos hacia el Este. Teníamos en marcha unos 10 minutos, y nos aproximamos a una curva del sendero. De pronto, viniendo de los arbustos y del bosque salió la “Tavaricha” (Genie Soto Vásquez, miembro del Estado Mayor Conjunto) corriendo con otros compañeros y con el fusil en las manos. En esos segundos nos alegramos de vernos con vida. Todos los del grupo ignoramos el destino del resto de compañeros y compañeras que habían quedado en la Hacienda El Vapor”.

Efectivamente, unos pocos Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares tenían armas automáticas y de cacería con muy pocas municiones, entre otros Víctor “Bayardo” Romero, quien era el único que andaba una ametralladora calibre 30 (con escasos tiros), se dedicaron a resistir la ofensiva repentina de unos 250 guardias, mientras el resto de Combatientes y pobladores civiles organizaban la retirada forzada, especialmente hacia el Sur y Oeste, montaña arriba.

“Bayardo” Romero hizo labor heroica, extraordinaria, según relatan algunos de aquellos participantes de esta odisea histórica de Liberación Nacional, pues en ningún momento se desesperó en el uso racional de los pocos tiros que le quedaban en la ametralladora, precisamente pensando en dar “chance”, tiempo valiosísimo, fugaz, para que al menos la mayoría de sus compañeros y compañeras pudieran organizar la retirada desesperada, en veloz carrera, cargando a los heridos hacia los lados Sur y Oeste, cerro arriba, en medio del bosque nutrido del Sur de Managua.

Al agotarse los tiros de la ametralladora, “Bayardo” Romero también organizó su retirada veloz con un grupo de  Combatientes Populares que estaban con él en esa resistencia a balazo limpio. No fue  así, no fue esa la suerte, según testimonios de Combatientes Populares, de unos  12 jóvenes y mujeres, unos heridos graves y otros ilesos que no pudieron escapar, que fueron asesinados cruelmente como estilaban estos soldados sanguinarios del somocismo genocida.

Inclusive, cuatro de esos jóvenes desarmados se habían escondido bajo unas maletas de guate seco (pasto de ganado) que estaba dentro de una carreta. Allí los ametrallaron y después les prendieron fuego a los cuerpos. A lo mejor estaban vivos todavía. Esto ocurría, de forma atroz, sanguinaria, cuando el mismísimo Anastasio Somoza Debayle repetía ante periodistas extranjeros que estos Combatientes Populares del Frente Sandinista Guerrillero eran “sandino-comunistas-terroristas”, mientras ponía a su Guardia Nacional y a él mismo como los “más respetuosos de los Derechos Humanos” y como los mejores “demócratas” del Mundo Occidental.

“Gersán” Guevara Casaya asegura que fueron traicionados, entregados al enemigo somocista por el grupo del “Chele” Zepeda, quien después del monólogo citado antes, no lo volvieron a ver. Desapareció. Hasta después del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista lo vieron nuevamente.

Evadiendo al enemigo en plena oscuridad en montañas de El Crucero

En los dos grupos juntados en que van Gabriel Cardenal Caldera, Genie Soto Vásquez y Cristóbal Guevara Casaya, los tres son miembros del Estado Mayor Conjunto, van un total de 12.  Ninguno sabía qué había pasado con los heridos y todos los hombres y mujeres (casi todos jovencitos) que estaban en las Haciendas de San Pancho, San Blass y la misma El Vapor, pues de allí tuvieron que salir disparando sus fusiles en retirada como queda relatado. No sabían nada de “Chepe” y su escuadra, cuyos miembros estaban en San Pancho.

Suponen, y eso lo comprueban después, que la inmensa mayoría de Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares y pobladores se retiraron velozmente en desorden en muchas direcciones por encima de las montañas del Sur de  Managua, más conocidas como Cordillera de El Crucero. “Gersán” Guevara supone que “Justo” y los integrantes de los Comandos Revolucionarios Cristianos ya se habían marchado de la Hacienda El Vapor, cuando este grupo de replegados fue atacado por sorpresa por la Guardia Nacional en esa Hacienda Cafetalera.

Mientras caminan por encima de la montaña con alerta máxima, pisando hojarasca seca en caminitos en medio del bosque y matorrales, se van encontrando a pequeños grupos de Combatientes Populares y heridos que van corriendo la misma suerte que estos tres miembros del Estado Mayor Conjunto de la Zona Suroccidental de Managua.

Uno de los heridos graves es  “Frank, el de la Morita” con un balazo en el estómago.  Se les van sumando grupos pequeños, que andaban dispersos, y  que a la vez traen información, aunque no precisada, de cómo andan muchos perdidos en los zanjones y cuestas empinadas del Sur de los Lomos de El Crucero.

Las montañas del Sur de Managua estaban envueltas en penumbras porque el cielo estaba nublado, caía una llovizna y también se desplazaba una neblina a muy baja altura, por entre los árboles y matorrales. En horas de la tarde se despejó el cielo y los rayos del Sol iluminaron los caminitos en lomas y cañones de El Crucero. El grupo, ya numeroso, decidió enfilar su marcha hacia el Noreste, como quien va buscando cómo bajar para el lado de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) y a las Colinas de Mokorón, pero yendo hacia el Este, por encima de las montañas.

Para una mejor marcha y con fines de seguridad también, organizaron varios grupos: uno de avanzada, en el centro el de los heridos y desarmados, y atrás una retaguardia muy alerta, con armas de cacería. El Sol se ocultó por detrás de las montañas y quedaron en sombra total por la noche. En este caso no había linternas de manos, porque todo había quedado en la Hacienda El Vapor, por el ataque militar sorpresa de la Guardia Nacional.

En la escuadra de avanzada, en plena oscuridad, van: Gabriel, Genie “Tavaricha” Soto Vásquez, Manuel “Chino” Mendoza,  Douglas Mejía Obando, David Guevara Casaya, “Benitin” y  “Gersán” Guevara Casaya. Por orden de Gabriel Cardenal Caldera los tres grupos se separan unos 300 metros unos de otros, “por medidas de seguridad”, por si acaso caen en una trampa o emboscada.

En plena oscuridad, guiados nada más por la experiencia de haber andado antes en estas zonas montañosas y por el instinto, caminan hacia el Norte, prácticamente sólo bajando, en rumbo a la Ciudad de Managua.

Cuando eran casi las doce de la noche, mientras bajaban, se encuentran con una casa de dos pisos, prácticamente sola. Sólo un anciano estaba dentro.  El anciano los invitó a pasar. Revisaron la casa palmo  a palmo, para evitar sorpresas y se instalaron dentro de ella. El anciano les preparó café caliente y unos frijolitos también calientes con tortillas. Genie “Tavaricha” Soto estaba muy mal de salud por una hemorragia vaginal incontenible.

En cuanto se instalaron en la casona de dos pisos (no supieron de quién era), Gabriel Cardenal Caldera se mostró casi desesperado por los Combatientes heridos y pobladores desaparecidos en numerosos rumbos de la montaña Sur de Managua.

Los tres miembros del Estado Mayor Conjunto, en esas condiciones y con Genie Soto enferma, se reunieron para discutir sobre qué rumbo tomar en cuanto amaneciera el día lunes 18 de junio de 1979. En ese momento no se sabía nada del paradero de Víctor “Bayardo” Romero, de Eduardo “Chele” Cuadra Ferrey y de Adrián “Amílcar” Meza Soza, los otros tres miembros del Estado Mayor Conjunto de la Zona Suroccidental de Managua.

Había mucha incertidumbre.  Acordaron en esa reunión, en la casa de dos pisos en la cumbre de la montaña de Managua, que “Gersán” Guevara Casaya se las jugaría bajando a San Judas con los heridos, para ver si era posible burlar a los guardias y llevar a esos heridos a una o varias de las 53 casas de seguridad que tenían. Con “Gersán” Guevara van, según el acuerdo, David Guevara, Manuel Mendoza, ”Benitin” y resto de Combatientes Populares, a los cuales Guevara Casaya no les conocía ni nombres propios ni seudónimos.

“Payo” Cardenal  Caldera buscaría cómo abrirse paso por entre montañas y luego por el casco urbano de Managua, hasta llegar donde estaba el Estado Mayor General del Frente Interno del FSLN, en ese momento ubicado en el Barrio Ducualí. “Payo” se lleva consigo a Genie Soto Vásquez, a Douglas Mejía Obando, al “Chino” y Luis Felipe Rayo. Llevan consigo a “Frank”, quien presenta un balazo en el estómago y se queja por dolores intensos.

Además, acuerdan  que el grupo de “Gersán” Guevara Casaya irá en busca de los heridos que andan en esos momentos perdidos entre cañones, zanjones y subidas verticales montañosas de El Crucero. Inclusive se determina que los heridos “Boanerges” y Frank “La Morita” serán ubicados en la casas de seguridad de don Evenor Martínez. Adrián “Amílcar” Meza Soza sería buscado en el monte y ubicado, con otros heridos, en la casa de “Chilolo”, que era donde vivía el propio “Gersán” Guevara; el resto de heridos se irían ubicando poco a poco, en sigilo total, en cualquiera de las 53 casas de seguridad. Gabriel “Payo” Caldera los iría a visitar después de su gira en la Zona Oriental insurreccionada todavía.

Odisea increíble de los heridos, incluyendo Adrián Meza Soza

El ancianito de la casa de dos pisos se portó como si fuese familiar de todos estos replegados. Gabriel le agradeció una y otra vez. Eran más o menos las siete de la mañana cuando se estaban despidiendo. El grupo de Gabriel tomó rumbo Norte, mientras “Gersán” Guevara se dirigió al Noroeste, un poco en rumbo hacia las Haciendas Cafetaleras de donde los había sacado a balazos la Guardia Nacional somocista genocida.

Al poco tiempo de caminar, el grupo de “Gersán” Guevara fue encontrando a los Combatientes Populares, pobladores y heridos perdidos entre cañones profundos (algunos de más de 100 metros de profundidad o altura)  y subidas verticales de las montañas de Managua. En la medida en que se van reagrupando en media montaña, “Gersán” Guevara comienza a ser presionado sobre el rumbo que deben tomar, le piden comida y apurarse para curar a los heridos, pues es el único miembro del Estado Mayor Conjunto en buen estado allí, en ese momento.

En el fondo de un abismo muy profundo localizan a otros 20, entre los cuales está Adrián “Amílcar” Meza Soza, miembro del Estado Mayor Conjunto, quien anda casi desbaratado un pie por un balazo recibido en uno de los  combates por el Cine de San Judas, donde cayó combatiendo René Cisneros Vanegas, de la Tendencia Proletaria e igualmente miembro del Estado Mayor Suroccidental de Managua. La mayoría de los 20 encontrados en el cañón estaban heridos: unos graves y otros, leves. Entre esos 20 estaban “Boanerges”, “Cintya”, Ileana Zamora, Cairo Téllez y uno al que le decían “Payaso”, residente en las cercanías del “Nancite”.

“Gersán” Guevara Casaya ordenó hacer una exploración en un kilómetro a la redonda de la cañada en que estaban con doble finalidad:  ver si todavía había compañeros perdidos y para detectar la posibilidad de enemigos en esa zona. Al final, a eso de las nueve y media de la mañana, estaban casi 40 en dentro del cañón.

Guevara Casaya ordenó formar dos columnas que irían en cuatro espacios diferenciados: En la vanguardia irían los que todavía andaban armas de guerra, aunque muy pocos tiros, incluyéndose el mismo “Gersán”; en el centro irían los pocos que portaban armas de cacería, en tercer lugar irían los heridos cargados en camillas y sostenidos en hombros; y finalmente una retaguardia armada, pequeña.

Dos hombres, dos heridos, gemían  alto por los dolores intensos en sus heridas: eran “Amílcar” Meza Soza, miembro del Estado Mayor Conjunto; y “Frank”, quien tenía su estómago prácticamente desbaratado. Estaban en el fondo del cañón, de paredones muy verticales. “Gersán” Guevara ordenó cortar varas de los árboles para armar varias camillas, y pidió que quienes andaban fajas, cordones, cinturones y pañuelos, los entregaran para poder sujetar las camillas improvisadas.

Colocaron a “Amílcar” Meza Soza y a “Frank” en dos de las camillas, porque eran los heridos más graves. A lo largo del barranco vertical, para subir a una especie de planicie boscosa de unos 60 metros de altura, “Gersán” colocó una fila de hombres y mujeres para que de uno en uno, de dos en dos, de tres en tres, se fueran pasando de mano en mano, por entre árboles y ramas espinosas, las camillas en que iban “Amílcar” y “Frank”.

Los cuerpos de ambos heridos, y sus heridas, por supuesto, iban rosando en ramas de los árboles, lo cual provocó que gritaran de dolor. Cuando ya estaban en la cima, fuera del cañón en que estaban heridos, pobladores y Combatientes Populares, “Amílcar” Meza Soza, al parecer por la desesperación que lo embargaba, comenzó a tratar mal verbalmente a la mayoría de hombres que lo habían subido hasta la cima, incluyendo a “Payaso”, quien en realidad había sido su mejor apoyo en esa subida.

Todos los heridos fueron subidos, de la misma forma, en las mismas camillas. Reiniciaron la marcha, muy lenta por entre el bosque, cargando heridos y a la vez alertas por si  el enemigo los descubría. Como no andaban brújulas ni conocedores del camino por esa vía, equivocaron un poco el rumbo y fueron a salir por la Comunidad de los Meneses, lo cual les obligó a subir un poco nuevamente, cuando eran las seis de la tarde del 18 de junio. Este error les costó dos horas de atraso, mientras heridos y cargadores de los mismos ya no soportaban la caminata.

Cayó una noche nublada y neblinada, oscura, en los Lomos de El Crucero. En silencio completo, auxiliándose unos a otros cuidadosamente, llegaron finalmente a una alameda de árboles de jocote guaturco, cuando eran las diez de la noche, se precisó porque uno de los heridos andaba un reloj funcionando activamente.

Junto a esa alameda había una casita campesina, una choza de palmas. “Gersán” Guevara asegura que allí, en la oscuridad, se topó con un ancianito que para caminar se apoyaba en un bordón. Nadie más vio al anciano, admite “Gersán” Guevara, porque sus compañeros se lo hicieron ver. Sin embargo, el anciano le habría indicado a “Gersán” el caminito a seguir para salir, finalmente, por el Cementerio de Loma Linda (Sierra Maestra).

Allí se encontraron un carretón de manos, en el cual metieron a “Amílcar” Meza Soza y a ”Frank”, los heridos más graves, quienes todavía venían tratando mal a sus cargadores, según el relato de Guevara Casaya. A Adrián Meza Soza lo dejaron donde amigos en la Finca Los Mamones. “Gersán” ordena dejar allí el carretón y se llevan en una camilla a “Frank” a la finca de doña Telma Martínez, Colaboradora, casa de seguridad, porque pretenden dejar a “Frank” en este sitio, pero este herido por su cuenta toma la decisión de irse para “La Morita”, lo cual les pone en riesgo de seguridad a todos.

Llegan todos al “Camino de Bolas”, de Plaza Julio Martínez hacia el Sur, y en ese punto acuerdan a  cuál de las 53 casas de seguridad van cada uno. Al mismo tiempo, entran al Reparto Martínez, para dejar a “Boanerges”, también herido, en la casa de don Evenor Martínez, al cuido de Ileana Zamora, y toman otra decisión: trasladar a “Amílcar” Meza Soza a la Panadería de “Chilolo” por mayor seguridad. Era ya media noche, quizás de madrugada del martes 19 de junio de 1979. El grupo pequeño que ha quedado con “Gersán” Guevara Casaya se aloja en las casas de Jorge Cantillano y Lyla Santos.

Otros grupos que formaban columnas y escuadras, entre otros, Víctor, Mario y Carlos Cienfuegos Aburto; Víctor “Bayardo” Romero, regresan también clandestinamente a San Judas y Loma Linda, a la espera de nuevas órdenes militares revolucionarias, y para hacer resistencia activa frente a la Guardia Nacional, especialmente después de ocurrido el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

En grupos de menos cantidades tomaron rumbo a Nagarote y La Paz Centro, en León; Ticuantepe, en Managua; y a la Zona Oriental capitalina, donde se incorporaron a los combates insurreccionales y posteriormente en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Estando ahí, ya escondidos dentro de San Judas, donde la Guardia Nacional somocista genocida estaba regada en todo el Barrio, llega temprano del 19 William Díaz Romero, reclamando de por qué los heridos no estaban recibiendo la atención que necesitaban realmente, y por qué motivos Eduardo Cuadra Ferrey, Javier López Lowery y Cairo Téllez se habían llevado las armas. “Gersán” no supo responder nada, y la verdad es que Gabriel Cardenal Caldera había dado orden de recoger todas las armas de guerra, para trasladarlas a la orden del Estado Mayor General del Frente Interno en la Zona Oriental de Managua, donde la Insurrección Sandinista seguía batiéndose a tiros, resistiendo heroicamente contra los embates del régimen genocida de Anastasio Somoza Debayle.

William Díaz Romero salió molesto de San Judas ese día 19 de junio. En medio del guarderío, y al parecer sin guardar medidas de seguridad elementales, se dirigió a su casa, la cual estaba ubicada de la Casa del Obrero (hoy CST José Benito Escobar Pérez) cuatro cuadras al Sur, y un poco al Este. Fue capturado y desapareció.

El heroico jefe del Estado Mayor Conjunto de  la Zona Suroccidental de Managua, Gabriel Cardenal Caldera, genial cabecilla Guerrillero, audaz, temerario, planificador cuidadoso de acciones militares guerrilleras relámpagos, previsor de primera, mientras tanto él anda personalmente trasladando  las armas de guerra y de cacería, en compañía de su fiel amigo y Jefe Guerrillero también, Douglas Mejía Obando, en un su carro viejo Volswagen y una camioneta de tina, color amarillo. Sin confirmación se asegura que logró hacer tres viajes con armas desde la Comarca San Isidro Libertador (Lomos de El Crucero), y de allí al Barrio Ducualí, donde estaban el Estado Mayor General del Frente Interno y el Estado Mayor Conjunto de Managua.

Las noticias eran confusas sobre el destino del “Comandante Payo” –así lo llamaban los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares–. Por versión de sus familiares, se conoce que el 20 de junio en la mañana, tomó nuevamente una camioneta “de tina”, manejándola él personalmente y a su lado Douglas Mejía Obando, y se fueron nuevamente a la Comarca San Isidro, donde llenaron la parte trasera del vehículo con plátanos y hojas de chagüites y en medio otra cantidad no establecida de armas de guerra y de cacería. Él, “Payo”, había ordenado que esas armas se las quitaran a los Combatientes Populares para trasladarlas a la Zona Oriental de Managua.

En TELCOR de Villa Fontana (Villa Panamá) había un retén de guardias sanguinarios asesinos. Gabriel Cardenal Caldera andaba buscando un sitio para  transitar con las armas hacia el Barrio Ducualí. Presuntamente en ese retén fueron detenidos Douglas Mejía Obando y él, bajados de la camioneta, golpeados y torturados brutalmente allí mismo, montados después en un vehículo militar y llevados ambos a la Central de Policía GN, donde seguía al mando el esbirro coronel somocista Nicolás Valle Salinas.

Lo poco que se supo de Gabriel “Payo” Cardenal Caldera y de Douglas Mejía Obando después de esta captura, es que a ambos los vieron otros presos  cuando los tenían desnudos, bañados en sangre y con sus rostros desfigurados allí en la llamada Central de Policía de la Guardia Nacional, donde mataron a centenares de seres humanos en 45 años de tiranía somocista.

Hubo testigos presenciales, sandinistas que también estaban presos allí, de que a Gabriel Cardenal Caldera para ensañare más en él y burlarse de los demás presos, lo metieron precisamente, estando totalmente desnudo y desfigurado por los golpes, donde estaban los demás prisioneros, pero ni esta condición humillante y terrible detuvo el espíritu indomable de “Payo” Cardenal Caldera, “El Comandante Payo”, pues estando en esa condición sacó fuerzas de su espíritu revolucionario sandinista inclaudicable, y dio toda una charla histórica, política, ideológica y sociológica de por qué razones se debía continuar la lucha hasta el final, “para que este régimen de asesinos y ladrones desaparezca, para que los nicaragüenses puedan vivir en paz”.

“!La Revolución Popular Sandinista está ya a punto de triunfar, no lo duden ni un momento¡. Yo ya no podré verlo porque a los que ponen aquí los guardias somocistas genocidas en este estado en que ya me tienen, el siguiente paso es que los meten en las “ambulancias de la muerte”, los matan dentro de esas  supuestas ambulancias y luego sus cadáveres aparecen tirados en cualquier lado”, dijo antes de que se lo llevaran en una “Ambulancia de la Muerte”, que era parte del arsenal mortal de los “Escuadrones de la Muerte”, o “Mano Blanca” de la Guardia Nacional genocida y de la Oficina de Seguridad, o policía política de aquel régimen sanguinario.

El cadáver de Gabriel Cardenal Caldera apareció en las cercanías del actual  Club Terraza, en las cercanías del Colegio Centroamérica, por donde pasó centenares de veces en labores conspirativas del Frente Sandinista Guerrillero, a pesar de que era hijo de burgueses muy acomodados en Managua.

Listado incompleto de sobrevivientes de la Masacre en la Hacienda El Vapor:

Gabriel Cardenal Caldera y Douglas Mejía Obando, asesinados cruelmente por la guardia sanguinaria somocista pocos días después de la Masacre de El Vapor; Cristóbal “Gersán” Guevara Casaya,  Mauricio del Carmen Kiel, Víctor “Bayardo” Romero, Genie “Tavaricha” Soto Vásquez, Medardo Hurtado, Aníbal Bendaña Artola, William Díaz Romero (caído después), Cairo Romero, Julio Téllez, Francisco “Chico” Javier Zúniga Alvarado, Verónica Cuadra, Justo y Franklin Montenegro, José de Jesús “Chepe Chú” Zamora, “Boanerges”, Juan “Gato” Rojas, Juan Baustista, “Chepe Tompson”, “Frank, el de la Morita”,  Manuel “Chino” Mendoza, David Guevara Casaya, entre otros. 

Los estimados indican que en la Hacienda El Vapor se habían refugiado al menos el 30 por ciento de alrededor de  mil seres humanos (Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares, Milicianos y pobladores civiles implicados) que de forma organizada se fueron en el Repliegue hacia los Lomos montañosos de El Crucero, específicamente a las Haciendas Cafetaleras de  San Pancho, San Blas y El Vapor, aquel 15 de junio de 1979, bajo un diluvio de balazos, morterazos y cañonazos lanzados por los guardias somocistas sanguinarios y genocidas. 

Impresionante cantidad de muertos en los Barrios Suroccidentales

Un registro, no completo todavía, elaborado por Carlos Cienfuegos Aburto y otros Combatientes y Colaboradores Históricos del Distrito III de Managua, pone de manifiesto una cantidad impresionante de caídos o muertos en la Insurrección Sandinista de la Zona Suroccidental de Managua.

Antes de estampar esta lista, recordemos que sólo en la Masacre de Batahola cayeron casi 100 Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares y pobladores comprometidos en la lucha insurreccional de los Barrios Noroccidentales.

El listado de caídos en San Judas, Villa Roma, Loma Linda, Torres Molina, en el “Kilocho Sur” y en la Hacienda El Vapor, es el siguiente, repito incompleto todavía:

Gabriel “Payo” Cardenal Caldera, Douglas “El Peludo” Mejía Obando, René “Horacio” Cisneros Vanegas, Roberto Vargas Batres, Ramiro Córdova, Ángela “Lucy” Largaespada, Miguel “Marcio” Fornos, Luis “La Liebre” Salgado, Mario “Raúl” Montenegro, Sergio Guevara, Sebastián “Chaca” Blanco, Rodolfo “Tito” Blanco, Manuel Guadamuz,  Ernesto  “Chino Tito” Hernández, Oswaldo “Cosa de Horno”, Segundo Samayoa, Nelson “Motorcito” Vargas, William “Niño Dios” Espinoza, Manuel “El Pequeño” Calderón, Francisco “Pancho” Martínez, José Cordero, “Grampon”, Gustavo Padilla, “Edgard”, Marvin Guerra,  René “El Pelado” Blandón, Ismael Medina, Alejandro “Palo Alto” López, Edgard “Cumba”, Bayardo Ordóñez, Armando Arce,  Franklin Grameño, “Carmen”, Marta Espinoza,  Humberto “Tatum” Salinas, Noel “Monta Toros” Salinas, dos Hermanos Santana María, Freddy “El Mínimo” Téllez,  Donald Cristhian “Mandril”  Flores,  Ismael “Kara”, Roberto Alvarado Flores, Julio “Peineta”, Ramiro Martínez, Angélica, David “El Pelón” Casaya,  Roberto “El Pilinche” Álvarez Rosales, Alejandro Jirón, Marcos Morales, Norma Guevara, Marvin Carrión y Marvin García.

Listado incompleto de sobrevivientes de la Insurrección en Zona Suroccidental:

Cristóbal “Gersán” Guevara Casaya, Genie “Tavaricha” Soto, Adrián Amílcar” Meza Soza, Eduardo Cuadra Ferrey, Víctor “Bayardo” Romero, Víctor, Mario y Carlos Cienfuegos Aburto; Medardo Hurtado, Modesto Munguía Martínez, Francisco “Chico” Javier Zúniga Alvarado, Yuri Valle Olivares, Héctor Luis “Motor” Obregón, Julio “Chano” Silva, José Francisco “Pacholo” Mayorga, Beatríz “Lesbia” Narváez, Manuel “La Rana” Morales, Fernando “Francés” Hernández M., Róger “Ratón” Ramírez, Yunin Morales, Mario “Trapito” Téllez, Juan Manuel Navarrete, Justo Navarrete, Óscar “Huesito” Navarrete, Ramón “Ramoncillo” López, César “El Renco” Ramírez, Manuel “El Llanero”  Cruz, Reynaldo “Pichón” Sevilla, Carlos “Carlitín Fonseca Gómez, Antonio “Chele”  Zepeda, René Zepeda, Marcos “Marquito” Castillo, Jazmina Obando, Mario Montenegro, Ronald “El Pollón” López,  Cristóbal “Cara de Gato” Martínez, Francisco Morales Alvarado, José de Jesús “Chepe Chú” Zamora,  Cruz Hernández, Camilo Hernández Zapata,  Luis Rodríguez Alvarado, José René “Enchilada” Martinica, José María “Chema”,  Ramón “Moncho” Castro, Óscar Vargas, Carlos Malespín, Fernando Zepeda, Tomás “Tiburcio”  Rosales, Milton Rosales Lorío, Sergio “Patita”, Bolívar Torres Sequeira, Iván “El Caimán” Torres, Aníbal Bendaña, Reynaldo “El Pichón” Sevilla, Ignacio Munguía, Julio Peineta,  Roberto “el Pelón” Alvarado, Gloria González, Gustavo “El Gordo” Meneses, Milcíades Murillo, Juan Manuel “Justo” Navarrete, Pedro  Navarrete, Roberto “Fotógrafo” Lorío, Roberto “Mecha” Tinoco y Telma “Sonia” Ramos.

Sorprendente cantidad de Casas de Seguridad, entre otras:

Leonor Fonseca, Isabel; Amalia, Virginia y Moncha Baquedano; Ramón López, Manuel Cubillo, Manuel “Gallina”, Antonieta,  Enrique Murillo, Mayra Bravo Alegría, Francisco Alvarado, Carlos Malespín, Vidal Palacios, Mercedes Torres, Yelba Murillo, Mayra Rocha, Ramón Martínez, Carmen Rodríguez, Flor Lorío, Consuelo Bermúdez, Ester Aguilar, Pedro Reyes, Francisco Narváez, Isabel y Guadalupe Guillén; “El Tío”, Mario Meza, Don Arturo, Zoila, Familia de Francisco Villarreal, Olga Martínez, Familia Fornos, Familia de Jorge y Roberto Pérez, Casa de Bonifacia Castro, Roberto Donado, Lilí, Casa de Nicolasa Aburto y Víctor Cienfuegos Aburto; Donald y Dora Ramírez; Lilí Palacios Martínez, Norma y Antonio Torres; Emilia Martínez, Familia Quiñonez, Familia de Teresa Mendoza, Familia de los Meza, Gustavo Meneses,  Casa de Don Roberto, Casa de “Pin”, Luis Mena, Ruth “Soropeta” y Casa de Martinica.

Fuentes documentales: Informe sobre la Insurrección en la Zona Suroccidental de Managua, Repliegues hacia los Lomos de El Crucero y Masacre en la Hacienda El Vapor, elaborado por Cristóbal “Gersán”  Guevara Casaya, uno de los miembros del Estado Mayor Conjunto del FSLN en esta Zona capitalina; “Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, de Pablo E. Barreto Pérez; “20 Años Cumplidos, Crónicas del Triunfo y dos Repliegues del FSLN en Managua”, de Pablo E. Barreto Pérez; “Masacres somocistas”, de Pablo E. Barreto Pérez; Informe oficial de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Gabriel Cardenal Caldera”, elaborado  por Víctor y Carlos Cienfuegos Aburto y José de Jesús “Chepe Chú” Zamora.

Fuentes orales: Medardo Hurtado, Francisco “Chico” Javier Zúniga Alvarado, Verónica Cuadra, Ronald “Pollón” López, Aníbal Bendaña Artola, Víctor y Carlos Cienfuegos Aburto; y José de Jesús “Chepe Chú” Zamora.

 

20 de junio sangriento

Masacran Managua, a familia de doña Angélica González Morales, a la Familia Mejía Sánchez y al periodista Bill Steeward

Hospitales clandestinos sometidos a bombardeos aéreos terribles, el miércoles 20 de junio

Pablo E. Barreto Pérez

El local del Instituto Experimental México, ubicado entre las Etapas Tres y Cuatro de Bello Horizonte, convertido en uno de los principales Hospitales Clandestinos de la Insurrección Popular Sandinista en Managua, fue sometido a intensos bombardeos aéreos (con bombas de 500 y 1,000 libras, rockettes y morteros, ráfagas de ametralladoras calibre  50, barriles de gasolina y fósforo); sí, todos los días, todo el día y de noche, desde el 11 de junio hasta el 27 de junio de 1979.

Sí, repito, todos los días. Sin embargo, ese día 20 los altos mandos de la Guardia Nacional somocista genocida y su jefe sangriento Anastasio Somoza Debayle, volcaron todo su odio y deseos de venganza en contra de los médicos que generosamente trataban de salvar vidas bajo los techos endebles de este famoso Colegio de Secundaria en Managua, construido en Bello Horizonte después del Terremoto de 1972.

Dentro del México, un Colegio de secundaria de casi 3,000 estudiantes todos los días, con casi 50 aulas, habían casi 800  civiles refugiados, y alrededor de dos centenares de heridos, los cuales estaban siendo atendidos en aquellas condiciones de opresión y crueldad militar somocista, en la medida en que era posible, en medio del bombardeo aéreo incesante, sorteando charneles y balazos lanzados desde el aire, atendidos estos heridos en esas condiciones por varios médicos heroicos, entre otros:  Alberto González, Jorge Irías, Emilio Vallecillo y Oscar Aragón Valdez.

Ese día 20 fue realmente horrible en este Hospital Clandestino. El bombardeo se inició un poco después de las seis y media de la mañana. Incluso, los guardias y pilotos genocidas somocistas habían sido “generosos”, porque casi siempre el bombardeo lo comenzaban un poco antes de las seis de la mañana.

El Estado Mayor General del Frente Interno del FSLN y las escuadras de Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares de Bello Horizonte habían decidido poner en el propio Instituto Experimental México una escuadra de los mejores guerreros revolucionarios, para hacerle frente a esta situación de agresión militar permanente.

Uno de los heridos era Carlos “El Sobrino” Dávila Sánchez, un hombre joven, bastante gordo, agilísimo y combatiente audaz, de los mejores en la Zona Oriental insurreccionada. Las bombas comenzaron a caer en chorro, una tras otra. Pareciera que los altos mandos genocidas lanzaron ese día 20 todas las baterías contra este Hospital Clandestino de la Insurrección Popular Sandinista en la Zona Oriental de Managua.

Las bombas de 500 libras, rockettes y morteros caían uno tras otros. Los Combatientes Populares atacaban a balazos a los aviones y helicópteros, pero no lograron bajar ni uno, debido a que cada vez se elevaban más sobre el horizonte…

Fue especialmente ese día cuando pude ver detenidamente, ubicándome con binoculares en el Bulevar de Bello Horizonte y cerca del Instituto Experimental México cómo, en el caso de los pilotos y ayudantes de los helicópteros, andaban también binoculares para ubicar los “blancos” u “objetivos”.

En el caso de los helicópteros, subían a gran altura, se quedaban “detenidos”, ubicaban los “blancos” u “objetivos” y dejaban caer la carga explosiva y mortal hacia abajo. En algunos momentos tuve la sensación de que la bombas de 500 y 1,000 libras venía sobre mí en el Bulevar o en las cercanías del Instituto  Experimental México.

Había instantes en que tres aviones Push and Pull se alineaban, uno tras otro, y de esa manera los rockettes caían como en “chorro” en las instalaciones del Instituto Experimental México y en la mayoría de las viviendas de las Etapas Dos, Tres y Cuatro de Bello Horizonte, porque los pilotos genocidas somocistas casi nunca daban en los “blancos” u “objetivos” seleccionados.

Ese día hubo más heridos y muertos en el México. Allí fue herido nuevamente Carlos Alberto “El Sobrino” Dávila Sánchez, quien después se convertiría, como herido y asesinado por la GN, en una leyenda durante del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, ocurrido los días 27, 28 y 29 de junio de 1979.

Dichosamente, el otro Hospital Clandestino Silvia Ferrufino Sobalbarro no fue bombardeado directamente porque los guardias genocidas somocistas nunca pudieron ubicar la casa en que estaba metido, allí mismo a una cuadra al Norte y media al Este del Experimental México.

El hecho de que no lo descubrieran permitió atender a los heridos mientras las instalaciones del Experimental México eran sometidas cruelmente a bombardeos y ametrallamientos mortales por la Guardia Nacional genocida.

Al final de este  día ya se contaban casi 60 muertos en el México, la mayoría de ellos  Combatientes Populares. Se hizo una tumba para cada uno de ellos en un patio del Noreste del Colegio México. “Los enterramos en el Jardín del Colegio”, contaría después el doctor Alberto González Ortega, quien actuaba como médico jefe de este Hospital Clandestino durante la Insurrección revolucionaria en Managua.

Hubo otros combates fuertísimos, otros intentos de los guardias genocidas somocistas de romper la resistencia en el anillo insurreccional de la Zona Oriental de Managua, pero ¡no pasaron otra vez! Esos intentos los hacían siempre usando tanques, tanquetas, aviación, mortereo, inclusive desde el recién estrenado edificio del Polideportivo España (ubicado al Oeste del Hospital Oriental, o Manolo Morales Peralta), desde el hoy Mercado Carlos Roberto Huembes, en busca de “ablandar” o meter miedo entre los Combatientes Populares y población en general, pero no lograron nada nuevamente.

Ese día usaron tres aviones jet artillados con rockettes, que al parecer habían estado usando sobre otras Ciudades de Nicaragua, como León, Chinandega, Masaya, Estelí, Matagalpa, Jinotega  y Rivas. Todo ese día 20 de junio intentaron meterse por el Cauce de Veracruz, que rosa los límites del Reparto Rubenia, y también hicieron intentos de romper la resistencia por lado de Villa Progreso, donde fueron rechazados una y otra vez por las Columnas Móviles de Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares, jefeadas por Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz.

Ese día 20 usaron ferozmente los lanzamorteros que tenían instalados en los edificios de Armando Guido, Polideportivo España, ZUMEN, Centro Cívico y Lomas de San Judas, por ejemplo.

Masacran  a casi toda la familia Mejía  Sánchez con morteros

Periodista Bill Steeward también cae ese día 20  de junio de 1979

Esos morteros y rockettes hacían un ruidito como de jet volando cuando iban disparados desde el aire a tierra. Precisamente a las cinco de la tarde de ese día, Walter Mejía Sánchez escuchó que se acercaba a su casa velozmente un ruidito parecido al de un mortero, de los que estaba tirando la Guardia Nacional sanguinaria genocida desde el edificio Armando Guido, ubicado en la orilla de la Carretera Norte, una cuadra al Este de donde estaba la “Central de Policía” (“Cárceles de la Aviación”)  de la GN.

Mejía Sánchez estaba en la calle, frente a su casa, en el Barrio El Edén, con un grupo de Combatientes Populares que estaban examinando cómo continuarían defendiéndose de los ataques a mansalva del somocismo genocida.

“!Viene un mortero…jodido!”, exclamó Mejía Sánchez. Apenas había terminado de exclamar lo anterior, cuando el mortero explotó dentro de su casa, donde estaban sus hijas, su esposa  Aura Clara Sánchez y otros familiares.

La explosión sorda hizo volar la casa en mil pedazos y al instante comenzó un voraz incendio. Se escucharon gritos desgarradores de dolor profundo. Como pudieron, Walter Mejía Sánchez y el grupo de Combatientes Populares se abrieron paso por entre las llamas y lograron sacar los cuerpos desfigurados por charneles y calcinados de Marta Elena, Ruth del Carmen, Adela Esperanza, las tres hijas de Walter; y a doña Petrona Mejía, madre de Walter Mejía Sánchez, todas muertas.

Doña Aura Clara Sánchez, esposa de don Walter Mejía Sánchez, y madre de las tres muchachas, quedó gravemente herida entre el amasijo de escombros dejados por la explosión del mortero, lanzado por los guardias sanguinarios del somocismo genocida desde el Edificio Armando Guido, ubicado en el lado Noroeste del Barrio San Luis.

Doña Aura Clara Sánchez apenas se quejaba prensada por escombros y llegándole las llamas. La lograron sacar de los escombros. Y sacaron a otros tres amigos, también muertos, que estaban dentro de la vivienda. Los nombres de estos amigos  no me fueron suministrados.

Doña Aura Clara Sánchez tenía heridas enormes en casi todo el cuerpo. Además, tenía perforado los intestinos y un pulmón. Las tres hijas de Walter Mejía Sánchez eran jovencitas, integrantes del Grupo Folklórico  y Combatientes Populares del Barrio El Edén, donde ya habían caído 14 jóvenes antes que ellas en los combates en contra de la Guardia Nacional genocida somocista. En total fueron 21 Héroes y Mártires de El Edén.

Por la explosión hubo también numerosos heridos, todos los cuales, con doña Aura Clara Sánchez, fueron llevados al Hospital México clandestino, en Bello Horizonte. Allí fue operada doña Aura Clara y aquellos médicos heroicos le salvaron la vida.

En la mañana de ese día, una patrulla  de guardias sanguinarios  somocistas mató a balazos al periodista Bill Steeward y a su ayudante Francisco Espinoza. Steeward era periodista norteamericano. Atraído por uno de tantos tiroteos en el Barrio Riguero, Steeward decidió entrar al vecindario, acompañado por Espinoza. Los soldados GN  sanguinarios genocidas, drogados, fuera de control, habían realizado antes otra masacre dentro del Riguero.

Los guardias no podían permitir que se le diera cobertura periodística a las masacres que cometían  y estaban cometiendo en ese momento. Descubrieron que Steeward iba caminando hacia el interior del vecindario, y lo mandaron a ponerse manos arriba. Lo obligaron a arrodillarse, le apuntaron a quema ropa a la altura del pecho, y le descargaron varios balazos. Sencillamente, ¡fue fusilado! por uno de los guardias desalmados y monstruosos  de la “Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería” o escuela de asesinos, dirigida entonces por Anastasio “Chigüin” Somoza Portocarrero, hijo del tirano sangriento, Anastasio  Somoza Debayle.

Inmediatamente tomaron como prisionero a Francisco Espinoza, intérprete de Steeward, lo llevaron a un predio baldío y ahí lo mataron de varios balazos. Así era la crueldad sanguinaria Guardia Nacional del somocismo genocida.

Muertos y enterrados por bomba de 1,000 libras

Doña Angélica González Morales sepultada por la bomba

Casi al mismo tiempo, los feroces asesinos, los pilotos  igualmente desalmados de un helicóptero dejaron caer un chorro de bombas de 500 y 1,000 libras sobre el lado Noroeste del barrio Ducualí.

Una de esas bombas cayó y explotó sobre una apretujada Colonia Popular, donde habitaban decenas de niños y adultos. Al explotar la bomba, desbarató en millones de pedazos las instalaciones de madera y ocasionó un  hueco como un cráter, como si fuese abierto por un meteorito.

Cuando llegué al sitio eran más o menos las cinco y media de la tarde. Quedé sorprendido al presenciar aquella imagen mortal horrible, ocasionada por la banda de asesinos de la Loma de Tiscapa, jefeada por el tirano sangriento, Anastasio Somoza Debayle.

No recuerdo cuántos cadáveres de niños y adultos estaban enterrados unos, y otros, semienterrados por la tierra arrancada por la potente explosión de la bomba de 1,000 libras, cuyos charneles se veían chavalos en los cuerpecitos de los niños  (y en los cuerpos de  adultos) y en los pedazos de tablas que habían quedado esparcidos en el territorio de la que había sido una Colonia Popular de seres humanos.

Más sorprendido quedé al ver un rostro de mujer aturdido, envuelto en lodo, emitiendo quejidos inaudibles, cuya cabeza  apenas sobresalía del ras del suelo herido por la poderosa y mortal bomba de 1,000 libras.

“!Ayúdenme.  Sáquenme de aquí. No aguanto, me estoy afixiando… quítenme el lodo de la cara, ¡ay! que dolor más horrible!”, exclamó la mujer, cuyo nombre pude establecer después: Angélica González Morales.

Doña Angélica González Morales no podía hacer nada por auxiliarse ella misma, pues todo el cuerpo lo tenía enterrado hasta el nivel del cuello. ¡Fue un milagro que estuviese viva! Es decir, no contaba con las manos, ni pies, ¡nada!, porque los tenía también enterrados¡

Como ella, había otros enterrados hasta el nivel de los hombros o la mitad del cuerpo. Vecinos de los alrededores se unieron a socorristas de la Cruz Roja Nicaragüense (del Puesto de Mando de Don Bosco), para desenterrar los cadáveres y a los que estaban vivos, para prestarles los primeros auxilios y después llevarlos donde los médicos del Hospital México Clandestino.

Los socorristas, los vecinos y  yo, tomamos palas metálicas y con cuidado empezamos a cavar alrededor de los cuerpos enterrados, para sacarlos. Aquello era sencillamente horrible, y mostraba el grado de maldad, perversidad diabólica y crueldad mortal que habían alcanzado  los somocistas genocidas.

Estábamos llenos de rabia impotente. Rápido y a la vez de manera prudente, fuimos poniendo al descubierto los cuerpos de los vivos y de los muertos. Todavía me faltaban sorpresas, pues en la medida en que fuimos sacando de su entierro a vivos y muertos, también nos fuimos dando cuenta que sus ropas estaban quemadas por la explosión de la bomba de 1,000 libras.

La misma tierra, supongo yo, apagó el fuego que había comenzado en la ropa. Los vivos y los muertos tenían charneles clavados en el cuerpo. Doña Angélica González Morales, dichosamente, tenía heridas leves.

Allí hubo diez muertos, entre niños y adultos. No pude obtener los nombres de los demás, porque me dediqué, por un lado, a ayudar, y además se reanudó inmediatamente el bombardeo aéreo genocida de los guardias de Anastasio Somoza Debayle, quien decía que aquel pueblo insurrecto era “sandino-comunista-terrorista”. Niños y adultos muertos fueron sepultados en tumbas colectivas, en patios cercanos  del Barrio Ducualí, porque era muy peligroso efectuar entierros en esos momentos en el Cementerio Oriental.

La Colonia de gente humilde desapareció. Después del Triunfo de la Revolución Sandinista busqué a doña Angélica González Morales, pero en el vecindario me dijeron: “se fue  con los que sobrevivieron de su familia”, y no la volvieron a ver.

Al Triunfo de la Revolución Sandinista, cuando fundamos el Diario BARRICADA (Órgano Oficial del Frente Sandinista) el 26 de julio de 1979, mis fotos de doña Angélica González Morales enterrada, y de los niños y adultos muertos,  ilustraron la primera página de la primera edición, precisamente, de BARRICADA. También otras fotografías mías de la Insurrección Sandinista en Managua aparecieron en esa primera edición del Diario BARRICADA.

Esa noche del 20 fue parecida a las anteriores. Bombardeo incesante, especialmente con los lanzamorteros instalados en los edificios Armando Guido, Polideportivo España, instalaciones del futuro Mercado Carlos Roberto Huembes, ZUMEN, Centro Cívico, entre otros, ya mencionados.

Era como una “ruleta rusa” o una “tómbola mortal”, pues los pobladores, Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares y Milicianos ya sabían que en cualquier momento les podía explotar un mortero, un rockette o una bomba de 500 libras encima del cuerpo, en el techo de la casa, dentro de la vivienda, en el patio, en la Barricada, en el llamado “pozo tirador”, o en el andén de la calle.

Lo llenaba de terror a uno saber que podía correr la suerte horrible de estos niños de Ducualí, donde milagrosamente doña Angélica González Morales y otros seres humanos resultaron vivos por la explosión de una bomba de 1,000 libras.

Fuentes documentales: “Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, de Pablo E. Barreto Pérez; “Masacres somocistas”, escrito por Pablo E. Barreto Pérez; testimonio directo de Pablo E. Barreto Pérez en los tres casos; reportajes de Pablo E. Barreto Pérez en el Diario BARRICADA; Diario BARRICADA del 26 de julio de 1979; fotografías de Pablo E. Barreto Pérez, testimonio de socorristas de la Cruz Roja del Puesto en la Colonia Diez de Junio.

Fuentes orales: Alejandro “Huesito” Mairena Obando, Frank “Machillo” González Morales, Walter Mejía Sánchez y Socorro “Coco” Escobar Campos.

Acerca de Pablo Emilio Barreto Pérez

Pablo Emilio Barreto Pérez es: *Orden Independencia Cultural Rubén Darío, *Orden Servidor de la Comunidad e Hijo Dilecto de Managua.
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