Repliegue, Repliegue: Mártires, o caídos, en Repliegue Táctico de Managua a Masaya

Repliegue, Repliegue.  Héroes y Mártires, caídos, del Repliegue Táctico de Managua a Masaya

*Biografías de los Mártires, o caídos, en “Piedra Quemada”, durante el Repliegue de Managua a Masaya

*Pablo E. Barreto Pérez

Explicación indispensable:

El Repliegue Táctico de Managua a Masaya, ocurrido los días 27 en la noche, 28 en todo el día, y hasta el 29 de junio de 1979,  en la madrugada, en que participamos entre seis mil y siete mil managuas (y algunos y algunas de fuera de Managua), es un acontecimiento histórico nacional muy conocido, es una hazaña política y militar del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), todavía clandestino y en batalla militar a muerte contra el somocismo genocida en aquellos días angustiosos de los meses de marzo, abril, mayo y especialmente junio y julio de 1979, hasta que se registró la derrota total del régimen sanguinario de Anastasio Somoza Debayle, de su Guardia Nacional, de su dictadura militar, la cual mató a no menos de 50,000 nicaragüenses y dejó destrozada a la Nicaragua del General Sandino y de Rubén Darío.

En la Ruta Original del Repliegue de Managua a Masaya hubo casi un centenar de muertos, y al menos un centenar de heridos, especialmente en un sitio llamado “Piedra Quemada”, situado al Norte del complejo volcánico del Volcán Masaya y al Norte de la Carretera a Masaya, la cual parte en dos, digásmolo así, la extensión de lava negra, endurecida y puntiaguda, que ha sido arrojada por este coloso volcánico en numerosas erupciones de siglos pasados.

En la primera edición de mi libro: “Repliegue a Masaya”, febrero de 1982, mayoritariamente testimonial, ya se publicaba una lista de 44 nombres de caídos o muertos, precisamente, en el lado de Norte de “Piedra Quemada” y  en el Camino Viejo a Nindirí, partiendo del kilómetro 22 de la Carretera a Masaya.

En su libro-informe “Un Pueblo en Armas”, destinado a la Dirección Nacional del FSLN, publicada su primera edición en 1982, el Comandante Carlos Núñez Téllez, el Jefe Guerrillero principal del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, indicaba que se habían registrado tan sólo seis muertos y 16 heridos en la Ruta Original que siguieron los replegados de Managua a Masaya.

En un libro elaborado posteriormente por el Departamento de Propaganda y Agitación Política del Frente Sandinista, titulado “Porque siempre vivirán entre nosotros”, se publicaban los mismos nombres registrados en mi libro.

Es conocida mi participación directa en la Insurrección Sandinista en Managua y en el Repliegue de Managua a Masaya, y que en ambos casos anduve tomando fotografías, registrando nombres y datos en mi libreta.

Tomé las dos fotos más famosas en que aparece el Comandante William Ramírez Solórzano, Jefe Guerrillero y uno de los tres jefes del Frente Interno,  a la cabeza del Repliegue  de Managua a Masaya, por una de las encajonadas alambradas, después de cruzar Veracruz; y en la que aparece Moisés Hassan Morales, en aquel momento de la Comisión de Propaganda insurreccional, igualmente en primer plano de una parte de la marcha del Repliegue, cuando ya íbamos llegando a un sitio identificado como “Piedra Menuda”, ya en territorio del Departamento de Masaya.

Precisamente,  durante el bombardeo aéreo somocista genocida en “Piedra Quemada”, también hice fotografías de jóvenes Combatientes Populares y pobladores capitalinos que caían fulminados mortalmente por los charneles de los morteros lanzados por aviones push and pull y bombas de 500 libras tiradas desde helicópteros.

En la edición original de mi libro “Repliegue a Masaya” digo que yo me parapetaba en huecos en “Piedra Quemada”, en troncos de árboles, en zanjas de los lados del camino, con el fin de evadir los charles de las bombas, lo cual aprendí en Managua, mientras muchos jóvenes (hombres y mujeres) corrían desesperados en busca de protección.

Recuerdo nítidamente que después que pasaban los aviones y habían estallado las bombas, yo me salía de donde estaba parapetado, y en esos instantes hacía las fotografías de jóvenes que estaban muriendo, que ya habían muerto, o que estaban gravemente heridos.

Al ocurrir estos momentos dramáticos, desesperantes, mortales, al mismo tiempo preguntaba por sus nombres y de ese modo recogí unos 25 nombres y seudónimos allí mismo   en “Piedra Quemada” y el resto los obtuve cuando ya estábamos en la Ciudad de Masaya. De ese modo, recogí muchos nombres, más los nombres que se publicaron en el Diario BARRICADA en los meses de agosto y septiembre de 1979, fundamentalmente.

Dos de los personajes que más me ayudaron en esta labor de recoger nombres de Combatientes Populares y pobladores caídos en “Piedra Quemada” fueron Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando, Combatiente Popular de Managua; y Roberto González Rocha, periodista conocido de Masaya, y quien se convirtiera en el primer Coordinador de Junta de Gobierno Municipal, en plena Insurrección, en Masaya.

Al morir desangrados  Marta Lucía Corea Solís y Róger Ortiz Padilla en el Camino Viejo a Nindirí, un grupo de Combatientes Populares y pobladores capitalinos sobrevivientes de la gigantesca masacre ejecutada por la Guardia Nacional somocista genocida en “Piedra Quemada”, discutimos y valoramos acerca de la gran cantidad de muertos en ese bombardeo aéreo, y especialmente Alejandro Mairena “Comandante Huesito” afirmaba que los difuntos eran más de 100.

Yo sostenía que los muertos o caídos eran casi 100. “Huesito” Mairena Obando siempre le dijo en público al Comandante Núñez Téllez que “los muertos fueron más de cien”, y no los seis fallecidos y 16 heridos que decía el jefe revolucionario en su libro “Un Pueblo en Armas”.

La valoración mencionada, en medio de otro bombardeo aéreo somocista genocida, antes de que llegáramos al casco urbano de Nindirí, casi a las cuatro y media de la tarde, se produjo porque Róger Ortiz Padilla había fallecido en los brazos de un compañero de apellido Nicaragua; y Marta Lucía Corea Solís había muerto en brazos de  Dolores “Lola” Fonseca, ambas Combatientes Populares de Bello Horizonte. Aquella valoración agregaba que la mayoría de caídos en “Piedra Quemada” igualmente habían muerto desangrados, porque con nosotros no iba personal médico ni enfermeros para dar estos “primeros auxilios”.

Además, quienes valorábamos el asunto de la cantidad de muertos en “Piedra Quemada” habíamos participado activamente en dejar medio sepultados una gran cantidad de cadáveres, los cuales colocamos en zanjas pocos profundas y en huecos de la orilla del camino erizo de piedras. Tomamos arena, tierra, ramas, hojas secas y pedazos de trapos, y los tapamos, pensando en recuperarlos después. Una parte de los cadáveres fue recuperada. Una cantidad significativa de los cadáveres de aquellos Mártires generosos, no fueron encontrados. Hasta hoy no sabemos qué pasó realmente.

Al ampliar mi libro, editarlo e imprimirlo nuevamente en el año 2009, con nuevo título: “Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, pensé en que era indispensable efectuar una investigación paciente y cuidadosa para establecer, aunque fuese de forma aproximada, la cantidad de hombres y mujeres (Combatientes Populares y pobladores implicados en la Insurrección en Managua) que cayeron en “Piedra Quemada” por el bombardeo aéreo infernal, lanzado por Anastasio Somoza Debayle, su Guardia Nacional y su dictadura sanguinaria genocida, en contra de aquellos casi siete mil replegados de Managua a Masaya.

Hacer estas investigaciones históricas requiere de conocimientos directos, implicancia directa, en primer lugar, elevadísimo interés en rescatar la memoria de quienes entregaron sus vidas generosas por la causa de Revolución Popular Sandinista; se necesitan recursos financieros, aunque sean muy limitados, para dedicarse durante meses o años a descubrir los nombres de los caídos, sus historias personales, y lo que hicieron en la Batalla Militar Sandinista Revolucionaria para derrocar a la tiranía somocista genocida, en Managua, Masaya, Carazo y Granada.

Esa oportunidad histórica llegó, en mi caso personal, en el año 20013, cuando en abril fui llamado por el Comandante Guerrillero, Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz, quien hoy ostenta título profesional y era el Secretario Ejecutivo de la Asamblea Nacional. Cabrales me dio apoyo decidido para dedicarme a esta jornada de investigación de abril a octubre, en carrera maratónica, pues se hizo en homenaje a un aniversario más del fallecimiento del Comandante de la Revolución, Carlos Núñez Téllez, el jefe principal del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Mediante esa carrera maratónica logré establecer formalmente que durante el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, comenzando por los asesinados por la Guardia Nacional en el Reparto Schick Gutiérrez, en el lado Norte de “Piedra Quemada” y en Nindirí, cayeron 82 entre hombres y mujeres. Hubo 17 caídos a cuyas familias no fue posible encontrarlas para hacer la biografía de cada uno de ellos.

Esto no indica que la investigación esté terminada. Yo estoy convencido de que es posible que más hombres y mujeres hayan caídos durante el Repliegue a Masaya, y que todavía no lo sabemos. Es tarea de futuro inmediato y mediato.

Fueron fundamentales mis visitas y recorridos por decenas de barrios, colonias, repartos y asentamientos, para recoger datos sobre caídos (Mártires) y sobrevivientes insurreccionales

En esta labor de investigación sobre los caídos del Repliegue Táctico de Managua a Masaya fueron fundamentales por la cantidad de nombres y datos aportados, Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando, Frank “Machillo” González Morales, Juan Carlos “Marcial” Soza Aragón,  Isabel Aráuz Rugama, Ramiro Salvador García Ramírez, Santiago Núñez Solís, Víctor y Carlos Cienfuegos Aburto, Víctor “Bayardo”, Dientes de Lata” Romero Pérez, Arsenio “Walter” Solís González, Antonio López….todos ellos participantes directos en la Insurrección de Managua y en el Repliegue de Managua a Masaya.

“Huesito” Mairena Obando, quien siempre promovió el llamado “Replieguito” por la Ruta Original del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, cada año recogía más datos sobre los caídos en “Piedra Quemada”.

En los casos de “Machillo” González Morales y “Marcial” Soza Aragón son dirigentes de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos Carlos Fonseca Amador, y como tales tienen relaciones directas con una gran cantidad de quienes fueron Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares en Managua, que son quienes más conocen sobre los caídos en la Insurrección en Managua y en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Isabel Aráuz Rugama, una de las sobrevivientes de la Insurrección en Managua y del Repliegue a Masaya, fue una de las dirigentes de la Asociación de Mujeres Luisa Amanda Espinoza y de la Asociación de Mujeres Sandinistas y como tal hizo un trabajo de recolección de nombres de caídos en la Insurrección en Managua y en el Repliegue a Masaya.

El listado y las biografías (muy reducidas y mutiladas) de estos Mártires del Repliegue a Masaya se adicionaron en las páginas finales del libro “Un Pueblo en Armas”, en su tercera edición  e impresión, en homenaje al Comandante Carlos Núñez Téllez.

Como consecuencia de ser una adición a “Un Pueblo en Armas”, las biografías fueron reducidas drásticamente, lo cual les quita vitalidad, y la gran cantidad de datos personales relacionados con acciones heroicas que cada uno de estos Héroes y Mártires hicieron en la Batalla Militar de Managua para derrocar a la dictadura somocista genocida.

Por este motivo, me pareció justo y necesario juntar todas estas biografías en un solo libro, con el fin de que para la memoria histórica, los nombres de estos Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares, Milicianos y pobladores capitalinos heroicos, jamás sean olvidados.

Además, en la defensa sandinista revolucionaria de Masaya, después de ocurrido el Repliegue, cayó César Augusto “Moisés” Silva, un Jefe Guerrillero de primerísima calidad, de los más valientes, de los más eficientes, de los más audaces en la Batalla Militar de Managua. En mi libro “Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya”  cuento cómo y por qué cayó este legendario Jefe Guerrillero, quien era obrero de la construcción y estudiante universitario cuando estalla la Insurrección en Managua, en junio de 1979.

En la propia Ciudad de Masaya, en defensa de Masaya, caen también los Combatientes Populares capitalinos, replegados, Danilo Aguirre Aragón y Santos Sobalbarro Blandón.

También caen los compañeros Walter Mendoza Martínez, Jefe Guerrillero GPP; Frank Toruño Porras y el Combatiente Popular Ismael Castillo. Mendoza Martínez había quedado en Managua como uno de los jefes de la resistencia militar activa en contra de la Guardia Nacional y EEBI somocistas genocidas, especialmente después de producirse el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Los tres fueron capturados cuando se desplazaban clandestinamente por las cercanías del Cerro La Barranca, donde la GN todavía tenía un contingente militar. Posteriormente los asesinan en el Cerro Coyotepe.

En la liberación de Jinotepe caen también los Jefes Guerrilleros, replegados de Managua, Rolando “Carlos”, “Cara Manchada” Orozco Mendoza, Justo Rufino Garay Mejía y Martín “Paco” Castellón Ayón.

Después del Triunfo de la Revolución, fallecen en distintas circunstancias Jefes Guerrilleros de la Batalla Militar de Managua y Masaya: Marcos Somarriba García, Walter “Chombo” Ferrety Fonseca, Sergio Gómez Vargas, William Ramírez Solórzano y el Comandante de la Revolución, Carlos Núñez Téllez, quien como miembro de la Dirección Nacional Conjunta del FSLN, era virtualmente el Jefe de la Insurrección en Managua y del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

 

Héroes y Mártires del Repliegue de Managua a Masaya

Marlene Fátima “Modesta” y “Mary” Aguilar Uzaga.

Marlene Fátima “Modesta” y “Mary” Aguilar Uzaga. Esta muchacha de 20 años vivía con su madre y cinco hermanos, todos integrados en la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final,  en la Colonia Nicarao. Era uno de esos seres excepcionales en aquellos momentos durísimos de la lucha política y militar para derrumbar a la tiranía somocista.

Su vivienda en la Colonia Nicarao era Casa de Seguridad y de fabricación de explosivos de Combatientes Populares y de Jefes Guerrilleros, era uno de los tantos pasadizos clandestinos de pobladores enfrentados a la guardia somocista, y como consecuencia los mandos dictatoriales le dejaron caer desde helicópteros artillados varias  bombas de 1,000 libras, rockette lanzados desde aviones Push and Pull y constantemente era sometida a fuego de metralla por francotiradores de la Guardia Nacional de Anastasio  Somoza Debayle.

Su madre Eloísa Uzaga Flores, mujer de 80 años actualmente, asegura que ya desde 1978 ella personalmente iba a dejarla y traerla al Colegio Salvador Mendieta, en la Colonia Centroamérica, porque guardias y “orejas” de la Oficina de Seguridad somocista ya la tenían amenazada de muerte por su involucramiento en trabajos clandestinos del Frente Sandinista, para derrocar a la dictadura. En el Colegio Salvador Mendieta estudiaba cuarto año de bachillerato.

Lo mismo ocurría con el resto de los hijos de Eloísa Uzaga Flores, porque todos se habían involucrado en trabajos clandestinos guerrilleros en busca afanosa de liberar Nicaragua de las garras del somocismo genocida, y de sus protectores criminales, los yanquis.

“Modesta” o “Mary” Aguilar Uzaga salía clandestinamente, con  un grupo numeroso de jóvenes, entre otros, Isabel Aráuz Rugama, Ricardo Sú Aguilar, Cela Patricia Amador Cisneros y Manuel Barrantes Aguilar, todos de la Colonia Nicarao, todos estudiantes de secundaria, a hacer “pintas revolucionarias” a la calle, “propaganda armada”, fogatas, emboscadas con explosivos a guardias nacionales, fabricaban bombas de contacto con otros grupos, hacían labores de correos clandestinos con sus responsables (Jefes Guerrilleros) Mario Barrantes, Iván Escobar e Iván Peña (sobrevivientes del Repliegue a Masaya), aprendían arme y desarme de numerosos tipos de armas, participaban juntos en reuniones de discusiones sobre por qué motivos debía ser derrocada la dictadura somocista genocida.

Jhonatán Amador era el responsable del grupo clandestino de la Nicarao y otros vecindarios, recuerda Eloísa Uzaga Flores, quien se muestra profundamente orgullosa del papel que jugó su hija en la Insurrección para tumbar al régimen dictatorial de Anastasio Somoza Debayle.

“Por nuestra casa pasaban jefes guerrilleros clandestinos como Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz, Marcos Somarriba García, Walter Ferrety Fonseca y Rolando “Cara Manchada” Orozco Mendoza, por ejemplo, quienes ocasionalmente se quedaban escondidos en varias casas de la Colonia Nicarao. Los muchachos y muchachas integrados a la lucha armada, incluyendo mi hija Marlene Fátima Aguilar Uzaga, pertenecían a grupos cristianos organizados y al mismo tiempo a estructuras militares de la Insurrección”, recuerda  Eloísa Uzaga Flores, madre de “Modesta” o “Mary”.

En días previos a la Insurrección, u Ofensiva Final, Eloísa Uzaga Flores fue detenida violentamente por  patrullas de guardias somocistas, jefeados por Alberto “Macho Negro” Gutiérrez, y llevada a la que fue llamada Central de Policía de Managua, jefeada por el feroz esbirro Nicolás Valle Salinas, quien ya  durante la Insurrección se ufanaba al decir mediante la radio de la Guardia Nacional: “Tenemos armas y municiones para combatir 100 años, si queremos”.

Antes que ella, habían estado presos sus otros dos hijos: Jorge Douglas y Luis Rodolfo Aguilar Uzaga, porque los guardias de la Treceava Sección de Policía (“Sierra 13”, nombraban los guardias), ubicada frente al Cementerio Oriental, afirmaban que andaban “alterando el orden público y en actividades Sandino-comunista-terroristas”.

Uzaga Flores fue encarcelada y torturada, debido a denuncias de “orejas” de la Oficina de Seguridad en la misma Colonia Nicarao.  Eloísa tenía algunos amigos influyentes cercanos a la estructura de la Guardia Nacional somocista genocida, y de ese modo logró salir.

Tuvo que pagar varios miles de córdobas de “multa” por sus dos hijos y ella. Ese dinero tuvo que prestarlo en un banco, “y de ese modo, quedé “enjaranada”. “Andate de esa casa de la Nicarao, con toda tu familia… si no te vas, te hacemos el “pisa y corre” (es decir, matarla de una vez), le dijeron a  Eloísa en la Central de Policía somocista.

Un poco después de quedar libre Eloísa, la casa le fue “cateada” por otros guardias somocista genocidas, que afirmaban llegaban desde la Central de Policía, es decir, enviados directamente por Nicolás Valle Salinas.

Ya desencadenada la Insurrección, un Ofensiva Final, cuando Anastasio Somoza  Debayle y el alto mando de la Guardia Nacional deciden bombardear vecindarios de Managua con helicópteros y aviones artillados con rockette y ametralladoras calibre 50, la casa de  Eloísa Uzaga Flores sufre la caída y estallido de varias bombas de 1,000 y 500 libras, las cuales no mataron a nadie, “porque todos andábamos fuera; estábamos todos en labores de combate en las trincheras que estaban frente a la Fábrica Rolter, en la Carretera Norte”, recuerda la madre de “Modesta” o “Mary”.

Este grupo de la Nicarao “iba y venía” a las zonas de Bello Horizonte, Santa Rosa, Costa Rica y Larreynaga por orientaciones del jefe guerrillero Marcos Somarriba García, quien coordinaba la lucha armada contra el somocismo genocida en este Sector del lado de la Carretera Norte.

Al momento de producirse el Repliegue Táctico de Managua  a Masaya, este grupo en que iban los hijos de  Eloísa, entre ellos, “Modesta” o “Mary”, salen de la trinchera que estaba frente a la Fábrica Rolter, cruzan Bello Horizonte de Norte a Sur, cruzan también el cauce entre “Santa Bárbara” (hoy Barrio Venezuela) y finalmente llegan a la Calle de la Clínica Don Bosco, donde se concentraron alrededor de 7,000 managuas para iniciar el Repliegue a Masaya.

La salida del Repliegue Táctico de Managua a Masaya se produjo un poco después de las diez de la noche. Según Isabel Aráuz Rugama van juntos:  Marlene Fátima “Modesta” o Mary”, Cela Patricia Amador Cisneros, Manuel Barrantes, Ricardo Sú Aguilar y la propia Isabel Aráuz Rugama.|

Al llegar a “Piedra Quemada”, a las once de la mañana del 28 de junio de 1979, el bombardeo aéreo con bombas de 1,000 libras, rocktte y ametralladoras calibre 50, está en lo “fino”, matando gente y animales domésticos, destruyendo casas, convirtiendo en miles o millones de pedazos los pocos árboles de “Piedra Quemada”, mayoritariamente mamones, guanacastes,  ceibos, espinos negros y algunos chilamates.

El trayecto de bombardeo sostenido se produjo en un trecho de unos 750 metros entre el llamado Cruce Real de Caminos y el Kilómetro 22 de la Carretera a Masaya, conocido como “Piedra Quemada”, frente a la entrada antigua hacia el Volcán Masaya,

“Piedra Quemada” es un colchón de piedra volcánica, puntuda, eriza, que se prolonga más de dos kilómetros de Sur a Norte, desde los cuatro cráteres del Volcán Masaya, con rumbo Norte, cruzando la Carretera de Managua a Masaya.

Isabel Aráuz Rugama, coordinadora actual de la Asociación de Mujeres Sandinistas, recuerda que el bombardeo no cesaba, ya casi a la una de la tarde, cuando el grupo decidió seguir caminando hacia la salida de la Carretera por el Kilómetro 22, cuando se encontraron con una pila en que bebía agua el ganado.

Isabel se dispuso a beber agua de la pila. Se alejó un poco. El grupo se quedó un poco atrás, cuando, una vez más, cayó otro rockette, cuya explosión y charneles, mataron en el acto a Marlene Fátima “Modesta” o “Mary” Aguilar Uzaga, a Ricardo Su Aguilar, a Cela Patricia Amador Cisneros y a Manuel Barrantes.  Es decir, casi todo el grupo cayó en ese lugar de la pila de agua para el ganado. Isabel Aráuz Rugama se salvó por haberse retirado del grupo.

Estos  cadáveres de “Modesta” o “Mary”, de Celia Patricia, de Manuel Barrantes Aguilar, de Ricardo Sú Aguilar y decenas de cuerpos ya fallecidos por el bombardeo en este trecho de unos 750 metros de “Piedra Quemada”, fueron acomodados en oquedades o zanjas muy pequeñas en los alrededores y en la orilla del camino pedregoso, y los cubrimos con piedras y arena, para que no quedaran al descubierto.

Isabel Aráuz Rugama lloró inconsolable en ese pedazo de terreno cubierto de piedras volcánica, y hasta “renegó de Dios”, “porque cómo es posible que permita que una pandilla de asesinos somocistas estén matando a todo un pueblo”.

Doña Eloísa Uzaga Flores y su esposo Rodolfo Antonio Aguilar y un grupo numeroso de padres y madres de Héroes y Mártires caídos en “Piedra Quemada”, fueron llevados por Isabel Aráuz Rugama y otros a reconocer el sitio en que habían quedado sepultados superficialmente los cuatro inseparables amigos de lucha y revolucionarios sandinistas, incluyendo “Modesta” o “Mary” Aguilar Uzaga.

Sus cadáveres fueron recuperados casi un mes después, es decir, casi a finales de agosto de 1979. Los restos de “Modesta” o “Mary” están sepultados en el cementerio pequeño de la orilla de la Casa Comunal de la Colonia Nicarao. Es precisamente doña José Eloísa quien cuida ese cementerio, donde hay sepultados 17 Héroes y Mártires de la Insurrección y del Repliegue de Managua a Masaya, todos de la Nicarao. Hay una placa en que están sus nombres.

Eloísa tiene ahora (en 2013) 79 años. Sobreviven a “Modesta” sus hermanos: Luis Rodolfo, médico; Jorge Douglas, Combatiente Histórico organizado, José del Carmen, oficinista y Mario Antonio, también oficinista.

Eloísa solicita encarecidamente que le ayuden  desde el gobierno en el arreglo y sostén del Cementerio de los Héroes y Mártires de la Colonia Nicaragua, con el arreglo también la de la Galería de Fotos de estos 17 mártires, y que a ella misma le ayuden en el mejoramiento de su vivienda, la cual era “casa de seguridad” durante  la Insurrección y que fue bombardeada por la Guardia Nacional somocista genocida.

Uzaga Flores vive, o reside,  de la Escuela de la Colonia Nicarao dos cuadras al Norte y media al Oeste,  y tiene los teléfonos: 22481960 y 85543128.

Cela Patricia “Mercedes” Amador Cisneros

Cela Patricia “Mercedes” Amador Cisneros era una chavala jovencita, de apenas 13 años cumplidos. Estudiaba en el Liceo Franciscano, en el Reparto Altamira. Era una revolucionaria sandinista convencida, pertenecía a grupos de centenares de jóvenes rebeldes antisomocistas, cuyos padres y ellos mismos habían sido encarcelados, torturados y amenazados de muerte por las bandas de asesinos y torturadores de la Guardia Nacional somocista genocida, especialmente los guardias de la “Treceava Sección de Policía” (“Sierra 13”, decían los guardias), uno de cuyos jefes era el sargento Alberto “Macho Negro” Gutiérrez, quien llegaba a la Colonia Nicarao a sembrar el terror, especialmente por las noches.

Cela Patricia “Mercedes” Amador Cisneros era hija de José Leonardo Amador y de María del Socorro Cisneros Méndez, “yunta” de Eloísa Uzaga Flores, la mamá de “Modesta” o Mary” Aguilar Uzaga.

“Mercedes” Amador Cisneros vivía en la casa número E-275 de la Colonia Nicarao, donde ahora reside su primahermana Giselle Ebans Amador, quien guarda amorosamente los recuerdos revolucionarios consecuentes de Cela Patricia “Mercedes” Amador Cisneros, guiada, de algún modo, por Eloísa Uzaga e Isabel Aráuz Rugama..

Cela Patricia Amador Cisneros era de la “pelota” de Marlene Fátima “Modesta” o “Mary” Aguilar Uzaga y de Isabel Aráuz Rugama. Se juntaban para estudiar, se unían para enfrentar militarmente a los guardias que llegaban a aterrorizar a la Colonia Nicarao, se juntaron al estallar la Insurrección, u Ofensiva Final, en junio de 1979, y andaban juntas haciendo labores de Combatientes Populares, correos clandestinos de los Jefes Guerrilleros, fabricaban bombas de contacto, perfeccionaban juntas las formas de evadir a los guardias, a los “orejas” de la Oficina de Seguridad y a los informadores oficiosos del somocismo genocida en la Colonia Nicarao, y también, a escondidas,  practicaban el arme y desarme de armas de todo tipo y calibre, incluyendo fusiles automáticos como los Fal, M-16  y Galil.

Además del horror impuesto por los opresores somocistas en Managua, como motivo para insurreccionarse, Cela Patricia contaba con el ejemplo de su hermano Emilio Jhonatán “Comandante Chepe” Amador Cisneros, quien había caído antes en Jinotepe, durante un asalto del Frente Sandinista clandestino en la Renta de esa cabecera departamental de Carazo. Su hermano “Comandante Chepe” le decía que era necesario enrolarse en la lucha armada, para derrocar militarmente a la dictadura somocista genocida.

“Ahí va Celita”, comentaban en el vecindario de la Nicarao cuando su rostro y cuerpo infantil atravesaban sombras, huecos y callejones, rumbo a cumplir una tarea de orden militar insurreccional, sola o en compañía de “Modesta” Aguilar Uzaga y de Isabel Aráuz Rugama, actual coordinadora de la Asociación de Mujeres Sandinistas de Managua.

Las historias de boca en boca en la Colonia Nicarao y en la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos, encabezada por Frank “Machillo” González Morales, indican que Cela Patricia Amador y Marlene Aguilar Uzaga operaban juntas como correos clandestinos y portadoras de armas, municiones y bombas de contacto, ya en la Insurrección u Ofensiva Final, por encargos de sus responsables en la Colonia Nicarao, entre otros: Iván Escobar, Iván Peña y Manuel Barrantes, quienes eran dirigidos a su vez por Jefes Guerrilleros como Ramón “Nacho”  Cabrales Aráuz y Marcos Somarriba García.

Cela “Mercedes” y Marlene “Modesta” se movían sigilosamente en vecindarios como la misma Nicarao, Reparto Santa Julia, Don Bosco, “Meneses” y “Santa Bárbara”, hoy Barrio Venezuela;  “Salvadorita” (hoy Cristhian Pérez Leiva), Costa Rica (antes Barrio Blandón), Bello Horizonte, Santa Rosa y por el lado del Puente Larreynaga, en la Pista de la Resistencia Sandinista.

Con Cela Patricia trabajaban también en la clandestinidad “José del Carmen Camiche”, también Mario Aguilar y “Manotas”.

Estas tres muchachas mencionadas participaban inclusive en combates contra la guardia somocista genocida en barricadas en la misma Colonia Nicarao, en el Puente El Edén y en Santa Rosa, pero en sus casas  eran pocos los familiares que sabían o conocían de las actividades clandestinas de Cela, Marlene e Isabel Aráuz Rugama.

La madre más integrada de todas ellas en la Nicarao era Eloísa Uzaga Flores, madre de “Modesta” o “Mary”, porque todos sus hijos e hijas y ella misma estaban plenamente integrados en la Insurrección y debido a que la chela Eloísa Uzaga Flores inclusive había sido hecha prisionera por la guardia, en varias ocasiones, y tuvo que pagar multas de hasta 10,000 córdobas, lo cual la dejó “enjaranada”  en el banco.

Según sus familiares, quienes se muestran orgullosos de Cela Patricia “Mercedes” Amador Cisneros, ésta nunca dijo nada acerca de las actividades guerrilleras clandestinas en que andaba metida, pues el grupo, días antes de la Insurrección, llegaba en horario correspondiente de las clases, se les veía estudiar, pero se iban, dejaban dicho que andaban haciendo “un  mandado” donde Marlene, por ejemplo.

Volvían a la hora acostumbrada para continuar estudiando. Cuando estalló  la Insurrección u Ofensiva Final, todas ellas andaban plenamente integradas, se les veía sudadas, sucias, cansadas, chimadas en los brazos y piernas, llegaban sólo a comer y cambiarse de ropas un poco oscuras. Cela Patricia no comentaba con nadie que andaba plenamente integrada en la Insurrección, comenta una familiar, aunque se sospechaba que el grupo en eso andaba.

Cuando llegó el momento de partir en el Repliegue Táctico a Masaya, el grupo numeroso de la Nicarao, por separado, cada uno y una, llegaron a sus casas y les dijeron a sus madres, padres, hermanos y otros familiares, que se iban en retirada, porque hacían falta municiones, aunque no sabían hacia dónde era ese Repliegue ordenado por el Estado mayor del Frente Interno, integrado por los Comandante Carlos Núñez Téllez, Joaquín Cuadra Lacayo y William Ramírez Solórzano.

En su casita de la Colonia Nicarao recuerdan que Cela Patricia llegó a despedirse cuando ya estaba un poco oscuro, después de las seis y media de la tarde, cuando el Sol se había ocultado en el horizonte y debido a que Anastasio Somoza Debayle, el tirano genocida, había mandado a cortar la energía eléctrica en todos los vecindarios insurreccionados en Managua.

Cela Patricia se puso una ropa oscura y zapatos también oscuros. Le ofrecieron un reloj y ella contestó que no, “porque no debemos llevar puesto nada que brille en la oscuridad, para que los guardias no nos detecten”, respondió Cela Patricia Amador Cisneros cuando ya su silueta delgadita de niña de 13 desaparecía en la oscuridad de las calles de la Colonia Nicarao. Iba a juntarse con “la pelota”  de compañeras y compañeros Combatientes Populares para irse rumbo a la Calle de la Clínica Don Bosco, situada en el “Reparto Meneses”, también conocido como “Santa Bárbara”, hoy Barrio Venezuela.

Cela Patricia Amador Cisneros cayó con un grupo de jóvenes Combatientes Populares en “Piedra Quemada” por el feroz bombardeo aéreo somocista genocida el 28 de junio de 1979, cuando el  grueso del Repliegue Táctico de Managua Masaya se desplazaba por este sector del lado Norte del Volcán Masaya.

Las versiones de compañeros de viaje en el Repliegue indican que a Cela Patricia “Mercedes” Amador Cisneros fue “partida” por los charneles de una de las miles de bombas que lanzaron los pilotos genocidas contra el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, a la altura de “Piedra Quemada”, frente a la entrada antigua al Volcán Masaya.

Su cadáver, dichosamente, fue bien colocado en una oquedad de la orilla del camino pedregoso, lleno de piedras erizas o puntiagudas. Al cuerpo de Cela Patricia se le echaron piedras, arena y un poco de cal encima, pues en ese momento ni se supo de dónde salió un saco de cal.

Esto permitió que un grupo de cadáveres de caídos, incluyendo el de Cela Patricia se conservaran en buen estado.

Al retornar de Masaya a Managua con el triunfo de la Revolución Sandinista el 19 de julio en la tardecita, el grupo sobreviviente de la Colonia Nicarao fue donde las madres de Cela Patricia, de Marlene “Modesta” y de Manuel Barrantes, a comunicarles que los tres habían caído en “Piedra Quemada”.

Los mismos jóvenes, hombres y mujeres, con las respectivas Madres y Padres de estos y estas Héroes y Mártires caídos en el célebre Repliegue de Managua a Masaya, organizaron inmediatamente un grupo, consiguieron vehículos y permisos para moverse, y el 21 de julio de 1979, mediante la localización que habían dejado los sobrevivientes, fueron a “Piedra Quemada” y rápido encontraron sus cadáveres, sepultados en oquedades poco profundas y cubiertos con piedras, arena y un poco de cal encima.

Sus cuerpos estaban casi intactos. A doña María del Socorro Cisneros no le fue difícil identificar a su hija Cela Patricia, pues el cadáver tenía sanitas las prendas de vestir que se había puesto al salir de su casa entre las sombras de la noche del 27 de junio de 1979.  Es decir, había pasado un poco menos del mes de aquel día 27 de junio de 1979.

María del Socorro, Eloísa Uzaga Flores, don Manuel Barrantes, los sobrevivientes del Repliegue de la Colonia Nicarao y dirigentes comunales, tomaron la decisión de ir a comprar ataúdes en Masaya, colocaron los cadáveres dentro de los ataúdes allí en “Piedra Quemada”, y en caravana fúnebre se los trajeron a la Colonia Nicarao, en Managua.

La inmensa mayoría de estos vecinos siempre fueron rebeldes, opositores sólidos contra el régimen somocista genocida. Al llegar los cadáveres de Cela Patricia, Marlene “Modesta” o Mary” Aguilar Uzaga y Manuel Barrantes, tomaron la decisión de que los 17 Héroes y Mártires de la Colonia Nicarao, caídos en la Insurrección en la Zona Oriental de Mangua y en el Repliegue de Managua a Masaya, fuesen sepultados todos en el lado Este de la Casa Comunal e Iglesia de la misma Colonia Nicarao.

Mediante una ceremonia solemne, llena de lágrimas de familiares y amigos, y al mismo tiempo de alegría por estar ya en una Patria Liberada, los cadáveres fueron colocados de uno en uno en sus tumbas, las cuales se conservan hasta hoy con sus respectivas cruces y nombres en el costado Este de la Iglesia y Casa Comunal de la Colonia Nicarao, incluyendo los nombres de Cela Patricia Amador Cisneros, Marlene Fátima Aguilar Uzaga y Manuel Barrantes Aguilar.

En el centro de este Cementerio de Héroes y Mártires, está erigido un monumento, en cuyo centro hay una placa metálica con los 17 nombres de Héroes y Mártires de la Colonia Nicarao. Esa placa se colocó,  nuevamente hace poco tiempo, con apoyo de la Embajada de Venezuela.

Eloísa Uzaga Flores, madre de Marlene “Modesta” o “Mary” Aguilar Uzaga, es quien cuida y limpia cada tres días el local y entrada de la Galería de los Héroes y Mártires y el Cementerio mencionado. Eloísa Uzaga, quien tiene ya 79 años, se queja de que tanto vecinos como personas de fuera de la Colonia Nicarao ensucian el frente de la Galería y también han dañado las instalaciones del Cementerio. Señala que no recibe apoyo de ningún tipo ni de los dirigentes comunales ni de los dirigentes políticos FSLN de la Colonia Nicarao.

Eloísa solicita ayuda y responde a los teléfonos: 22481960 y 85543128. En este caso de Cela Patricia se puede consultar más datos a Eloísa Uzaga, quien reside del portón Norte de la Escuela de la Nicarao, dos cuadras al Norte y media al Oeste. También a Giselle Ebans Amador en la casa No. 275.

Manuel Barrantes Aguilar

Manuel Barrantes Aguilar estudiaba su quinto año de bachillerato en el Instituto Franciscano, en el Reparto Altamira.  Tenía apenas 19 años, y consideraba indispensable enrolarse en la lucha armada para derrocar al régimen somocista genocida,  porque éste impedía las libertades más elementales al pueblo nicaragüense. Mario José Barrantes, su hermano mayor, tenía la categoría de responsable de grupos en la estructura político-militar clandestina del FSLN, en la Colonia Nicarao.

Manuel era empleado  en la Farmacia Managua y Mario José ya había coronado su carrera de electricista industrial,  en el INTECNA, en Granada. No logró empleo en ninguna parte, en ese momento, porque la Insurrección estalló en esos días de junio de 1979.

La vivienda de Manuel Barrantes Rueda, el padre, y Rosa María Miranda, la madre, era “casa de seguridad” de jefes guerrilleros como Marcos “Salvador” Somarriba García, Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz y otros;  estaba convertida en buzón de armas, en paso de Combatientes Populares que hacían labor de correos clandestinos y hasta de dormitorio ocasional de Marcos “Salvador” Somarriba García, quien allí en la casa de Barrantes, en un cuarto del fondo, usaba un radio de ocho bandas de aquellos días para localizar el radio de la Guardia Nacional somocista y también el medio electrónico radial usado por la estructura político-militar del Frente Interno del FSLN, en Managua. Manuel Barrantes Rueda, padre, venía organizado desde los tiempo de Movilización Republicana. Así que él mismo era la mejor escuela de lucha para sus hijos.

También escuchaban Radio Sandino clandestina en ese radioreceptor, mencionado arriba,  de Manuel Barrantes Rueda.

Manuelito Barrantes hijo era algo así como un especialista en conseguir los materiales químicos y físicos para fabricar bombas de contacto en coordinación con otros colaboradores, entre los cuales estaban el “Tigre” Pavón del Barrio Larreynaga. Pavón tenía una fábrica de bombas y cohetes del Puente El Edén tres cuadras al Oeste.

Dentro de la casa, padre e hijo y otros Combatientes Populares, tenían un hueco, en el cual colocaban materiales explosivos y las bombas de contacto, ya elaboradas para ser usadas contra las patrullas de guardias somocistas genocidas en toda la Zona Oriental de Mangua.

A la orilla del hueco estaba un perro bravo amarrado, llamado “Lobo”,  para que nadie se acercara. Manuelito Barrantes hijo también tenía como misión fundamental conseguir medicinas y medios para aplicar “Primeros Auxilios” a heridos.

Al producirse el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, Manuelito hijo todavía llega a la casa de su padre, llena una caja con medicinas y otra caja con bombas de contacto; se puso unas botas nuevas, su madre, Rosa María Miranda, le aliñó una colcha en una bolsa, un pantalón, una camisa, varios pañuelos, un calzoncillo; y ceremonioso, antes de salir de la casa, les dijo a su padre y a su madre: “Tomen este dinero, compren comida, cuídense… vamos en Repliegue, no sé adónde, ¡volveremos¡”.

Manuel era el hijo menor. También estaban integrados a la Insurrección y se fueron en el Repliegue de Managua Masaya: Mario, Víctor y Marvin. Mario tenía responsabilidades de jefe guerrillero en la Insurrección y también en el Repliegue. Los cuatro llegaron a despedirse de sus padres, cuando eran las seis de la tarde del 27 de junio de 1979, día  y noche en que se inició el Repliegue de Managua a Masaya.

La versión de sus hermanos es que iban juntos al salir el Repliegue de Managua a Masaya. Al llegar a “Piedra Quemada”, por el feroz y mortal bombardeo de la Guardia Nacional somocista genocida, se separaron.  Manuel, debido a que era nervioso por ser el más joven, presuntamente no siguió las instrucciones que daban los jefes: Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano, Walter Ferrety, Joaquín Cuadra Lacayo y Osvaldo Lacayo, de que todo mundo permaneciera “pecho en tierra” contra troncos, piedras grandes y en zanjas, para evadir un poco los charneles de las bombas, y debido a eso, posiblemente, fue impactado por los explosivos en “Piedra Quemada”.

Al llegar a Masaya, sus tres hermanos, estaban desconsolados. Víctor llegó primero a Masaya. Al volver a Managua el 19 de julio de 1979, sus tres hermanos sobrevivientes trajeron a sus padres la noticia de  desaparición de Manuelito.

Don Manuel se fue a “Piedra Quemada” con una foto de Manuelito, para mostrársela a campesinos de ese sitio Norte del Volcán Masaya, y de ese modo, dio con su cadáver. La versión campesina indica que Manuelito iba con una muchacha ya casi cruzando hacia la Carretera a Masaya, cuando fueron descubiertos por el piloto somocista asesino, quien les descargó su carga mortal de rocktte y los mató a los dos.

El campesino no identificado tomó los cadáveres, los metió en una zanjita rocosa y los cubrió con piedras y arenas del mismo Volcán Masaya. Allí estaban los dos cuerpos. Don Manuel no supo quién era la muchacha. No tenía el dinero en el bolsillo. La colcha que su madre le aliñó a Manuel, la tenía encima, como para cobijarlo. Don Manuel, su padre, lo reconoció por el pelo y las muelas, las cuales tenían calzas recientes; por un anillo de oro, por sus botas recién estrenadas.

Don Manuel y su esposa, ambos con más de 70 años de edad, residen en la Colonia Nicarao, del llamado “Cacique Nicarao”, tres cuadras  al Lago, segundo callejón al Oeste, casa número E-447. Sus hijos sobrevivientes: Mario es mayor retirado del Ejército, Víctor Hugo es teniente retirado del mismo Ejército, y presidente de una Asociación de Militares Retirados. Tiene el teléfono: 22498269.

Aristeo “Sebastián” Benavidez y Carlos “Paco” Miranda

Aristeo “Sebastián”  Benavidez y Carlos “Paco” Miranda se hicieron conocidos en la marcha del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, porque ambos cayeron heroicamente durante un combate contra una patrulla de guardias somocistas genocidas unos 150 metros antes del Cruce de Veracruz, en medio de un plantío de chagüites, donde los soldados asesinos estaban escondidos con una ametralladora calibre 50, montada en un camión. Aristeo Benavidez era cuadro orgánico o militante entrenado y probado del Frente Sandinista clandestino

El llamado Cruce de Veracruz es en realidad un cruce de caminos con la Carretera que va de la Comarca Veracruz, Municipio de Nindirí, hacia el Puente de Ticuantepe, del Municipio de Ticuantepe, en la Carretera a Masaya.

Eran un poco después de las seis de la mañana del 28 de junio de 1979. En ese sitio se desplazaba sigilosamente  el grueso del Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Todos, sin excepción, íbamos hurgando con las miradas nerviosas por entre árboles,  chagüitales (plátanos, guineos, bananos) y matorrales en las cercanías del Cruce de Veracruz.

Aristeo “Sebastián” Benavidez y “Paco” Miranda, dos diestros Jefes Guerrilleros, formaban parte de un grupo selecto de combatientes que iban en la vanguardia, explorando, limpiando el camino de guardias somocistas genocidas, de “orejas”, “soplones” y “paramilitares”, cuando, repentinamente, explotó una balacera sonora que cortaba matorrales y ramas por centenares.

Precisamente, en ese momento, en medio del tiroteo, apareció William “Aureliano” Ramírez Solórzano, miembro del Estado Mayor del Frente Interno, con un fusil automático en las manos, desplazándose  agachado, rápido como una gacela, dando órdenes de que todo mundo se tendiera “pecho en tierra” en el suelo, y a la vez distribuyendo a los mejores combatientes para que hicieran un anillo militar en torno al sitio en que se escuchaba que estaba vomitando balas por centenares la ametralladora calibre 50.

El combate o balacera duró unos siete minutos. Los matorrales y arboleda nutrida impedían ver lo que realmente estaba pasando, y además, todavía estaba un poco oscuro, pues el Sol  no iluminaba totalmente.

Se supo después del combate rápido que Aristeo y “Paco” Miranda estaban con sus fusiles automáticos, disparándolos, parapetados en árboles, en la primera línea de fuego en contra de los guardias somocistas genocidas.

Este combate rápido sacudió y alarmó a todos los integrantes del Repliegue Táctico de Managua a Masaya. No se supo cuántos guardias eran, pues huyeron entre los matorrales hacia el lado Norte de Veracruz.

No se oyeron más disparos. Al concluir la balacera, un grupo de Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares aparecieron en medio de los matorrales cargando dos cuerpos sin vida. A los Jefes y Combatientes se les notaban los ojos llenos de lágrimas y al mismo tiempo, furiosos porque habían caído heroicamente dos compañeros guerrilleros valiosísimos.

Uno de ellos tenía la cara partida por un balazo de la ametralladora calibre 50. No pude saber si era Aristeo o “Paco” Miranda. La noticia de los dos caídos se propagó como hilo de pólvora agarrando fuego. Virtualmente, todos los participantes en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya estábamos allí en ese momento, en el Cruce de Veracruz, antes de meternos en una encajonada, rumbo a “Piedra Quemada”.

No podíamos ir cargando muertos. La carga de heridos era de casi 200, entre hombres y mujeres, todos jóvenes, algunos casi niños.

“Aureliano” Ramírez Solórzano ordenó que los dos caídos fuesen sepultados al pie de un árbol de ceiba. Un árbol antiguo, de raíces profundas. Se hizo una zanja, de forma rápida, y ahí quedaron sepultados.

Pregunté cómo se llamaban y no fue posible saberlo. Casi todos los participantes del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, de los días 27, 28 y 29 de junio de 1979, no daban sus nombres, y eran conocidos sólo por seudónimo, o sencillamente, ni seudónimo, ni nombre alguno.

Fue hasta que el Diario BARRICADA del 31 de agosto de 1979, en su página tres, publicó una nota periodística sobre Aristeo “Sebastián” Benavidez, pude darme cuenta que se trataba de uno de los dos caídos en combate frontal contra la guardia somocista genocida en el Cruce de Veracruz.

Y fue varios años, quizás 12 años después del 28 de junio de 1979, que Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando, me dijo que el segundo caído en combate en el Cruce de Veracruz era Carlos “Paco” Miranda.

Aristeo Benavidez era de Estelí, del Barrio San Antonio; y “Paco” Miranda era de Matagalpa, supuestamente del Barrio Guanuca. Los dos cadáveres fueron recuperados, porque la inmensa mayoría de replegados sabíamos que habían sido enterrados al pie del ceibón, situado a unos 100 metros al Oeste del Cruce de Veracruz.

Según parte del historial publicado por BARRICADA en agosto de 1979,  Artisteo Benavidez era un cuadro orgánico o militante del Frente Sandinista clandestino,  formidablemente bien preparado desde 1971. Poseía entrenamiento militar guerrillero, preparación política e ideológica, estudiaba historia y analizaba cuidadosamente lo que ocurría en Nicaragua con la opresión militar somocista genocida.

Sin embargo, su integración plena, total a la lucha, se efectúa hasta en los primeros meses de 1977, en Estelí. En la Ciudad y en el Campo distribuye propaganda política y armada, participa en mitines relámpagos en vecindarios y dentro de autobuses urbanos e Interlocales.

Participa en emboscadas a patrullas de la guardia somocista, gestiona casas de seguridad para Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares, organiza buzones de armas en Estelí, se especializa también en fabricación de explosivos, y al mismo tiempo hace labor de correo clandestino del FSLN en el Norte de Nicaragua.

En el mismo año 1977 lo meten preso en Estelí por quebrar los vidrios de una camioneta de un político somocista. Los vecinos de su Barrio San Antonio gestionan para sacarlo de la cárcel y lo logran. Después caen presos varios vecinos, y entonces es él quien se mete a realizar gestiones para que sus amigos y vecinos sean liberados de las cárceles somocistas.

La persecución de la opresión somocista en su contra, no se ha terminado. En el mismo año 1977, según el relato periodístico de BARRICADA, la guardia lo vuelve a meter preso, y ahora lo obligan a recorrer calles, preso por supuesto, para que señale dónde están escondidos el doctor Alejandro Dávila Bolaños,  Marcelino Valenzuela y Luis Irías, todos de Estelí y buscados por el somocismo genocida.

Logra salir libre. En septiembre de 1978 aparece con su hermano Rodolfo metido en la Insurrección de Estelí, precisamente, en septiembre de 1978. En esos días es nombrado por el Frente Sandinista clandestino, encabezado por el “Zorro” Rivera, como Comandante de una escuadra de Combatientes Populares, la cual él ubica en la “Ladrillería Hermanos Rayo”.

La Insurrección de Septiembre en Estelí, así como en el resto del país, fue como un gran ensayo de lo que pasaría después con la Insurrección u Ofensiva Final de junio de 1979.

Al participar en la Insurrección de Septiembre, Aristeo Benavidez aparece con el nombre de “Comandante 13”. Los participantes en esta Insurrección  se ven obligados a retirarse, pues ya habían cumplido sus objetivos de hostigar a la guardia somocista genocida, de poner a prueba el arrojo de los Combatientes Populares y los deseos de la población de lanzarse definitivamente a la lucha armada, para derrumbar a la tiranía  de Anastasio Somoza Debayle.

Con los insurrectos, encabezados por Jefes Guerrilleros antiguos, subieron a los cerros de los alrededores de la Ciudad de Estelí, para evadir a los guardias criminales.

En enero de 1979,  refiere el reportaje indicado de BARRICADA, trasladan a Aristeo Benavidez a Managua, para realizar operativos político-militares de gran envergadura.

Y efectivamente, es uno de los integrantes de la escuadra guerrillera del FSLN clandestino que asaltó la casa de José “Papa Chepe” Somoza en la Loma de “Chico Pelón”, situada de la Shell de Ciudad Jardín al tope Norte, en el barrio Los Ángeles, en Managua.

Ese asalto a la casa de “Papa Chepe” Somoza, hermano de Anastasio Somoza Debayle, dio como consecuencia una enorme recuperación de armas de guerra, incluyendo artillería pesada, más municiones y pertrechos militares.

Además, Aristeo Benavidez, en estos primeros meses del año 1979, trabajó también como agitador sindical en la Carretera Norte y distribuidor de propaganda política y armada entre trabajadores fabriles y pobladores barriales.

Es nombrado jefe de varias escuadras que hacen “tomas militares y propagandísticas” relámpagos en numerosos vecindarios de Managua, entre otros Waspán, Santa Rosa, Costa Rica, Larreynaga y Bello Horizonte.

En mayo, ya a las puertas de la Insurrección u Ofensiva, al mando de una escuadra militar del FSLN clandestino aparece Aristeo Benavidez asaltando la empresa trasnacional PEPSI-COLA, ubicada de la Shell Waspán varias cuadras al Sur. Hace recuperación económica o de dinero, y en su discurso ante los trabajadores de la PEPSICOLA afirma que esa escuadra es del “Movimiento Pueblo Trabajador”.

En la balacera en la PEPSICOLA resulta herido en una mano y pierde  un dedo, pero a pesar de eso, no ceja en el asalto y tampoco retrocede para echarse el discurso frente a los trabajadores, mientras un hilillo de sangre chorreaba de su mano hacia el piso.

Ya en plena Insurrección, tomando en cuenta sus cualidades de Combatiente extraordinario, es designado jefe de una “Unidad Móvil de Combate José Benito Escobar Pérez”, con la cual realiza combates en Ducualí, en El Dorado, en Larreynaga, en El Edén, en el Barrio Costa Rica, y le asignaron también un papel significativo para que esta “Unidad Móvil de Combate José Benito Escobar Pérez” fuese una de las que participara en la destrucción definitiva de la superodiada “Treceava Sección de Policía”, en la que estaba el multiasesino y torturador de la guardia somocista genocida, Alberto “Macho Negro” Gutiérrez.

Era un Jefe Guerrillero valiente, inteligente, intrépido, audaz, cuidadoso en su accionar combativo, y esas cualidades las demostró una vez más al ocurrir un combate feroz con la Guardia Nacional en el Barrio San Cristóbal, donde a punta de temeridad, audacia y certeza en disparos y ráfagas de ametralladora, le arrebató una tanqueta artillada a los soldados criminales de la dictadura somocista.

Entre sus compañeros de combate se decía que era como “un maestro en el manejo de las armas de todo tipo, y, sobre todo, cómo disparaba con tanta certeza, sin desperdiciar municiones”.

Sus armas favoritas en los combates en la Zona Oriental de Managua eran un fusil fal y una pistola calibre 32. Se las ingeniaba para conseguir los tiros, y se ufanaba de que él, con su escuadra, le quitaba las armas y municiones a los guardias somocistas genocidas.

Con ese fusil fal y la pistola 32 se enfrentó a la patrulla de la GN, que con una ametralladora calibre 50 parecía estar emboscada en ese chagüital del Cruce de Veracruz.

El relato de BARRICADA del 31 de agosto de 1979 indica que Aristeo “Sebastián” Benavidez cayó allí, en el cruce de Veracruz, durante ese combate mencionado.

Los guardias criminales huyeron. El Repliegue Táctico de Managua a Masaya perdió en el Cruce de Veracruz a dos de sus mejores Combatientes Populares e hijos revolucionarios. Se recuperaron la ametralladora y el camión en que estaba montada sobre un trípode. El camión estaba lleno de tiros variados, especialmente para la ametralladora calibre 50. También había en el camión una enorme cantidad de paquetes de cigarrillos y monedas de distintos valores en córdobas.

Esta ametralladora calibre 50 en manos del Estado Mayor del Frente Interno y de los replegados se convirtió en un elemento valiosísimo para mantener muy elevados a los helicópteros que lanzaban bombas de 1,000 libras y a los Push and Pull, lo cual, de alguna manera, contribuyó a que hubieran menos muertos y heridos en “Piedra Quemada”, frente al Volcán Masaya.

BARRICADA indicaba que los restos de Aristeo Benavidez habían sido llevados a Estelí, para sepultarlos allá con los honores correspondientes.

Sobre Aristeo Benavidez se le puede consultar al Comandante Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz y a Frank “Machillo” González Morales, coordinador de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, situada de la “Racachaca” cuadra y media al Sur, en el Barrio Altagracia.

Miguel Ángel Bonilla Obando

Miguel Ángel Bonilla Obando era un intelectual universitario encumbrado, de 33 años, rebelde, revolucionario, antisomocista y educador profundo y labrador de conciencias con sus discursos conmovedores en los auditorios de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, en Managua; y en centros fabriles capitalinos y fuera de Managua.

Esto ocurría por su posición política revolucionaria contra la tiranía somocista  genocida, mientras al mismo tiempo era presidente del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y del Centro Universitario de la Universidad Nacional (CUUN).

Miguel Ángel Bonilla Obando era profesor de inglés en el Recinto Rubén Darío, de la UNAN-Managua. Había sido antes maestro en colegios famosos como el Miguel Ramírez Goyena,  en el Instituto Maestro Gabriel, en el Colegio Calasanz, en el Instituto Pedagógico de Managua y en el Instituto Faustino Sarmientos.

Además, como su familia era pobre y su padre había fallecido cuando él estaba en el vientre de su madre, Miguel Ángel Bonilla Obando se había graduado también como técnico básico en electricidad  y refrigeración en el Instituto Técnico Vocacional, ubicado siempre de La Subasta hacia el Norte, en la orilla del Lago de Managua.

Para los estudiantes luchadores de la UNAN-Managua y en León, también en la Universidad Centroamericana, era como un imán repleto de conciencia política antisomocista hacerse presente a los auditorios, especialmente el Fernando Gordillo, cuando Miguel Ángel Bonilla Obando iba a pronunciar un discurso, o sencillamente haría una disertación académica, porque siempre la convertía en un poderoso y coherente discurso político antisomocista y antidictatorial.

Miles de estudiantes universitarios y de secundaria se veían sacudidos positivamente para meterse en la lucha política y armada antidictatorial cuando escuchaban a este recio intelectual revolucionario, formado en la lucha a punta de sacrificios personales y colectivos en la Universidad Nacional y en centro fabriles de Managua, León, Carazo y Chinandega, adonde también acudía invitado para pronunciar discursos encendidos en contra de la opresión-yanqui-somocista de más de 40 años en  Nicaragua.

A esos auditorios de la UNAN-Managua acudía a escucharlo y verlo el niño Mártir Luis Alfonso Velásquez Flores. Después de oírlo, Luis Alfonso Velásquez Flores se subía a un asiento para hacerse ver, e imitaba a Bonilla Obando lanzándose una arenga en medio de la multitud estudiantil universitaria, la cual se ponía de pies y los aplaudía largamente.

Recuerdo una vez que Luis Alfonso  Velásquez se subió a la azotea de uno de los pabellones de la UNAN-Managua, con un megáfono en mano, y desde allí se lanzó un discurso antisomocista encendido ante centenares de estudiantes universitarios, instándolos a continuar la lucha, a organizarse, a entrenarse para enfrentar militarmente al somocismo genocida. Abajo del pabellón estaba Miguel Bonilla Obando observando a Luis Alfonso y aplaudiéndolo.

Se puede afirmar que Miguel Bonilla Obando jugó un papel excepcional en elevar la conciencia política y revolucionaria de varios miles de estudiantes universitarios y de secundaria, y de obreros fabriles y de pobladores, para que éstos se integraran a la lucha antisomocista sin vacilaciones, y con las armas en las manos.

Miguel Ángel Bonilla Obando aparece en el listado oficial de Mártires del libro “Porque viven siempre entre nosotros”, del Instituto de Estudios del Sandinismo; y de “Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, de Pablo E. Barreto Pérez.

La Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador” ubica a Bonilla Obando como otro de los caídos en la Jornada del Repliegue de Managua a Masaya (realizado los días 27, 28 y 29 de junio de 1979) porque también cumplía misiones designadas por el Estado Mayor del Frente Interno, encabezado por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo, en torno al Repliegue de más de seis mil managuas, que iban rumbo a la “Ciudad de Las Flores” o Ciudad de Masaya.

El testimonio de la dirigencia de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador” añade que Miguel Bonilla Obando regresó a su casa en la madrugada del 28 de junio, después de cumplir tareas de inteligencia y militares del Repliegue de Managua a Masaya. Se había ya acostado esperanzado de que la guardia somocista genocida no llegaría a buscarlo.

Sin embargo, numerosos guardias, “orejas” y soplones del régimen somocista genocida llegaron pateando las puertas de su casa, y se metieron a sacarlo para matarlo atrozmente, como acostumbraban, dentro de su vivienda, donde lo balearon y luego de forma feroz lo remataron estampándole pedradas en la cabeza y en todo el cuerpo. Seguramente creían que matándolo se detendría el derrumbe del régimen sanguinario somocista.

Es conocido en Managua que hay una Colonia con su nombre, ubicada en el costado sur de la UNAN-Managua. Esta Colonia antes se llamaba ZOGAIB, y sus casas eran de guardias somocistas genocidas.

Su hermano Jorge A. Bonilla Obando, residente en Estados Unidos, escribió un esbozo biográfico sobre Miguel Ángel Bonilla Obando, el cual presentamos textualmente:

Jorge A. Bonilla Obando*

Miguel Ángel nació el 31 de marzo de 1946, en Managua, en la casa número 21 de la Colonia Somoza. Fue el quinto hijo de nuestros padres: Antonio Bonilla Cárcamo, de Nandaime, líder obrero; y Zoila Sebastiana Obando Trejos, ama de casa, nacida en Managua.

Cuando nuestro padre falleció, el 3 de enero de 1946, Miguel estaba en el vientre de su madre. Pienso que este nacimiento, sin el cuido y protección de su padre, con una madre viuda, sola y con la carga ya de cuatro niños, determinó que Miguel se desarrollara en la vida como una persona capaz de todo, independiente, audaz, hábil, cariñoso, sencillo, siempre sonriente y amable.

Miguel estudió en varias escuelitas que había en la Colonia Somoza y sus alrededores. En la Escuela Normal Central de Varones terminó sus estudios de primaria, y sus estudios de secundaria los realizó en el Instituto Nocturno Miguel de Cervantes, en Managua. Paralelamente estudió electricidad y refrigeración en el Instituto Técnico Vocacional, cuando salió de este centro tenía 15 años de edad.

Su madre y su hermano mayor, Ciro, trabajaban duro para alimentar y educar a la tropa Bonilla Obando. Durante los años 1959 al 63 estudió inglés y viajó a Estados Unidos varias veces donde unos primos que vivían en Los Ángeles. Luego trabajó como profesor en los Colegios Calasanz, Maestro Gabriel, Pedagógico de Managua, y el Colegio Faustino Sarmiento.

Su filosofía se nutrió de los escritores hispanoamericanos, los clásicos del viejo mundo, y de la vanguardia, además del existencialismo de Sartre y Camus. Su mentalidad de combatiente intelectual fue marcada por su lectura, los movimientos políticos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y la Revolución de Fidel Castro (en Cuba).

El 21 de febrero de 1967, frente a casi 1,600 personas, en el Instituto Ramírez Goyena, dio el discurso de su graduación de bachiller, y su voz y su pensamiento político contra la tiranía de Tacho Somoza Debayle marcaron el proceso de un nuevo político e intelectual que iba a apuntalar la Revolución de Nicaragua.

Los años del 72 al 79 fueron acelerados para Miguel. Participó en diversas organizaciones anti-somocistas que le nutrieron políticamente.  Para esa época se convirtió en profesor de inglés en el Recinto Universitario Rubén Darío, y continuó su carrera de sociólogo que no pudo certificar por su muerte en la guerra.

Fue en este período presidente del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y del Centro Universitario de la Universidad Nacional (CUUN). Participó en las protestas beligerantes y peligrosas contra el régimen, viajó continuamente a los departamentos a reuniones con estudiantes, obreros y empresarios que promovían la caída del somocismo.

La familia sufría por Miguel. Su madre y su tía Felipa, pasaban días tristes y llenos de angustia, esperando que él regresara de pronto y sigilosamente a la casa de las Delicias del Volga. Para las primeras horas del terremoto del 72, desapareció de momento y volvió hasta las 6:30 a.m. a la casa de doña Tana, nuestra madre, diciendo que estaba con la Cruz Roja socorriendo a las familias de los muertos y heridos en Managua.

A partir del año 74 hasta 1979 nadie faltaba a los discursos de Miguel en la UNAN-Managua. Su voz fue el mensaje sólido, emocionante, vibrante y profundo de un líder político, con fuerza y contenido filosófico, que penetró en la comunidad estudiantil y profesorado, coadyuvando para acelerar la victoria sobre el militarismo. El módulo Fernando Gordillo de la UNAN, fue el principal escenario de su ideología y pasión revolucionaria. Ese lugar explotó centenares de veces de júbilo, esperanzas y vigor nacionalista. Nicaragua tenía entonces un líder genuino, joven, valiente, lleno de vigor, honesto, íntegro y autóctono, con el compromiso de ver a las nuevas generaciones viviendo en un mundo social más digno y conveniente para los tiempos modernos. Continuó trabajando en el Recinto Universitario Rubén Darío hasta su muerte.

Después de la toma de la casa de Chema Castillo, estuvo con mi esposa Heidi y yo, en nuestro hogar de la Colonia Centroamérica, los agentes de la Guardia lo buscaron durante un mes. En 1979 lo miraba pocas veces, algunas veces donde mi mamá o donde Ileana Ordóñez, su compañera y madre de sus dos hijas Ilvaleska y Stuchenka. Un día había un gran tiroteo cerca de Jardines de Veracruz, yo iba caminando y él me alcanzó, no sé de dónde venía, y nos fuimos en su carro por las calles de la Colonia 14 de Septiembre, me dejó en la casa y no supe dónde fue después.

Me dijo, cuídese licenciado que la cosa arde y viene la etapa final. Sus manos estaban sudadas, como siempre. Me sonrió con una preocupante expresión que venía de su alma, y sus ojos grandes y muy negros que jugaban en conjunto con su juvenil sonrisa, trataron de decirme que no me acercara mucho a él, porque el peligro estaba cerca.

Miguel y yo fuimos los pequeños de nuestra familia, siempre estuvimos muy juntos, yo canté con él en las casas de los amigos, en los cumpleaños de nuestra familia, conversábamos de la revolución que se desarrollaba, pero nunca me comunicó, con grandes detalles, qué estaba haciendo.

El 26 de junio del 79 hablé con él, eran las 8:15 pm. Me dijo que había un cachimbeo terrible en toda la avenida del Ejército, desde hace muchos días. Él estaba en la casa de mi mamá, ahí estaba también mi hermano Gonzalo, quien estuvo con él más tiempo en los días de la guerra.

El 28 de junio me encontraba en Juigalpa con mi familia. A las 7:30 p.m. mi cuñado, Barney Montiel, me avisó de su muerte. Desde ese momento traté de salir para Managua. Fue imposible, nadie tomaba las carreteras, yo no tenía gasolina y nadie me quiso llevar a Managua. Horas continuas lloré a mi hermano menor y no podía aceptar esta terrible verdad. El dos de julio pude, con ayuda de mi cuñado Luis Duarte, llegar a la casa de mi mamá, ella estaba destrozada, y me dijo: “Mataron a mi muchachito, fue terrible Jorgito”. Nos quedamos ese momento abrazados en el centro de la casa, yo temblaba y lloraba como un niño, sentía a mi madre profundamente desbaratada. En la casa estaban los vecinos rezando el rosario, también estaban mis tíos Felipa y Benjamín, y mis hermanos. Yo regresé ese día a Juigalpa, mi hermano Gonzalo me dijo que no era conveniente quedarnos mucho tiempo en la casa, pues la Guardia rondaba el vecindario, pero también mis hermanos ahí corrían riesgo, quizá la idea era evitar que se agrandara nuestra tragedia.

Según mi hermano Gonzalo, que en paz descanse, quien posteriormente reconstruyó el brutal asesinato, el 28 de junio de 1979 Miguel ya estaba acostado cuando los guardias entraron empujando la puerta. Miguel se sobresaltó y se levantó. Mi madre grita ¿Qué pasa? Miguel la aparta a un lado. La tía Felipa de 91 años, se levanta de su silla y toma su andarivel que le sirve para caminar. Los guardias preguntan si él es el profesor Bonilla, él responde que sí y los invita a sentarse, pretendiendo que esos animales dialoguen. Ellos le ordenan que se ponga la camisa y los acompañe.

Miguel trata de hacer uso de subterfugios prometiéndoles que se presentará al día siguiente donde le indiquen. No hay trato –le dice uno de ellos– ¡o se va con nosotros o lo llevamos a verga! Él se opone. Trata de alegar sus derechos. Pide incluso, el pobre, la orden de detención, sabiendo que para esta gente eso era inexistente. Uno de ellos lo hala del cabello, que usaba bastante largo. Otro lo aferra de la faja del pantalón y otros dos lo empujan con sus metralletas puestas en sus costillas, sacándolo hasta la puertecita del porche. Él se resiste, aferrado a la puerta, en un lógico momento de rebeldía ante la inevitable tragedia que está viviendo.

Ve a su mujer en la acera de enfrente y en un impulso irrefrenable se impulsa hacia atrás, en un momento se libera de los verdugos. Dos de ellos caen al piso, otros dos se abalanzan sobre él y uno de ellos dispara su arma. Él se inclina hacia delante, el balazo le penetró al lado derecho de la pelvis. Otro de los atacantes toma un bloque de concreto y le da golpes en la parte inferior de la cabeza. Él se resiste aún, otro de los esbirros toma otro bloque y con gran saña le golpea por la espalda. Luego otro le dispara en la región del brazo. Luego uno de los asesinos le da el golpe máximo, con un ladrillo en la cabeza. Ahí flaquea el Titán, y en un último esfuerzo por no salir de su casa, se libera un instante de sus agresores y corre hacia adentro, donde mi madre está tirada en el suelo, lo mismo que la tía, que han tratado de defenderlo, pero alguien penetró en la casa y se los impide, inutilizándolas con sus golpes.

Los asesinos persiguen a Miguel, uno de ellos de anteojos le dispara un balazo que se incrusta en la parte inferior de su ojo izquierdo. Este balazo fue innecesario, el gigante ya no lo necesitaba para dejarnos.

Hoy, yo soy el único hermano vivo de los Bonilla Obando. Pido a mis sobrinos y sus descendientes que recuerden a este hombre excepcional y único, que mantengan su llama encendida en sus corazones y en su vigor y decisiones, y hagan honor de su inteligencia, personalidad, carácter, alegría, humanismo, sencillez y tranquilidad”.

*El autor es economista, único hermano vivo de Miguel Bonilla Obando. Vive en Estados Unidos.

Eva Margarita Bonilla Zúniga

Eva Margarita Bonilla Zúniga era una muchacha de 15 años. Había estudiado su primaria en el Colegio Madre del Divino Pastor, en el Barrio Altagracia.   Era alegre y profundamente analítica de la realidad nacional y estaba estudiando secundaria en el Colegio Teresiano.

Vivía con sus padres en el Reparto El Dorado, donde se instalaron, muy cerca de su casa,  el Estado Mayor del Frente Interno y el Estado Mayor General del Frente Sandinista clandestino, en Managua.

Sus padres son: Alfonso Enrique Bonilla López, catedrático universitario en la UNAN-Managua desde hace mucho tiempo; y de la también profesora Celia Gloria Zúniga (o Celia Ráudez). La casa en que habitaban con Eva Margarita en El Dorado está alquilada actualmente.

Los datos biográficos sobre Eva Margarita Bonilla Zúniga fueron suministrados, mayoritariamente, por Josefina Bonilla, hermana mayor y profundamente admiradora de Evita; y por Francisco Javier Zúniga Alvarado, familiar cercano de los Bonilla Zúniga. Francisco Javier Zúniga Alvarado tiene los teléfonos: 86935885 y 88837592.

Le sobreviven sus hermanas mayores: Celia, Josefina y Glenda Bonilla Zúniga.

Eva Margarita cayó y desapareció durante el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, a la altura de “Piedra Quemada”, Masaya, el 28 de junio de 1979, a la hora del bombardeo mortal de la Guardia Nacional somocista contra los replegados de Managua, según testimonian algunos de sus vecinos en el Reparto El Dorado, entre otros, el ingeniero Manuel Matus Méndez, y la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, encabezada por Frank “Machillo” González Morales y Juan Carlos Soza.

Esta muchacha extraordinaria, era una niña de apenas 15 años  cumplidos, se integró a una escuadra de Combatientes Populares del Barrio San José Oriental, donde participó en uno de los combates memorables el 21 de junio de 1979 contra la guardia somocista genocida, la cual entró al vecindario con varias tanquetas, ametralladoras calibre 50, lanzamorteros, con un grupo de infantería de más de 500 hombres y apoyo de la aviación, pero esos  Combatientes Populares, sin entrenamiento militar formal, vencieron a los soldados del régimen dictatorial, los cuales se retiraron con sus muertos y heridos. Ese combate le costó al San José Oriental y vecindarios aledaños alrededor de 40 muertos y destrucción generalizada.

Mediante un escrito biográfico, su hermana Josefina Bonilla  califica a Eva Margarita Bonilla Zúniga como una jovencita profundamente inquieta por las injusticias sociales y económicas impuestas por la dictadura somocista y el sistema imperante, a pesar de que era todavía una niña de apenas 15 años  recién cumplidos en febrero de 1979.

Sus padres son: el profesor universitario Alfonso Enrique Bonilla López y la también profesora Celia Gloria Zúniga (o Celia Ráudez). Eva Margarita era la hija menor de este matrimonio.

Después del Terremoto de diciembre de 1972, la familia fue a vivir al Barrio Altagracia, donde Evita pasó a estudiar primaria en el Colegio Madre del Divino Pastor. Posteriormente fue ubicada en el Colegio Teresiano, donde comenzó a dialogar con sus amiguitas alumnas compañeras de clase sobre las injusticias sociales, políticas y económicas que imponía el régimen somocista.

Pronto pasó de las simples conversaciones a los discursos con ideas desafiantes, que contagiaban a sus demás compañeras de estudios secundarios, lo cual preocupaba a las monjas del Colegio Teresiano, indica Josefina Bonilla en su escrito sobre Eva Margarita Bonilla Zúniga.

Josefina asegura que Eva se organizaba de diferentes formas, en el Colegio y en el vecindario donde vivía, para discutir sobre el tema de la opresión dictatorial somocista en Nicaragua. La familia se pasó a vivir en el Reparto El Dorado, y ya en 1977, Eva Margarita  seguía de cerca al liderazgo clandestino del Frente Sandinista de Liberación nacional, y ella misma buscaba cómo contactarse con gente que estuviera cerca de las labores guerrilleras sandinistas.

Horas tras horas leía, era amante de los libros, escuchaba radio, noticias, análisis sobre la realidad política nacional, escuchaba a su padre conversar con sus amigos profesores universitarios de la UNAN, sobre la insoportable “realidad nacional”. Leía los escritos del director del Diario LA PRENSA, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, devoraba escritos cristianos de escritores famosos sobre injusticias sociales y pobreza en el mundo, especialmente en Nicaragua, señala Josefina sobre su hermana menor.

En ese año de 1977, cuando ya están trasladados al Reparto El Dorado (donde se instalaron el Estado Mayor del Frente y el Estado Mayor General de Managua), en la casa número 272, indica Josefina, Evita pronto se convierte en la líder juvenil, en la guía de chavalos y chavalas de su misma edad (y de mayores edades), los mete a discusiones sobre la lucha social y armada del Frente Sandinista, se conseguía comunicados clandestinos del FSLN y los leía.

A esos chavalos y chavalas, incluso mayores que Eva, les decía que debíamos tener “Patria Libre o Morir”, “tenía sed y hambre de justicia”, enfatiza Josefina en su escrito, admirada profundamente de aquel comportamiento patriótico excepcional de su hermana menor, Eva Margarita Bonilla Zúniga.

“También le escribía al Padre Gabriel, quien estaba en Roma y había tenido influencia en Eva con sus sermones”, añade Josefina Bonilla.

Cuando los miembros del Estado Mayor del Frente Interno del FSLN clandestino, encabezados por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, Joaquín Cuadra Lacayo y William Ramírez Solórzano, se instalan en el Reparto El Dorado, muy cerca de la casa de Evita, ella se acercó a conversar con ellos por donde era la casa de Lea Guido, donde se instaló aquel Estado Mayor libertador en Managua.

Cuenta Josefina en su escrito biográfico sobre su hermana Eva Margarita que ella personalmente, desafiando peligros atendía a los “compas”, les servía comida, les conseguía utensilios materiales de todo tipo, cuando la Insurrección ya estaba en lo fino en junio de 1979.

Con su familia, incluyendo su padre y su madre, Eva Margarita construyó refugios aéreos en El Dorado y en vecindarios aledaños para resguardar a niños, mujeres y ancianos de los bombardeos aéreos somocistas genocidas, mientras al mismo tiempo desafiante iba de un lado a otro en ayuda de Combatientes Populares, de los vecinos, e incluso ayudando a su abuelita discapacitada, en silla de ruedas.

La misma Eva Margarita se había procurado un aprendizaje de Primero Auxilios, en los meses anteriores, como si estuviese segura de que algo así como la Insurrección viniese pronto. En medio de los bombardeos y combates recios contra la Guardia Nacional somocista genocida,  Eva Margarita andaba curando gente herida, ayudando a trasladar esos heridos a los hospitales clandestinos del mismo Reparto El Dorado, en la Sagrada Familia en Ducualí y en los hospitales clandestinos México y Silvia Ferrufino de Bello Horizonte.

Mientras tanto, por el bombardeo aéreo mortal, el mortereo de la Guardia Nacional somocista genocida desde el Edificio Armando Guido, por ejemplo, en contra de todos los vecindarios insurreccionados, la familia de Eva decidió trasladarse adonde amigos, fuera del ámbito de la Insurrección en la Zona Oriental de Managua.

Eva Margarita Bonilla Zúniga, de apenas 15 años recién cumplidos, decidió quedarse dentro de la Insurrección y correr la misma suerte de centenares de miles de nicaragüenses que estaban siendo brutalmente masacrados por el régimen somocista, y que al mismo tiempo luchaban por derrocarlo.

De ese modo, aparece integrada en escuadras de Combatientes Populares en el Barrio San José Oriental, en el Barrio El Paraisito y en el Barrio “Campo Bruce” (hoy Rigoberto López Pérez), combatiendo frontalmente contra las tropas del tirano Anastasio Somoza Debayle.

Eva Margarita no volvió a tener contacto alguno con sus padres, ni familiares, ni amigos conocidos en El Dorado, ni en Altagracia. Es en la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos del Frente Sandinista en donde aseguran que Eva Margarita se fue en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya y que desaparece en el bombardeo criminal de “Piedra Quemada”, frente a la entrada del Volcán Masaya, en el Departamento de Masaya.

“Sus padres la buscaron día tras día por rincones de Nicaragua, cercanos y no cercanos a El Dorado. La buscaron en Barrios, puestos de mando y cualquier rincón, antes y después del 19 de Julio de 1979. Los padres, ayudados por sus hijas, Celia, Josefina, Glenda y amigos, desenterraron cadáveres junto con tantos padres y familias que buscaban a sus seres queridos desaparecidos durante años 78 y 79. Se desenterraron cadáveres en la Ruta del Repliegue y otros lugares. La decisión final de su padre, de dar por fallecida a su hija Eva Margarita, fue cuando sacaron los restos humanos de una joven quinceañera de una letrina en Masaya y le dieron cristiana sepultura. No eran los restos de Eva Margarita, pero era tanto el dolor que ya no podía soportarse más. Sus padres decidieron que deseaban que así como ellos sepultaron cristianamente los restos de una joven, alguien hubiera tomado la acción similar con los restos de Eva”, escribe emocionada Josefina Bonilla sobre su hermana menor, aquella Evita Margarita extraordinaria, patriota ejemplar, hija de Sandino y de Carlos Fonseca Amador.

“El padre de Eva, don Alfonso, pidió a sus hijas que se integraran a la Cruzada Nacional de Alfabetización y otras tareas sociales en memoria de Eva y que trabajaran doblemente para hacer lo que  ella hubiera hecho”, agrega Josefina.

En diciembre de 1979 se inauguró una calle con el nombre de Evita Margarita en el Reparto El Dorado, donde destacaron su ejemplo extraordinario, pues a pesar de que apenas tenía 15 años dejó una huella patriótica imborrable en su familia, en amigos y vecinos.

Eva Margarita Bonilla Zúniga soñaba con ser doctora en medicina y maestra.

A Josefina Bonilla Zúniga se le puede localizar en Nicasalud, situada del PHARAHOS media cuadra al Oeste. También se puede consultar a Francisco Javier Zúniga Alvarado en la sede del Movimiento Comunal Nicaragüense en San Judas, del Ceibo una cuadra al Sur y una cuadra y media al Este. Tiene los teléfonos: 86935885 y 88837592.

Raymundo José Canales Baltodano

Raymundo José Canales Baltodano tenía 20 años al momento de estallar la Insurrección Sandinista en Managua y al producirse el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, el 27 de junio de 1979, en la noche, en el cual se fue y cayó en los alrededores de Nindirí, por charnelazos de los bombardeos contra los replegados de Managua.

Según dirigentes de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, encabezada por Frank “Machillo” González Morales, este joven Canales Baltodano era uno de los cuadros más importantes de los Combatientes Populares en la Zona del Barrio Riguero, Colonia Máximo Jerez, Barrio “La Luz” (hoy Isaías Gómez), Barrio México y El Paraisito.

Raymundo José Canales Baltodano, además, era de la “pelota” de unos 300 estudiantes rebeldes antisomocistas del Instituto Maestro Gabriel, donde estudiaba su quinto año de bachillerato.

Según sus hermanas Carmen María, Fátima, Aura Inés y Aurora, allí en el Instituto Maestro Gabriel, situado entre los Barrios Larreynaga y San Luis Sur, Canales Baltodano entra en contacto con el grupo o tendencia de los Proletarios del Frente Sandinista en Managua, y al mismo tiempo lo ven en reuniones clandestinas con el “Machillo” González Morales, con Walter “Chombo” Ferrety, con uno al que le decían “El Muco” y otro al que llamaban “Chuga”, hijo de don Jesús Castillo, a quien también le dicen “Chuga”.

Doña Aura Lila Baltodano, de 80 años actualmente y con la memoria lúcida todavía, hace recordar que su casa, contiguo al Cine Trébol (cerca de los “Repuestos La Quince”), en el lado Noroeste del Barrio Riguero, tenía un patio enorme en el lado trasero, y  que lo mismo ocurría hacia el Oeste, Norte y Sur, lo cual permitía que su hijo Raymundo José y estos Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros se reunieran de forma clandestina en su vivienda, mucho antes de que estallara la Insurrección Sandinista en los Barrios Orientales de Managua.

Recuerda esta Madre de Héroe y Mártir que su hijo Raymundo José convirtió su vivienda en Casa de Seguridad y Buzón de Armas, pues el grupo había acondicionado en el patio del fondo para hacer reuniones y hasta construyeron una zanja, en las cuales escondían armas, municiones, bombas y propaganda escrita en mimeógrafos, pues su hijo Raymundo José hasta estos mimeógrafos llevaba a la casita, para hacer impresiones propagandísticas conspirativas.

Don José Canales Montano, ya fallecido hacía varios años, padre de Raymundo, conocía de las actividades de su hijo y se las apoyaba, afirma doña Aura Lila Baltodano.

Según Fátima Canales Baltodano, una de las hermanas menores de  Raymundo José, este y el grupo de Combatientes Populares se reunían en su casa de noche y de día, y dichosamente la guardia somocista genocida nunca detectó la Casa de Seguridad, ni el Buzón de armas, ni las reuniones que se hacían en el patio del fondo de la casa, ubicada unos 50 metros al Este de la Rotonda Cristo Rey, pegado adonde fue el Cine Trébol.

Recuerdan Aura Lila Baltodano y Fátima Canales Baltodano que ya en plena Insurrección de junio de 1979 llegaron a su casa, en compañía de Raymundo José, los Comandantes Joaquín Cuadra Lacayo y Walter “Chombo” Ferrety.

Su madre, su padre y sus hermanas menores sabían que Raymundo José Canales Baltodano andaba cumpliendo misiones combativas en trincheras de combate, como correo clandestino, trasladando armas y municiones, y en ocasiones transportando a heridos en carretones de mano, pero ellas y su padre don José Canales Montano, ya fallecido, no sabían exactamente en qué lugares se movía Raymundo José Canales Baltodano.

Cuando el sonado combate de los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares en el Paraisito, “Campo Bruce” y el Barrio San José Oriental, contra una invasión de guardias somocistas genocidas, el 21 de junio de 1979, durante casi todo el día, Raymundo estuvo allí en ese combate, porque se los comentó cuando llegó a la casa “todo sucio, revolcado, con la ropa destruida porque se había arrastrado… se cambió de ropa, pidió comida, sacó armas y municiones del Buzón de armas y se volvió a ir… dijo que iba para el Reparto El Dorado”, relata Fátima Canales Baltodano.

Un poco antes de este  combate sonadísimo, porque allí fueron destruidas tanquetas y tanques de la guardia somocista, y Carlos Alberto “El Sobrino” Dávila Sánchez cayó herido gravemente, Raymundo José les llegó a contar cómo  la soldadesca de Anastasio Somoza Debayle había invadido el Barrio  Riguero con un contingente de más de 1,000 guardias, y de cómo los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares los habían detenido y vencido en combates casa por casa en el Reparto El Dorado.

El 27 de junio de 1979, día del inicio del Repliegue Táctico a Masaya,  Raymundo  José llegó sofocado a su casa en la mañana. Comió, se bañó rápido, se vistió con una camisa camuflada o verdeolivo, se ajustó un pantalón azulón, se puso unas botas regulares que tenía, pidió comida para otros compañeros de trincheras de combate, y sólo comentó cuando salía por el patio trasero de la casa: “Se especula que vamos en retirada… no sé para dónde. Yo les aviso si me voy”.

Cuando eran las seis y media de la tarde de ese 27 de junio, su madre Aura Lila Baltodano, con las niñas menores, decidió ir a buscarlo adonde tenían una trinchera de combate en el Puente El Paraisito. Ya no había nadie en ese sitio. Decidió ir a buscarlo a la Iglesia Sagrada Familia, en el Barrio Ducualí, porque ella sabía que allí había un comando sandinista. Se encontró con la novedad de que ya todos los Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros ya se habían ido, pero no le dijeron hacia dónde.

Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares y Civiles implicados en la Insurrección Sandinista de Managua, jefeados por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano, Joaquín Cuadra Lacayo, Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz, marcos Somarriba García, Walter “Chombo” Ferrety, Osvaldo Lacayo, Mónica Baltodano Marcenaros, Raúl Venerio Plazaola, Rolando “Cara Manchada” Orozco, entre otros, ya estaban llegando a la Calle de la Clínica Don Bosco, donde se produjo la salida del grueso del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Allí en el arranque del Repliegue a Masaya estaba ya Raymundo José Canales Baltodano. Aura Lila Baltodano y sus hijas menores anduvieron indagando, en silencio, el 28 de junio en los barrios aledaños, y nadie les dijo nada. No supieron hacia dónde fue la Retirada de la que habló Raymundo José.

Al producirse el Triunfo de la Revolución el 19 de julio de 1979, Aura Lila Baltodano fue al siguiente día 20 de julio a la Plaza de la Revolución a buscar a su hijo Raymundo José. Hurgó en miles de rostros, pero su hijo Raymundo no apareció.

Fue hasta el 22 de julio que una familiar, la tía Flor de María Montano,  le llegó a decir que unos muchachos guerrilleros le habían informado que Raymundo José Canales Baltodano había caído durante los bombardeos aéreos somocistas genocidas, en las cercanías de Nindirí, donde lo habían sepultado.

Buscaron a los informadores de la familiar mencionada, armaron una brigada en los últimos días de julio de 1979, fueron al sitio y “fue fácil encontrar el cadáver, pues hasta lo reconocimos de inmediato por la vestimenta que se puso cuando llegó a comer y bañarse el 27 de junio en la mañana”, comenta Fátima Canales Baltodano.

Su cuerpo está entre los sepulcros de los Héroes y Mártires del Cementerio Oriental de Managua, dice Fátima.

Aura Lila Baltodano, de 80 años, todavía está viva y sigue residiendo con sus hijas en la misma casa en que vivió Raymundo José Canales Baltodano, pegado adonde fue el Cine Trébol. En el sitio del Cine Trébol hoy está un Supermercado de la Colonia. Tiene el teléfono: 82744774.

Alejandra Emelina Campos Escobar

Alejandra Emelina Campos Escobar era una muchacha de apenas 17 años, hija de un trabajador destacado en el Diario LA PRENSA, llamado Ramón Campos, ya fallecido, y de Socorro del Carmen “Coquito” Escobar Carballo, costurera y comerciante “por cuenta propia” desde siempre, en su casa del Barrio El Edén, del Cine Rex una cuadra al Norte y dos cuadras al Oeste.

Alejandra era estudiante de secundaria en la Escuela de Comercio en la “Escuela Patria”, de la Iglesia Santa Faz, en el Barrio Costa Rica, entonces llamado “Barrio Blandón”. No le conocieron seudónimo. Su madre se enteró de que andaba enrolada en la Insurrección Sandinista en la Zona Oriental de Managua porque le encontró apuntes en un cuaderno, en el cual argumentaba por qué razones se debía luchar con las armas en las manos, para derrocar a la dictadura somocista, y debido a que incluso mencionaba las tareas guerrilleras clandestinas conjuntas con su marido o esposo, Ronald Fisher Ferrufino, otro joven de la misma edad de ella.

Asimismo, en esos apuntes mencionaba el calvario que había sufrido el Comandante Tomás Borge Martínez cuando había sido hecho prisionero por la dictadura somocista genocida.

Ella, Alejandra,  mencionaba los seudónimos de “Aureliano” Ramírez Solórzano, “Roque” Núñez Téllez, “99” (Javier López), a “Chico Garand” Guzmán Fonseca, y por su nombre completo a Marcos Somarriba García.

Se enteró por la misma Alejandra de que también andaba en quehaceres guerrilleros clandestinos su hermana Josefa Campos Escobar, mayor que ella. Las dos salían juntas y por separado, durante la Insurrección, a cumplir tareas de correos, de combates en las trincheras y barricadas del Barrio Larreynaga, en el Puente El Edén, frente a la Fábrica Rolter y en la Esquina de Santa Rosa, frente al semáforo de  Portezuelo, en la Carretera Norte.  Su padre, Ramón Campos, también andaba integrado plenamente en tareas similares. “Así que padre e hijas andaban en la lucha armada para derrocar a la dictadura somocista, de lo cual me siento muy orgullosa”, comenta ahora “Coquito” Escobar Carballo.

Esta junta de lucha de padre e hijas, incluía al esposo de Alejandra Emelina, Ronald Fisher Ferrufino, con quien andaban juntos, combatían juntos, se repartían la poca comida que conseguían, se cuidaban mutuamente en todas las trincheras de combate en la Zona Oriental de Managua, especialmente en El Edén, Costa Rica, Larreynaga, Santa Rosa y Bello Horizonte.

Llegó el momento de la Retirada, o Repliegue Táctico de Managua Masaya,  y los cuatro, las dos mujeres y los dos varones, tomaron la decisión de irse en el Repliegue, aliñaron un poco de ropa, un poco de comida, medicinas, pastas y cepillos de dientes. No sabían hacia dónde iban, pero estaban seguros de que “era más seguro irse con los muchachos, con sus hermanos Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros, que quedarse en el Barrio El Edén y en la casa, porque sabían que los matarían. Yo también, con los niños menores, tuve que irme de inmediato hacia donde unos amigos. La casa quedó solita”, recuerda “Coquito”  Escobar Carballo, 34 años después de ocurrido el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Ramón Campos, sus dos hijas: Alejandra Emelina y Josefa y Ronald Fisher Ferrufino se juntaron con el resto de Combatientes Populares de El Edén, y marcharon hacia la Iglesia Sagrada Familia, en Ducualí (la “Cuna de la Insurrección”), de donde marcharon a concentrarse en la Calle de la Clínica Don Bosco, en el Barrio Santa Bárbara (hoy Barrio Venezuela), para irse en el Repliegue a Masaya.

Junto a los seis mil replegados de Managua pasaron las peripecias de ir marchando dentro de cauces, evadiendo cuarteles y pasando por la orilla de esos mismos cuarteles de la Guardia Nacional somocista, pasaron  el combate con soldados genocidas en Veracruz, ya era 28 de junio en la mañanita, y finalmente llegaron a “Piedra Quemada”, donde se registró el infernal y mortal bombardeo aéreo  contra el Repliegue Táctico de Managua Masaya, frente a la entrada antigua del Volcán Masaya.

Ramón Campos y Josefa Campos Escobar, padre e hija mayor, contaron a “Coquito” Escobar Carballo que ellos dos se pusieron “pecho en tierra” en una zanja, para evadir los charnelazos, a eso de las doce del día, mientras Alejandra Emelina y Ronald Fisher Ferrufino, su esposo, corrían agachados en busca de otro refugio cercano,  e igualmente al pie de unas rocas, pero con tan mala suerte que, precisamente,  los charneles de una bomba de 1,000 libras los “partió” a los dos y cayeron encima de las piedras volcánicas erizas y puntudas del Volcán Masaya.

Los dos murieron casi instantáneamente. Andaban juntos, cayeron juntos, y estaban por tener un hijo, pues Alejandra Emelina estaba embarazada cuando se fue en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Según el relato de Ramón Campos y su hija Josefa, uno de los charneles le abrió el vientre a Alejandra Emelina. A Fisher Ferrufino, el rockette lo partió por la mitad del cuerpo. Como en el caso de otras decenas de caídos en “Piedra Quemada”, los cuerpos sin vida de Alejandra Emelina y Ronald Fisher Ferrufino, fueron colocados en oquedades casi superficiales y tapados con pedazos de piedras y arena volcánica regada en el sector de los 750 metros en “Piedra Quemada”, frente a la entrada antigua al Volcán Masaya, donde fue lo más horrible del bombardeo aéreo somocista genocida.

Los restos de Alejandra Emelina y Ronald Fisher Ferrufino fueron rescatados un mes después. Según “Coquito”, parte de los huesos de Alejandra Emelina, los tiene guardados para que su hija Josefa y familiares los coloquen dentro de su ataúd, “cuando yo muera. Esa es mi voluntad. Mi hija Alejandra era admirable, extraordinaria”, dice “Coquito” Escobar Carballo.

La otra  parte de su osamenta  de Alejandra Emelina está sepultada en la misma tumba de Ronald Fisher Ferrufino, en el Cementerio Oriental de Managua. Ramón Campos y su hija Josefa se integraron plenamente a los Comités de Defensa Sandinistas, mientras el mismo Ramón continuaba entregando periódicos de El Nuevo Diario, a domicilio, para su venta cotidiana. Llegó a ser presidente de la Cooperativa, propietaria inicial de El Nuevo Diario.

Ramón Campos falleció en 1989 por insuficiencia renal y diabetes

“Coquito” Escobar Carballo vive del Cine Rex una cuadra al Norte y dos cuadras al Oeste, en el Barrio El Edén. Tiene el teléfono 22493574.

Bosco Javier Cáseres Altamirano

Bosco Javier Cáseres Altamirano.  El Diario BARRICADA del  9 de agosto de 1979 informa en un reportaje pequeño que Bosco Javier Cáseres Altamirano, jovencito, había participado activamente en la Insurrección de los Barrios Orientales de Managua, que se había ido en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, que  cayó en el bombardeo aéreo infernal de “Piedra Quemada”, frente al Volcán Masaya, donde su cadáver desapareció.

Exponía esta nota informativa del Diario BARRICADA que familiares cercanos se habían presentado en la Redacción del periódico sandinista para informar que Bosco Javier anduvo plenamente integrado a la lucha armada en trincheras de combate en la Zona Oriental de Managua, y que  se había despedido de ellos el 10 de junio de 1979, y desde entonces no lo volvieron a ver.

Mencionaba la nota informativa que Bosco Javier Cáseres Altamirano había combatido contra la guardia somocista genocida, por ejemplo, en los combates “casa por casa” en el Reparto El Dorado, cuando los soldados asesinos de Anastasio Somoza Debayle habían logrado penetrar al anillo insurreccional de este vecindario, de donde fueron rechazados a balazos, cuchilladas y patadas en ese mencionado combate “casa por casa”, en el que participó este jovencito Cáseres Altamirano.

“Lo vieron combatiendo en el Reparto Schick, en “La Fuente” y en Ducualí”, indicaba esa nota informativa del 9 de agosto en el Diario BARRICADA.

En el Diario BARRICADA trabajaba en esos días un compañero llamado José Cáseres, y se supone que él brindó esa información mencionada. Se indicaba que el cadáver de Bosco Javier Cáseres Altamirano jamás apareció. Lo buscaron en “Piedra Quemada”, en el casco urbano de Nindirí, en fosas comunes de Masaya, en las fosas comunes que hizo la Guardia Nacional somocista genocida para lanzar a los asesinados por ellos en los  Cerros del Coyotepe y de la Barranca, donde mataron a varios centenares de Combatientes Populares de Masaya y de Managua.

 

Daniel Enrique Chavarría

Daniel Enrique Chavarría es un nombre conocido en Managua, pues existe con ese nombre un Barrio situado de la Empresa NICALIT hacia el Sur, entre el Barrio Nora Astorga y el Mercado Israel Lewites Rodríguez, en el Distrito II de Managua.

Al momento de la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final contra la tiranía somocista en Managua, Daniel Enrique Chavarría tenía 18 años. Era estudiante de secundaria en el Instituto Fernando Gordillo  y ayudante de mecánica en los planteles Batahola y ECONS, según su madre María de los Ángeles Chavarría, quien aparece como Colaboradora  Histórica en la Asociación de Combatientes Históricos de Managua.

Su hermano Noel Ernesto dice que las primeras noticias de la integración de Daniel Enrique Chavarría a la lucha indican que anduvo con Enrique Lorente, en Estelí. Se vino a Managua y se enroló con el grupo de rebeldes que protagonizaron la Insurrección en la Zona Occidental  capitalina, en los barrios de San Judas, Sierra Maestra, Camilo Ortega, Monseñor Lezcano, Santa Ana, Altagracia, Linda Vista, Las Brisas, etc.

Su madre, María de los Ángeles Chavarría,  y su hermano Noel Ernesto, añaden que Daniel Enrique Chavarría andaba con los hijos de Blanca Estela Moreno, quienes residían en el Reparto Belmonte, cerca del Kilómetro Siete Sur y  también próximo al sitio en que vivía el mismo Daniel Enrique Chavarría. Esta familia Moreno se fue posteriormente a Estados Unidos de Norteamérica.

María de los Ángeles apunta que Daniel Enrique le hacía trabajos a esta familia Moreno, y que sus hijos andaban enrolados, primero, con guerrilleros de Estelí, encabezados por  Francisco “El Zorro” Rivera, y que después, sin conocer el motivo, tanto los Moreno como Daniel Enrique Chavarría aparecen involucrados en la Insurrección de San Judas y Monseñor Lezcano.

Al ser derrotada la Insurrección por la guardia somocista en el Occidente de Managua, supuestamente, porque su mamá y sus hermanos no tienen pruebas, Daniel Enrique Chavarría logró llegar a los barrios orientales insurreccionados y se fue en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Ya se habían registrado las masacres de Batahola y el “Kilocho Sur” por parte de la EEBI de la guardia somocista genocida.

María de los Ángeles Chavarría, su madre, dice que de él no volvieron a saber nada. Supuestamente, como muchos otros y otras, Daniel Enrique Chavarría habría caído en el bombardeo aéreo infernal de “Piedra Quemada”, pero que nadie supo dónde quedó su cadáver.

Su madre  buscó su cadáver en muchas partes, incluyendo “Piedra Quemada” y la Ciudad de Masaya. También le dijeron que su hijo había sido capturado por la Guardia Nacional cerca de Masaya y que lo habrían torturado, trasladado a Managua y finalmente asesinado, pero que su cadáver jamás apareció.

Le sobreviven sus hermanas y hermanos: Ángela, Rosaura, Elena, José Ángel, Uriel y Noel Ernesto.

María de los Ángeles Chavarría tiene ya más de 80 años. La afecta un padecimiento de Parkison, más otros problemas de salud. Ella vive en una casita humilde situada en el Barrio Enrique Chavarría, de la NICALIT tres y media cuadras al Sur, en la orilla de la Calle que va del Oeste del Mercado Israel Lewites a salir por el Norte en la Carretera Sur, cerca del antiguo Banco de la Vivienda.

María de los Ángeles Chavarría laboró toda la década del 80 como jefa de cocina en campamentos del Ejército Popular Sandinista cerca de Xiloá, donde le habían dado una casa para vivir con sus hijos.

En 1990 la despidieron por el revanchismo político del gobierno de doña Violeta Barrios viuda de Chamorro. Tuvo que abandonar esa casa, y solicitó que le dieran un lote en el Barrio Daniel Enrique Chavarría, el nombre de su hijo, y allí construyó su casita, en la cual vive actualmente, de la NICALIT tres y media cuadras al Sur.  Le pasan una pensión mínima.

Su hijo Noel Ernesto labora como barredor de calles actualmente en la Alcaldía de Managua, mientras los otros hacen distintas labores para sobrevivir.

 

Pabla “Claudia” Corea Campos

Pabla “Claudia” Corea Campos, de apenas 17 años,  cayó en el infierno de charneles del bombardeo aéreo criminal de la Guardia Nacional somocista genocida, en contra del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, en “Piedra Quemada”, el 28 de junio de 1979,  cuando eran las once y media de la mañana, testimonia Eduardo “El Cuñado” Gutiérrez Chávez, quien hoy tiene 52 años, sobreviviente del Repliegue Táctico de Managua Masaya. “El Cuñado” Gutiérrez Chávez tenía 15 años en 1979.

El cadáver de Pabla Corea Campos no fue encontrado después del Triunfo de la Revolución. Desapareció.

Según Gutiérrez Chávez, la política FSLN actual del Barrio “Pabla Corea Campos” y familiares de esta valiosísima muchacha del Barrio María Auxiliadora, esta tenía 17 años cuando se integró plenamente a la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final, en su propio vecindario (ubicado entre la Colonia Diez de Junio y el Barrio Ducualí) y en los Barrios Ducualí, El Edén y Larreynaga.

El testimonio de Eduardo “El Cuñado” Gutiérrez Chávez añade que Pabla Corea Campos se había integrado plenamente a la Insurrección como Combatiente Popular en las trincheras de combate en los barrios mencionados, y que además también se había especializado en fabricación de bombas de contacto en la Fábrica de Pólvora “Tigre”, propiedad de Rosendo Pavón Estrada, quien suministró una gran cantidad de material explosivo para fabricar estas bombas y también se fue en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Esta Fábrica de bombas y cohetes “Tigre” estaba ubicada del Puente El Edén dos cuadra y media al Oeste, en el Barrio Larreynaga.

El testimonio  de Gutiérrez Chávez y otros familiares de Pabla Corea Campos indica que esta jovencita andaba charneleada en varias partes del cuerpo, con heridas leves, con la ropa oliente a pólvora el propio día del Repliegue de Managua a Masaya (27 de junio de 1979) en la tardecita, y que ella llegó a la casa de su familia y de ella misma, y no encontró a nadie, pues casi todos se habían marchado, unos donde amigos, los menos implicados en la Insurrección, y los otros se habían ido para el lado de la Iglesia Sagrada Familia, la cual le quedaba pocas cuadras al Este, en el Barrio Ducualí.

Tomó ese rumbo de la Sagrada Familia, según Gutiérrez Chávez, y allí se juntaron: Pabla, Felipe, Roberto y Moisés, todos del Barrio María Auxiliadora, más “El Cuñado” Gutiérrez Chávez. De ese lugar, entre la multitud de Combatientes Populares, Jefes Guerrilleros y civiles implicados insurreccionales, enrumbaron hacia la Calle de la Clínica Don Bosco, conocido este lugar entonces como Barrio “Santa Bárbara”, hoy Barrio Venezuela.

De acuerdo con “El Cuñado” Gutiérrez Chávez, entonces sólo conocido de Pabla Corea Campos y de su familia (porque “El Cuñado” era de la Colonia Unidad de Propósitos), al momento del infernal bombardeo aéreo en “Piedra Quemada”, frente a la entrada antigua del Volcán Masaya, los cuatro amigos y familiares se dispersaron por miedo, o para protegerse, para lo cual corrían sobre las piedras erizas e hirientes del Volcán Masaya.

Según Gutiérrez Chávez, los otros amigos y él, se reencontraron en Masaya, menos Pabla Corea Campos. Preguntaron por ella y nadie les dio razón. Desapareció. Después del Triunfo de la Revolución Sandinista, iniciaron una búsqueda intensa, que duró varios meses, sin resultado positivo alguno.

Pablita, como le decían cariñosamente, jamás volvió a aparecer. Tampoco su cadáver. No encontraron rastro. Esta versión testimonial de Gutiérrez Chávez es respaldada por Rafael Corea Jiménez, tío de Pabla Corea Campos. Marcia Corea Campos, hermana de Pabla, residente en el casco urbano del Municipio de Mateare, igualmente da testimonio parecido sobre la desaparición de su hermana Pabla durante el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

“Anduvimos desenterrando otros cadáveres durante varios meses, para ver si encontrábamos el de Pablita, pero nunca la hallamos”, expresa hoy todavía desconsolado Rafael Corea Jiménez, tío en primer grado de Pabla Corea Campos.

La Asociación de Combatientes Históricos del Frente Sandinista de Liberación Nacional, encabezada por Frank “Machillo” González Morales, por su parte, testimonia también acerca de que sí Pabla Corea Campos iba en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, y que cayó en “Piedra Quemada”, donde desapareció.

El padre y la madre de Pabla Corea Campos: Alfonso Campos y Ángela Corea Jiménez, están todavía vivos, en Mateare. Le sobreviven a Pabla sus hermanos: Marcia, Genie, Juan y Alejandro, quienes la recuerdan vivamente en su quehacer estudiantil y revolucionario cuando estudiaba secundaria en el Colegio Juan Ramón Avilés del Barrio María Auxiliadora, colindante con el vecindario en que ella vivía con sus familiares.

Hoy existe un barrio relativamente nuevo con el nombre de Pabla Corea Campos, situado entre la Colonia Diez de Junio, el Barrio María Auxiliadora y el Barrio Ducualí, considerado “Cuna de la Insurrección” en la Zona Oriental de Managua.

Eduardo “El Cuñado” Gutiérrez Chávez reside en ese mismo Barrio Pabla Corea. Allí mismo reside Clara Corea, prima de Pabla Corea Campos. Responden a los números telefónicos celulares: 88608852 y 87783006. Esta dirección del Barrio Pabla Corea Campos es de la esquina Noroeste del muro del Colegio de la Colonia Diez de Junio, hacia el Oeste. También se puede consultar a su padre. Alfonso Corea al teléfono celular: 88980083. Alfonso residente en Mateare.  

Marta Lucía “Lucy” Corea Solís

Marta Lucía “Lucy” Corea Solís, caída a las cinco de la tarde del 28 de junio de 1979, después de sobrevivir al feroz y mortal bombardeo aéreo desatado en “Piedra Quemada” por la guardia somocista genocida contra el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.  Marta Lucía fue alcanzada en varias partes del cuerpo por charneles de un mortero (artillería) o rockette disparado desde uno de los aviones Push and Pull del gobierno dictatorial de Anastasio Somoza Debayle.

Los charnelazos impactaron en el cuerpo de Marta Lucía Corea Solís cuando, precisamente, ella disparaba con un fusil hacia uno de los aviones cargados de bombas de 1,000 y 500 libras y de morteros, para dejarlos caer nuevamente encima de los managuas replegados, cuando ya iban en el llamado “Camino de Nindirí”, a menos de dos kilómetros del casco urbano de la pequeña ciudad de Nindirí.

Marta Lucía Corea Solís fue impactada por charneles en la ingle, en el costado izquierdo, en las piernas y en la cabeza. Varias combatientes populares que iban junto a ella, la auxiliaron, entre otras, Dolores “Lola” Mercado Fonseca, quien tenía tan sólo 16 años, y fue impactada también por charneles.

El grupo de mujeres Combatientes Populares improvisaron, en medio del feroz bombardeo de entre las tres y cinco de la tarde, una camilla hecha de ramas del mismo camino, y fueron corriendo hasta el casco urbano de Nindirí, con la esperanza de salvarle la vida a esta valiosísima Combatiente Popular.

Por supuesto, no había un médico, ni enfermera, ni hospital que la atendiera. Igual les ocurrió a los caídos o muertos (y heridos también) en “Piedra Quemada” y otros puntos del recorrido original del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Marta Lucía “Lucy” Corea Solís murió desangrada en brazos de Dolores “Lola” Mercado” Fonseca. “Temblaba, sólo se quejaba del dolor, pedía que le salváramos la vida para seguir combatiendo a la dictadura, se fue poniendo muy pálida en poco tiempo, y finalmente expiró en mis brazos”, relata “Lola” Mercado Fonseca.

Cuando, finalmente, un poco después de las cinco de la tarde, todos los replegados capitalinos, de la columna inmensa bombardea en “Piedra Quemada”, estábamos en Nindirí, un grupo numeroso de hombres y mujeres, incluida Dolores Mercado Fonseca y Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando, decidieron sepultar el cadáver de Marta Lucía Corea en una esquinita de la Iglesia de Nindirí, donde sus restos permanecen hasta hoy en día.

Este funeral triste ocurrió minutos antes de que estos varios miles de integrantes del Repliegue a Masaya,  jefeados por el Comandante Guerrillero William Ramírez Solórzano, continuaran la marcha por los desfiladeros del Este de la Laguna de Masaya, hasta salir frente al Cementerio, donde esta parte del Repliegue fue recibida por miembros del Estado Mayor de Masaya, encabezados por Hilario Sánchez y Ramón “Macaco” Moncada Colindres.

Marta Lucía Corea Solís tenía tan sólo 21 años de edad, no cumplidos todavía. Era estudiante universitaria. Vivía con su madre, Sonia Solís de Corea, en la Tercera Etapa de Bello Horizonte,  uno de los Repartos insurreccionados en la Zona Oriental de Managua.

Hacía menos de un mes de su caída en el Repliegue a Masaya, el seis de junio de 1979, la guardia somocista genocida había matado impunemente a su hermano Javier Corea Solís en las cercanías de la Rotonda de Bello Horizonte.

Javier también era estudiante universitario y músico. Como ya había estallado la huelga general contra el régimen somocista genocida, la Guardia Nacional tenía instalado un “retén” de registros abusivos de vehículos y de todo el que pasaba a pie. Javier pasó por el andén derecho de los centros comerciales, mientras los guardias registraban afanosamente. Javier iba caminando, le gritaron “!parate¡” y al mismo tiempo le descargaron una ráfaga de metralla, matándolo en el instante.

El asesinato de su hermano Javier fue como un incendio explosivo en el ánimo antidictorial y rebelde de Marta Lucía “Lucy” Corea Solís, quien no vaciló en convertirse en Combatiente Popular al estallar la Insurrección Sandinista Victoriosa, u Ofensiva Final, en Managua contra la oprobiosa tiranía somocista.

Marta Lucía Corea Solís ya estaba integrada en tareas de lucha antidictatorial desde la Insurrección de Septiembre de 1978. Desde entonces ya trabajaba en tareas sociales y organizativas de la Asociación de Vecinos y el Comité de Defensa Civil, ambos de Bello Horizonte, encabezados por los compañeros Guillermo Baltodano Serrano, Pablo E. Barreto Pérez, Gilberto Calderón, Howar Soza Castro, Benito Espinoza, Ernesto Chacón Blandón, Ivette Soza Castro, Auxiliadora Meza, Lesbia Oviedo, Raúl Munguía y Yoyce Ebans.

Le fue colocado, en la década del 80,  el nombre de Marta Lucía Corea Solís al parque deportivo e infantil del Sur de la Etapa II de Bello Horizonte y a la calle que va del tope Sur del Bulevar de Bello Horizonte hasta el semáforo del cruce Villa Progreso-Bello Horizonte. Además, se construyó un monumento a su memoria en una calle de la Etapa III, cerca de donde ella vivía con su madre Sonia Solís Bermúdez.

Asimismo, a la Escuela Primaria de la Comarca Los Altos, de Masaya, cerca de donde cayó Marta Lucía Corea Solís en Nindirí, le pusieron su nombre en homenaje a esta heroica Combatiente Popular capitalina.

Igualmente tienen su nombre la Escuela Primaria del Ingenio Julio Buitrago, en San Rafael del Sur; un pabellón del Instituto Francés-Nicaragüense, situado en el Reparto Belmonte, en Managua, donde ella estudió su bachillerato; también se colocó su nombre a una calle de la Colonia Centroamérica, a una calle del Barrio La Primavera, en Managua y se le hicieron numerosos homenajes en Nindirí, donde cayó; en la Ciudad de Masaya y especialmente en el Reparto Bello Horizonte, de Managua, de donde era originaria.

El Diario BARRICADA, cuando era órgano oficial del Frente Sandinista de Liberación Nacional, publicó numerosas notas informativas sobre los variados homenajes a Marta Lucía “Lucy” Corea en Nindirí y Los Altos, Masaya y en  Managua.

Sobre Marta Lucía Corea Solís se puede hablar con su madre, Sonia Solís Bermúdez, quien sigue residiendo en la misma casa, situada de la Rotonda “Juan Ramón Amador” de Bello Horizonte, tres cuadras al Sur y  cuadra y media al Este, en la Etapa Tres. Tiene los teléfonos: 22440224 y 86984730.

Manuel Salvador Cuadra Pérez

Manuel Salvador Cuadra Pérez era parte de la “pelota” de jóvenes rebeldes antisomocistas del Reparto Schick. Tenía 19 años cuando estalló la Insurrección Sandinista en los Barrios, Repartos y Colonias Orientales de Managua.

Su familia y él mismo vivían (y viven allí todavía) a tan sólo una cuadra al Oeste de donde estaba uno de los Comandos represivos y antisubversivos de la Guardia Nacional somocista genocida, el cual estaba del Tanque Rojo dos cuadras al Oeste y media cuadra al Norte.

Las represiones constantes, los cateos dentro de las casas, la persecución sistemática a los jóvenes, más las amenazas de muerte a centenares de familias del Reparto Schick por parte de guardias, “orejas” de la Oficina de Seguridad, soplones como Bismark “El Sapo”, la presencia de los “escuadrones de la muerte”, todo esto labró rápido la conciencia política y revolucionaria de Manuel Salvador Cuadra Pérez, quien estudiaba secundaria en el Instituto René Schick Gutiérrez.

Su hermana Leticia Coralia Cuadra Pérez testimonia que Manuel Salvador pronunciaba discursos antidictatoriales dentro del Colegio, cuando estaban en clases, lo cual motivó para que maestros “orejas” y soplones del somocismo genocida le montaran persecución permanente, y hasta llegaban a amenazar de muerte a la familia, jefeada por don Concepción Cuadra Matamoros (fallecido hace 20 años) y Rosa Herminia Pérez (fallecida hace 12 años), quienes residían en el mismo sitio en que hoy está la familia, de la Vulcanizadora una cuadra al Norte y media cuadra al Este.

Sus padres y hermanos menores sabían que Manuel Salvador andaba metido en actividades políticas antisomocistas, pero no habían comprendido el nivel de su involucramiento hasta que el 10 de junio de 1979, el día en que estalló la Insurrección Sandinista en la Zona Oriental de Managua, cuando llegó al vecindario con un microbús lleno de jóvenes con pañuelos rojinegros en sus rostros, y portando armas cortas, todos preparados para los combates populares contra los guardias somocistas genocidas.

Inmediatamente, estos jóvenes del microbús se conectaron  con el resto de la “pelota” de jóvenes rebeldes del Reparto Schick, entre otros:   Óscar Antonio Gutiérrez Serrano, Joaquín Valle Corea, “El Oso” Marín Gaitán, Francisco René Polanco Chamagua, José Santos Mayorga Alemán, Domingo Matus Méndez y Osvaldo Largaespada Lagos, y comienzan a construir barricadas, pozos tiradores, refugios antiaéreos, para enfrentar a los guardias somocistas genocidas.

Familiares y vecinos estaban sorprendidos ese 10 de junio de 1979, porque jamás se imaginaron que Manuel Salvador Cuadra Pérez llegaría con un nutrido grupo de Combatientes Populares, ya dispuestos a emprender los combates libertadores contra los guardias, “orejas” y soplones del Reparto Schick.

Según Leticia Coralia, en realidad esta “pelota” de chavalos rebeldes antisomocistas del Reparto Schick eran muy unidos y actuaban como si tuviesen un plan cuidadosamente elaborados entre ellos y Jefes Guerrilleros, tal como se supo que así era después del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista.

Manuel Salvador Cuadra Pérez rápidamente tendió a los Combatientes Populares conforme ya tenían planeado. Al mismo tiempo también organizó a su familia, incluyendo a su padre y madre, para que pasaran a dormir en el suelo, y que dentro de la casa construyeran un refugio antiaéreo, porque era seguro que la guardia somocista genocida procedería a bombardear el Reparto Schick, y efectivamente así ocurrió los días 13, 14, 15, 16 y 17 de junio de 1979.

Leticia Coralia señala, 34 años después, que su hermano Manuel Salvador Cuadra Pérez parecía un Jefe Guerrillero consumado, pues lo vio desplegar organización, órdenes precisas, orientaciones y formas de enfrentar a la guardia somocista genocida.

En esos días insurreccionales supieron que en numerosas ocasiones, especialmente de noche, se unía al “El Oso” Marín Gaitán, para irse a subir en árboles de chilamates en las orillas de las calles, para emboscar a los guardias y dejarles caer cajas llenas de bombas de contacto,  para aniquilarlos.

Parecían monos, ardillas o felinos saltando de una rama a otra, en la oscuridad, con las bombas en las manos, para dejarlas caer sobre los guardias, testimonia Leticia Coralia Cuadra Pérez.

Se hizo una celebridad por estas operaciones militares de los Combatientes Populares, guiados por Jefes Guerrilleros, en el Reparto Schick.

Según la familia de Manuel Salvador Cuadra Pérez y la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, encabezada por Frank “Machillo” González Morales, este joven rebelde revolucionario igualmente participó en lo que se conoce históricamente como “La Jornada del Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, pues igualmente le tocó primer explorar y vigilar a los enemigos asesinos somocistas cuando se desplazaba la Vanguardia del Repliegue a Masaya por el Reparto Schick, entre las seis de la tarde y las doce de la noche del 27, y después dándole cobertura a la seguridad de la Vanguardia del mismo Repliegue a Masaya, entre la una y las cinco de la mañana del 28 de junio de 1979.

Leticia Coralia testimonia que cumpliendo otras tareas relacionadas con el mismo Repliegue a Masaya, muy de mañanita, después de las seis de la mañana del 28, fue para el lado del Centro Comercial-Managua, donde fue capturado por guardias somocistas genocidas, y desapareció también. No reapareció ni  vivo ni muerto.

Las sospechas igualmente recaen en los “orejas” y soplones del Reparto Schick, pues esa misma mañanita fueron capturados y desaparecidos no menos de 20 de los jóvenes que habían estado implicados en la Insurrección y en las operaciones de seguridad del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Su padre, su madre, sus hermanos, compañeros Combatientes Populares, sus amigos cercanos, sus vecinos, buscaron por todo Managua, en hospitales, en la Cruz Roja, en sitios en que la guardia criminal acostumbraba tirar cadáveres de jóvenes asesinados, pero no lo encontraron ni vivo ni muerto.

A Manuel Salvador le sobreviven sus hermanos: Pánfilo Alcides, Genaro Concepción y Leticia Cuadra Pérez. Esta familia reside de donde fue el Tanque Rojo del Reparto Schick tres cuadras al Oeste, una cuadra al Norte y media cuadra al Este.

 

Carlos Alberto “Sobrino” Dávila Sánchez

Carlos Alberto  “Sobrino” Dávila Sánchez. Tenía 24 años. A esa edad ya era Contador Público y cuadro político militar del FSLN clandestino.  Mucho antes de la Insurrección de Junio de 1979 estaba ya enrolado en “la pelota” de estudiantes de secundaria rebeldes antisomocistas y sandinistas del Instituto Maestro Gabriel, el cual le quedaba a un kilómetro de su casa. Sus datos biográficos esenciales indican que era “un cuadro político y militar ya formado por el grupo del FSLN clandestino “Guerra Popular Prolongada” (otros aseguran que era del grupo del FSLN Proletario), una de las tres “tendencias” del Frente Sandinista de Liberación Nacional en plena Insurrección de junio de 1979.

Vivía “Sobrino” de la Fábrica de “Cohetes La Caimana” una cuadra al Este y media al Norte, en el Barrio “Campo Bruce” (Rigoberto López Pérez actualmente). En esa casa vivía con sus padres:   Antonio Dávila y Rosa Amelia Sánchez Portillo, ya fallecidos los dos hace unos 15 años.

Allí mismo “Sobrino” Dávila Sánchez habitaba la misma casa con sus hermanos: Elba,  César, ya fallecido en Estados Unidos; Lesbia, fallecida; Antonio, fallecido; y Jorge, todavía vivo y residiendo en el Reparto Bello Horizonte.

En la casita en que vivió “Sobrino” reside ahora su cuñado viudo Ricardo Ordeñana Solórzano, quien era el esposo de Lesbia Dávila Sánchez, fallecida hace poco tiempo.

Los datos biográficos esenciales de “Sobrino” Dávila Sánchez fueron suministrados por la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, dirigida actualmente por Frank “Machillo” González Morales, y ubicada de la “Racachaca” cuadra y media al Sur, en el Barrio Altagracia; por la Familia Cajina, situada en “Las Cuatro Esquinas” de la Comarca “Las Jagüitas”, donde “El Sobrino” tuvo que quedarse porque con casi 30 heridas en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, y por su cuñado viudo Ricardo Ordeñana Solórzano, quien no tiene teléfono. El “Machillo” González Morales tiene los teléfonos: 86782410 y 88417562.

Carlos Alberto “Sobrino” Dávila Sánchez fue asesinado vilmente por un batallón de la Escuela de Entrenamiento Básico (EEBI) de la Guardia Nacional somocista genocida, al mando de un tal Gersán Romero, el 28 de junio de 1979, en horas de la mañana, cuando el Repliegue Táctico de Managua a Masaya iba aproximándose a “Piedra Quemada”, en el lado Norte del Volcán Masaya.

“Sobrino” Dávila tenía unos 24 años al momento de producirse el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, según las narraciones de Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando, de Frank “Machillo” González Morales (ambos de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”) y miembros de la familia Cajina Fonseca, residentes en “Las cuatro Esquinas”, al Sur de la Comarca “Las Jaguitas”, por donde pasó la marcha histórica política-militar del Repliegue a Masaya.

Dávila Sánchez o “Sobrino” fue asimismo un Combatiente Popular emblemático en la Insurrección en la Zona Oriental de Managua por sus cualidades de visión estratégica en  las trincheras de combate, por su arrojo, valentía, rapidez de movimientos, puntería fina con su ametralladora calibre 30 y  con los fusiles, por su carácter afable y porque incluso le “pegó” o perforó con balazos a uno de los aviones Push and Pull que lanzaban el criminal bombardeo sobre la Ciudad de Managua, especialmente en la Zona Oriental insurreccionada. Ese avión “pegado” fue a caer por el lado de Sabana Grande.

“Sobrino” Dávila Sánchez era un hombre alto y un poco gordo, pesado, pero ágil y rápido. Formaba parte de la “pelota” o “manada” de estudiantes de secundaria del Instituto Maestro Gabriel, del Instituto Experimental México y de la UNAN-Managua, todos residentes en los barrios Larreynaga, Tenderí, Costa Rica (Barrio Blandón, se llamaba antes), Maestro Gabriel, El Edén, Paraisito, San José Oriental, San Cristóbal, María Auxiliadora, Santa Rosa, Ducualí, El Edén y Bello Horizonte.

Inclusive, en uno de esos arranques de júbilo, la escuadra de Combatientes Populares que jefeaba Frank “Machillo” González Morales, hizo una ceremonia especial, armada, en una calle del Reparto El Dorado, colindante con la Pista Héroes y Mártires de Mayo, y casaron a Carlos Alberto “Sobrino” Dávila Sánchez con su entonces novia Marta Lorena López Mojica, quien también era Combatiente Popular del Barrio “Campo Bruce” (hoy Rigoberto López Pérez), de donde también era “El Sobrino”.

Como tales, juntos, se habían integrado a la Insurrección u Ofensiva Final, donde Dávila Sánchez resultó herido por charneles en varias partes del cuerpo, incluyendo una pierna, lo que le impedía caminar por sí sólo cuando se aproximaba la fecha del famoso Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

“El Sobrino” Dávila Sánchez, recuerdan “Comandante Huesito” Mairena Obando y Melba “La Pinta” Orozco, era uno de los casi 200 heridos que la marcha del Repliegue silencioso y clandestino llevaba en su marcha de Managua hacia Masaya, el 27 de junio de 1979, en la noche y madrugada del 28 de junio de 1979.

Se había hecho una camilla especial para llevarlo entre cuatro combatientes populares. “El Sobrino” Dávila Sánchez pesaba casi 300 libras. El primer gran lío fue cruzar con él en hombros por encima del puente colgante que había en el cauce de cruce de Bello Horizonte hacia “Santa Bárbara”, hoy Barrio Venezuela. El puente colgante se mecía y crujía al paso tambaleante de quienes cargaban la camilla con Carlos Alberto encima.

Entre los Combatientes Populares y Colaboradores Históricos, integrantes del Repliegue, nos turnábamos para ir cargando los heridos en medio de cauces, zanjones, barrancos, matorrales, espinas y potreros.

Cerca del Tanque Rojo, en el extremo Sureste del Reparto Schick, la guardia somocista genocida, acantonada en dos sitios distintos, asesinó a varios compañeros replegados, entre otros, a  Francisco René Polanco Chamagua, quien era de origen salvadoreño, y que se había integrado a la lucha revolucionaria antidictorial en esa zona de Managua.

Cuando el Repliegue Táctico de Managua a Masaya va pasando por las “Cuatro Esquinas”, ubicadas en el Sur del Camino de la Comarca “Las Jagüitas” (todavía en territorio departamental de Managua), la mayoría de los cargadores de los heridos afirman que “ya no aguantamos al Sobrino”. Eran ya  las cuatro de la mañana del 28 de junio de 1979.

“Sobrino” Dávila ya tampoco resistía el ritmo de ser cargado en “sangoloteo” permanente. Entonces, recuerda “Comandante Huesito” Mairena Obando, se toma la decisión conjunta con Carlos Alberto de dejarlo allí en “Las Cuatro Esquinas”, donde la familia Cajina, cuyos miembros conocían a su esposa Marta Lorena “Cleo” López Mojica, quien también había fungido como Combatiente Popular en los territorios de los Barrios “Campo Bruce” (hoy Rigoberto López Pérez),  El Paraisito y San José Oriental.

Por información de los familiares de Marta, “Sobrino” se entera de que hay guardias somocistas genocidas en los alrededores de “Las Cuatro Esquinas”, y comunica a sus compañeros que se queda para defender la retaguardia del Repliegue a Masaya. Marta Lorena “Cleo” López Mojica, su esposa, una jovencita Combatiente Popular de unos 19 años, decide quedarse con él, acompañándolo y atendiéndole las heridas.

Eduardo Cajina  (ya fallecido), jefe de la familia Cajina Fonseca, consigue que Jacob Cortés, esconda a “Sobrino” Sánchez Dávila en un furgón que tenían en los alrededores de “Las Cuatro Esquina”.

Según Mercedes Otilia Pineda Quiroz, de 75 años en 2013, ya ciega actualmente por enfermedades en los ojos, los guardias sospechaban o tenían información de que mucha gente había pasado de madrugada por el camino viejo hacia Masaya, y empezaron a registrar a todo mundo desde muy de mañana del 28 de junio de 1979.

A Mercedes Otilia Pineda Quiroz los guardias la obligaban a cocinarles desde hacía varios días, bajo la amenaza de matarla a ella y a los miembros de la familia Cajina (ella siempre fue parte de esta familia en “Las Cuatro Esquinas”).

Según relatan Mercedes Otilia y Efraim Rojas Urbina, los guardias descubrieron escondida a Marta Lorena López Mojica, dentro de la casa, y al registrarla le encontraron un papelito con un mensaje de “Sobrino” Dávila Sánchez. Además, al registrarla minuciosamente le descubrieron chimaduras en los codos, rodillas y piernas, y de inmediato se la llevaron donde tenían instalado el comando GN-EEBI de asesinos.

La búsqueda se intensificó cuando eran un poco después de las siete de la mañana. Los guardias se dirigieron al  furgón, para registrarlo. “Sobrino” Dávila Sánchez estaba allí esperando ese momento, boca abajo, en el piso interior del furgón. Abrió fuego ante la presencia de los guardias y se armó un tiroteo que duró casi un minuto. Se quedó sin tiros, y entonces lo sacaron a culatazo limpio del furgón, tirándolo al suelo, pateándolo, tal como era el estilo bestial de la guardia somocista genocida.

Los miembros de la familia Cajina Fonseca recuerdan cómo Carlos Alberto “El Sobrino” Dávila Sánchez, su esposa Marta Lorena “Cleo” López Mojica  y otros desconocidos capturados en los alrededores por los guardias somocistas genocidas, fueron encapuchados con unos trapos negros, los montaron en un camión y los condujeron por un camino, hacia el lado Este, al “Camino del Río”, donde los torturaron, los arrastraron, a Marta Lorena  “Cleo” López Mojica la violaron la mayoría de los guardias, le cortaron los pechos y por último los asesinaron a balazos.

Se conoció después que al “Sobrino” Dávila Sánchez primero terminaron  de destruirle las piernas a balazos, y después le dispararon al pecho y la cabeza. A Marta Lorena López Mojica le dispararon varias veces a la cabeza y en las piernas.

Después del Triunfo de la Revolución Sandinista, después del 19 de julio de 1979, fueron recuperados sus cadáveres por sus familiares. Se hizo una gran ceremonia popular sandinista, masiva, en el Puente El Paraisito, con los cuerpos inermes de “El  Sobrino” Dávila y Marta Lorena López Mojica, dentro de ataúdes sellados, y en esa actividad se dio a conocer cómo y dónde habían sido por guardias somocistas genocidas.

En esa activad política, que incluyó una misa campal en el Puente mencionado, se anunció que los cuerpos de “Sobrino” Dávila Sánchez y Marta Lorena López Mojica serían sepultados juntos en el Cementerio Oriental de Managua, donde reposan para siempre como Héroes y Mártires de la Revolución Popular Sandinista.

Los familiares de Carlos Alberto Dávila vivían en las cercanías de la Fábrica de Pólvora “La Caimana”, en el Barrio Rigoberto López Pérez. Ya ninguno de ellos vive en esa casita en que se crió y vivió Carlos Alberto “Sobrino” Dávila Sánchez. En esa casita queda residiendo Ricardo Ordeñana Solórzano, el cuñado viudo. La dirección es de la “Fábrica de Cohetes La Caima”  una cuadra al Este y media cuadra al Norte. No tiene teléfono.

Se puede consultar también a “Machillo” González Morales en la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador, ubicados de la “Racachacha” cuadra y media al  Sur, y a los teléfonos: 86782410 y 88417562.

Ariel “Trapito” Darce Rivera

Ariel “Trapito” Darce Rivera. El famoso y  antiguo Barrio Intervenido “La Fuente”, se llama hoy “Ariel Darce Rivera”, situado del Mercado Carlos Roberto Huembes hacia el Este. Este Barrio La Fuente fue un negociado de lotificación y cobros onerosos de Héctor Argüello, uno de los brutales lotificadores, aliados del somocismo genocida en Managua. A sus familiares les decían por sobrenombre “Trapos”, y como era el menor de los hermanos, entonces, a Ariel le pusieron “Trapito”.

Inmediatamente después del Triunfo de la Revolución Sandinista, en julio de 1979, en asamblea popular masiva de los Comités de Defensa Sandinistas (CDS, el Barrio La Fuente fue rebautizado con el nombre de Ariel Darce Rivera en homenaje a aquel niño o jovencito de 15 años, que parecía tener espíritu y paciencia de Santo cuando cumplía tareas guerrilleras clandestinas al llevar correos, sacos con bombas de contacto, municiones, propaganda revolucionaria agitadora del Frente Sandinista clandestino, entre el Barrio La Fuente,  la Colonia Don Bosco, la Colonia Diez de Junio, el Barrio Ducualí y el Reparto El Dorado, donde estaban ubicados inicialmente el Estado Mayor del Frente Interno y el Estado Mayor General de Managua.

Ariel Darce Rivera, muchacho alto, muy desarrollado, que parecía tener más de 15 años porque ya tenía el rostro curtido por la lucha, vivía con sus padres: Filiberto Darce Ballesteros y Rosa Rivera de Darce (ya fallecida) en la Colonia Don Bosco, exactamente en la esquina Noreste de esta Colonia, contiguo al portón posterior del Centro Juvenil Don Bosco.

Ariel Darce Rivera era el hermano menor. En orden eran: Filiberto, ya fallecido; Piedad, ya fallecida; Jaime René, Rosa Argentina, Sergio, León Isidro, Marta y Ariel Darce Rivera. Todos vivían juntos en esa misma casa cuando estalla la Insurrección u Ofensiva Final contra la dictadura somocista genocida, en Managua.

Ariel Darce Rivera se había integrado a la lucha opositora al régimen de Anastasio Somoza Debayle desde cuando tenía 12 años. A pesar de estar tan pequeño, Ariel Darce Rivera decía que era indispensable luchar para derrumbar al régimen somocista.

Estudiaba secundaria en el Instituto René Schick Gutiérrez, hoy llamado Elvis Díaz Romero (situado al Sur del Barrio Riguero y al Oeste de la Colonia Máximo Jerez), donde se había integrado a la Federación Estudiantil de Secundaria y a los Comandos Revolucionarios del Pueblo, los cuales operaban en los Barrios “La Luz” o “Rebusca”, México, Riguero y la Colonia Máximo Jerez.

Antes de estallar la Insurrección Sandinista en junio de 1979, Ariel Darce Rivera actuaba en grupos con otros estudiantes de secundaria haciendo mítines propagandísticos invitando a los pobladores a integrarse a la lucha política y militar contra el régimen somocista; al mismo tiempo distribuían papeletas, hacían pintas en paredes y muros de vecindarios, dejaban colocados explosivos propagandísticos en algunos sitios, se subían a los autobuses y camionetas de transporte de pasajeros en las calles de Managua, y arengaban a organizarse en los Barrios y a arreciar la lucha contra los guardias somocistas.

Rosa Argentina Darce Rivera, su hermana, residente siempre en Don Bosco, relata que todos en la casa sabían que Ariel andaba metido de lleno en la lucha armada, y que recibían instrucciones de sus jefes de escuadras y de grupos políticos propagandísticos. “Todos, al mismo tiempo, estaban metidos en la lucha, pero era Ariel quien estaba de lleno, plenamente en actividades armadas en la Zona Oriental de Managua. Se sabía que participaba, inclusive, en labores de distracción para ejecutar emboscadas a patrullas de la guardia somocista”, recuerda Rosa Argentina.

Cumplía plenamente con sus estudios y las tareas políticas y militares que le daban los mandos guerrilleros del Frente Sandinista en Managua, según Rosa Argentina, pues Ariel Darce Rivera llegaba todos los días a la casa, sin perderse de las orientaciones familiares de su madre, de su padre y de sus hermanos mayores, antes de la Insurrección Sandinista de junio de 1979.  Sin embargo,  cuando estalla la Insurrección en la Zona Oriental de Managua el nueve de junio de 1979, Ariel Darce Rivera, desaparece de su casa en la Colonia Don Bosco. No lo volvieron a ver, según Rosa Argentina Darce Rivera.

Por amigos, vecinos y familiares conocieron que cumplía funciones de Combatiente Popular de trinchera en trinchera en el Barrio “La Fuente”, en el “Reparto Schick”, en Don Bosco, en Ducualí, en San Cristóbal, en el Puente El Edén y hasta se informó que había participado en los combates casa por casa contra guardias somocistas genocidas en el Reparto El Dorado, donde estaba el Comando del Frente Interno, jefeado por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo.

La guardia se había logrado meter al Reparto El Dorado a mediados de junio, y según se dijo Ariel Darce Rivera y otros combatientes jovencitos, los más ágiles, los más veloces para correr y desplazarse por encima de las casas y de los árboles, fueron quienes pusieron “locos, llenos de pánico” a los guardias que se habían logrado meter a este famoso centro habitacional de Managua.

Tampoco llegó a despedirse de sus padres y hermanos cuando se produjo el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Quienes lo vieron en el Repliegue aseguran que cargaba un saco de bombas de contacto y una escopeta calibre 16.

Según algunos sobrevivientes que iban con Ariel Darce Rivera, este con las habilidades aprendidas durante los combates populares y bombardeos aéreos en Managua, pudo sobrevivir al bombardeo infernal desatado por el somocismo genocida en “Piedra Quemada” contra el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, pero no pudo sobrevivir a otro  lanzamiento de rockette, desde aviones Push and Pull, o morteros,  en el Camino de Nindirí,  donde fue sepultado y posteriormente recuperado su cadáver por sus hermanos, su padre y vecinos de la Colonia Don Bosco y del Barrio La Fuente.

La noticia de su caída en el Repliegue a Masaya le fue comunicada a su familia por otros replegados y sobrevivientes que iban con Ariel Darce Rivera hacia Masaya.

Ariel Darce Rivera, casi un niño al estallar la Insurrección Sandinista en Managua y darse el Repliegue a Masaya, dejó una huella impactante y profunda en la memoria popular de los pobladores del Barrio La Fuente. Inmediatamente después del Triunfo de la Revolución los vecinos, ya organizados en los Comités de Defensa Sandinistas en los primeros días de julio de 1979, se reunieron en asamblea masiva y acordaron cambiar el nombre de “La Fuente” por Ariel Darce Rivera. El Barrio Ariel Darce Rivera es uno de los vecindarios más famosos, ubicados en el Oriente de Managua.

Mediante las informaciones de sobrevivientes del Repliegue a Masaya, los padres, hermanos, amigos y vecinos, localizaron con facilidad el cadáver o restos de Ariel Darce Rivera, y los fueron a sepultar a Chinandega, porque todos los miembros de esta familia son originarios de Chinandega, incluyendo su mamá, ya fallecida.

Según el Diario BARRICADA, Órgano Oficial del Frente Sandinista, al recordarse la hazaña militar del Repliegue a Masaya en junio de 1980, a Ariel Darce Rivera le decían “Comandante Niño”, debido a que estaba muy jovencito, o era un niño cuando andaba metido plenamente en la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final, de junio de 1979.

En ese reportaje de junio de 1980, BARRICADA ubicaba a Ariel Darce Rivera como caído en Nindirí, durante el Repliegue Táctico de Managua a Masaya

Esta familia sigue siendo sandinista. Su casa está ubicada en la Colonia Don Bosco, de la Licorería Don Bosco, ocho andenes al Norte, en una casa esquinera y en la orilla del Portón trasero del Centro Juvenil Don Bosco.

Rosa Argentina Darce Rivera, su hermana mayor, responde al teléfono convencional: 22482352.

Ronald Fisher Ferrufino

Ronald  Fisher Ferrufino. Este joven revolucionario de 18 años y su esposa Alejandra Emelina Campos Escobar protagonizaron juntos una de las páginas históricas más bellas de la Insurrección, u Ofensiva Final, en Managua. Eran esposos muy jóvenes, y Alejandra ya estaba embarazada. Ronald vivía con su madre en el Barrio Costa Rica y Alejandra Emelina en el barrio Edén, es decir, en vecindarios contiguos e integrados plenamente en la lucha por el derrocamiento de la tiranía somocista genocida.

Los dos eran Combatientes Populares, correos clandestinos, distribuidores de “propaganda armada”,  sostenían combates en las trincheras y pozos tiradores del Puente Larreynaga, en el Puente El Edén, dentro del Reparto Bello Horizonte, en el Barrio Santa Rosa y también mandaron a Ronald Fisher Ferrufino hasta el barrio Monseñor Lezcano, con otros compañeros Combatientes Populares, a enfrentar a tiros a “orejas”, “soplones” y a soldados somocista genocidas.

Ronald era contador. Se había graduado en la “Escuela de Comercio Patria”, en la Iglesia Santa Faz del Barrio Costa Rica, donde también había estudiado su esposa Alejandra Emelina Campos Escobar. Al estallar la Insurrección, Ronald Fisher Ferrufino laboraba como contador en la Aceitera Corona, la cual estuvo ubicada en las cercanías del Cementerio Occidental de Managua, en Monseñor Lezcano.

Poco antes de la Insurrección, u Ofensiva Final, a Ronald Fisher Ferrufino lo dejaron solo cuidando las instalaciones de la Aceitera Corona. Los guardias somocistas genocidas se metieron dentro de la empresa, como en busca de cosas subversivas. A Ronald lo retuvieron en la calle. Tuvo miedo de que se lo llevaran preso, porque tal vez sospecharan de que ya andaba metido en operaciones armadas contra el régimen de asesinos somocistas, pero no pasó nada, lo dejaron.

En estos mismos días, Ronald se lanzó un “sermón político” ante su madre, Débora Ferrufino, 83 años en 2013,  y su hermana mayor, Juana María, dándoles a conocer que él andaba metido de lleno  en la lucha armada para derrocar al régimen somocista, para que en el país hubiesen libertades plenas, que los niños pudiesen estudiar libres al amparo del Estado, y que mujeres como su hermana ya no tuvieran temor de andar en la calle, porque los guardias te agarraban, te montaban en una patrulla, te iban a torturar, te violaban y después te asesinaban.

Ese día les dijo que él y su esposa Alejandra Emelina habían ya recibido entrenamiento militar en numerosas armas de guerra y que ambos andaban ya en operaciones militares contra la guardia somocista. “He aprendido también, les dijo, que no debo dejarme agarrar vivo por guardias, pues de toda maneras te matan, y por eso, en el arma siempre dejo un tiro “bala en boca”, para disparárselo al guardia o al “oreja” que intente agarrarme”.

“Esto tiene que cambiar, en cuanto Somoza Debayle sea echado a balazos del poder”, añadía Fisher Ferrufino en el “sermón político” a sus familiares.

Además, para disimular en muchas ocasiones, ya cuando la Insurrección estaba en lo fino después del nueve de junio de 1979,  Ronald enviaba a su madre en función de correo clandestino a Bello Horizonte y Santa Rosa,  a dejar paquetes, mensajes y cajas con bombas de contacto, para los Jefes Guerrilleros que estaban ubicados en esta zona, entre otros, Marcos Somarriba García, Javier “el 99” López y Lucío Jiménez Guzmán.

“Una vez, en el “Callejón del Guayabo”, casi me agarran los guardias. Me iban a registrar lo que llevaba, pero se distrajeron ante una balacera hacia el lado del Barrio Larreynaga y se fueron”, relata la Madre de este Héroe y Mártir, Débora Ferrufino.

En otra ocasión, cumpliendo misión parecida de correo clandestino, le tocó irle a dejar un paquete a su propio hijo en la trinchera de combate de Santa Rosa, y cuando iba en el camino, por el lado de la Fábrica Rolter, se encontró con camiones repletos de guardias. Dichosamente, en el mismo sector se encontró a un conocido del vecindario Costa Rica, ambos disimularon conversando, se fueron alejando, mientras Ronald Fisher Ferrufino, quien sabía que su madre le llevaba bombas y recados, temió que “la agarren”, pues se había enterado de la presencia de los guardias en ese rumbo.

Para disimulo acentuado, doña Débora siempre llevaba encima de la cabeza una toalla, y cuando los guardias le preguntaban: “Vos vieja, ¿de dónde venís?”, ella respondía: “De planchar. Me pongo esta toalla para no quedarme tiesa en la nuca”.

Los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares esperaban a doña Débora en las cercanías de la Gasolinera Shell de la Rotonda de Bello Horizonte, para que les entregara los paquetes remitidos por otros grupos de Combatientes Populares de los lados de Larreynaga, Puente El Edén y Ducualí.

El 27 de junio de 1979, en la tardecita, Ronald Fisher Ferrufino llegó a su casa, donde su madre y su hermana, a despedirse. “Ya nos vamos en Retirada. No sé para dónde. Van conmigo Alejandra Emelina, su padre Ramón Campos y Josefina Campos. Vamos juntos. Volveremos triunfantes, no se preocupen, pues el triunfo contra este régimen somocista oprobioso está próximo por llegar”, les dijo a la luz de una candela, pues Somoza Debayle había mandado a cortar el agua y la luz en todos los vecindarios insurreccionados de la Zona Oriental de Managua.

“¿Vas a comer, hijito?”, le preguntó su  madre, Débora Ferrufino. “No, madre, ya nos vamos”, cuando eran casi las seis y media de la tarde. Ronald Fisher Ferrufino se fue cruzando patios hasta llegar a la casa de Alejandra Emelina, de donde partieron, con sus armas respectivas en manos, hacia el sitio de concentración del Repliegue Táctico de Managua Masaya: en la Calle de la Clínica Don Bosco al tope Este, en la Gasolinera San Rafael, en lo que antes se conocía como Barrio Santa Bárbara, hoy llamado Barrio Venezuela.

Se fueron en el Repliegue de Managua a Masaya. Durante el bombardeo aéreo infernal del somocismo genocida contra el Repliegue en “Piedra Quemada”, más o menos a las doce del día del 28 de junio de 1979, cuando estaba nutridísimo el lanzamiento de bombas de 1,000 libras, de rockette o morteros y balas de ametralladoras calibre 50, Ramón Campos y su hija mayor, Josefina Campos Escobar, estaban “pecho en tierra” en una oquedad pequeña y protegidos por piedras a los lados. En ese lugarcito no alcanzaban los cuatro; entonces Alejandra Emelina Campos Escobar le pidió a Ronald Fisher Ferrufino, su esposo, que se trasladaran corriendo, agachados,  a otra oquedad cercana y piedras grandes para protegerse, y en lo que corrían,  a  la corta distancia escogida, un rockette cayó junto a ellos y les destrozó los cuerpos, muriendo casi instantáneamente.

El bombardeo continuó nutridísimo por más de una hora. En ese hueco, Ramón Campos y su hija Josefa Campos Escobar lloraron desconsolados por largo rato. Los cuerpos de Ronald y Alejandra quedaron partidos. Andaban siempre juntos en la lucha armada en Mangua, se fueron juntos al Repliegue de Managua a Masaya y cayeron juntos  en “Piedra Quemada”, frente al coloso volcánico llamado Volcán Masaya.

Cuando cesó un poco el bombardeo aéreo somocista genocida, Ramón Campos y su hija Josefa, ayudados por otros Combatientes Populares, y un “juez de mesta” de la zona, se dispusieron a profundizar una oquedad en la roca volcánica, colocaron los cadáveres de Ronald y Alejandra en ese hueco, los taparon con piedras y arena, y se fijaron  atentamente en el lugar de “Piedra Quemada”, para irlos a rescatar después del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista.

El caso de estos dos Héroes y Mártires fue, de algún modo, especial, pues Ramón Campos y su hija Josefa, lograron comunicarse telefónicamente desde Masaya con “Coquito” Escobar Carballo, la madre de Alejandra Emelina, y le contaron lo que había pasado en “Piedra Quemada”, y de cómo habían cubierto sus cadáveres con piedra y arena de la misma “Piedra Quemada”, frente a la entrada del camino antiguo del Volcán Masaya, en la orilla de la Carretera a Masaya, a la altura del kilómetro 22.

Además, la trascendencia de lo especial con estos dos Combatientes Populares, esposos,  fue más allá de “lo normal”, pues hasta al “juez de mesta” de “Piedra Quemada” y a su hijo le impactaron tanto, que ellos dos se dieron a la tarea de cubrirlos bien con piedras y arenas, después de desaparecido el Repliegue de la zona de “Piedra Quemada”, lo que permitió que sus cuerpos estuviesen intactos al momento de rescatarlos en los primeros días de agosto de 1979.

Estos dos cadáveres, posiblemente, fueron los de más fácil localización, pues Ramón Campos y su hija Josefa Campos Escobar se habían fijado atentamente dónde los habían “enterrado”. Sin embargo, tuvieron que acudir donde el hijo del “juez de mesta” para que los guiara en los primeros días de agosto de 1979, para liberar los cuerpos de “Piedra Quemada” y darles “cristiana sepultura” en  el Cementerio Oriental, en Managua.

“Fuimos las dos familias a rescatar los cadáveres de Ronald y Alejandra Emelina, quien estaba embarazada al momento de morir. Juntos se enrolaron en operaciones guerrilleras clandestinas del FSLN, juntos anduvieron combatiendo en estos barrios orientales, juntos lanzaron bombas de contacto contra los guardias, juntos  se fueron en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, juntos cayeron heroicamente en “Piedra Quemada”, en Masaya, juntos quedaron enterrados allí en “Piedra Quemada”, juntos fueron rescatados sus cadáveres por sus familias juntas, y juntos fueron sepultados finalmente, están en la misma tumba en el Cementerio Oriental, donde están los Héroes y Mártires”, expuso Débora Ferrufino, Madre de Héroe y Mártir revolucionario.

Esta Madre de Héroe y Mártir, Débora Ferrufino, de 83 años al 2013, sigue residiendo en el mismo sitio de hace 34 años, de los “Semáforos del Colonial”, dos cuadras al Oeste, media cuadra al Sur, en el llamado “Pedazo Sur” del barrio Costa Rica.

Con ella viven Rolando y Juana María, hermanos de Ronald Fisher Ferrufino.

José Bladimir Fuertes Guadamuz

José Bladimir “Rigoberto, el Chino” Fuertes Guadamuz.  En algunos libros de historia y notas periodísticas de diarios como BARRICADA, aparece como Bladimir Fuentes Guadamuz. Su mamá, Denia Rosa Guadamuz Espinoza, de 69 años, aclara que se llamaba José Bladimir Fuertes Guadamuz, 19 años, estudiante en el Instituto Nacional Miguel Ramírez Goyena y en el INTECNA de Granada,  caído en “Piedra Quemada” el 28 de junio de 1979, más o menos a las doce del día, por el infernal bombardeo aéreo desatado por el tirano Anastasio  Somoza Debayle contra el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. El papá era  Francisco Luis Fuertes Olivera, quien estuvo en Pancasán con Carlos Reyna, y conoció personalmente a José Benito Escobar Pérez, uno de los fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional, en 1961.

Denia Rosa Guadamuz Espinoza vive actualmente en la Colonia Villa San Jacinto, en la casa número C-I-157, en la esquina Norte de la entrada principal de esta colonia del Distrito VI, o del semáforo de la “Miguel Gutiérrez” dos cuadras al Este, a mano derecha, en Managua.

“Rigoberto, el Chino” Fuertes Guadamuz se integró como Combatiente Popular  en el Barrio  María Auxiliadora, bajo las órdenes de Rolando “Cara Manchada” Orozco. Para disimular inicialmente sobre su integración a la lucha revolucionaria armada para derrocar a la dictadura somocista genocida, su padre,  Francisco Luis Fuertes  Olivera, lo colocó en un taller de artesanías y ebanistería española en el Mercado Oriental, de donde  José Bladimir salía “chineado” con “propaganda armada”  que le entregaban Jefes Guerrilleros sandinistas  para irla a distribuir a vecindarios como los Barrios María Auxiliadora, San Cristóbal, El Edén, Larreynaga y Bello Horizonte.

Al estallar la Insurrección, u Ofensiva Final, José Bladimir “Rigoberto, el Chino”, aparece integrado en escuadras de Combates Populares en el Barrio María Auxiliadora, ubicado contiguo a los vecindarios San Cristóbal, Diez de Junio y Ducualí. Además, por sus características oratorias, era enviado a subirse a los autobuses urbano colectivos, dentro de los cuales arengaba a los pasajeros a integrarse a la lucha armada para derrocar a la dictadura somocista genocida.

“Rigoberto, el Chino” Fuertes Guadamuz era multifacético en la lucha armada, pues participaba con escuadras en emboscadas militares a los guardias somocistas genocidas y en “recupere” de armas en casas de “orejas” o “soplones” connotados en numerosos vecindarios, especialmente en la Zona Oriental insurreccionada. También fabricaba explosivos.

Su hermano Oscar Javier Guadamuz, de apenas 14 años, también andaba regando “propaganda armada” en estos mismos vecindarios insurreccionados en Managua, incluso en la Colonia Morazán, en Linda Vista, Las Brisas y Monseñor Lezcano, cuando estalló la Insurrección en estos vecindarios del Oeste de Managua, el 8 y 17 de junio de 1979.

El responsable de “Rigoberto, el Chino” era el hoy subcomisionado Cubillo, según contaba José Bladimir a su madre, antes de irse en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. “Rigoberto, el Chino” Fuertes Guadamuz ya había caído preso antes, logró salir, y a raíz de eso trasladó a su madre para otro lado, el 14 de mayo de 1979, porque los habían amenazado con matarlos a todos.

Cuando ya se produjo el Repliegue a Masaya, doña Denia Rosa Guadamuz Espinoza, de 69 años actualmente en 2013, recibió emisarios de los Jefes Guerrilleros de la Insurrección, u Ofensiva Final, quienes le llevaron una cajita de música para su hermanita menor y una radiograbadora, para que su madre oyera noticias y música, más el mensaje de que se había ido en un Repliegue con destino desconocido hasta ese momento.

Dejó una carta dirigida a su madre, antes de irse en el Repliegue con destino a Masaya. En esa carta, además de pedirle que se cuidara y resguardara a su hermana menor, le decía que ya no comprara las botas, porque ya había recuperado botas, vestuario y pertrechos militares al asaltar con armas en manos a una patrulla de guardias somocistas genocidas.

“Ocupe esos realitos para la comida, madre mía”, le decía en la carta. “Nos veremos muy pronto, el triunfo revolucionario contra la dictadura llegará muy pronto”, le profetizaba a su madre en la carta. Su madre lavaba y planchaba ropa ajena, para ganarse la comida, los vestuarios de sus hijos y de ella misma.

Cuando ya se dio el triunfo revolucionario, después del 19 de julio de 1979, le trajeron la noticia fatal de que su hijo había caído en el Repliegue Táctico de Managua Masaya, en “Piedra Quemada”, enfrente del camino viejo al Volcán Masaya, cerca de la orilla de la Carretera a Masaya, en los 750 metros del infernal bombardeo aéreo somocista genocida en contra de los replegados de Managua. Igual que a otros, los charneles de las bombas de 1,000 libras y de los rockette le partieron el cuerpo a “Rigoberto, el Chino” Fuertes Guadamuz.

El cadáver de “Rigoberto, el Chino” fue colocado en una oquedad pedregosa poco profunda. Se le colocaron piedras y arena encima, donde fue encontrado por su madre. Fue desenterrado el cuatro de agosto de 1979 y trasladados sus restos al Cementerio Oriental de Managua, donde están sepultados casi un centenar de Héroes y Mártires de la Revolución Popular Sandinista.  Denia Rosa Guadamuz Espinoza va todos los años a acompañar el “Replieguito por la Ruta Original” que  Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando realiza todos los años en compañía de unos mil sobrevivientes del Repliegue a Masaya y jóvenes que  se suman a esta gesta histórica revolucionaria.

Le sobreviven tres hermanos: Brenda Meléndez Guadamuz,  Griselda Meléndez Guadamuz y Oscar Javier Guadamuz, quien fue a estudiar a la Unión Soviética y es abogado actualmente. Griselda es la actual secretaria política del FSLN en la Colonia San Jacinto.

Doña Denia cuida a los nietos en la casa mencionada de Villa San Jacinto y tiene el número telefónico: 22480198.

Mario Ramón Gabuardi Castillo

Mario Ramón Gabuardi Castillo, de 21 años, fue algo especial en la “pelota” de jóvenes rebeldes antisomocistas del Reparto Schick Gutiérrez al momento de la Insurrección Sandinista y del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, por cuya seguridad en la Retaguardia cae el 28 junio de 1979.

Formaba parte de un grupo organizado en la estructura del FSLN clandestino que se encargaba inicialmente de montar operativos militares para recuperar químicos, pólvora, gasolina y candelas de dinamita para fabricar explosivos dentro de su casa F-10, ubicada en el Barrio Ángel Valentino Barrios (es parte del Reparto Schick Gutiérrez), de la Parada de Autobús Urbano “Chaparral” dos cuadras al Norte y media al Oeste.

Su madre, Emelina Castillo, de 92 años actualmente y con la mente muy lúcida, asegura que su hijo Mario Ramón Gabuardi Castillo, “mucho antes de la Insurrección ya tenía convertida esta mi casa en casa de seguridad, en buzón de armas, en fábrica de explosivos y en sitio de reuniones con jóvenes como Luis Castillo, Alfredo Canales, Javier Canales, René Polanco Chamagua, José Santos Mayorga, Joaquín Valle Corea, con Manuel Solano y una muchacha  a la que le decían “Telma”.

Su padre era Mario Gabuardi Schitfman (este apellido es alemán), quien falleció hace más de una década. Su padre y su madre lo apoyaban sin vacilaciones. “Yo les servía de correo clandestino, en un montón de ocasiones. Mi hijo me metió de lleno en el asunto de conspirar contra la guardia somocista. Además de cuidar el buzón de armas aquí en la casa, yo les hacía comida también”, recuerda doña Emelina.

Esta madre ejemplar recuerda que su mayor calvario era que contiguo a su casa había un guardia de la Escuela de Entrenamiento Básico (EEBI) y varios “orejas” y “soplones” en la misma cuadra, lo que motivó que muy pronto la Guardia Nacional y la Oficina de Seguridad persiguieran sistemáticamente a su hijo Mario Ramón Gabuardi Castillo, quien, en realidad, se las ingeniaba para burlar a estos “orejas”.

Doña Emelina se muestra admirada por la capacidad y astucia de su hijo Mario Ramón Gabuardi Castillo para combinar su trabajo de vendedor cotidiano y callejero de licores y cigarrillos por parte de una empresa, de la cual era empleado, y a la vez participando activamente en operativos militares del Frente Sandinista clandestino, para recuperar armas y los químicos mencionados.

Ya en ese momento había abandonado sus estudios secundarios en la Escuela “Hope Portocarrero de Somoza”, en el mismo Reparto Schick Gutiérrez.

Su hermana menor, Marta Gabuardi Castillo, analiza que en aquellos días favorecía a estas actividades conspirativas el hecho de que en el Reparto Schick Gutiérrez habían potreros extensos y patios de fincas con matorrales nutridos y árboles altos, en los cuales estos muchachos rebeldes se escondían y espiaban a los guardias somocistas genocidas, a los “orejas” y “soplones” de la Oficina de Seguridad.

Marta relata que veía salir a su hermano cargado con sacos de bombas de contacto y bombas molotov. Mario Ramón decía que iba a reunirse con sus amigos, porque las bombas las iban a ocupar para quemar el Comando GN de la Guardia Nacional en Baterías Hasbani y la “Sección de Policía” (cuartel de guardias), que estuvo ubicada del Tanque Rojo dos cuadras al Oeste y una cuadra al Norte, en la orilla del cauce. Efectivamente esta Sección de Policía fue destruida y quemada por un grupo de Combatientes Populares del Reparto Schick Gutiérrez, en plena Insurrección Sandinista de junio de 1979.

En la casa de doña Emelina Castillo se hicieron numerosas reuniones en las que estos jóvenes planearon emboscadas a BECAT, a camiones repletos de guardias, quemas de casas de “orejas” y “soplones” de la Oficina de Seguridad. Precisamente, uno de estos “soplones” lo denunció en los tres comandos que tenía la guardia en el Reparto Schick. Este “soplón” (informador) se llamaba Antonio “Cara de Moto” López. Sus familiares están convencidos de que este “Cara de Moto”  López fue uno de los “soplones” que andaban el 28 de junio en la mañana con los guardias, indicando dónde se movían estos muchachos rebeldes.

Según la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, dirigida actualmente por Frank “Machillo” González Morales y Juan Carlos Soza Aragón,  Gabuardi Castillo formó parte de la llamada Jornada del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, consistente en explorar el camino para que la Vanguardia del Repliegue pasara sin ser emboscado, y luego, después de la una de la mañana del 28 de junio de 1979, garantizar la Retaguardia del Repliegue a Masaya, para que no fuese atacado por detrás por la Guardia Nacional somocista, la cual tenía tres comandos en el Reparto Schick Gutiérrez, un Batallón en los alrededores de las “Cuatro Esquinas”, al Sur de la Comarca “Las Jaguitas”; una patrulla superarmada con ametralladoras calibre 50 en el Cruce de Veracruz y otra patrulla superarmada con ametralladoras calibre 30 y fusiles automáticos en la colina o cerro en “Piedra Menuda”, unos cuatro kilómetros antes de entrar a “Piedra Quemada”.

Después de este operativo militar de resguardo del Repliegue, según la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador” y Marta Gabuardi Castillo,  Mario Ramón regresa a su casa muy de madrugada, aparentemente, con el fin de agenciarse de ropa y zapatos, para seguir al Repliegue Táctico de Managua a Masaya, el cual estiman iría ya cerca de Veracruz, y es cuando lo atrapan los grupos de asesinos de la guardia somocista, y a partir de ese momento, Mario Ramón Gabuardi Castillo desaparece para siempre.

A doña Emelina le llegaron a informar que su hijo Mario Ramón y otros jóvenes rebeldes, como René Polanco Chamagua, José Santos Mayorga Alemán, “El Oso” Marín, Joaquín Valle Corea, Domingo Matus Méndez, Óscar Gutiérrez Solano, entre otros, habían sido capturados mediante un operativo gigantesco montado por la Guardia Nacional con varios centenares de guardias asesinos, “orejas” y “soplones” del Reparto Schick Gutiérrez, entre los cuales se mencionan a Bismark “El Sapo” Prado  y a “Cara de Moto” como los responsables de que este grupo numeroso de jóvenes haya sido capturado, asesinados y desaparecidos sus cuerpos.

Doña Emelina, de 90 años cumplidos en marzo del 2013, con la mente muy lúcida, sentada en una silla mecedora, relata igualmente que el cadáver de su hijo Mario Ramón y del resto de jóvenes capturados y asesinados, fueron buscados en el trayecto de la Ruta Original del Repliegue a Masaya, en “Lomas de San Judas”, por la “Escuela de Arte”, frente al Teatro Rubén Darío, en la “Cuesta del Plomo”, en el Cerro Mokorón, donde vieron centenares de cadáveres de jóvenes asesinados, pero en ninguna parte hallaron sus cadáveres.

Suponen que además de asesinarlos atrozmente, les quemaron sus cuerpos para que no fuesen reconocidos en ninguna parte. “Con esa atrocidad primitiva, brutal, sanguinaria, lo que hicieron estos asesinos implacables de la dictadura somocista fue convertir en gloriosos Héroes y Mártires de la Patria Azul y Blanca a nuestros hijos, mientras ellos se convertían en fango asqueroso, hediondo, que nadie quiere tener a su lado”, comentó doña Emelina Castillo.

A Mario Ramón le sobreviven sus hermanos: Carlos, Rosario, Javier, Ronaldo, Víctor Manuel, Marta, Rosa y Enrique.

Doña Emelina sigue residiendo en la misma casa F-10, situada de la Pulpería Chaparral, en el Barrio René Polanco del mismo Reparto Schick, dos cuadras al Norte y media al Oeste. Tiene el teléfono:   86796998.

Óscar Antonio Gutiérrez Serrano

Óscar Antonio Gutiérrez Serrano era del grupo de jovencitos, adolescentes, rebeldes antisomocistas ejemplares del Reparto Schick Gutiérrez, en otras palabras, de la “pelota” de José Santos Mayor Alemán, Joaquín Valle Corea, “Oso” Marín Gaitán, Osvaldo Largaespada Lagos, Domingo Matus Méndez, René Polanco Chamagua, Manuel Salvador Cuadra Pérez, etc.

Tenía 15 años de edad, era casi un niño, y estudiaba su primer año de bachillerato en el Instituto José R. Somoza, del mismo Reparto Schick Gutiérrez, cuando estalló la Insurrección Sandinista en junio de 1979.

La Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador” ubica su caída en “La Jornada del Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, pues cayó cumpliendo misiones militares y de inteligencia popular cuando el Repliegue de más de seis mil capitalinos se movilizaba hacia Masaya los días 27, 28 y 29 de junio de 1979.

Cuando Óscar Antonio Gutiérrez Serrano cae, su hermano Enrique Gutiérrez Serrano ya estaba convertido en uno de los Héroes y Mártires de la atroz   masacre de Batahola, cometida por feroces guardias somocistas genocidas el 15 de junio de 1979, cuando aproximadamente unos 400 jóvenes Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros se replegaban, en pleno día, a las once de la mañana, entre el Barrio Monseñor Lezcano y el Barrio San Judas.

Esa horrenda masacre fue cometida por soldados de la Escuela de Entrenamiento Básico (EEBI, “escuela de asesinos” le llamaba la población) de la GN desde el Cerro Batahola, donde está ubicada la residencia del Embajador Norteamericano y en la orilla de las instalaciones de la Embajada de Estados Unidos, de donde también les dispararon a los jóvenes que cruzaban por predios montosos, sin parapeto alguno que los protegiera.

Allí cayó Enrique Gutiérrez Serrano, después de combatir y destruirles varios comandos a los guardias somocistas en Monseñor Lezcano, Altagracia y Las Brisas.

Mientras tanto, Óscar Antonio Gutiérrez Serrano, el hermano menor, también andaba con las armas en las manos, en compañía del grupo mencionado de jóvenes rebeldes, ejecutando emboscadas a patrullas BECAT de la Guardia Nacional y hostigando en contra de los tres Comandos que tenía el alto mando de la  dictadura somocista en el Reparto Schick Gutiérrez.

Este jovencito de 15 años era ya un consumado orador arengando con discursos encendidos a sus compañeritos de clases en el Instituto José R. Somoza, en su barrio, para que se sumaran a la lucha política y militar en contra de la dictadura somocista genocida.

La casa de su madre, Andrea Serrano Gutiérrez y de su padre, Esteban Gutiérrez Escobar, estaba (y está ahí mismo) casi enfrente de uno de los tres comandos que tenía la guardia somocista genocida en el Reparto Schick Gutiérrez. Este comando GN estaba ubicado del Tanque Rojo dos cuadras al Oeste y una cuadra al Norte, donde es hoy uno de los colegios del Reparto Schick.

Doña Andrea Serrano Gutiérrez está viva y forma parte del equipo político sandinista en el sector del antiguo Tanque Rojo del Reparto Schick, conocido como “Primera Etapa”. Don Esteban Gutiérrez Escobar ya falleció hace varios años.

En su vecindario se cuentan numerosas historias heroicas sobre este jovencito de 15 años de edad. Se lo ubica en combates frontales contra guardias de los comandos mencionados. Fabricaba explosivos, elaboraba bombas de contacto dentro de su vivienda humilde, la cual  al mismo tiempo era casa de seguridad de Jefes Guerrilleros y de la “pelota” de chavalos rebeldes del Reparto Schick Gutiérrez y dentro de la misma casa tenía un buzón de armas y municiones.

En una ocasión, según su madre Andrea Serrano Gutiérrez, su hijo guardó un paquete de bombas de contacto en uno de los roperos, y por el calor intenso, la bomba explotó y casi la mata a ella que estaba dentro de la vivienda.

Andrea relata que su hijo mayor, Enrique Gutiérrez Serrano, varios años antes de la Insurrección de Junio de 1979, se había convertido en algo así como “la mascota de Carlos Fonseca Amador”, jefe de la Revolución Popular Sandinista, cuando este se llegaba a esconder en varias casas del Reparto Schick Gutiérrez, entre otras, donde Andrea Solano Gutiérrez y en la casa del “Oso” Marín, ambas cercanas a los comandos de la Guardia Nacional somocista genocida.

Asimismo doña Andrea recuerda cómo su hijo mayor, Enrique Gutiérrez Serrano, había convertido su vivienda en casa de seguridad, buzón de armas y centro de entrenamientos de arme y desarme de armas de todo tipo, en los cuales participaba Óscar Gutiérrez Serrano y virtualmente toda “la pelota” de jóvenes rebeldes antisomocistas del Reparto Schick Gutiérrez.

En una ocasión, relata Andrea Serrano Gutiérrez, Óscar con un grupo de chavalos fue a asaltar el Centro de Salud del vecindario, de donde sustrajeron gassas, frascos grandes mertiolate, galones de alcohol, desinfectantes varios, paquetes de algodones, etc., todo lo cual se utilizó para curar heridos cuando estalló la Insurrección u Ofensiva Final de junio de 1979.

Igual que el resto de la “pelota” de chavalos rebeldes del Reparto Schick, Oscar Antonio Gutiérrez Serrano fue designado por el mando del Estado Mayor del Frente Interno, encabezado por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo, para darle protección al Repliegue Táctico de Managua a Masaya, primero, en la Vanguardia y después  en la Retaguardia.

En esas misiones combativas andaban cuando fueron capturados, torturados, masacrados, despedazados y desaparecidos por guardias somocistas y “orejas” de la Oficina de Seguridad, en la noche del 27 de junio, el 28 de junio en la madrugada, el mismo 28 de junio a lo largo del día y al amanecer del 29 de junio de 1979.

Óscar Antonio Gutiérrez Serrano desapareció. No reapareció vivo ni muerto. Fue asesinado por la dictadura somocista genocida. Su cadáver fue buscado minuciosamente en numerosos sitios de Managua, ¡y nada, no se encontró¡

Con Óscar Antonio y Enrique, los hijos de doña Andrea Serrano Gutiérrez son 12 en total: Sebastiana, Enrique, Manuel, Ricardo, Gloria, Ronald, Blanca, Denis, Marlon, Marisol y Andrea. Esta última es la menor.

Doña Andrea Serrano Gutiérrez, madre de estos dos hermanos caídos del Reparto Schick, reside de donde fue el Tanque Rojo tres cuadras al Oeste, una cuadra al Norte y una cuadra al Este. Tiene el teléfono:   22892142.

Julio César “Bamba” Juárez Roa

Julio César “Bamba” Juárez Roa.  Este jovencito de 22 años, también era estudiante  del Instituto Miguel Ramírez Goyena cuando estalló la Insurrección, u Ofensiva Final, en Managua.  En su casa, con la complicidad de su mamá Dora Roa Medrano, fallecida hace tres años (2013), en el Barrio conocido como “La Habana”, ubicado entre los vecindarios de la Colonia Nicarao, Barrio Ducualí y Barrio Venezuela, se efectuaban reuniones clandestinas y se distribuían trabajos conspirativos en contra de la tiranía somocista.

Esta viejita, Dora Roa Medrado, participó todos los años en la reedición del Replieguito “por la ruta original”, encabezado por Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando, hasta que falleció hace tan sólo tres años, cuando ya andaba en silla de ruedas, por problemas artríticos en las rodillas.

Según Marta Chavarría Roa, hermana menor de Julio César “Bamba” Juárez Roa, la casa de doña Dora en “La Habana” era buzón de armas, pertrechos militares, escondite de numerosos jefes guerrilleros, se cambiaban de ropa allí, elaboraban propaganda armada dentro de la casa, y en todo eso participaba “Bamba”, indica Marta.

Según los relatos de familiares y amigos de aquellos días, “La Bamba” Juárez Roa, además, perteneció a la Columna Oscar Pérez Cassar, la que fue jefeada primero por Roberto “El Zarco” Castellón y después por Walter Ferrety Fonseca.

A esta columna asimismo se le conoció como “la Caza Perros” en la Zona Oriental y Norte  de Managua. En realidad era una columna móvil para combatir a los guardias nacionales somocistas genocidas, con el fin de impedirles su ingreso a la zona insurreccionada y mantenerlos “maneados”, es decir, que no pudieran tomar la iniciativa militar ni en contra de la Insurrección en la Zona Oriental de Managua ni hacia otros lados del país.

En la casa de “La Bamba” Juárez, casi todas eran  mujeres, y muy niñas, con excepción de doña Dora. Al saber que su hijo se había ido con rumbo desconocido y que los Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares ya no estaban en la Zona Oriental de Managua, ella, Dora, tomó la decisión de irse donde unos familiares, para evitar que los mataran a todos, pues sabía que la guardia somocista y los “orejas” buscaban a su hijo Julio “La Bamba” Juárez,  para matarlo.

Marta asegura que efectivamente durante la “operación limpieza” de la guardia somocista, después del Repliegue a Masaya, catearon la casa, la dejaron “patas arriba”, se robaron todo lo que había dentro, aunque no encontraron  nada de los guerrilleros y Combatientes Populares, porque éstos sacaron todo y se lo llevaron en el Repliegue de Managua a Masaya.

Julio no pudo decirles hacia dónde iban. “Vamos en Repliegue, no sé adónde”, les dijo a su madre y hermanas pequeñas. Al irse, esperanzado, “Bamba” les dijo: “!El triunfo de la Revolución está cerquita, ya viene¡”, y se alejó en la oscuridad, el 27 de junio de 1979, a las seis y media de la tarde, cargando una mochila en la que llevaba un pantalón, una camisa, una toalla, unos jabones, un cepillo de dientes, medicinas y una caja de bombas de contacto, rumbo hacia la Calle de la Clínica Don Bosco, en el entonces Barrio “Meneses” y “Santa Bárbara”, hoy Barrio Venezuela. La Calle de la Clínica Don Bosco está tan sólo a dos cuadras de donde vivía “Bamba”, en el Barrio “La Habana”.

Sin embargo, nunca volvieron a verlo. Sus amigos y compañeros de columna trajeron la noticia, después del triunfo revolucionario del 19 de julio de 1979, de que Julio César “La Bamba” Juárez Roa había caído durante el bombardeo aéreo mortal de la guardia somocista genocida en el lado Norte de “Piedra Quemada” contra el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

“Quedó como desaparecido. Su cadáver nunca apareció. Mi madre  buscó su cadáver en toda “Piedra Quemada” durante varios meses. Hasta se nos dijo que una bomba lo había destrozado por completo, y que los restos de su cuerpo quedaron carbonizados. Sí supimos que él se fue al Repliegue a Masaya, porque él  vino a la casa, se vistió, aliñó su mochila, comió, envolvió comida en papeles, y cuando se iba, ya en la oscuridad de la noche, dijo: “Vamos en Repliegue, no sé para dónde”, y sus amigos y  conocidos, al regreso de Masaya, después del 19 de julio, nos trajeron la noticia de que realmente iba en el Repliegue y que cayó en “Piedra Quemada”, dice Marta Chavarría Roa, su hermana menor.

Por su parte, Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando asegura que doña Dora Roa Medrano, madre de Julio “Bamba” Juárez Roa, nunca falló a las reediciones del Replieguito “por la ruta original” que la Asociación de Combatientes Históricos del Distrito IV realiza todos los años, “sin haber faltado ni una sola vez”, sostiene “Huesito” Mairena Obando.

Esto último es confirmado por Isabel Aráuz Rugama, sobreviviente del Repliegue de Managua a Masaya y coordinadora actual de la Asociación de Mujeres Sandinistas y de Madres de Héroes y Mártires. Isabel, inclusive, actualmente recoge datos históricos y biográficos de los Héroes y Mártires de Managua, incluyendo los del Repliegue a Masaya.

Doña  Dora Roa Medrano falleció hace seis años. Varios años, antes de morir, andaba en silla de ruedas, por dos derrames cerebrales y porque sus rodillas andaban mal. Para ir al Replieguito la llegaban a traer en un microbús. Su hija menor es quien vive en la misma casa, en el Barrio La Habana,  con varios hijos menores y su marido,  de la Clínica Don Bosco, dos cuadras al Este y media cuadra al Sur. Tiene los teléfonos: 22481263 y 88751492.

Le sobreviven a “Bamba” Juárez sus hermanas y hermano:   Elisa, Rosario, Doris, Isabel, Vanessa, Marta, Karla,  y Jorge.

Osvaldo Antonio Largaespada Lagos

Osvaldo Antonio Largaespada Lagos, de 21 años,  cayó en el Reparto Schick en lo que la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador” denomina “Jornada del Repliegue Táctico de Managua a Masaya”.

La “Jornada del Repliegue a Masaya”, según Frank “Machillo” González Morales,  consistió en que varios centenares de jóvenes Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros fueron designados para cumplir numerosas tareas militares, conspirativas, de exploración, de vigilancia de los enemigos (guardias, agentes de la Oficina de Seguridad o “escuadrones de la muerte”, soplones, “orejas”, “jueces de mesta”), con el fin de asegurar, primero, la Vanguardia del Repliegue a Masaya en la Ruta Trazada, la cual comenzó en la Calle de la Clínica Don Bosco, siguió por Rubenia, Catorce de Septiembre, cauce del Reparto Schick (donde habían tres Comandos de guardias de la Guardia Nacional) y luego continuó por la entrada del Camino Viejo de Las Jaguitas, rumbo a “Las Cuatro Esquinas”, “Piedra Menuda” y “Piedra Quemada”.

En todo este trayecto, o Ruta, fue el trabajo de exploración y vigilancia de estos Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros, para que la masa humana de seis mil managuas no fuese emboscada a mansalva por la guardia somocista genocida, y precisamente alrededor de 20 de estos jóvenes fueron delatados por varios soplones, entre otros, Bismark “El Sapo”, quien se hizo pasar por “amigo” y “compañero de lucha” de todos ellos y, precisamente, el 27 a media noche y el 28 en la madrugada, se apareció con tres camiones repletos de guardias y armas, para darle cacería a estos jóvenes rebeldes, revolucionarios sandinistas, Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros, entre ellos: Osvaldo Antonio Largaespada Lagos.

“Además, asegura Frank “Machillo” González Morales, numerosos de estos jóvenes Combatientes Populares fueron regresados a cumplir otras misiones combativas cuando el Repliegue de Managua a Masaya ya iba acercándose al Cruce de Veracruz, donde hubo otro  combate con una patrulla de la guardia somocista genocida.

Según sus hermanas vivas todavía, Yadira del Socorro y Concepción del Carmen Largaespada Lagos, residentes de donde fue el Tanque Rojo del Reparto Schick desde mucho antes de la Insurrección  Sandinista de junio de 1979, precisamente a tan sólo una cuadra al Oeste, en la orilla del cauce, estaba uno de los tres Comandos de la Guardia Nacional, a cuyos soldados vigilaban estos muchachos al momento del paso del Repliegue Táctico de Managua a Masaya. El Repliegue a Masaya, con seis mil ciudadanos de Managua caminando en sigilo, pasó por en medio de estos tres Comandos de guardias somocistas genocidas.

Yadira del Socorro y Concepción del Carmen Largaespada Lagos y “Machillo” González Morales, coordinador de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, coinciden en que gracias a esta labor de exploración y espionaje de estos jóvenes rebeldes, el Repliegue Táctico a Masaya pudo pasar en sigilo por esta Ruta Original trazada por el Estado Mayor del Frente Interno, encabezado por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo.

De acuerdo con Yadira del Socorro y Concepción del Carmen, Osvaldo Antonio Largaespada Lagos andaba terminando de cumplir estas tareas asignadas, muy de mañanita del 28 de junio de 1979, cuando a su casa llegaron centenares de guardias superarmados en tres camiones, a capturarlo.

Osvaldo Antonio ya no estaba en su casa, pues había llegado de madrugada, rápido, se cambió de ropas, comió un poco, y salió. Sólo dijo que iba a unirse a sus compañeros que iban “en retirada” por el rumbo de la Comarca “Las Jagüitas”, después de asegurar el paso de la Retaguardia del Repliegue por esta parte del Reparto Schick, donde abundaban los guardias asesinos, los soplones, “escuadrones de la muerte” y “orejas” de la Oficina de Seguridad.

Yadira del Socorro y Concepción del Carmen observaron que con los centenares de guardias asesinos andaban los soplones Bismark “Sapo” Prado y “Los Luchos”, quienes inicialmente se hicieron pasar como “amigos” de los chavalos rebeldes, jugaban béisbol con estos jóvenes, pero en realidad los andaban espiando, y esa noche del 27 de junio de 1979, además, los siguieron para saber qué andaban haciendo cuando, precisamente, vigilaban para que el Repliegue de Managua a Masaya pasara sin problemas entre los tres Comandos GN referidos, ubicados: uno del Tanque Rojo  tres cuadras al Oeste, en la orilla del cauce; el segundo, en la entrada al Camino de “Las Jagüitas”, o del Cine Ideal dos cuadras al Este, y el tercero era un Batallón de la EEBI ubicado en Baterías Hasbani, en la orilla del mismo cauce del Reparto Schick.

Se afirma ahora que por instrucciones de Jefes Guerrilleros, las casas de estos soplones fueron incendiadas cuando la Insurrección Sandinista estaba en pleno apogeo en la Zona Oriental de Managua.

Se supone que Osvaldo Antonio Largaespada Lagos fue capturado por este grupo de asesinos cuando iba rumbo a “Las Cuatro Esquinas”, en la Comarca “Las Jagüitas”, o tal vez ya estaba en “Piedra Menuda”, detrás de la marcha del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Todos los chavalos o jóvenes capturados en ese operativo somocista gigantesco del 28 en la madrugada, y en la mañanita, fueron asesinados y desparecidos. Sus cadáveres no aparecieron nunca. Hay certeza entre familiares, amigos y vecinos de que fueron torturados, despedazados y quemados por la soldadesca bestial del somocismo genocida, jefeado por Anastasio Somoza Debayle.

Osvaldo Antonio Largaespada Lagos estudiaba quinto año de bachillerato en el Instituto Miguel de Cervantes Saavedra, en el ZUMEN, y al mismo tiempo laboraba en gestiones de partidas de nacimiento en Alcaldía de Managua o Distrito Nacional.

Los relatos familiares y de compañeros de combates rebeldes en contra de la dictadura militar somocista, indican que Osvaldo Antonio Largaespada Lagos se había organizado con el grupo de los hermanos Solano en el Barrio Ducualí, Cuna de la Insurrección Oriental, y de paso se coordinaban con los Combatientes Populares de las Colonias Nicarao, Catorce de Septiembre, Don Bosco, Colombia y Diez de Junio.

Yadira del Socorro Largaespada Lagos recuerda que su hermano en media insurrección llegó a su casa, de noche, herido levemente, y que fue curado allí mismo en la casa. Las dos hermanas sabían que Osvaldo Antonio había participado en emboscadas a patrullas de la guardia somocista, en fabricación de explosivos, en traslado de los mismos explosivos de una trinchera de combate a otra en la Zona Oriental de Managua, en utilización de bombas de contacto contra convoyes de guardias, hacía labores de correo clandestino, y por último la designación para que vigilaran a los enemigos por el paso del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, por el Reparto Schick.

Antes de trasladarse al Reparto Schick en 1967, Francisco Antonio Largaespada Orozco (fallecido hace 13 años) y Mercedes del  Carmen Lagos García (fallecida hace seis años), padre y madre respectivamente de Osvaldo Antonio Largaespada Lagos, vivían en una colonia contigua a la Estación del Ferrocarril, en las cercanías del Teatro Rubén Darío, antes del Terremoto de 1972.

Se compraron ese lotecito en que viven hoy, situado de donde fue el Tanque Rojo, una cuadra al Oeste y media cuadra al Norte, donde posteriormente la Guardia Nacional somocista genocida instaló uno de los Comandos referidos, para controlar a esta pobretería, considerada desde siempre enemiga de la dictadura somocista, jefeada por Anastasio Somoza Debayle.

En esa dirección  le sobreviven a Osvaldo Antonio sus hermanas Yadira del Socorro, Concepción del Carmen, Francisco Alberto y José Luis Largaespada Lagos, quienes tienen el teléfono convencional: 22553446. Osvaldo Antonio tenía una novia, llamada Zoila, quien estudiaba en la Escuela Nacional de Comercio.

 

Marta Lorena “Cleo” López Mojica

Marta Lorena “Cleo” López Mojica. Según datos biográficos incompletos, Marta Lorena vivía con su mamá, María Adilia Mojica, en el Barrio San José Oriental, donde se conoció con Carlos Alberto “El Sobrino” Dávila Sánchez, mientras ambos participaban en la lucha política y militar organizada en contra de la dictadura somocista.

Marta Lorena estudiaba su quinto año de bachillerato en el hoy Colegio Miguel Bonilla. Su mamá ya falleció hace varios años y el resto de su familia ya no vive en el Barrio San José Oriental.

Ricardo Ordeñana Solórzano, cuñado viudo de Carlos Alberto “Sobrino” Dávila Sánchez, indica que no se sabe qué rumbo tomó el resto de la familia de Marta Lorena “Cleo” López Mojica, después de fallecida doña María Adilia Mojica. No se conoce quién era su papá.

Frank “Machillo” González Morales y Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando,  ambos de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, elogian abundantemente el comportamiento combativo de Marta Lorena López Mojica y su decisión valiente, audaz y solidaria de quedarse cuidando a su marido en “Las Cuatro Esquinas”, “a sabiendas de que la matarían, porque un batallón de la guardia somocista genocida estaba en los alrededores”.

Marta Lorena era una muchacha jovencita, de unos 19 años, bonita, graciosa, esbelta,  amable, Combatiente Popular en vecindarios como “Campo Bruce” (hoy Rigoberto López Pérez), San José Oriental, Paraisito, San Cristóbal, María Auxiliadora y Puente El Edén, e iba en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Ella  personalmente se había implicado en la Insurrección, u Ofensiva Final, y no podía quedarse fuera del Repliegue de Managua a Masaya por doble razón: su implicación en los combates, de trinchera en trinchera, con las armas en las manos, para derrumbar a la dictadura somocista genocida, y porque su esposo Carlos Alberto “Sobrino” Dávila Sánchez había sido herido gravemente, estaba hospitalizado en el Hospital Clandestino del Instituto Experimental México, en Bello Horizonte, y era conducido en camilla durante el célebre Repliegue Táctico de Managua Masaya.

Marta Lorena López Mojica y “Sobrino” Dávila Sánchez se quedan donde la familia Cajina Fonseca, en “Las Cuatro Esquinas”, al Sur de la Comarca “Las Jaguitas”, donde ambos eran conocidos y amigos.

Ambos fueron escondidos allí en una casa y en un furgón, donde los guardias somocistas genocidas de la EEBI los descubrieron y después los asesinaron a eso de las diez de la mañana del 28 de junio de 1979, unas pocas horas después del paso del Repliegue Táctico de Managua a Masaya por este sitio de  las “Cuatro Esquinas”, en el extremo Sur de la Comarca “Las Jagüitas”.

Existe un monumento en homenaje a Marta Lorena López Mojica, en una de las calles del Barrio Rigoberto López.

César Sánchez, hermano mayor de Carlos Alberto “Sobrino” Dávila Sánchez, escribió un libro sobre parte de la gesta revolucionaria de su adorado y respetado hermano, aunque no revela detalles de cómo “El Sobrino” Dávila Sánchez ingresa al Frente Sandinista, de la Tendencia Proletaria,  y tampoco detalla sobre los combates en que participó en la Zona Oriental de Managua.

Elogia César Sánchez a Marta Lorena “Cleo” López Mojica por haber acompañado sin vacilaciones a su marido Carlos Alberto cuando éste fue herido gravemente en un combate en el Barrio  Paraisito, donde a punta de disparar con su ametralladora calibre 30 neutralizó y arrebató una tanqueta a la guardia somocista genocida.

Los elogios de César Sánchez son abundantes al exponer cómo Marta Lorena López Mojica sin vacilar un instante se queda con su marido en “Las Cuatro Esquinas” para cuidarlo y protegerlo de la posibilidad de que lo asesinaran. Al final, los guardias los asesinaron a ellos dos y a otros capturados en “Las Cuatro Esquinas”, en la Ruta original del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

En el libro mencionado se publican fotos del homenaje popular, u honras fúnebres, a Carlos Alberto Dávila Sánchez y a su esposa Marta Lorena López Mojica, en el Puente   Paraisito, el 29 de agosto de 1979, después de haber recuperado sus cadáveres en “Camino del Río”, cerca de la Comarca Sabana Grande, en Managua. Fueron sepultados juntos en el Cementerio Oriental de Managua.

Esa ceremonia fúnebre y de contenido político revolucionario, con los cadáveres de ambos presentes allí, fue registrada por el Diario BARRICADA en los primeros días del mes de agosto de 1979.

Cerca de este mismo sitio, “Sobrino” Dávila Sánchez y Marta Lorena “Cleo” López Mojica, fueron casados en una ceremonia militar revolucionaria por Frank “Machillo” González Morales, con la presencia de centenares de Combatientes Populares de los Barrios Paraisito,  San José Oriental y de “Campo Bruce” (hoy Rigoberto López Pérez), antes de que se produjera el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Sobre “Sobrino” Dávila Sánchez y Marta Lorena “Cleo” López Mojica se puede consultar a Frank “Machillo” González Morales en la Asociación de Combatientes Históricos “Carlos Fonseca Amador”, situada de la Racachaca cuad3ra y media al Sur, en el barrio Altagracia.

 

 

José Luis “Oso”  Marín Gaitán

José Luis “Oso” Marín Gaitán tenía 19 años y era Técnico Electricista Industrial, graduado en el Instituto Técnico Vocacional, ubicado de “La Subasta” cinco cuadras al Norte, en la orilla del Lago de Managua.

Este joven de 19 años era ya una leyenda en el Reparto Schick, pues además de trabajar en instalaciones de sistemas eléctricos en los Repartos y Colonias que se construían en la década del 70 en Managua, lo veían jugando béisbol los fines de semana, haciendo propaganda revolucionaria guerrillera en las noches en su vecindario, en otros vecindarios cercanos y dentro de autobuses y camionetas de pasajeros, y también organizando a la “pelota” de jóvenes rebeldes antisomocistas del Reparto Schick, con el fin de enfilarlos en la lucha armada.

Se conoce que en su casa y la de los Centeno, ambas ubicadas del antiguo Tanque Rojo tres cuadras al Oeste y cuadra y media al Norte, se hospedó clandestinamente varias veces Carlos Fonseca Amador, jefe de la Revolución Popular Sandinista.

El “Oso” Marín Gaitán andaba con la “pelota” de jóvenes rebeldes antisomocistas del Reparto Schick, entre otros: Joaquín Valle, José Santos Mayorga Alemán, Francisco René Polanco Chamagua, Domingo Matus Méndez y Osvaldo Antonio Largaespada Lagos, todos los cuales fueron asesinados atrozmente por guardias somocistas genocidas.

Su padre, Luis Armando Marín López (de 80 años en 2013), señala que su vivienda se convirtió en casa de seguridad  de Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros, más buzón de armas y explosivos, pues “Oso” Marín Gaitán se reunía allí con la “pelota” de jóvenes rebeldes antisomocistas, y en realidad las casas de cada uno de ellos, eran sitios de reuniones clandestinas, buzones de armas y lugares donde planeaban las emboscadas contra patrullas de la guardia, o ataques a los Comandos GN en el Reparto Schick y Zona Oriental de Managua.

Ángela Gaitán Lezama, madre de “Oso”, fallecida hace varios años, también colaboraba en las actividades guerrilleras clandestinas de su hijo José Luis “El Oso” Marín Gaitán.

En su vecindario se afirma que “Oso” Marín Gaitán inclusive se subía, solito, a árboles  frondosos de chilamates, con cajas de bombas de contacto, en los sitios por donde pasaban patrullas BECAT de la Guardia Nacional en el Reparto Schick, les  lanzaba esos explosivos a los guardias, se bajaba velozmente y se corría. De esa forma, destruyó numerosos  jeeps BECAT en la Zona del Reparto Schick.

“Oso” Marín Gaitán entraba y salía de su casa, cuando la Insurrección Sandinista estaba en pleno apogeo en junio de 1979. Siempre procuraba que nadie lo siguiera. Le llegaba contando a su padre que había participado en enfrentamientos armados en trincheras de combate en el propio Reparto Schick, en las Colonias Nicarao, Catorce de Septiembre, en Ducualí, en El Edén y para el lado de Santa Rosa, en la Carretera Norte.

La propia noche de salida del Repliegue Táctico de Managua Masaya, el 27 de junio cerca de las doce de la noche, el grupo de Combatientes Populares de “Oso” Marín Gaitán sostuvo un combate rápido contra guardias somocistas y “orejas” y “soplones” de las Oficina de Seguridad cerca del Cine Ideal, donde andaban operando soldados de la GN y soplones, mientras el Repliegue a Masaya ya se desplazaba por el Reparto Schick.

“Oso” Marín Gaitán andaba en operaciones de exploración, vigilancia y controles de los enemigos somocistas, la noche del 27 y madrugada del 28 de junio, para que el grueso de seis mil ciudadanos del Repliegue de Managua a Masaya pasaran sin ser emboscados a mansalva por la Guardia Nacional somocista genocida, en este sitio de Managua.

Este grupo de jóvenes rebeldes, como queda expresado, fue infiltrado por soplones u “orejas” de la Oficina de Seguridad y de la Guardia Nacional. Se supone que “Oso” Marín Gaitán fue capturado precisamente en la madrugada del 28 cuando se movía afanosamente en protección del Repliegue a Masaya, primero en su Vanguardia temprano, antes de la media noche, y después en la Retaguardia del mismo Repliegue cuando ya era pasada la una de la mañana del 28 de junio de 1979.

Su padre, su madre, sus hermanas menores, sus familiares, sus compañeros rebeldes antisomocistas y amigos, no volvieron a saber nada de “El Oso” Marín Gaitán. Se supone que lo agarraron junto a Joaquín Valle y José Santos Mayorga Alemán.

Su padre, Luis Armando Marín López, de 80 años al 2013, asegura que él, sus familiares y vecinos tuvieron noticias de que este grupo de jóvenes fueron capturados, por las delaciones de los soplones somocistas, la madrugada del 28 de junio, cuando aseguraban el paso de la Retaguardia del Repliegue a Masaya por la parte Oriental del Reparto Schick, antes de salir al Camino de “Las Jagüitas”, rumbo a “Piedra Menuda” y “Piedra Quemada”, en Masaya.

Don Luis Armando  Marín López indica que inicialmente creyeron que encontrarían vivos a este grupo de jóvenes revolucionarios sandinistas, pero poco a poco esa idea se fue desvaneciendo, especialmente al darse el Triunfo de la Revolución Popular Sandinista, el 19 de julio de 1979, pues en realidad la búsqueda organizada, amplia, no los encontró ni vivos ni muertos.

Marín López recuerda que numerosas familias del Reparto Schick se juntaron, de forma organizada, para buscar a sus hijos vivos o muertos, durante varios meses, y no encontraron nada. Fueron a “Piedra Quemada”, fueron a Nindirí, anduvieron en los sitios en que la guardia somocista genocida tiraba los cadáveres de asesinados, entre otros: Cuesta del Plomo, Escuela de Arte, Lomas de San Judas, frente al Teatro Popular Rubén Darío, en la costa del Lago de Managua, etc.

El último sitio que visitaron fue el Cerro Mokorón, frente a la UNAN-Managua, donde los jefes del naciente Ejército Popular Sandinista les mostraron las tumbas colectivas en que centenares de cuerpos asesinados fueron echados por la Guardia Nacional somocista genocida, y allí no estaban los cuerpos de sus hijos. Encontraron algunas ropas parecidas a las que andaban puestas, nada más. Sospechan que los cuerpos de estos jóvenes fueron quemados, como iban a hacer un grupo de guardias asesinos con el cuerpo de Manuel Matus Méndez, cuyo cadáver fue rescatado por una mujer del mismo Reparto Schick.

“Oso” Marín Gaitán dejó una niña, pues su esposa estaba embarazada cuando él fue asesinado el 28 de junio de 1979, en la madrugada. Esa niña es enfermita, es discapacitada, informa el abuelo Luis Armando Marín López. La madre de “El Oso” Marín Gaitán, Ángela Gaitán Lezama, falleció hace varios años.

A “Oso” Marín Gaitán le sobreviven sus hermanos menores: Sonia, Martín, Ana Julia, Petrona y Carla. Esta familia reside en el mismo sitio, de donde fue la “Casa de la Mujer”, una cuadra al Este y una cuadra al Norte, en la casa No. A-95.  Don Luis Armando Marín López tiene el teléfono celular:   86132204.

 

Los Hermanos Martínez, o Hipólito Martínez Guzmán

Los Hermanos Martínez, o Hipólito Martínez Guzmán.  Finalmente, después de una larga búsqueda de casi un mes, encontré a Daniel Gregorio Martínez Velásquez, hermano mayor de Hipólito Martínez Guzmán, este último caído y desaparecido durante el bombardeo aéreo infernal en el lado Norte de “Piedra Quemada”,  el 28 de junio de 1979, entre las diez y media de la mañana y las dos de la tarde.

Hipólito Martínez Guzmán era un niño Combatiente Popular, de apenas 14 años cumplidos, de esos chavalos excepcionales que hubo durante los combates de la Ofensiva Final contra la dictadura somocista genocida.

Este caso singular se conoció durante más de 30 años como el de los “Hermanos Martínez”, caídos en “Piedra Quemada”, durante el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, pues la madre de ambos, Victoria Guzmán Velásquez (ya fallecida hace siete años) siempre dijo que dos de sus hijos habían caído en el Repliegue a Masaya, específicamente en “Piedra Quemada”.

Doña Victoria Guzmán repetía ese dicho convencido cada año que acompañaba al “Replieguito por la Ruta Original”, organizado y ejecutado por unos mil acompañantes de Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando, quien lo lleva, precisamente, hasta “Piedra Quemada” todos los años desde 1980.

Daniel Gregorio Martínez Velásquez, quien tenía 16 años al momento del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, indica que en realidad el caído en “Piedra Quemada” fue su hermano menor Hipólito Martínez Guzmán, cuyo cadáver jamás fue encontrado.

Ocurre, según Daniel Gregorio, que doña Victoria Guzmán Velásquez hacía tal afirmación porque su otro hijo Faustino Martínez Guzmán también cayó combatiendo contra la dictadura somocista durante la Insurrección de junio de 1979, en el Ingenio San Antonio, en Chichigalpa, Chinandega.

También llegaba a “Piedra Quemada” don Simeón Donato Martínez, padre de los tres Hermanos Martínez, implicados en la lucha armada contra el somocismo genocida primero en Santa Lucía, Boaco, de donde son originarios, y después en la Insurrección en Managua.

Daniel Gregorio Martínez relata que los tres Hermanos Martínez estaban organizados en estructuras juveniles escolares y del Frente Sandinista guerrillero clandestino en Santa Lucía, Boaco, con Andrés Mendoza Pérez, Lucy Mayorga Obando y otros jóvenes y chavalos como Hipólito, y que como sus padres tenían casa en el Reparto Amanda (hoy Berta Díaz, cerca del Aeropuerto Sandino), entonces esto facilitó que los dirigentes guerrilleros  sandinistas los remitieran a Managua, y que se ubicaran en las dos casas de seguridad de los Martínez y de Andrés Mendoza padre.

Puestos aquí en el Reparto Amanda, recuerda Daniel Gregorio Martínez, organizaron de mejor manera las casas de seguridad, con la finalidad de que la guardia somocista, los orejas, soplones  y paramilitares no los fueran a detectar. También organizaron dos buzones de armas, municiones y bombas de contacto en los canales de los techos de ambas viviendas, ubicadas entre fincas y las cercanías del Lago de Managua.

Por disposiciones del Estado Mayor del Frente Interno, encabezado por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo,  los dos Hermanos Martínez y Andrés Mendoza Pérez fueron enviados a combatir inicialmente en la Insurrección de los Barrios Noroccidentales, específicamente en Monseñor Lezcano, Santa Ana, Linda Vista, Las Brisas, Altagracia y Lomas de Guadalupe.

Participaron en los violentos combates para destruir el Cuartel militar o Sección de Policía que la Guardia Nacional somocista genocida tenía en el Barrio Monseñor Lezcano. También en los enfrentamientos a balazos que hubo con soldados o guardias en el Sur de San Judas.

Participaron en el Repliegue Táctico de Monseñor Lezcano a San Judas el 15 de junio de 1979, el cual fue masacrado en Batahola, en el lado Suroeste de la Embajada Norteamericana, ejecutada por un pelotón de la Escuela de Entrenamientos Básico (EEBI) de la Guardia Nacional, cuyos efectivos militares dispararon decenas de ráfagas de ametralladora 50 contra casi 400 combatientes replegados.

Casi 100 de esos jóvenes replegados fueron masacrados a mansalva por los guardias somocistas genocidas, quienes dispararon las ametralladoras desde un Taller de la Mercedes Benz, desde la empresa KOMATSU, desde el Cerro Batahola, cerca de la Residencia del Embajador gringo, y desde los muros del Este de la Embajada Norteamericana.

Estos Hermanos Martínez y Andrés Mendoza Pérez sobrevivieron a la masacre de Batahola.

Los dos Hermanos Martínez y Andrés Mendoza Pérez, sobrevivientes de la masacre, fueron enviados entonces a la Zona Oriental-Norte de Managua, donde el mando del Estado Mayor del Frente Interno los ubicó en trincheras de combate de vecindarios como  Paraisito, San José Oriental, María Auxiliadora y San Cristóbal, donde uno de los jefes de columnas combativas era Frank “Machillo” González Morales, perteneciente al Frente Sandinista Proletario clandestino.

Estos tres jovencitos participaron en el famoso combate contra contingentes de la Guardia Nacional el 21 de junio en los Barrios Paraisito, San José Oriental y Rigoberto López Pérez, pues la GN intentaba romper el cerco de la Insurrección por esta vía, pero más bien fue derrotada y se le destruyeron tanques, tanquetas, camiones de transporte de infantería y municiones y se les arrebataron numerosas armas de guerra.

Ambos Hermanos Martínez se van en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya aquella noche del 27 de junio de 1979. Don Daniel Gregorio Martínez recuerda que iban en el centro de las columnas; en las que iban jefeadas por William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo.

Sin embargo, después del Cruce de Veracruz, donde se registró un combate con una patrulla de la Guardia Nacional somocista genocida, y que hubo tres caídos del Repliegue y se le arrebató una ametralladora 50 a los guardias, los dos Hermanos Martínez no se volvieron a ver nunca más.

Daniel Gregorio Martínez indica que Andrés Mendoza Pérez y él siguieron caminando juntos hasta “Piedra Quemada”, frente al Volcán Masaya, donde Daniel Gregorio vio caer a Mendoza Pérez partido por los charnelazos de una bomba de 1,000 libras.

No supo nada de su hermano Hipólito Martínez Guzmán. Estando ya en Masaya el 29 de junio de 1979, varios compañeros Combatientes Populares del Repliegue, originarios de Managua, le informaron que su Hermano Hipólito había sido partido por charneles de rockette lanzados desde aviones Push and Pull en “Piedra Quemada”.

Le dijeron también que el cadáver de Hipólito Martínez Guzmán había quedado sepultado a medias en la orilla de uno de los tres  caminos en el lado Norte de “Piedra Quemada”, y que lo habían tapado con piedras, arenas y pedazos de ramas secas.

El cadáver de Hipólito Martínez Guzmán jamás fue encontrado. Su madre y su padre organizaron brigadas de búsqueda en los meses de julio, agosto y septiembre del mismo año 1979, pero no lo encontraron.

Su madre, Victoria Guzmán, venía todos los años al “Replieguito por la Ruta original” y siempre decía que tenía la esperanza de que su hijo Hipólito algún día apareciera vivo. Dejó de venir a “Piedra Quemada” hasta que la muerte la sorprendió hace seis años.

Su padre, Simeón Donato Martínez, se ha quedado viviendo en Managua. Está muy enfermo, según Daniel Gregorio Martínez Velásquez, quien reside actualmente en la entrada a “Pajarito Azul”, en el Kilómetro Diez de la Carretera Nueva a León, en Ciudad Sandino. Tiene el teléfono:   83674359.

Cuando se registró la Insurrección Sandinista Victoriosa de junio de 1979, los tres Hermanos Martínez eran estudiantes de secundaria en Santa Lucía, Boaco. Estaban por bachillerarse.

Daniel Gregorio Martínez Velásquez ha tenido que aprender numerosos oficios para sobrevivir. Hace de electricista, albañil, carpintero, ebanista, fontanero, y sale todos los días de su casa, en la dirección mencionada, a realizar “trabajos por cuenta propia” y “a domicilio” también.

 

Rolando José “Condorito” Martínez Rivera

Rolando José “Condorito” Martínez Rivera fue de esos Combatientes Populares multifacéticos, a quienes los Jefes Guerrilleros Proletarios ponían a hacer “mil tareas diferentes” encaminadas todas al socavamiento militar de la dictadura somocista genocida.

Hacía “pintas” en paredes y muros, en las carrocerías de los autobuses urbano colectivos, distribuía propaganda política y armada en vecindarios como Paraisito, San Cristóbal, María Auxiliadora, El Edén, Ducualí, en la Diez de Junio, en Don Bosco; trasladaba armas de un lado a otro, fabricaba explosivos y bombas de contacto, tenía a su cargo una casa de seguridad, un buzón de armas de guerra y municiones, y era un joven conectado plenamente con otros Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros como Frank “Machillo” González Morales, Alfonso “Mascota” García González, con “Bujía” Chávez, “El Indio Jerónimo”, con “el nueve dedos”, “Chelín” y Salvador “La Chava ”Pérez Alemán, Bayardo Berríos (hoy Comisionado de la Policía),  por ejemplo, quienes operaban contra la guardia somocista antes y durante la Insurrección Sandinista en vecindarios como  Paraisito, San José Oriental, “Campo Bruce” (hoy Rigoberto López Pérez), Larreynaga, El Edén y  Ducualí.

“Machillo” González Morales era, antes de la Insurrección Final, uno de los jefes principales de este grupo mencionado, en el cual estaba metido a fondo “Condorito” Martínez Rivera.

Al estallar la Insurrección Sandinista el nueve de junio de 1979, “Condorito” Martínez Rivera tenía 17 años, residía en el Barrio Paraisito y estudiaba secundaria en el Instituto Maestro Gabriel  (situado al Noroeste del barrio Larreynaga, contiguo  al Barrio San Luis), donde unos 300 estudiantes formaban una “pelota” revolucionaria antisomocista, incluyendo a Carlos Alberto “El Sobrino” Dávila Sánchez y Marta Lorena López, quienes ya en ese momento actuaban de manera organizada con el FSLN clandestino y con las armas en las manos, en Managua.

La madre de “Condorito” Martínez Rivera, Narcisa Eusebia Rivera Munguía, de 80 años actualmente, dice que su hijo era un sujeto alegre, y parecía andar divertido en sus conspiraciones organizadas en contra del régimen somocista genocida.

Recuerda que su vivienda en el Barrio  Paraisito fue convertida “en casa de seguridad de Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares y en buzón de armas” por su hijo “Condorito” Martínez Rivera. “No hay dónde esconder estas armas, mamá…voy a acondicionar el canal de desagüe en el techo de la casa, para esconder las armas”, le dijo “Condorito” Martínez Rivera a su madre, e inmediatamente se puso a trabajar con pedazos de zinc, y allí colocó armas, municiones, bolsas de explosivos, propaganda escrita.

Según Narcisa Eusebia Rivera Munguía, los demás Combatientes Populares, “Condorito” y sus hermanos José Ortiz Rivera y Francisco Luis Rivera, por “señas” se indicaban unos a otros dónde estaban las armas, las cuales tomaban y metían en sacos, canastos, cartones, costales de manta, etc., y salían a las calles como que iban de compras, cuando en realidad se dirigían a hacer “operativos militares con esas armas”.

Cuando todo el grupo se juntaba en la casa de Narcisa Eusebia, en el Barrio  Paraisito, casi en silencio se les oía decir que estaban organizados en los  Comandos Revolucionarios del Pueblo, de la Tendencia Proletaria del FSLN clandestino.

“Condorito” Martínez Rivera llegaba a su casa, en medio de la Insurrección y de los tiroteos generalizados,  a comer; se cambiaba de ropas, si podía se bañaba, y volvía rápido hacia las trincheras de combates en  los Barrios Paraisito, en San Cristóbal, María Auxiliadora, El Edén y el San José Oriental, que eran los vecindarios más cercanos a su casa en el Barrio Paraisito.

El 27 de junio de 1979, día o noche en que arrancó el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, su madre y sus hermanos ya no vieron a “Condorito” Martínez Rivera. “Seguramente su situación combativa se lo impidió”, comenta uno de sus hermanos, todavía vivo.

En la Asociación de Combatientes Históricos de Managua, brazo político histórico del Frente Sandinista, encabezados por Frank «Machillo” González Morales y Juan Carlos Soza Aragón, testimonian que “Condorito” se fue en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

No sobrevivió al bombardeo aéreo infernal de la guardia somocista genocida contra el Repliegue Táctico de Managua a Masaya en “Piedra Quemada”, frente a la entrada antigua del Volcán Masaya. El cadáver de “Condorito” Martínez Rivera desapareció.

Su madre, Narcisa Eusebia Rivera Munguía, vecinos, familiares y amigos, formaron una brigada de búsqueda en “Piedra Quemada”, en el camino a Nindirí, por los desfiladeros de la Laguna de Masaya, por donde pasó el Repliegue a Masaya en plena oscuridad y en silencio sepulcral; recorrieron también la “Ruta Original del Repliegue” hacia atrás, para el lado de “Piedra Menuda”, “las Cuatro Esquinas”, el Cruce de Veracruz, pero nunca encontraron el cadáver de “Condorito” Martínez Rivera.

 Narcisa Eusebia Rivera Munguía vive con uno de sus hijos en una casita que le mandó a construir el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, ubicada del portón del Hospital “Manolo Morales Peralta”, cinco cuadras al Sur, una cuadra al Oeste y 80 varas al Sur, en el Barrio Grenada, en Managua. Tiene los teléfonos: 89105109 y 89536940.

José Santos “Cerro Negro” Mayorga Alemán

José Santos “Cerro Negro” Mayorga Alemán  era un jovencito de 17 años, perteneciente a la “pelota” de unos 500 jóvenes rebeldes antisomocistas de los vecindarios René Schick Gutiérrez, Asentamiento “La Fuente” (Ariel Darce), Reparto Santa Julia y la Colonia Nicarao. Estaba organizado en la “Juventud Revolucionaria”.

José Santos Mayorga Alemán aparece en los listados oficiales y no oficiales de caídos o Héroes y Mártires del Repliegue de Managua a Masaya, por ejemplo en los libros: “Porque viven siempre entre nosotros”, del Instituto de Estudios del Sandinismo; e “Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue de Managua a Masaya”, de Pablo E. Barreto Pérez.

José Santos Mayorga Alemán estudiaba su secundaria en el Instituto René Schick Gutiérrez, el cual pasó a nombrarse “José Santos Mayorga Alemán” después del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista. Al mismo tiempo, José Santos, a pesar de su corta edad, era obrero soldador en la Ferretería Reynaldo Hernández, donde fue contactado y organizado en la estructura guerrillera militar por el Frente Sandinista Proletario.

La familia de José Santos Mayorga Alemán vivía casi en enfrente de donde tenía un Comando la Guardia Nacional somocista genocida, específicamente del Tanque Rojo del Reparto Schick, dos cuadras al Oeste y unas 60 varas al Norte, en la orilla del cauce, donde después de 1979 se edificó el Instituto “José Santos Mayorga Alemán”.

Un poco al Sureste, cinco cuadras al Sur y cuadra y media al Este, en la entrada del Camino Viejo a la Comarca de “Las Jagüitas”, estaba otro Comando de la Guardia Nacional. Y antes de estos dos lugares, en la orilla del cauce que va a dar al “Tanque Rojo”, en la Fábrica de Baterías Hasbani, estaba un Contingente de unos 200 guardias de la Escuela de Entrenamiento Básico de la Guardia Nacional.

Por estos tres sitios, en sus orillas, en sus costados, pasó el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, integrado por un poco más de seis mil ciudadanos de Managua, entre Jefes Guerrilleros, Combatientes Populares y civiles implicados en la Insurrección u Ofensiva final, entre las nueve y las once de la noche del 27 de junio de 1979.

El Repliegue Táctico de Managua a Masaya comenzó a moverse de cada uno de los Barrios, Repartos y Colonias implicados en la Insurrección, un poco después de las seis de la tarde de ese 27 de junio de 1979, en la noche.

El Reparto Schick Gutiérrez (Oriente de Managua urbana)  fue parte de la Ruta Original escogida por los miembros del Estado Mayor General del Frente Interno (FSLN clandestino), jefeado por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo, y el Estado Mayor Conjunto de Managua, integrado, entre otros, por los comandantes Mónica Baltodano Marcenaro, Osvaldo Lacayo Gabuardi, Raúl Venerio Granera, Walter Ferrety Fonseca, Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz, Marcos Somarriba García, Rolando “Carlos”, “Cara Manchada” Orozco Mendoza,  etc.

El Reparto Schick Gutiérrez fue en realidad el sitio más peligroso para el paso del Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Y así quedó demostrado, pues casi a media noche, cuando íbamos acercándonos al Tanque Rojo, por dentro del cauce, se produjeron encontronazos a tiros con guardias, “soplones” y “orejas”, o informadores oficiosos  de la Oficina de Seguridad (OSN, policía política somocista) y de la Guardia Nacional  genocida.

Además de haber participado activamente en emboscadas, en colocaciones de explosivos, ajusticiamientos de guardias, “jueces de mesta”  y “orejas”, en combates en trincheras combativas de las Colonias Nicarao y Catorce de Septiembre, frente a la “Treceava Sección de Policía”, al momento en que el Repliegue Táctico de Managua a Masaya se movía hacia la Ruta Original, cargando casi 200 heridos, un grupo de jovencitos Combatientes Populares del Reparto Schick fue asignado por el mando militar sandinista del Repliegue para que vigilaran los movimientos de los guardias en los Comandos GN mencionados arriba.

Según Freddy Mayorga Alemán, hermano de José Santos, e Isidro Collado, padrastro de José Santos Mayorga Alemán, esta tarea guerrillera la estaban desempeñando unos 12 muchachos del Reparto Schick, un poco después de las siete de la noche del 27 de junio de 1979, entre otros: Joaquín Valle, Luis Marín, Mario Masías Paredes, Domingo Matus Méndez y José Santos Mayorga Alemán.

El grupo de jóvenes rebeldes guerrilleros se habían distribuido el trabajo de espionaje, para garantizar la seguridad de la Vanguardia y Retaguardia del Repliegue a Masaya. Usaban los patios, techos de sus casas y vecinas, árboles altos, el cauce mismo, más disimulos y disfraces en las calles, con el fin de  observar cómo se estaban moviendo los guardias y “orejas” de la Oficina de Seguridad entre el Asentamiento “La Fuente” y el Reparto Schick Gutiérrez, hasta la altura del Tanque Rojo (este tanque  ya desapareció. Estaba ubicado del Cine Ideal cuatro cuadras al Norte).

Este labor clandestina, revolucionaria, de espionaje de estos jóvenes, incluido José Santos, con Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares, incluía revisar cuidadosamente todas las calles, accesos y patios de los alrededores en que estaban ubicados los tres Comandos GN, o contingentes que tenía la Guardia Nacional somocista genocida en Baterías Hasbani, del Tanque Rojo dos cuadras al Oeste, del Cine Ideal una cuadra al Este, donde estaba ubicada la Escuela Hope Portocarrero de Somoza; también la calle principal del Reparto Schick Gutiérrez y todos los alrededores del Camino Viejo a las “Cuatro Esquinas” de la Comarca Las Jagüitas.

El grupo de jovencitos Combatientes Populares no sabían que la guardia somocista genocida les había infiltrado un asqueroso agente, u “oreja”, llamado Bismarck “El Sapo” Prado, quien se hacía pasar como “amigo” y pasó información de cómo y en qué zonas se andaban moviendo estos muchachos sandinistas.

Los testimonio de Freddy Mayorga Alemán y de isidro Collado indican que el grupo de muchachos, incluyendo José Santos, Joaquín Valle, Luis Marín, Mario Masías Paredes y Domingo Matus Méndez, fueron “cazados” de uno en uno en sus patios propios y ajenos, en las calles oscuras y entre matorrales, cuando el Repliegue de Managua a Masaya se estaba moviendo, pues “El Sapo” inclusive hasta había hecho un mapa, en el cual indicaba a los guardias GN y “orejas” cuáles eran esas rutas entre patios y calles del Reparto Schick, el cual entonces estaba todavía lleno de árboles, solares vacíos y cauces oscuros como el que usamos los seis mil replegados a Masaya.

Freddy Mayorga Alemán e Isidro Collado no recuerdan al resto de nombres de los chavalos capturados por traición de “El Sapo” Prado. Todos desaparecieron. Sus cadáveres nunca aparecieron, con excepción del cuerpo de  Domingo Matus Méndez, porque éste tuvo la “suerte” de que un grupo numeroso de vecinos de este sector de Managua presenció, en medio de la oscuridad, cuando estaba siendo asesinado por los guardias somocistas genocidas.

Según doña Ana Mercedes García, de 77 años actualmente, Domingo Matus Méndez asesinado con saña inaudita, le desbarataron la cabeza a golpes y balazos, y con un machete le descuartizaron todo el cuerpo.

Domingo Matus Méndez tuvo “suerte” porque ese grupo de vecinos desafiando a los guardias se salió a la calle, y pidieron “piedad” para el cuerpo del jovencito Matus Méndez, de apenas 17 años de edad.

Ana Mercedes García llevó una bolsa plástica y un carretón de manos hasta el sitio en que los guardias inclusive se disponían a prenderle fuego, con gasolina, al cuerpo desbaratado de Domingo Matus Méndez. “No hombre, no lo quemen… Démenlo, yo le voy a dar cristiana sepultura”, suplicó Ana Mercedes a los guardias somocistas genocidas.

“Ah, con que vos sos familiar de este revoltoso, hijueputa…!Llevátelo ya, o lo quemamos¡”, le respondieron. Unas dos horas antes, en las cercanías de los Billares “Shanguello”, otro grupo de guardias había matado a balazos a un ciudadano, llamado Isidro Centeno, y frente a su casa le prendieron fuego, ese mismo día 27 de junio de 1979, en la tardecita, cuando el Repliegue Táctico de Managua a Masaya ya se movía o desplazaba hacia el lado del Reparto Schick, para irse por el Camino Viejo de la Comarca “Las Jagüitas”,  hacia el rumbo de “Piedra Quemada”.

Ese fue el ambiente de terror, pánico espantoso impuesto por los guardias somocistas genocidas, era como un ejército invasor, enemigo, que andaba en labor de matanza furibunda en el Sector Oriental de los Barrios “La Fuente” y del Reparto Schick, mientras el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, precisamente, se movía por su ruta original.

En ese ambiente de terror, de opresión dictatorial, como si estuviese allí arrasando en matanza planificada el ejército nazifascista alemán de Hitler, o de Pinochet en Chile, o de Videla en Argentina, o de Strosner en Paraguay, o del ejército boliviano ocupado por la CIA y el “Pentágono” yanqui para matar al  Guerrillero Ernesto “Ché” Guevara de la Serna, en ese ambiente capturaron y desaparecieron a José Santos Mayorga Alemán, a Joaquín Valle Corea,  a Luis Marín y a Mario Masías Paredes.

Eran un poco más de 12 jóvenes los que participaban en el operativo de seguridad de la Vanguardia y Retaguardia del Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Además, todos ellos, incluyendo José Santos Mayorga Alemán, esperaban el paso del grueso del Repliegue de Managua a Masaya, para irse en él en el rumbo que llevara, hasta ese momento con destino desconocido, pues el destino acordado sólo lo conocían los miembros del Estado Mayor General del Frente Interno FSLN clandestino y del Estado Mayor Conjunto de Managua.

Isidro Collado y Freddy Mayorga Alemán aseguran que su madre y su padre: Elba Alemán, ya fallecida hace 12 años; y Ariel Mayorga Ramírez, fenecido hace diez años, con amigos, familiares y vecinos, buscaron palmo a palmo el cadáver de José Santos Mayorga Alemán en sitios como el mismo Reparto Schick, en el Asentamiento “La Fuente”, en “Las Jagüitas”, en “Las Cuatro Esquinas” (donde también asesinaron a Carlos Alberto “El Sobrino” Dávila Sánchez y a su esposa Marta Lorena López Mojica), en la “Cuesta del Plomo”, en las cercanías del Teatro Popular Rubén Darío, en las Lomas de San Judas, y por último fueron a las tumbas colectivas que tenían los guardias somocistas genocidas en el Cerro de Mokorón.

Allí se encontraron vestimentas parecidas a las que andaba José Santos Mayorga Alemán la noche del 27 de junio de 1979. Doña Elba y don Ariel tenían la esperanza de encontrar vivo a José Santos y fueron al acto en la Plaza de la Revolución, el 20 de julio de 1979. Hurgaron en todos los rostros curtidos que pudieron ver, y no encontraron a su adorado hijo José Santos Mayorga Alemán. Nunca más lo volvieron a ver.

Cesaron  esa búsqueda del cadáver de José Santos hasta en octubre del mismo año 1979. Se convencieron de que su hijo José Santos fue asesinado por el accionar del soplón u “oreja” Bismarck “El Sapo” Prado.

Parte de la familia sigue residiendo de donde fue el “Tanque Rojo” dos cuadras al Oeste, en una esquina, en la mera orilla del cauce.  Freddy Mayorga Alemán, ya retirado de la Policía Nacional, reside del Cine Salinas dos cuadras al Oeste, cuatro cuadras al Sur y una cuadra al Oeste. Tiene el teléfono: 87537765. Isidro Collado, por su parte, pone como dirección para hablar con él la Tapicería situada exactamente enfrente del Semáforo del Böer, en el Gancho de Caminos.

Felipa Mejía Membreño

Felipa Mejía Membreño, de 20 años, cayó durante el bombardeo criminal contra los participantes del Repliegue Táctico de Managua Masaya, el 28 de junio, a las once y media de la mañana, según el testimonio de Ricardo Robleto Espinoza, quien era del grupo de los “proletarios” en la Insurrección, u Ofensiva Final, para derrocar a la dictadura oprobiosa de los Somoza.

Felipa Mejía Membreño, igual que todo el resto de los casi seis mil replegados de Managua a Masaya, intentó protegerse de los charneles de las bombas de 500 y 1,000 y de los rockett que lanzaban los aviones Push and Pull, pero varios charneles le alcanzaron el cuerpo cuando  se protegía detrás de uno de los troncos de árboles de mamones en el lado Norte de “Piedra Quemada”, cuando faltaban tan sólo 700 metros para llegar a la Carretera a Masaya, a la altura del kilómetro 22, frente a la entrada antigua (sobre el colchón de piedra quemada y puntuda) al Volcán Masaya.

El cadáver de Felipa Mejía Membreño quedó allí en “Piedra Quemada” semisepultado  en una zanja poco profunda. Se le echaron piedras, arena y pedazos de ramas encima. Fue recuperado su cadáver casi dos meses después del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista, según el testimonio de Ricardo Robleto Espinoza, quien fue uno de los fundadores de la Central Sandinista de Trabajadores (CST), en la cual ocupó diversos cargos, en varios períodos, fue diputado suplente a la Asamblea Nacional por el FSLN y actualmente tiene un cargo administrativo en el Distrito VI de la Alcaldía de Managua. El cadáver de Felipa Mejía Membreño fue recuperado porque sus familiares la reconocieron por el pelo y algunas prendas de vestir que andaba.

Felipa Mejía Membreño, indica este testimonio de Robleto Espinoza, fue reclutada por Lucío Jiménez Guzmán, Darma Lila Carrasquilla y Carlos Borge Galeano en el “Barrio La Luz”, “La Rebusca”, hoy llamado “Isaías Gómez”, cuando los cuatro eran al mismo tiempo parte de los organizadores de los Comités Obreros Revolucionarios (COR) clandestinos en Managua, y regidos por el grupo de la Tendencia de los Proletarios en el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Felipa Mejía Membreño fue  destinada por este grupo de los proletarios sandinistas clandestinos a trabajos organizativos, políticos, militares y propagandísticos en Américas Dos (hoy Villa José Benito Escobar Pérez), donde vivía con su familia.

Era una de las mejores Combatientes Populares. Cumplió innumerables tareas revolucionarias, asegura Ricardo Robleto Espinoza. No dejó hijos. Una de las calles de Villa José Benito Escobar tiene su nombre, y en ese vecindario se la ha puesto como ejemplo de lucha inclaudicable.

Ricardo Robleto Espinoza puede ser consultado en la Delegación VI de la Alcaldía de Managua, del Hospital Alemán-Nicaragüense al tope Sur. Tiene el teléfono: 89777020.

Andrés Edgard Mendoza Pérez

Andrés Edgard Mendoza Pérez. Tenía 17 años y era estudiante del quinto año de  secundaria al estallar la Insurrección en Managua.  Aparece en los libros de Historia: “Porque Viven Siempre entre Nosotros” e “Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, del Instituto de Estudios del Sandinismo y de Pablo E. Barreto Pérez, respectivamente, como Andrés Edgard Mendoza Martínez, originario de Santa Lucía, Boaco, y caído en “Piedra Quemada” durante el Repliegue a Masaya, el 28 de junio de 1979, al medio día.

Daniel Gregorio Martínez Velásquez, sobreviviente del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, paisano y compañero de lucha de Mendoza Pérez y de Lucy “Lula” Mayorga Obando, también combatiente insurreccional en Managua y originaria de Santa Lucía, Boaco, aclaran ambos que Mendoza Pérez era boaqueño y que su segundo apellido era Pérez y no Martínez.

Mendoza Pérez era un Combatiente Popular convencido de que era indispensable “jugarse el pellejo” con valentía y audacia para combatir al aparato militar opresor del somocismo genocida, para derrocarlo y de ese modo liberar a Nicaragua del dominio yanqui  por medio de la tiranía de los Somoza Debayle.

Daniel Gregorio Martínez Velásquez asegura que fue triste, muy triste para él, ver cómo el cuerpo de Andrés Edgard Mendoza Pérez quedó destrozado, hecho pedazos, por los charneles de bombas infernales lanzadas por los guardias somocistas genocidas en “Piedra Quemada”, en el frente Norte del Volcán Masaya, cerca de la orilla de la Carretera a Masaya aquel 28 de junio de 1979, entre las once y media de la mañana y las dos de la tarde.

Daniel Gregorio Martínez Velásquez relata, 37 años después, que en la Insurrección Sandinista de Managua habían numerosos boaqueños, entre ellos él mismo, Lucy “Lula” Mayorga Obando, un hombre al que sólo recuerdan como “Torrez” y el mismo Andrés Edgard Mendoza Pérez.

Lucy “Lula” no participó en el Repliegue a Masaya, pero conoce parte de la historia de lo que pasó con Mendoza Pérez. Según Martínez Velásquez, Mendoza Pérez y él se fueron juntos en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Ambos aprendieron a moverse en la clandestinidad en Managua, partiendo de que vivían en el “Reparto Amanda”, hoy nombrado “Berta Díaz Hernández”, contiguo a la Colonia Las Mercedes, en la orilla de la Carretera Norte, cerca del Aeropuerto Augusto C. Sandino.

“Torrez” reclutó al grupo y lo puso a disposición de quienes dirigían las operaciones guerrilleras clandestinas, previas a la Insurrección de junio de 1979. La casa de Andrés Mendoza y Francisca Pérez (padre y madre de Andrés Edgard Mendoza Pérez) se convirtió en casa de seguridad de guerrilleros y en buzón de armas, tiros o municiones, bombas de contacto, propaganda política y armada, recuerda Lucy “Lula” Mayorga Obando, política sandinista actual de un sector del Barrio Berta Díaz.

Como cuadro orgánico joven, recién organizado, Andrés Mendoza Pérez, el hijo, era uno de los encargados de hacer funcionar el buzón de armas, municiones y bombas de contacto. El funcionamiento seguro de la casa de seguridad era responsabilidad de todo el grupo, señala Lucy “Lula” Mayorga Obando, quien reside de “La Subasta” tres cuadras al Norte, en el Barrio Berta Díaz.

Al grupo lo enviaron inicialmente a operar en emboscadas a la guardia somocista, a atacar las secciones de Policía que tenía la GN en los barrios Monseñor Lezcano y San Judas. Ambas secciones de Policía o de guardias nacionales fueron destruidas en ataques guerrilleros a balazos y bombazos. Allí andaba Andrés Edgard Mendoza Pérez, hace notar Lucy “Lula” Mayorga Obando.

Después de los fieros combates en la Zona Suroccidental  de Managua y de ocurridas las masacres de la Escuela de Entrenamiento Básico (escuela de asesinos) de la Guardia Nacional en Batahola, “Kilocho” y “Hacienda El Vapor”, los mandos del Frente Interno y del Estado Mayor Conjunto de Managua, ordenan que un grupo de sobrevivientes de estas masacres, entre otros Andrés Mendoza Pérez, se trasladen a la Zona Oriental y Norte capitalino.

Daniel Gregorio Martínez Velásquez indica que él y Mendoza Pérez fueron enviados a combatir con fusiles y bombas de contacto  en trincheras de combate en vecindarios como Paraisito, San José Oriental y San Cristóbal, y que ahí no más llegó la fecha del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Ellos dos, Gregorio y Andrés Mendoza Pérez, se fueron en el Repliegue a Masaya. Ambos llevaban sus fusiles respectivos  y formaron parte de columnas armadas, ubicadas en el centro del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, jefeado por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo.

Puestos en “Piedra Quemada”, frente al Volcán Masaya, igual que todo el resto de los casi siete  mil replegados de Managua a Masaya, fueron víctimas del infernal bombardeo aéreo desatado por la Guardia Nacional somocista en ese sitio cercano al kilómetro 21 de la  Carretera a Masaya, en un trecho de un poco más de 750 metros, donde fue lo más crudo del lanzamiento de centenares de bombas de 1,000 y 500 libras, más los morterazos tirados desde aviones Push and Pull y las balas de ametralladoras calibre 50, disparadas desde un avión amarillo, llamado “Dundo Ulalio” por la gente.

Una de esas  bombas de 1,000 libras destrozó el cuerpo de Andrés Mendoza Pérez. Como pudo, con ayuda de otros compañeros, Daniel Gregorio Martínez Velásquez, colocó en una oquedad los pedazos de cuerpo de aquel joven boaqueño y los cubrió con piedras, arena y pedazos de palo de allí mismo de “Piedra Quemada”, territorio de Masaya.

Martínez Velásquez sobrevivió ileso al bombardeo aéreo infernal en “Piedra Quemada” y en Nindirí el mismo 28 de junio;  y después de los bombardeos continuos sobre la Ciudad de Masaya, hasta el 18 de julio de 1979, en la noche, cuando lanzaron desde el Cerro del Coyotepe el último ataque mortal que dejó ocho muertos a la caravana proveniente de Granada, encabezada por el Comandante Carlos Núñez Téllez, después de la liberación total de la “Gran Sultana” o sencillamente, Granada.

Al retornar a Managua el 19 de julio de 1979, en la tardecita, Daniel Gregorio Martínez Velásquez se fue al Reparto Amanda (Berta Díaz Hernández hoy), donde Andrés Mendoza padre y Francisca Pérez, la mamá, a darles la noticia triste de la caída de Andrés Edgard Mendoza Pérez, en “Piedra Quemada”.

Fueron a buscar el cuerpo destrozado de Andrés Edgar Mendoza Pérez, pero no lo hallaron. Desapareció.

Lo buscaron palmo a palmo en los aproximadamente 750 metros de lo más fuerte del bombardeo, y no lo encontraron. Pasó igual que con otros cuerpos de Combatientes Populares y guerrilleros caídos allí en “Piedra Quemada”, porque cuando sus cuerpos fueron buscados, había pasado casi un mes de aquel bombardeo aéreo infernal del somocismo genocida contra el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Doña Francisca Pérez ya falleció hace tres meses. Don Andrés Mendoza todavía vive en Santa Lucía, Boaco. Toda la familia ha retornado a Boaco. Lucy “Lula” Mayorga Obando, amiga cercana de la familia de Andrés Mendoza Pérez y política del FSLN en un sector del Barrio Berta Díaz, vive de “La Subasta” cuatro cuadras al Norte y responde a los teléfonos: 22632250,  83774359 y 85179966.

Ernesto Navarro Jiménez

Ernesto Navarro Jiménez.  Era un jovencito de 16 años cuando se integró a grupos insurreccionales del Barrio  Waspán Sur, de las Colonias Villa Fraternidad, Américas Uno, Américas Tres (Villa Revolución) y Américas Cuatro (Villa Venezuela). Estudiaba su bachillerato en el Instituto de Unidad de Propósitos, uno de los centros educativos más beligerantes en la lucha antisomocista y a la vez más reprimido por la Guardia Nacional.

Arsenio Solís González, uno de los Combatientes Populares del FSLN en aquellos momentos insurreccionales de 1979 y miembro de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, indica que Ernesto Navarro Jiménez estuvo integrado a las escuadras de combates frontales contra los guardias somocistas genocidas en el Barrio Santa Rosa y en el Reparto Bello Horizonte, donde la lucha armada era coordinada por Marcos Somarriba García, Javier “99” López Lowery, Francisco “Chico Garand” Guzmán Fonseca,  Lucío Jiménez Guzmán y otros compañeros.

La madre de este joven se llama Margarita Navarro Molina,  y vive en la Ciudad de  Rivas. Quien cuidó de Ernesto en Managua es su tío Enrique Navarro, todavía vivo.  Según Enrique Navarro Somarriba, hermano menor, Ernesto Navarro Jiménez no contó en ningún momento con el apoyo de su familia, y tuvo que jugárselas solo, yéndose a juntar con los grupos antisomocistas ya mencionados.

Arsenio  Solís González, perteneciente ahora a la estructura organizativa de la Asociación de Combatientes Históricos de Managua, dice que Navarro Jiménez fue uno de los mejores Combatientes Populares en Santa Rosa y Bello Horizonte, adonde fue asignado por el Estado Mayor Conjunto del FSLN guerrillero que operaba en esta zona insurreccional, en junio de 1979.

Navarro Somarriba, su hermano,  indica que Ernesto se fue en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. La información suministrada por Arsenio Solís González y el mismo Navarro Somarriba indican que durante el bombardeo aéreo criminal del somocismo genocida en “Piedra Quemada” contra el Repliegue de Managua a Masaya, Ernesto y otros cuatro Combatientes Populares que iban juntos, resultaron heridos gravemente por los charneles de los rockette o de las bombas de 1,000 y 500 libras.

Estos cinco Combatientes Populares heridos gravemente, incluyendo Ernesto, fueron subidos en microbuses recuperados por Frank “Machillo” González Morales y Francisco “Chico Garand” Guzmán Fonseca en casas de guardias en la salida de “Piedra Quemada” al Kilómetro 22 de la Carretera a Masaya.

El relato suministrado a Navarro Somarriba y por otros Combatientes Populares de Waspán y las Américas, incluyendo a Arsenio Solís González, indica que Ernesto Navarro Jiménez falleció en el intento de llegar al Hospital de Masaya, ya tomado por los guerrilleros y Combatientes Populares de la “Ciudad de las Flores”.

Navarro Jiménez y otros Combatientes Populares heridos graves en “Piedra Quemada” y que eran transportados en vehículos en medio de la represión salvaje de los guardias nacionales mediante el bombardeo aéreo y los ataques a mansalva desde los Cerros del Coyotepe y La Barranca y por los lados de la Fábrica de clavos INCA y de la Hielera en Santa Rosa, y que murieron en el camino e intento de salvarles la vida, fueron sepultados en algunos sitios de Masaya.

En el caso de Navarro Jiménez, este fue sepultado en las cercanías de la Iglesia San Jerónimo, en el lado Norte de Masaya. Según su hermano Enrique Antonio Navarro Somarriba, el cadáver de Ernesto Navarro Jiménez fue recuperado sin dificultades pocos días después del Triunfo de la Revolución Sandinista, pues estaba plenamente identificado el sitio en que había sido sepultado.

En este caso también se tomó la decisión de sepultarlo en el Cementerio de los Héroes y Mártires del Barrio Waspán Sur de Managua, donde hay enterrados 32 mártires, incluyendo el de Ernesto Navarro Jiménez.

En este Cementerio de los Héroes y Mártires de Waspán también están sepultados alfabetizadores que fueron asesinados por bandas contrarrevolucionarias somocistas-yanquis,  en la década del 80.

Este Cementerio de los Héroes y Mártires de Waspán estuvo totalmente abandonado en la década del 90. Fue hasta que se organizó la Brigada de Desarrollo Municipal de Managua, encabezada por Ramiro José Mejía, Manuel Cerpas Centeno, Arsenio Solís González y Pablo E. Barreto Pérez, en 2001, hasta entonces, este Cementerio fue limpiado, ordenado y se le construyó el muro perimetral, pues hasta ese año 2001 era defecadero público, centro de consumo de drogas y hasta apareció un sujeto ahorcado en uno de los chilamates.

Ahora el Cementerio de los Héroes y Mártires de Waspán se conserva dentro del muro que construyeron personalmente los miembros de esta Brigada de Desarrollo Municipal de Managua, hoy transformada en el Consejo de Fortalecimiento de la Participación Ciudadana del Municipio de Managua.

En Waspán hay una Asociación de Madres de Héroes y Mártires, entre las cuales se encuentra  Margarita Navarro Molina, madre de Ernesto Navarro Jiménez.  Margarita vive hasta en Rivas, desde donde viene con frecuencia a limpiar y enflorar la tumba de su hijo Ernesto.

Los familiares más cercanos de Ernesto Navarro Jiménez residen de la Shell Waspán cuatro cuadras al Sur, a mano derecha. Allí se puede consultar a Enrique Navarro Somarriba, hermano menor de Ernesto. Tienen el teléfono convencional:   22516417.

César José Ortiz Flores

César José Ortiz Flores. Tenía 17 años y estudiaba su tercer año de secundaria. Al momento de la Insurrección, u Ofensiva Final, estaba integrado a los grupos de Combatientes Populares, propagandistas armados y fabricantes de explosivos de la Colonia Nicarao, barrios El Edén, María Auxiliadora y San Cristóbal, según su madre Josefa Auxiliadora Ortiz Vallejos, quien actualmente sobrevive “en aprietos económicos” con sus hijas, unas adultas y otras  menores de edad,  y nietas en la casa número B-242, en la calle principal de Villa Nueve de Junio, en el Distrito VI de Managua.

A esta Madre de Héroe y Mártir, Josefa Auxiliadora Ortiz Vallejos, le contaban que su hijo César José andaba en la lucha armada durante la Insurrección, en los barrios mencionados,  cumpliendo tareas de Combatiente Popular, correo clandestino, repartidor de papeletas y elaborador de bombas de contacto,  para usarlas en emboscadas contra los guardias nacionales somocistas genocidas, en sitios cercanos al Barrio Riguero y en las cercanías de la Fábrica Rolter, por el lado del Lago de Managua.

Precisamente, en esos días de la Insurrección de junio de 1979, Josefa Ortiz Vallejos vivía con su hijo César José en el asentamiento que estaba situado de la Fábrica Rolter hacia el Lago de Managua, donde hoy se conoce como Barrio Domitila Lugo.  César José se conocía “como la palma de su mano” todos los caminitos y desfiladeros, huecos, pasadizos secretos, predios abandonados, por donde podía caminar sin ser visto o localizado por los guardias somocistas genocidas.

En la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos de Managua, especialmente los compañeros Frank “Machillo” González Morales y Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando, aseguran que este joven cumplió numerosas tareas de Combatiente Popular en los vecindarios referidos. Por su lado, la Asociación de Madres de  Mujeres Sandinistas, coordinada por Isabel Aráuz Rugama, una de los seis mil sobrevivientes del Repliegue, lo tiene en el listado de Héroes y Mártires caídos en “Piedra Quemada”, en el Repliegue a Masaya de los días 27, 28 y 29 de junio de 1979.  Ambas organizaciones indican que cayó durante el infernal bombardeo aéreo somocista genocida contra el Repliegue de Managua a Masaya.

Ella, Josefa Ortiz Vallejos, laboraba como comerciante minorista en el Mercado Oriental, para ganarse la comida de sus hijos y de ella misma. Recuerda que su hijo César José llegó a su casa el 27 de junio,  en la mañana, por veredas de la costa del Lago de Managua, comió, se cambió de ropas, y le dijo que pronto volvería.

No le mencionó nada de irse en Repliegue con destino desconocido. Al día siguiente, el 28 de junio, unos amigos cercanos le llegaron a decir a ella, alarmados, que “los muchachos se retiraron, no se sabe para dónde. Hemos quedado solos”. Sus amigos, por supuesto, no sabían nada de César José.

Josefa Ortiz Vallejos continuó yendo al Mercado Oriental, esperanzada en que su hijo volvería, como lo hacía siempre que salía de la casa.

Al producirse el Triunfo de la Revolución Sandinista  y cuando ya volvieron de Masaya los Combatientes Populares de Managua, encabezados por los 110 Jefes Guerrilleros que habían dirigido la Insurrección en Managua, a Josefa Ortiz Vallejos le llegaron a comunicar que su hijo César José había caído en “Piedra Quemada”, durante el bombardeo aéreo desatado en contra de los integrantes del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Familiares y amigos fueron con ella a buscar el cadáver de César José en “Piedra Quemada”. “Buscamos “palmo a palmo” en toda “Piedra Quemada” durante varias semanas, anduvimos dentro de la Ciudad de Masaya,  en las cercanías de la Fábrica INCA, por la Hielera  de Santa Rosa y el Cerro La Barranca… no, no encontramos el cadáver de mi hijo, quedó desaparecido para siempre, porque imagínese, han pasado ya 37 años”, dijo Josefa Ortiz Vallejos al ser abordada sobre el destino final de su hijo César José Ortiz.

Cuando anduvo buscando a su hijo, Josefa Ortiz Vallejos se pudo delgadita, no comía y enfermó. Poco tiempo después, el régimen revolucionario sandinista, a través del Ministerio de la Vivienda y Asentamientos Humanos, le otorgó la propiedad  de su actual casa B-242 en Villa Nueve de Junio, situada en la orilla derecha de la calle principal de esta Colonia, ubicada un poco al norte del Mercado Iván Montenegro Báez. La terminó de pagar hace casi 20 años. Sin embargo, hace falta que le den su escritura en el INVUR.

A César José le sobreviven los siguientes hermanos:  Róger Ortiz, el mayor, quien se fue a Estados Unidos;  Róger Eduardo Ortiz, Ángela, Aydalina, Rosario, Carmen y Zenita.  Róger Eduardo y las mujeres están todas con ella en la casita de la Colonia Villa Nueve de Junio.

Según esta Madre Héroe y Mártir, para vivir, comer, vestirse, movilizarse, todos hacen labores distintas, mientras al mismo tiempo estudian carreras técnicas, secundaria y primara en colegios de los alrededores.

Han sostenido durante largo tiempo también una pulpería, muy pequeña, con el fin de ganarse unos cuantos centavos para la comida.

De salud también ha estado mal. No puede caminar bien  por aparente artritis. Reside en Villa Nueve de Junio casa B-242, en la cal principal. Tiene el teléfono celular: 89686853

Róger Ortiz Padilla                                          

Róger Ortiz Padilla, caído en el lado Norte de “Piedra Quemada”,  perforado por charneles del bombardeo  feroz e infernal desatado por la Guardia Nacional somocista contra el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, el 28 de junio de 1979.

Los charneles de una explosión de mortero o rockette le desbarataron las dos piernas a Róger Ortiz Padilla en el trayecto de los 750 metros en que el bombardeo aéreo fue más intenso, entre un sitio llamado “Los Zanjones” y la Carretera a Masaya, a la altura del kilómetro 22.

Al ser impactado por los charneles, Róger cayó y ya no pudo seguir caminando. Entonces, uno de sus compañeros, que caminaba junto a él, identificado como Alex Nicaragua (sobreviviente del Repliegue) lo cargó en sus brazos en busca de salvarle la vida, pero Róger Ortiz Padilla, como decenas de Combatientes Populares, hombres y mujeres, murió desangrado en brazos de Alex Nicaragua.

Su hermana, Aura Ortiz Padilla, había caído antes que él un 7 de junio de 1979 durante  los combates guerrilleros y populares contra la Guardia Nacional por la toma o liberación de Diriamba, en Carazo.

Róger Ortiz Padilla se convirtió en algo parecido a una leyenda de la Revolución Sandinista en el teatro de operaciones militares de la Insurrección Sandinista, u Ofensiva final, contra la dictadura somocista, en la Zona Oriental y Norte de Managua, particularmente en las trincheras de combate en la Colonia Diez de Junio, en el Barrio Ducualí, en el Reparto El Dorado, en el Barrio Santa Rosa, en el Reparto Bello Horizonte, etc.

En esos días de la Insurrección en la Zona Oriental y Norte de Managua funcionaba como Correo clandestino del Estado Mayor General del Frente Interno, del Comandante William Ramírez Solórzano y especialmente del Comandante Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz, quien jefeaba una de las columnas combativas más fieras de los enfrentamientos armados en contra de los guardias genocidas al momento de la Insurrección en la Zona Oriental de Managua.

Róger Ortiz Padilla iba de trinchera en trinchera, de jefe en jefe guerrillero en los pozos tiradores, burlando francotiradores de la Guardia Nacional y de “orejas” de la Oficina de Seguridad, y de matones de la “Mano Blanca” o “Escuadrones de la Muerte” del somocismo genocida.

Róger Ortiz Padilla llevaba órdenes a esas trincheras de combate y regresaba con informaciones de contenido militar y político donde Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz y resto del Estado Mayor del Frente Interno, jefeado por el Comandante de la Revolución Carlos Núñez Téllez.

Esa labor de Correo clandestino la cumplía con la eficiencia propia de un revolucionario a carta cabal.

“Estaba flaquito, casi  no comía. Por aquí pasaba sólo diciéndonos “estoy bien, cuídense”, era un “Pablo Úbeda” en zonas urbanas, se metía por solares, cruzaba paredes, subía techos, pasaba por escondrijos sólo conocidos por unos pocos y él, con el fin de cumplir la tarea inmensa de correo clandestino que le habían dado por medio del Comandante Ramón Cabrales Aráuz”, relata su hermana Yolanda, maestra actualmente, residente en la Colonia Diez de Junio.

Su hermana Lorena Ortiz Padilla se muestra más admirada todavía, “pues era como un santo, tenía un espíritu y comportamiento casi místico para cumplir las tareas revolucionarias que le delegaban en aquellos momentos difíciles de la Insurrección en Managua”, señala mientras muestra documentos que acreditan los estudios, profesión y lugares de trabajo, más fotos de Roger Ortiz Padilla.

Mientras ya andaba integrado plenamente a la lucha guerrillera para tumbar a la dictadura somocista, Róger Ortiz Padilla laboraba como contador y auditor en la empresa “Hermoso Civil y Caligaris”, la cual estuvo ubicada en la Carretera Sur, por donde fue el Guanacastón.

Tenía 34 años al caer en “Piedra Quemada”, Masaya.  Tenía esposa, pero no dejó hijos. Su progenitora, una de las Madres de Héroes y Mártires más activas durante el régimen revolucionario sandinista, Aura Celestia Padilla, falleció en abril del 2011. Y su padre, Guillermo Ortiz, también muy activo, murió en noviembre del 2012.

Le sobreviven a Róger sus hermanos y hermanas: Luis Felipe, Guillermo, René, Yolanda, maestra, residente en la Colonia Diez de Junio; Lorena, secretaria ejecutiva, residente en el Barrio San Antonio, en Managua; y  Melba, quien tiene un negocio de comedor popular en la Carretera Vieja a León. Róger era el tercero en orden de edades y René el menor de todos.

Lorena, Melba y Yolanda Ortiz Padilla responden a los teléfonos: 86322660, 88386300 y 84101367.

Julián de Jesús Palacios Herrera

Julián de Jesús Palacios Herrera. Tenía tan sólo 16 cuando estalla la Insurrección en los Barrios Orientales de Managua. Estudiaba bachillerato en el Colegio “11 de Julio”, ubicado en un asentamiento llamado “Horizontes”, hoy   Barrio  “Oscar Lino Paz Cubas”, situado del “La Subasta”, kilómetro nueve de la Carretera Norte,  hacia el Norte.

Los Palacios Herrera eran seis hermanos integrados de lleno a las labores de Combatientes Populares, a la par de Jefes Guerrilleros, operando para hacer emboscadas mortales a la Guardia Nacional en la Carretera Norte, cuando ya estaba por estallar la Insurrección Sandinista en Managua.

Esos hermanos eran: Oscar Napoleón, Reynaldo Antonio, María Elena, Julián de Jesús, Salvador Armando e Hildebrando José, y estaban con ellos dos menores de edad, muy niñas: Sandra Isabel y Carol, todos viviendo con su madre, Hilda Herrera Zapata,  en una vivienda de “Horizontes” (hoy Oscar Lino Paz Cubas), convertida en casa de seguridad y buzón de armas, municiones, propaganda o papeletas arengadoras del FSLN clandestino, bombas de contacto, vestuarios verde olivo y candelas de dinamita; y de vez en cuando hasta un mimeógrafo estaba guardado en ese canal de la casa de seguridad.

La  casa de seguridad era posible mantenerla segura porque mientras unos andaban cumpliendo tareas operativas en la calle, los otros hermanos estaban en la casa vigilando tan sólo la posibilidad de la llegada a las cercanías de un “oreja”, un “soplón”, un “paramilitar”, un guardia somocista genocida, o una patrulla de esos guardias criminales, recuerda María Elena Palacios Herrera, 37 años después.

La casa era como una casa hacienda un poco grande y un patio también grande,  tenía un canal metálico grande, por detrás, para que el agua del techo a la hora de la lluvia, se fuera hacia el fondo de un predio vacío. En ese canal estaban las armas, las municiones, las bombas de contacto, la vestimenta para cambiarse y las candelas de dinamita.

La casa de seguridad y buzón de armas en el canal de la vivienda funcionaban con el consentimiento pleno de Hilda Herrera Zapata, madre de estos seis revolucionarios sandinistas. Hilda para mantener el hogar humilde lavaba ropa ajena y echaba tortillas en el mismo vecindarios o en otros barrios cercanos al suyo.

Palacios Herrera y todos sus hermanos mayores y menores se habían integrado a la lucha armada contra la tiranía somocista por medio de la Federación Estudiantil de Secundaria, liderados por el grupo de unos 300 estudiantes del Instituto Maestro Gabriel, donde al mismo tiempo había influencia de estudiantes universitarios de la UNAN-Managua, de la UCA y de los Comités Obreros Revolucionarios (COR), que fue el semillero para que naciera la Central Sandinista de Trabajadores.

Operaban en esta zona también el Movimiento Sindical Pueblo Trabajador, los Comités Obreros Revolucionarios y los Comandos Revolucionarios del Pueblo, los cuales eran dirigidos por las tendencias Proletaria y Guerra Popular Prolongada, encabezadas estas por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, Luis Carrión Cruz, Jaime Weelock Román, Tomás Borge Martínez, Bayardo Arce Castaño y Henry Ruiz Hernández.

Según María Elena Palacios Herrera, en forma clandestina se reunían en esa casa dirigentes revolucionarios guerrilleros como Francisco Meza Rojas, Camilo Chamorro y Douglas López Niño, Sergio Mendoza, Freddy “Pancho Villa” Jiménez y otro al que sólo le conocían el seudónimo de “Cristo de Lata”.

Estos revolucionarios sandinistas y Jefes Guerrilleros operaban en vecindarios de la Carretera Norte y se reunían con Combatientes Populares en distintos barrios, incluyendo en la casa de seguridad mencionada.

Francisco Meza Rojas fue capturado y asesinado por la guardia somocista genocida en las cercanías del Barrio Waspán; y Camilo Chamorro también asesinado en esa zona.

Los hermanos Palacios Herrera cumplían numerosas tareas, consistentes en emboscadas a patrullas de la guardia somocista. Una de estas emboscadas fue la ocurrida un poco antes de estallar la Insurrección, u Ofensiva Final,  en la entrada a la empresa de furgones ROCARGO, donde dos camiones de la Guardia Nacional con todo y sus ocupantes fueron destruidos con una nutrida balacera guerrillera, más bombas de contacto y explosivos de dinamita.

La ROCARGO está situada en el kilómetro ocho de la Carretera Norte, un poco hacia el Norte. En ese ataque guerrillero y de Combatientes Populares, murieron casi todos los guardias somocistas genocidas que iban en los dos camiones, los cuales quedaron destruidos en la calle, frente a la ROCARGO.

En esa emboscada jugaron un rol de Combatientes Populares, fusiles y bombas de contacto en manos, los hermanos Palacios Herrera, incluyendo, por supuesto, a Julián de Jesús Palacios Herrera. También participaron en la otra emboscada a dos patrullas de la guardia somociana en la calle principal de Villa José Benito Escobar Pérez, antes llamada América Dos, en esos mismos días anteriores a la Insurrección de Junio de 1979.

Es María Elena  quien se encarga de describir a su hermano menor como un revolucionario y Combatientes Popular entregado por completo a la estructura político-militar del FSLN clandestino y guerrillero, pues día y noche se la pasaba cumpliendo tareas de difundir “propaganda armada” en mitines relámpagos en vecindarios cercanos, en distribuir esas papeletas casa por casa, mientras al mismo tiempo de forma clandestina trasladaba armas y tiros de un lado a otro. “Lo mismo ocurría con bombas de contacto y dinamita, las cuales usábamos en emboscadas a patrullas de la guardia”, recuerda María Elena Palacios Herrera.

Todos los hermanos, según María Elena, eran también correos clandestinos. “Hubo muchas ocasiones en que mi madre,  Hilda Herrera Zapata, también hacía de correo clandestino de Julián, de cualquiera de nosotros, o de los Jefes Guerrilleros en la zona, especialmente cuando considerábamos que  nosotros por ser jóvenes no cumpliríamos un objetivo de pasar frente a los guardias sin ser detenidos”, señala María Elena.

Julián de Jesús Palacios asimismo tenía conexiones de coordinación de Combatiente Popular con Arsenio “Rosendo” Solís González, del Barrio Waspán Sur, Combatiente también, sobreviviente del Repliegue Táctico de Managua a Masaya y uno de los dirigentes de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, de Managua.

Poco a poco, las armas, municiones, bombas de contacto, candelas de dinamita, fueron transportándose en hombros de los hermanos Palacios Herrera y de otros Combatientes Populares hacia zonas a insurreccionarse como el Barrio Santa Rosa, Bello Horizonte, Costa Rica y Larreynaga, por ejemplo.

Con este grupo de jóvenes Combatientes Populares se juntaba Felipa Mejía Membreño, residente en Américas Dos y caída en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Al estallar la Insurrección Sandinista en la Zona Oriental de Managua, Julián de Jesús Palacios Herrera combatió en las trincheras de combate de Santa Rosa, en las cercanías de la Fábrica Rolter y hacia el lado del Barrio Larreynaga.

Al plantearse la posibilidad de replegarse, o retirarse, sin saberse adónde, Julián de Jesús Palacios Herrera, toma la decisión de irse en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, “porque no puedo quedarme, no puedo dejar solos a mis compañeros y compañeras de combate para derrocar a la dictadura somocista”.

Se va con “la pelota” del Barrio  Santa Rosa, lo cual es confirmado por Arsenio Solís González, de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos de Managua. Arsenio Solís lo ve varias veces durante la marcha del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, especialmente el 28 de junio de 1979, en la mañana, después de pasar por el llamado “Cruce de Veracruz”.

En el Cruce de Veracruz cayeron en combate contra una patrulla de la guardia somocista genocida los compañeros Jefes Guerrilleros Aristeo Benavidez y Francisco “Paco” Miranda (de Estelí y Matagalpa, respectivamente), y el Combatiente Popular Juan Ramón “Ringo” Rizo Villagra, del Barrio Riguero Norte.

Allí fue visto Julián de Jesús Palacios Herrera cargando un fusil y un saco pequeño con bombas de contacto y candelas de dinamita.

El Repliegue Táctico de Managua a Masaya siguió su marcha por una encajonada rumbo al Sureste, y llegamos a “Piedra Menuda” y después a Buena Vista. Al llegar por el lado Norte a “Piedra Quemada”, frente a la entrada antigua del Volcán Masaya, en los 750 metros de bombardeo aéreo intensísimo, Julián de Jesús Palacios Herrera fue impactado por numerosos charneles  de las bombas de 1, 000 libras y de rocketazos lanzados contra el Repliegue a Masaya.

Como muchos otros hombres y mujeres jóvenes, Julián de Jesús Palacios Herrera cayó mortalmente herido y murió sobre el colchón de piedras erizas de “Piedra Quemada”, en los llamados 750 metros en que ese bombardeo infernal somocista fue particularmente intenso y mortal.

Palacios Herrera fue colocado en una oquedad a un lado del camino. Fue cubierto su cadáver con piedras, arenas, ramas secas y tierras.

La noticia de la muerte de Julián de Jesús Palacios Herrera le fue informada a su madre, Hilda Herrera Zapata y a sus hermanos, al producirse el Triunfo de la Revolución Popular Sandinista, después del 19 de Julio de 1979.

Hilda Herrera Zapata y sus hijos, con vecinos, formaron una brigada de búsqueda del cadáver de Julián de Jesús. En camiones y camionetas se fueron a “Piedra Quemada”, rescataron su cadáver, lo velaron en su vecindario y después lo sepultaron en el Cementerio de los Héroes y Mártires del Barrio Waspán, situado en el costado Sureste de la gasolinera Shell Waspán.

Allí fue sepultado junto a otros 32 Héroes y Mártires de la Revolución Popular Sandinista.

Este Cementerio  fue rescatado en el año 2003 por la Brigada de Desarrollo Municipal, encabezada por los compañeros Ramiro José Mejía, Pablo E. Barreto Pérez, Arsenio Solís González y Manuel Cerpas Centeno.

María Helena Palacios Herrera, una de los hermanos de Julián de Jesús Palacios Herrera, puede ser consultada para más datos, de “La Subasta” tres cuadras al Norte, una cuadra al Oeste y una cuadra al Norte, nuevamente. También se puede consultar a Arsenio Solís, quien responde al teléfono: 86842691

Juvenal Palacios Morales

Juvenal Palacios Morales tenía 19 años, trabajaba en el INCEI (hoy ENABAS, Empresa de Alimentos Básicos) y a la vez estudiaba en el Instituto René Schick Gutiérrez. Sus padres, Juvenal Palacios Gutiérrez y Magdalena Morales López, ya fallecieron hace más de una década.

Este joven rebelde antisomocista convencido vivía en una casita humilde del Reparto Schick, donde se procrearon 11 hermanos: Oilda, Odilí, Juvenal, Rosario, Hilbetia, Patricia, Silvia, Yalila, María Asunción, Rubén, Marjorie, Andrea y Juvenal junior en homenaje al Juvenal caído el 28 de junio de 1979.

La Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, encabezada por Frank “Machillo” González Morales y Juan Carlos “Marcial” Soza Aragón, ubica su caída en “la Jornada del Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, el 28 de junio de 1979, en el mismo Reparto Schick Gutiérrez

Oilda Palacios Morales, la hermana mayor, dice que sus padres y ella misma se mostraban inquietos, porque varios meses antes de estallar la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final de junio de 1979, Juvenal ya había convertido la vivienda en Casa de Seguridad, en sitio de reuniones con René Polanco Chamagua, “El Oso” Marín, José Santos “Cerro Negro” Mayorga Alemán, Joaquín Valle Corea y otros, más centro de fabricación de bombas de contacto y molotov.

Nosotros veíamos que Juvenal se reunía con estos muchachos en el fondo de la casa, en el patio, porque acuérdese que antes del Triunfo de la Revolución aquí eran potreros, fincas, caminos solitarios, mientras la guardia andaba aquí como en plan de caza de seres humanos”, recuerda Oilda Palacios Morales.

Añade: “Realmente nos enteramos plenamente de que andaba en actividades insurreccionales cuando accidentalmente se le disparó un balazo que atravesó una parte del techo de nuestra casita. Él contó, entonces, a mis padres que andaba en la lucha armada. Nos dijo que ya habían emboscado a varias patrullas de la Guardia Nacional en el camino de entrada al Reparto Schick Gutiérrez y que además tenían planes de destruir los comandos de la guardia somocista en el Reparto Schick”.

Antes de la huelga del cinco de junio de 1979, convocada por el Frente Sandinista clandestino, Juvenal Palacios Morales ya había renunciado a su trabajo de repartidor de granos por quintal por parte del INCEI.

Su hermana Oilda seguía yendo a su empleo en el mismo INCEI, pero ya el 10 de junio no pudo seguir yendo porque en el mismo Reparto Schick aparecieron decenas de barricadas y zanjas en el camino de entrada, para impedirle el ingreso a las patrullas BECAT y camiones de la Guardia Nacional, cargados con soldados, fusiles, ametralladoras y municiones, destinados a los tres comandos de la guardia somocistas, entre otros, la “Quinceava Sección de Policía”, la cual estuvo ubicada del Tanque Rojo dos cuadras al Oeste y una cuadra al Norte, en el borde del cauce por donde  pasó el Repliegue de Managua a Masaya el 27 de junio de 1979, entre las doce de la noche y la una de la mañana del 28 de junio del mismo 1979.

Ya cuando los familiares descubrieron la plena participación de Juvenal Palacios Morales en la Insurrección de junio de 1979, según Oilda, se dispusieron a apoyarlo, especialmente en disimular lo mejor que podían en torno al funcionamiento de casa de seguridad, buzón de armas y fabricación de explosivos. En la misma casa almacenaban también la propaganda escrita, en forma de boletines, para distribuirlos en las casas, dentro de los autobuses o camionetas de pasajeros y en los mitines callejeros.

Oilda veía salir a su hermano cargado de bombas de contacto y bombas molotov. Él decía que sus amigos rebeldes, mencionados arriba, lo estaban esperando en algún lugar del Reparto Schick, para irse juntos a una emboscada u otro operativo contra los “orejas” y soplones de la guardia somocista y de la Oficina de Seguridad, a cuyas casas les prendían fuego o les lanzaban bombas de contacto.

El 27 de junio en la noche desapareció por completo. No llegó a la casa como acostumbraba, pues llegaba a comer, vestirse y de paso hacía saber a sus padres: “Ando bien, estoy bien”.

No dijo si se iba en Retirada. Lo vieron partir temprano de la tarde del 27 de diciembre. La versión de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador” indica que Juvenal Palacios Morales formó parte del grupo de jóvenes Combatientes Populares del Reparto Schick Gutiérrez que les fue encomendada la misión de explorar y abrir camino a la Vanguardia del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, porque eran buenos conocedores (o “guías”, “vaqueanos”) del terreno y de cómo se movían los guardias, “orejas” y “soplones” del Reparto Schick, y finalmente el Estado Mayor del Frente Interno les encomendó garantizar igualmente la seguridad de la Retaguardia del mismo Repliegue de Managua a Masaya, donde iban más de seis mil ciudadanos de Managua.

Los familiares de Juvenal y dirigentes de la Asociación de Combatientes y Colabores Históricos suponen que este joven Palacios Morales fue, como en los casos de casi 20 muchachos del Reparto Schick Gutiérrez, delatado por los “orejas” y “soplones” de la Guardia Nacional y capturado en las primeras horas de la madrugada del 28 de junio de 1979, cuando ya el Repliegue de Managua a Masaya iba llegando al Cruce de Veracruz.

La grandísima verdad para Oilda es que las versiones de sus demás compañeros sobrevivientes indican que Juvenal participó activa y decisivamente en el operativo de la seguridad de la Retaguardia del Repliegue, que iba en él en la media noche del 27 y la madrugada del 28, y que en la mañanita del 28 fue capturado mediante un operativo gigantesco montado por la Guardia Nacional somocista con varios camiones llenos de guardias, “orejas” y “soplones” de la Oficina de Seguridad de la tiranía encabezada por Anastasio Somoza Debayle.

Juvenal Palacios Morales no apareció nunca más. Tampoco su cadáver. Oilda recuerda que sus padres, ella misma, numerosos familiares y vecinos buscaron su cadáver en todo el Reparto Schick, en el camino de “Las Jaguitas” o Ruta Original del Repliegue a Masaya, en “Piedra Menuda”, en “Piedra Quemada”, en el camino a Nindirí, en la “Cuesta del Plomo”, en las cercanías del Teatro Rubén Darío, en “Las Lomas de San Judas”, en todos aquellos lugares en que la guardia somocista genocida acostumbrada tirar o botar los cadáveres de jóvenes opositores asesinados por ellos.

Fueron también a las zanjas que la Guardia Nacional tenía en la Colina o Cerro de Mokorón, frente a la Universidad Nacional en Managua. No encontraron nada. Juvenal Palacios Morales desapareció. Hay una calle con su nombre en el Barrio René Polanco Chamagua, del Reparto Schick.

Los hermanos que le sobreviven, encabezados por Oilda Palacios Morales, residen de la Pulpería  Chaparral siete cuadras al Norte, en el Barrio René Polanco, en la casa B-17, en el mismo Reparto Schick Gutiérrez. Oilda tiene el teléfono:   87401783.

Juvenal Palacios Morales

Juvenal Palacios Morales tenía 19 años, trabajaba en el INCEI (hoy ENABAS, Empresa de Alimentos Básicos) y a la vez estudiaba en el Instituto René Schick Gutiérrez. Sus padres, Juvenal Palacios Gutiérrez y Magdalena Morales López, ya fallecieron hace más de una década.

Este joven rebelde antisomocista convencido vivía en una casita humilde del Reparto Schick, donde se procrearon 11 hermanos: Oilda, Odilí, Juvenal, Rosario, Hilbetia, Patricia, Silvia, Yalila, María Asunción, Rubén, Marjorie, Andrea y Juvenal junior en homenaje al Juvenal caído el 28 de junio de 1979.

La Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, encabezada por Frank “Machillo” González Morales y Juan Carlos Soza Aragón, ubica su caída en “la Jornada del Repliegue Táctico de Managua a Masaya”, el 28 de junio de 1979, en el mismo Reparto Schick Gutiérrez

Oilda Palacios Morales, la hermana mayor, dice que sus padres y ella misma se mostraban inquietos, porque varios meses antes de estallar la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final de junio de 1979, Juvenal ya había convertido la vivienda en Casa de Seguridad, en sitio de reuniones con René Polanco, “El Oso” Marín, José Santos Mayorga Alemán, Joaquín Valle Corea y otros, más centro de fabricación de bombas de contacto y molotov.

Nosotros veíamos que Juvenal se reunía con estos muchachos en el fondo de la casa, en el patio, porque acuérdese que antes del Triunfo de la Revolución aquí eran potreros, fincas, caminos solitarios, mientras la guardia andaba aquí como en plan de caza de seres humanos”, recuerda Oilda Palacios Morales.

Añade: “Realmente nos enteramos plenamente de que andaba en actividades insurreccionales cuando accidentalmente se le disparó un balazo que atravesó una parte del techo de nuestra casita. Él contó, entonces, a mis padres que andaba en la lucha armada. Nos dijo que ya habían emboscado a varias patrullas de la Guardia Nacional en el camino de entrada al Reparto Schick Gutiérrez y que además tenían planes de destruir los comandos de la guardia somocista en el Reparto Schick”.

Antes de la huelga del cinco de junio de 1979, convocada por el Frente Sandinista clandestino, Juvenal Palacios Morales ya había renunciado a su trabajo de repartidor de granos por quintal por parte del INCEI. Su hermana Oilda seguía yendo a su empleo en el mismo INCEI, pero ya el 10 de junio no pudo seguir yendo porque en el mismo Reparto Schick Gutiérrez aparecieron decenas de barricadas y zanjas en el camino de entrada, para impedirle el ingreso a las patrullas BECAT y camiones de la Guardia Nacional, cargados con soldados, fusiles, ametralladoras y municiones, destinados a los tres comandos de la guardia somocistas, entre otros, la “Quinceava Sección de Policía”, la cual estuvo ubicada del Tanque Rojo dos cuadras al Oeste y una cuadra al Norte, en el borde del cauce por donde  pasó el Repliegue de Managua a Masaya el 27 de junio de 1979, entre las doce de la noche y la una de la mañana del 28 de junio del mismo 1979.

Ya cuando los familiares descubrieron la plena participación de Juvenal Palacios Morales en la Insurrección de junio de 1979, según Oilda, se dispusieron a apoyarlo, especialmente en disimular lo mejor que podían en torno al funcionamiento de casa de seguridad, buzón de armas y fabricación de explosivos.

En la misma casa almacenaban también la propaganda escrita, en forma de boletines, para distribuirlos en las casas, dentro de los autobuses o camionetas de pasajeros y en los mitines callejeros.

Oilda veía salir a su hermano cargado de bombas de contacto y bombas molotov. Él decía que sus amigos rebeldes, mencionados arriba, lo estaban esperando en algún lugar del Reparto Schick, para irse juntos a una emboscada u otro operativo contra los “orejas” y soplones de la guardia somocista y de la Oficina de Seguridad, a cuyas casas les prendían fuego o les lanzaban bombas de contacto.

El 27 de junio en la noche desapareció por completo. No llegó a la casa como acostumbraba, pues llegaba a comer, vestirse y de paso hacía saber a sus padres: “Ando bien, estoy bien”.

No dijo si se iba en Retirada. Lo vieron partir temprano de la tarde del 27 de junio. La versión de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador” indica que Juvenal Palacios Morales formó parte del grupo de jóvenes Combatientes Populares del Reparto Schick Gutiérrez que les fue encomendada la misión de explorar y abrir camino a la Vanguardia del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, porque eran buenos conocedores (o “guías”, “vaqueanos”) del terreno y de cómo se movían los guardias, “orejas” y “soplones” del Reparto Schick, y finalmente el Estado Mayor del Frente Interno les encomendó garantizar igualmente la seguridad de la Retaguardia del mismo Repliegue de Managua a Masaya, donde iban más de seis mil ciudadanos de Managua.

Los familiares de Juvenal y dirigentes de la Asociación de Combatientes y Colabores Históricos suponen que este joven Palacios Morales fue, como en los casos de casi 20 muchachos del Reparto Schick Gutiérrez, delatado por los “orejas” y “soplones” de la Guardia Nacional y capturado en las primeras horas de la madrugada del 28 de junio de 1979, cuando ya el Repliegue de Managua a Masaya iba llegando al Cruce de Veracruz.

La grandísima verdad para Oilda es que las versiones de sus demás compañeros sobrevivientes indican que Juvenal participó activa y decisivamente en el operativo de la seguridad de la Retaguardia del Repliegue, que iba en él en la media noche del 27 y la madrugada del 28, y que en la mañanita del 28 fue capturado mediante un operativo gigantesco montado por la Guardia Nacional somocista con varios camiones llenos de guardias, “orejas” y “soplones” de la Oficina de Seguridad de la tiranía encabezada por Anastasio Somoza Debayle.

Juvenal Palacios Morales no apareció nunca más. Tampoco su cadáver. Oilda recuerda que sus padres, ella misma, numerosos familiares y vecinos buscaron su cadáver en todo el Reparto Schick Gutiérrez, en el camino de “Las Jaguitas” o Ruta Original del Repliegue a Masaya, en “Piedra Menuda”, en “Piedra Quemada”, en el Camino Viejo a Nindirí, en la “Cuesta del Plomo”, en las cercanías del Teatro Rubén Darío, en “Las Lomas de San Judas”, en todos aquellos lugares en que la guardia somocista genocida acostumbrada tirar o botar los cadáveres de jóvenes opositores asesinados por ellos.

Fueron también a las zanjas que la Guardia Nacional tenía en la Colina o Cerro de Mokorón, frente a la Universidad Nacional en Managua. No encontraron nada. Juvenal Palacios Morales desapareció. Hay una calle con su nombre en el Barrio René Polanco Chamagua, del Reparto Schick.

Los hermanos que le sobreviven, encabezados por Oilda Palacios Morales, residen de la Pulpería  Chaparral siete cuadras al Norte, en el Barrio René Polanco, en la casa B-17, en el mismo Reparto Schick Gutiérrez. Oilda tiene el teléfono:   87401783.

Ronald “Polo” Rizo Huerta

Ronald “Polo” Rizo Huerta. Este era un joven de 17 años realmente excepcional. Vivía en el heroico Barrio Santa Rosa. Era trabajador en la PEPSI-COLA y al mismo tiempo estudiaba su secundaria en la noche, porque durante el día andaba cargando productos gaseosos y de agua embotellada en los camiones de esta conocida empresa imperialista norteamericana, radicada al Este del Barrio Waspán Sur, en Managua.

Su padre era Manuel de Jesús Rizo y su madre Dora Huerta Centeno, residente en el Barrio Santa Rosa, de la NABISCO  CRISTAL dos y media cuadras al Sur.

Según su madre, Dora Huerta Centeno, todavía viva, le sorprendía ver a su hijo todavía repartiendo papeletas o “propaganda armada” del Frente Sandinista clandestino durante las noches, en el Barrio Santa Rosa, aun después de regresar del trabajo en la PEPSI-COLA y del colegio en que estudiaba secundaria. Esos paquetes de propaganda también los repartía sigilosamente entre estudiantes de secundaria, en la noche.

Antes de la Insurrección, u Ofensiva Final, asimismo le sorprendía ver y oírlo en discusiones sobre la situación política y de represión generalizada en contra de trabajadores y pobladores pobres por parte de la dictadura somocista, y argumentaba que era necesario pasar a la etapa de confrontación armada para derrocar a la tiranía de Anastasio Somoza Debayle y su guardia genocida.

Más sorprendida quedó todavía cuando una noche en su casa, en reunión con un grupo de rebeldes antisomocistas del Barrio Santa Rosa, incluyendo Juan Ramón Amador, hablaban de asaltar las instalaciones de SOVIPE Ingenieros S.A., para recuperar todas las armas que allí habían, con la finalidad de que al momento de la Insurrección Sandinista hubiesen suficientes armadas en el Barrio Santa Rosa para enfrentar a los guardias sanguinarios de Anastasio Somoza Debayle.

En la casa de doña Dora Huerta Centeno y de su hijo “Polo” Rizo Huerta se alojaba Pablo Ojeda, uno de los vigilantes de SOVIPE Ingenieros S.A.  Pablo Ojeda también estaba integrado al grupo de rebeldes antisomocistas del Barrio  Santa Rosa.

Entonces, se pusieron de acuerdo, como en “compadre hablado”, para que cuando Pablo Ojeda estuviera de turno en SOVIPE, él facilitara el asalto y recupere de armas, y así fue. Obtuvieron  20 escopetas con una gran cantidad de tiros, con las cuales empezaron a armarse los Combatientes Populares del Barrio Santa Rosa.

Su madre, Dora Huerta Centeno, recuerda que posteriormente el mismo grupo de rebeldes de Santa Rosa asaltaron varios camiones de reparto de leche pasteurizada de Managua y de camiones cargados con verduras, frutas y legumbres, provenientes del Norte de Nicaragua, y que pusieron a la gente del Barrio Santa Rosa en fila, para repartir esos productos alimenticios.

Mucho antes de la Insurrección, u Ofensiva Final, Ronald “Polo” Rizo Huerta, según su madre, se estaba preparando y a la vez organizando la lucha armada en el Barrio Santa Rosa, vecindario situado contiguo al Reparto Bello Horizonte, en el lado Norte de Managua y en la orilla de la Carretera Norte.

Además, también a su madre, Dora Huerta Centeno, la convirtió en su correo clandestino y de algunos Jefes Guerrilleros. Cuando, según análisis práctico, consideraba que era muy peligroso para él ir a entregar propaganda, mensajes o llevar paquetes con bombas, tiros o pertrechos, entonces enviaba a su madre a cumplir esa tarea.

Doña Dora Huerta Centeno se siente orgullosa de haber desempeñado ese papel y de haber apoyado resueltamente a su hijo en esos menesteres para derrocar a la dictadura somocista.

Cuando la Insurrección estaba en desarrollo pleno, su hijo Ronald “Polo” Rizo Huerta pasó, como Combatientes Popular, a formar parte de las trincheras de combate en Santa Rosa, frente a la Fábrica Rolter, en la Carretera Norte.

Al lanzar Somoza Debayle  los bombardeos aéreos genocidas en contra de la Ciudad de Managua y la población civil, y en particular Santa Rosa, Ronald “Polo” Rizo Huerta ya le tenía preparados dos refugios antiaéreos, uno dentro de la casa y otro enfrente, en la calle, para que su madre, su padre, hermanos menores, familiares y vecinos se refugiaran, evadieran los charneles de las bombas tiradas por el tirano Somoza Debayle contra seres humanos en la Capital.

Doña Dora  recuerda que efectivamente todos, familiares y vecinos, se metían en esos huecos o  refugios antiaéreos a la hora de los bombardeos incesantes contra vecindarios como Santa Rosa, Bello Horizonte, Costa Rica, El Edén, Ducualí, Diez de Junio, Nicarao, Catorce de Septiembre, “Meneses” o “Santa Bárbara”, “Salvadorita”, Maestro Gabriel, etc.

“Polo” Rizo Huerta andaba con vestimenta camuflada  mientras estaba combatiendo tras la enorme barricada Santa Rosa, ubicada frente a los semáforos de Portezuelo, donde estaban Marcos Somarriba García, Javier “99” López Lowery y Lucío Jiménez Guzmán, recuerda doña Dora Huerta Centeno, quien a ese lugar le llegaba a dejar comida en la mañana o en la noche.

En el Barrio Santa Rosa se establecieron varios sitios para alojar al Estado Mayor del FSLN guerrillero en esta zona de Managua, y al mismo tiempo se ocuparon varias casas de somocistas para Comandos, como ocurrió con la casa del coronel GN Juan Lee Wong, quien al mismo tiempo era uno de los jefes de la Oficina de Seguridad y de la “Mano Blanca” o “escuadrones de la muerte” del somocismo genocida.

A esa casa confiscada durante la Insurrección a Juan Lee Wong iba doña Dora Huerta Centeno a dejarle comida a su hijo Ronald “Polo” Rizo Huerta y resto del Estado Mayor y Comando guerrillero en el Barrio  Santa Rosa.

Ronald “Polo” Rizo Huerta llegaba  a su casa unas dos veces al día a conocer cómo estaban su madre, sus hermanos y demás familiares. Daba orientaciones para que al momento de un combate contra los guardias, o un bombardeo aéreo, todos se metieran dentro de los refugios. “Esos refugios nos salvaron de morir o de ser heridos”, expresa doña Dora Huerta Centeno cuando habla orgullosamente de su hijo Ronald, aunque recuerda que esos charneles le cortaron un brazo a doña Sonia.

Antes de arrancar el Repliegue de Managua a Masaya el 27 de junio de 1979, Ronald llegó unos minutos antes de las seis de la tarde. “Nos vamos en retirada. No sé para dónde”, le dijo a su madre, quien recuerda que se puso unas botas, se colocó una camisa verdeolivo encima de la que andaba, y también una gorra oscura.  Su madre le dijo que se llevara los 50 córdobas que tenía guardados, “por cualquier necesidad en el camino”.

En ese momento llegó solo. Andaba portando un fusil. Empezaba a oscurecer, y además no habían luces en las calles porque Somoza Debayle mandó a suspender la energía eléctrica, cuando doña  Dora Huerta Centeno  lo vio desaparecer con pasos rápidos, rumbo al Sur, es decir, para el lado de Bello Horizonte, donde los Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros de Santa Rosa se juntaron en el Boulevar Roberto Bárcenas Terán y tomaron rumbo a la Calle de la Clínica Don Bosco, para iniciar el célebre Repliegue de Managua Masaya, aquella noche del 27 de junio de 1979.

“Polo” Rizo Huerta se fue en el Repliegue a Masaya. Según el relato de sus compañeros insurreccionales de Santa Rosa, incluyendo a Scándar Cerna Juárez, hermano del coronel retirado Lenin Cerna Juárez, cuando la lluvia infernal de bombas y rockette contra los replegados en el lado Norte de “Piedra Quemada”, “Polo” Rizo Huerta y un grupo de Combatientes se refugiaron parepetados bajo unos árboles de mamón.

Un rockette cayó y explotó cerca del grupo y mató a dos muchachas Combatientes Populares, en el famoso trecho de 750 metros en que fue más violento el bombardeo aéreo, antes de la salida al kilómetro 21 y medio de la Carretera a Masaya, frente a la entrada antigua al Volcán Masaya.

Varios de los jóvenes fueron en auxilio de las jóvenes caídas por los charneles. Pusieron sus cadáveres bajo unos árboles de mamón.  En esos movimientos defensivos estaban, protegiéndose al mismo tiempo, cuando cayó otro rockette cerquita de ellos. Uno de los charneles traspasó la garganta de Ronald “Polo” Rizo Huerta, quien se desplomó mortalmente herido. Falleció en poco tiempo, a pesar de los esfuerzos que hicieron sus compañeros por salvarle la vida.

Como en casi un centenar de casos, el cadáver de Ronald “Polo” Rizo Huerta fue colocado en una oquedad poco profunda y encima se le echaron piedras volcánicas erizas, arena también volcánica y ramas de árboles de mamón.

Sus camaradas se fijaron bien en el sitio en que quedaba el cadáver de “Polo” Rizo Huerta. El Repliegue Táctico de Managua a Masaya, con unos 200 heridos y muertos, llegó a Masaya  el 29 de junio de 1979 a las dos de la mañana, las otras dos columnas jefeadas por William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra (fue la bombardeada en “Piedra Quemada”) y la que coordinaba el Comandante Carlos Núñez Téllez, jefe del Repliegue, la cual ingresó a Masaya por el lado Oestesur de la Laguna de Masaya.

Inquietos, varios de sus antiguos compañeros Combatientes Populares, todos del Barrio Santa Rosa, entre ellos Scándar Cerna Juárez, buscaron la forma de salir de Masaya para irle a avisar a doña  Dora Huerta Centeno sobre la caída en su hijo “Polo” Rizo Huerta en “Piedra Quemada”.

Finalmente, llegaron a Managua el ocho de julio de 1979, 11 días antes de que se produjera el Triunfo de la Revolución Sandinista. Llegaron al Barrio Santa Rosa, pero no encontraban la forma de decirle a doña Dora Huerta Centeno que su hijo “Polo” Rizo Huerta había caído en “Piedra Quemada”.

Cuando finalmente le dijeron, doña Dora se soltó en llantos incontenibles. “Eso no es cierto. Ustedes son mentirosos. Mi hijo está vivo. Ronald está vivo”, les respondió en los primeros instantes en que le dieron la noticia fatal y triste.

Llegó el 19 de Julio de 1979. En la Plaza de la Revolución había júbilo incontenible por el triunfo revolucionario. Incrédula de la noticia que le habían dado, doña Dora Huerta Centeno, mientras se desarrollaban los discursos electrizantes de los Comandantes Humberto Ortega Saavedra, Daniel Ortega Saavedra  y Tomás Borge Martínez, ella se dedicó a buscar el rostro de su hijo “Polo” Rizo Huerta entre aquella multitud delirante de aquel 20 de julio bajo el ardiente calor del Sol.

Pudo ver nítidas las caras, los rostros de decenas de miles de Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros sucios, hediondos a sudor acumulado, barbudos muchísimos de los hombres, con ropas arrugadas y rotas, con zapatos en harapos,  tanto hombres como mujeres, casi todos cargando fusiles, ametralladoras, rifles y pistolas, más bolsones de tiros, pero en ninguna parte de la multitud pudo ver el rostro de su adorado hijo “Polo” Rizo Huerta, aquel jovencito alegre, organizador excepcional, conspirador nato, militar guerrillero por vocación, trabajador y estudiante al mismo tiempo, siempre preocupado por su madre y sus hermanitos menores.

No, no lo encontró ese 20 de julio en la Plaza de la Revolución. Eso la hizo llorar mucho más desconsoladamente. Regresó a su querido Barrio Santa Rosa, donde su hijo “Polo” nació y luchó hasta ofrendar su vida.

En el vecindario se organizaron los familiares y vecinos, lo más rápido posible, consiguieron un camión y una camioneta doble cabina, para ir a “Piedra Quemada” a recuperar su cadáver. Fueron el 25 de julio de 1979. El cadáver de Ronald Rizo Huerta fue encontrado con facilidad porque sus compañeros Combatientes Populares se habían fijado atentamente dónde lo habían colocado.

El cadáver de “Polo” estaba debajo, en una zanja u oquedad,  bajo los cadáveres de dos de las mujeres que también cayeron allí  mismo  por charneles de rockette.

Le habían echado también cal encima, lo cual conservó el cadáver casi intacto. Doña Dora Huerta Centeno fue a  la  Ciudad de Masaya, ubicada a pocos kilómetros de “Piedra Quemada”, a comprar un ataúd para el cadáver de su hijo Ronald.

Lo trajeron al Barrio Santa Rosa, donde lo velaron una noche y lo fueron a sepultar muy de mañana al Cementerio Oriental de Managua. Allí tiene una placa de mármol con su nombre. Esta tumba siempre es limpiada y enflorada por su madre: Dora Huerta Centeno.

A “Polo” Rizo Huerta le sobreviven sus hermanos: Yamil y Roberto, Mirta, Rosario y Ángela.  La dirección en que vive esta familia, encabezada por Dora Huerta Centeno,  es la misma de junio de 1979: de la NABISCO CRISTAL dos y media cuadras al Sur. Teléfono 22488085.

Róger “Ramón” Rodríguez Rivas

Róger “Ramón” Rodríguez Rivas cayó el 28 de junio en “Piedra Quemada”, frente a la entrada antigua al Volcán Masaya. Iba en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, según una información muy breve del Diario BARRICADA, en el mes de agosto de 1979. Esa información lacónica de BARRICADA indicaba que los familiares de “Ramón” Rodríguez Rivas decían que este joven había desaparecido en “Piedra Quemada”.

Se informaba que Róger Rodríguez Rivas vivía con su familia en el “Barrio Santa Clara”, en el lado Sur de donde es hoy Villa Venezuela, antigua Américas Cuatro. De forma breve se señalaba que “Ramón” había participado en operativos militares en este sector de las Américas Uno,  Tres y Cuatro, en la Colonia Catorce de Septiembre y Colonia Nicarao, en contra de patrullas de la guardia somocista genocida.

Se indicaba que había sido correo clandestino de Jefes Guerrilleros y fabricante de explosivos como bombas de contacto. Dirigentes de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, ubicada en el Barrio Altagracia, indican por su lado que “Ramón” Rodríguez Rivas sí participó en operativos como emboscadas y combates en trincheras de combate durante la Insurrección Sandinista de  junio de 1979, y que se fue en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, que cayó en “Piedra Quemada”, pero no conocen dónde está ubicada su familia.

Roberto José Sirias Acevedo

El nombre de este joven Combatiente Popular de 25 años aparece en los listados de caídos o muertos, en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya,  de los libros “Porque Viven Siempre entre Nosotros”, del Instituto de Estudios del Sandinismo; y de “Insurrección Sandinista Victoriosa, Repliegue a Masaya”, de Pablo E. Barreto Pérez.

También el Diario BARRICADA, Órgano Oficial del Frente Sandinista de Liberación Nacional, del mes de agosto de 1979, indica que Roberto José Sirias Acevedo, nacido el 24 de febrero de 1954,  cayó en “Piedra Quemada”, frente a la entrada antigua del Volcán Masaya, donde su cadáver  desapareció.

La nota informativa del Diario BARRICADA señala que Sirias Acevedo era un hombre multifacético, pues además de Combatiente Popular sandinista,  era barbero, mecánico, tapicero, electricista, albañil, carpintero y agricultor, “porque de mil formas se ganaba la vida” para ayudarle a sus padres: Luis Armando Sirias y Dora Haydeé Acevedo.

En la mencionada nota informativa no se informa dónde vivían Roberto José y sus padres.

Sin embargo, la nota periodística de BARRICADA señala que Sirias Acevedo durante la Insurrección Sandinista en los Barrios Orientales de Managua, hizo labores de propaganda armada, quema de llantas, arengas en mitines callejeros en vecindarios como “La Luz”, “La Rebusca”, “La Habana”, Riguero, El Dorado, Ducualí y Diez de Junio.

Durante las arengas mencionadas, en mitines públicos y rápidos para evitar ser capturados por la guardia somocista genocida, Sirias Acevedo insistía en la necesidad de juntarse, organizarse y entrenarse militarmente para derrumbar a la tiranía de Anastasio Somoza Debayle, expresaba la nota informativa periodística del Diario BARRICADA.

El Diario revolucionario sandinista exponía que Sirias Acevedo había estudiado su primaria y secundaria en varios colegios públicos. La información mencionada señalaba que desde los nueve años se fue a vivir con su abuela materna, aunque no menciona su nombre.

Tampoco señala la nota informativa acerca de con cuál de los grupos o columnas iba Sirias Acevedo en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Es categórica BARRICADA al afirmar que familiares y compañeros de Retirada en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya informaban que había caído durante el bombardeo aéreo infernal de la Guardia Nacional contra los replegados capitalinos en “Piedra Quemada”, donde desapareció su cadáver.

Señalaba el Órgano Oficial del Frente Sandinista que familiares, amigos, vecinos y compañeros Combatientes Históricos en brigada y equipados con palas y cobas, anduvieron buscando su cadáver en “Piedra Quemada”, en el Camino Viejo  de Nindirí, en el propio casco urbano de la pequeña Ciudad de Nindirí, en los desfiladeros de la Laguna de Masaya, por donde el Repliegue pasó en dificultades y silencio profundo el 29 de junio de 1979, en la madrugada, y tampoco encontraron nada.

Ricardo Sú Aguilar

Ricardo Sú Aguilar, caído el 28 de junio de 1979, más o menos a las 11 y media  de la mañana, en el lado Norte de “Piedra Quemada”, durante el feroz y criminal bombardeo aéreo de la Guardia Nacional somocista, con sus aviones y helicópteros artillados,  contra el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Según el testimonio presencial de Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando, en medio del infernal bombardeo aéreo, Ricardo Sú Aguilar y otros 11 Combatientes Populares, entre ellos los Hermanos Martínez, se parapetaron en los muritos de una pila de agua para ganado, en el perímetro de los llamados 750 metros más horribles del ataque con bombas de 1,000 y 500 libras, y rockette.

Estaban “pecho en tierra” en la orilla del muro redondo de la pila, cuando el rocktte explosivo les cayó encima. Varios de ellos  murieron casi instantáneamente. El mismo testimonio señala que Ricardo Sú Aguilar aún herido él estuvo atendiendo a los otros compañeros heridos mortalmente, en la orilla de la pila de agua mencionada.

Como en otras decenas de caídos en “Piedra Quemada”, (jurisdicción del departamento de Masaya), frente al Volcán Masaya por el lado Norte,  de forma presurosa el cadáver perforado por charneles de Ricardo Sú Aguilar fue colocado por numerosos Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros en hondonadas o zanjas pequeñas, y encima se les echó piedras, arena y tierra para taparlos.

Sus restos fueron desenterrados varios meses después.

Ricardo Sú Aguilar ya había alcanzado categoría de conductor revolucionario por su entrega completa a la causa sandinista y de lucha organizativa, política y militar, para derrocar a la dictadura somocista.

Vivía Ricardo en la Colonia Máximo Jerez, a la cual se le puso el nombre de Ricardo Sú Aguilar. Los pobladores de Managua y los residentes de la misma colonia, la llaman por los dos nombres: Ricardo Sú Aguilar y Máximo Jerez.

Según una biografía breve, escrita por sus hermanos y familiares, Ricardo Sú Aguilar nació en Managua el 8 de octubre de 1959. Era hijo de Leopoldo Sú Llanes y Rosa Aguilar Villagra, quienes antes de fallecer hace poco tiempo, siempre llegaban a “Piedra Quemada”, donde la familia Solano, para encontrarse con el grupo numeroso del “Replieguito”, el cual sigue la “Ruta Original de 1979”, encabezado por Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando.

Textualmente la mencionada biografía dice lo siguiente:

“Hace sus estudios primarios en el Instituto hoy llamado Rigoberto López Pérez y por su propios esfuerzos se bachillera en el Colegio “Andrés Bello” de Managua. Luego ingresa en la Universidad Nacional (UNAN) en el año académico 77-78, bajo el número 774478, donde por motivo de su dedicación a la causa del FSLN, decide abandonar las aulas para dedicarse a tiempo completo a tan noble tarea.

“En el año de 1973, pasado el Terremoto, se sintió brotar con más fuerza la necesidad de las organizaciones cristianas, que pudieran canalizar todo aquel espíritu comunitario desbordado de solidaridad con los demás hermanos que padecieron en esa catástrofe natural. Con esto dábamos pasos a levantar las primeras expresiones organizadas, que más tarde servirían para hostigar a la dictadura.

“Fue en estos precisos momentos que la participación de los jóvenes se hace presente por medio de los movimientos juveniles con disfraz de clubes juveniles en el Riguero y la Colonia Máximo Jerez. Ricardo para entonces era como los demás chavalos que se acercaron a los movimientos como curiosos, con la única diferencia que portaba con su presencia más responsabilidad social, que era lo que más se necesitaba.

“Las condiciones para la presión sistemática de la dictadura apenas empezaba en el sector, y los compañeros de la noche a la mañana abandonaban la organización por miedo de ser  detectados, lo cual traía constantes crisis, en las que el compañero Ricardo insistió para seguir nuestra postura. Sus labores pasan a ser casi de tiempo completo con el movimiento revolucionario; durante su trabajo se ocupa de pasar documentos, cartas y manifiestos contra la dictadura somocista.

“Desde 1974 a 1976, nuestras reuniones son para planificar mitines y tomas de iglesias; para recaudar fondos para los presos políticos y para la guerrilla sandinista, también para hostigar a la guardia, repartir comunicados del FSLN, para hacer las primeras movilizaciones en el Barrio, las primeras quemas de autobuses urbanos, levantamientos y barricadas, y hasta sumarnos al repudio por el asesinato del compañero Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, donde Ricardo Sú Aguilar participa personalmente en la quema de negocios de la zona comercial de la Carretera Norte, incluido Plasmaféresis e Hilados y Tejidos El Porvenir de Anastasio Somoza Debayle.

“En 1976 Ricardo se inicia como dirigente del movimiento juvenil de la Colonia Máximo Jerez, donde vivía. Fue uno de los fundadores de la Federación de Movimientos Juveniles de Managua (FMJMO), donde su participación es sumamente destacada en las labores de agitación y movilización por los presos políticos en 1977.

“También siendo un militante destacado de la Juventud Revolucionaria Nicaragüense (JRN) y miembro de un Comité Zona de Managua.

“En febrero de 1978 es promovido a los Comando Revolucionarios del Pueblo (CRP),realizando operativos en la Zona del OPEN III, hoy Ciudad Sandino,  en Los Brasiles y Mateare; entre otros operativos están sabotajes con explosivos al oleoducto (petróleo sin refinar) que pasa por el OPEN iii en tiempo de  la primera huelga general. También realiza sabotajes con explosivos a la subestación eléctrica de Los Brasiles, cerca de Mateare; ataques a unidades militares de la guardia al frente del Comando Revolucionario del Pueblo (CRP) “Alberto Oronte”, ataque al Cuarte GN de Los Brasiles el 8 de septiembre de 1978.

“En ese entonces,  sus responsables eran los compañeros Marcos Somarriba (ya fallecido) y César Largaespada (general retirado del Ejército Nacional). En 1978 pasa a integrarse a las organizaciones de masa y a organizar los movimientos juveniles de los barrios  El Riguero y Máximo Jerez; también organiza los Comités de Defensa Civil y las combativas Milicias Populares. Después pasa a ser responsable político de las Colonias combativas Nicarao, Catorce de Septiembre, Américas Tres y Cuatro y el entonces Barrio Meses, hoy llamado Barrio Venezuela.

“Durante la Insurrección, u Ofensiva Final,  se integró al Comando del Frente Interno, y participó como Comisario Político de una columna miliciana, demostrando siempre su alta moral y disposición combativa.

“Cae heroicamente el 28 de junio de 1979 en “Piedra Quemada”, Masaya, a la hora del Repliegue de las fuerzas sandinistas, dando muestras de una gran hermandad sandinista; cae atendiendo a unos compañeros que habían caído heridos por el bombardeo de los aviones”.

En medio de la lucha tenaz contra la dictadura somocista, Ricardo Sú Aguilar escribe el 8 de marzo de 1979, a su madre,  un poema titulado: “Madre Mía”, en cuyo comienzo dice: “Desde la fría y húmeda celda quiero escribirte estos versos y decirte, madre mía, capturado, que estoy prisionero, no para hacerte sufrir, jamás ha sido mi intención. Yo no quiero verte llorar, deseara que estuvieras orgullosa de este tu “muchachito”, como yo lo estoy de ti”.

El padre y la madre de Ricardo Sú Aguilar, Leopoldo Sú Llanes y Rosa Aguilar Villagra, fallecieron hace poco tiempo. Ambos llegaban religiosamente cada año, cada 27 de junio, a encontrarse en “Piedra Quemada” con el llamado “Replieguito por la Ruta Original”, organizado y emprendido por la Asociación de Combatientes Históricos del Distrito IV de Managua y por Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando.  Se encontraban siempre donde la familia Solano, una de las víctimas del feroz bombardeo aéreo somocista contra el Repliegue Táctico de Managua a Masaya en “Piedra Quemada”.

Le sobreviven a Ricardo sus hermanos:   Mirna Marlene, Manuel Salvador, Leopoldo, Juan Carlos, Guillermo Ramón, Leonardo Agustín y Rosa María.

Juan Carlos sigue residiendo en la casa No. E-277 en que se criaron los hermanos mencionados en la Colonia Ricardo Sú Aguilar, o Máximo Jerez (su antiguo nombre), donde son muy conocidos.  Juan Carlos trabaja asimismo en la Contraloría General de la República, ubicada frente al Banco Central de Nicaragua. Responde al teléfono: 22780983.

Miguel Ángel y Marcos Antonio Tapia Gutiérrez

Miguel Ángel Tapia Gutiérrez y Marcos Antonio Tapia Gutiérrez,  a quienes les decían por sobrenombre “Los Burros” en el Barrio La Fuente, hoy Ariel Darce, ambos caídos en “Piedra Quemada” durante el Repliegue Táctico de Managua Masaya.

Miguel Ángel y Marcos Antonio Tapia Gutiérrez vivían de los que fueron “Billares Shanguelo” ocho cuadras al Este y media al Sur, en las cercanías del actual Supermercado “Pali”. El mayor de ellos era Miguel Ángel con un poco más de 20 años. Miguel Ángel era administrador de empresas y Marcos Antonio era maestro o profesor.

Eran cuatro hermanos integrados todos a la lucha armada en este sector oriental de Managua cuando estalla la Ofensiva Final contra la dictadura somocista, en junio de 1979. Los otros dos hermanos eran: Luis Manuel y César Augusto Tapia Gutiérrez, quienes sobrevivieron al infernal bombardeo aéreo de “Piedra Quemada” contra los replegados de Managua, y después fallecieron  por enfermedades comunes, en Managua, en su Barrio Ariel Darce.

La madre de los cuatro es Rosa del Carmen Gutiérrez, quien todavía reside en el mismo sitio que vivía con  sus cuatro hijos mencionados.

Álvaro Tapia Gutiérrez, otro de sus hijos, era  buscado por la guardia somocista y los “escuadrones de la muerte” o “Mano Blanca” de la Oficina de Seguridad somocista genocida, para matarlo. Es el único hijo vivo que ha quedado con doña Rosa del Carmen Gutiérrez.

Álvaro es “lisiado de guerra”. Según su madre, después de producirse el Repliegue a Masaya el 27 de junio de 1979, ella encontró a Álvaro “con las tripas de fuera donde las monjas del Reparto Schick Gutiérrez, porque los guardias lo habían capturado, lo torturaron y lo apuñalaron, aunque no lo mataron porque unos vecinos lo salvaron de que terminaran de asesinarlo.

“Casi todos los días venía aquí la guardia a catearme la casa, en busca de mis hijos, quienes todos andaban metidos en la lucha armada aún antes que estallara la Insurrección en la Zona Oriental de Managua”, recuerda doña Rosa del Carmen Gutiérrez, con lágrimas en los ojos, mientras también vienen a su mente los “orejas” de la Oficina de Seguridad del Barrio “La Fuente”, que nos echaban a la guardia somocista”.

Antes de estallar la Insurrección en la Zona Oriental de Managua, Miguel Ángel era empleado en “Gallo y Villa”, donde ganaba bastante dinero como vendedor de productos comerciales de esta empresa en el Oeste de Managua.

Marcos Antonio trabaja en la Tienda de Gallo y Villa también. Según doña Carmen, por el  buen salario de estos dos hijos, ella vivía bien. “Hoy vivo sola con mi hijo Álvaro, lisiado, que no puede trabajar, y yo tengo que arreglármelas con 1,500 córdobas de pensión y buscarme el resto “por cuenta propia”, mientras cada vez puedo moverme menos, pues por la edad hay ocasiones en que no puedo ni caminar”, dice esta Madre de Héroes y Mártires sandinistas.

“Cuando mis cuatro hijos se fueron en el Repliegue a Masaya, yo no supe nada de inmediato. Me quedé solita. El 28 de junio de 1979 me vinieron a informar unos amigos que Álvaro, mi quinto hijo, estaba grave de muerte donde las monjitas del Reparto Schick, donde lo habían atendido, pero era necesario buscar un médico con urgencia. Al mismo tiempo, los guardias asesinos de la EEBI me llegaron a catear la casa nuevamente. Tuve que huir hacia donde amigos y familiares en el mismo Reparto Schick”, recuerda Rosa del Carmen Gutiérrez, quien actualmente tiene ya 79 años. Álvaro, herido gravemente, le contó que sus otros cuatro hermanos se habían ido en el Repliegue Táctico de Managua Masaya.

A Álvaro, el único que queda vivo, también cumplía tareas militares en  la llamada Jornada de Exploración en la Vanguardia y Retaguardia del Repliegue de Managua a Masaya, cuando fue capturado y casi es asesinado por los sicarios del régimen somocista genocida en la parte Este del Reparto Schick, cerca del Tanque Rojo y del cauce de las cercanías del mismo Tanque Rojo, por donde pasó el grueso de más de seis mil managuas en el Repliegue a Masaya, entre las once de la noche del 27 y la una y media de la mañana del 28 de junio de 1979.

Todos estos muchachos Tapia Gutiérrez  formaban parte de las estructuras de Combatientes Populares, de correos guerrilleros clandestinos, de fabricantes de explosivos, de propagandistas armados, de emboscadores de patrullas de guardias somocistas genocidas. Los cinco se fueron en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya el 27 de junio de 1979. Según los reportes históricos, los cuatro se integran al  Repliegue en la calle misma de la Clínica Don Bosco, en el Barrio Santa Bárbara (hoy Barrio Venezuela), donde se sumaron a las columnas jefeadas por William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo.

Al retornar a Managua el 19 de julio de 1979, Luis Manuel y César Augusto Tapia Gutiérrez, hermanos menores, le vinieron contando a su madre que Miguel Ángel y Marcos Antonio cayeron al ser partidos sus cuerpos por charneles de bombas de 1,000 libras.

Sin embargo, al regresar  en busca de sus cadáveres, nunca fueron encontrados. Su madre, Rosa del Carmen Gutiérrez, dice que con sus hijos menores buscó “palmo a palmo” los cadáveres de sus dos hijos en “Piedra Quemada”, en Masaya, frente a la entrada antigua del Volcán Masaya.

“También anduve buscando afanosamente donde los guardias asesinos acostumbraban tirar cadáveres en Managua, como la “Cuesta del Plomo”, la “Escuela de Artes”, en las cercanías de Laguna de Xiloá, en los cráteres del Volcán Masaya, en la orilla de la Laguna de Masaya, frente al Teatro Rubén Darío, en las Lomas de San Judas, y !nada pude encontrar¡ Mis otros dos hijos aseguraban que Miguel Ángel y Marcos Antonio murieron en “Piedra Quemada”, pero sus restos nunca pudimos encontrarlos”, indica Rosa del Carmen Gutiérrez,

Mucho tiempo después del Triunfo de la Revolución,  fallecieron sus otros dos hijos: Luis Manuel y César Augusto, por causas naturales. Se ha quedado sólo con la compañía de Álvaro, quien no puede trabajar por su condición de lisiado de guerra.

Hay un monumento dedicado a Miguel Ángel y Marcos Antonio en la dirección mencionada arriba, de donde fueron los “Billares Shanguelo” ocho cuadras al Este y media al Sur.   Rosa del Carmen Gutiérrez reside en esa dirección y tiene el número de teléfono convencional: 22891862.

 

César Augusto  “Moisés”  Silva, Héroe Sandinista y Jefe Guerrillero

Una biografía oficial y familiar de César Augusto “Moisés” Silva  indica que este Héroe Sandinista y Jefe Guerrillero  nació  el 18 de febrero de 1947  en Chichihualtepe, comarca o comunidad de El Crucero, el lugar  más alto (925 metros de altura) en el Sur  del Departamento de Managua.

César Augusto Silva  fue uno de los Jefes Guerrilleros  más talentosos, valientes y audaces en la contienda militar insurreccional de junio de 1979, en contra de la dictadura somocista genocida, en Managua. Fue un estratega  militar revolucionario extraordinario, según la valoración que de él hizo  el Comandante Carlos Núñez Téllez, jefe del Frente Interno  Insurreccional   en Managua, Masaya, Carazo y Granada.

César Augusto Silva  fue jefe de columnas guerrilleras desde mucho antes que estallara la Insurrección Sandinista en Managua. Con esa columna de Combatientes Populares, dirigida  por él,  se mantuvo operando  con emboscadas a patrullas BECAT de la Guardia Nacional  en sectores populosos como  Américas Cuatro (Villa Venezuela), Américas Tres (Villa Revolución), Américas Uno, Colonia Primero de Mayo, Colonia Cinco de Diciembre, Villa Libertad, Villa Fraternidad, Villa Las Sabanas, Reparto Veracruz, Colonia Catorce de Septiembre, Asentamiento La Habana y su propio Barrio Ducualí.

Estos vecindarios  los conocía César Augusto Silva   como a sus manos, pues en la mayoría de ellos  había trabajado  como obrero de la construcción, y porque era, inclusive,  de los mejores propagandistas revolucionarios y armados del  grupo o Tendencia de los Proletarios, que eran jefeados por los Comandantes de la Revolución Carlos Núñez Téllez, Jaime Weelock Román y Luis Carrión Cruz.

Al mismo tiempo  estudiaba  de noche su último año de bachillerato en 1979. Fue  también  uno de los jefes del Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Ubicado en Masaya, los Estados Mayores del Frente Interno y de Managua, comandados respectivamente   por Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo; y Mónica Baltodano Marcenaros, Osbaldo Lacayo Gabuardi y Raúl Venerio Granera, le confiaron, junto a Marcos Somarriba García, y otros Jefes Guerrilleros, dirigir  los combates  en contra de la  guardia somocista  sanguinaria genocida, la cual se había atrincherado en la Fortaleza del Cerro Coyotepe, en la Fábrica de Clavos INCA, en la llamada Hielera  y en el Cerro La Barranca, desde donde  bombardeaban y ametrallaban  toda la Ciudad de Masaya, durante todo el día y toda la noche, lo cual se volvió un infierno  para los pobladores de la “Ciudad de las Flores” y para los mismos Jefes Guerrilleros y Combatientes Populares del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

En estos quehaceres   revolucionarios peligrosos y patrióticos andaba cuando fue alcanzado  por una bala de un francotirador del Cerro Coyotepe  el cinco de julio de 1979.  Según  relatos de sus compañeros de combates  por la Defensa de Masaya, sin tomar las medidas estrictas de seguridad, César Augusto Silva  andaba  haciendo una exploración  del terreno en el lado Sureste del Cerro Coyotepe, por el lado del camino que conduce al Municipio de Tisma, con  el fin de arreciar por allí  los ataques militares del FSLN a los guardias genocidas, y sacarlos de las posiciones mencionadas arriba, cuando  fue baleado  mortalmente, causando una enorme pesadumbre entre los mandos del Frente Interno y del Estado Mayor de Managua, y los Combatientes Populares, especialmente  los que formaban las columnas de combates que  él jefeaba en Masaya, después de realizado el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

César Augusto “Moisés”  Silva  era uno de diez  hermanos, criados y dirigidos  por su madre Josefa Silva Gómez. Sus otros hermanos son: William,  Augusto, Miriam, Róger, Sergio, Sara, Luis, Yolanda y Mauricio.

Todos vivían con su madre  en una casita humilde del Anexo del Barrio Ducualí, ubicado de la Clínica Don Bosco (Barrio Venezuela, entonces  conocido como Santa Bárbara)  hacia el Sur, en un callejón estrecho.

Según Sara, una de sus hermanas, César Augusto Silva  fue rebelde  desde  cuando aún era adolescente, pues con frecuencia participaba en protestas estudiantiles  y de barrios contra el somocismo sanguinario genocida.

Se conoce y conecta   con jefes proletarios  en Managua

En el Colegio nocturno  se vinculaba  con estudiantes y maestros que  abiertamente o secretamente  participaban  en la lucha antisomocista, desde más o menos  1976.  En estas luchas se conoció con los Comandantes  Carlos Núñez Téllez, Jaime Weelock Román y Luis Carrión Cruz; con Gabriel Cardenal Caldera, con Carlos Carrión Cruz, con René Cisneros  Vanegas, Arnoldo Real Espinoza, quienes llegaban a reuniones clandestinas en su casa  mencionada,  en Ducualí.

También llegaban a reunirse con César Augusto Silva  los Comandantes William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo, quienes respectivamente eran jefes de las Tendencia Guerra Popular Prolongada  y Tercerista.

Estas  reuniones clandestinas  las descubrieron dos agentes de la Oficina de Seguridad, llamados Jaime  y Francisco Fajardo, quienes  lo vigilaban de día y de noche  en la calle  polvorienta del Anexo  al Barrio Ducualí.

La actividad  tenebrosa de estos despreciables  agentes de la Oficina de Seguridad somocista, llamada  OSN,   obligó a César Augusto Silva  a tomar medidas  especiales  para que no lo agarraran. Su hermana Sara   indica que recurrió al truco de pelonearse  sombreros de alas anchas, colocarse pelucas, o vestirse de forma diferente, para que los agentes despreciables de la Oficina se Seguridad no lo reconocieran  al entrar y salir de su casa  y de la calle estrecha  en que vivían él y su familia.

Su madre Josefa era su correo. Aprende oficio de carpintero

Sara añade  que cuando se aproximaba la Insurrección de Septiembre de 1978, César Augusto Silva extremó  sus precauciones  y entonces  convirtió en su correo a su madre  Josefa Silva Gómez. Doña Josefa  se encargaba entonces de irle  a dejar y traerle mensajes del FSLN   para continuar la lucha callejera  en contra de la dictadura somocista genocida. Su madre, sus hermanas y hermanos  y algunos vecinos  se encargaban de encubrirlo para que no fuese detectado   por los “orejas” asesinos de la Oficina de Seguridad, o policía política somocista genocida.

Volviendo a sus antecedentes  históricos, una biografía  suya, muy breve,  que Sara conserva con especial cariño, se indica que “Moisés” Silva  por necesidad de sostener económicamente a su familia (su madre y sus hermanos) se trasladó de Chichihualtepe al casco urbano de Managua, para aprender el oficio de carpintero.

“Moisés” Silva  aprendió rápido este oficio y también se convirtió  en albañil. En Managua  aprendió numerosos oficios  útiles  para  ganarse la vida, recuerda Sara  Mayorga Silva, una de sus nueve hermanos.  Se afilia, como obrero activo y luchador social y político en la Central General de Trabajadores I (CGT(i) (independientes),   donde participa   en las luchas de esta Central Sindical  en contra de los  empresarios  privados mafiosos  y en contra del  gobierno somocista genocida.

Se enrola  en el Partido Socialista y en la CGT(I)

En busca  de una organización política superior, para profundizar la lucha  revolucionaria  antidictatorial, con el fin de  enriquecer  su teoría y práctica revolucionaria, “Moisés” Silva  se enrola  en el Partido Socialista Nicaragüense  en  1970, donde se conoce con Álvaro Montoya Lara, Federico López Argüello, Álvaro Ramírez González, Nathan Sevilla Gómez, Guillermo Baltodano Serrano, Rolando Alvarado, el doctor Medina, Francisco “Chico Garand” Guzmán Fonseca, Amada Pineda, etc., muchos de los cuales habían viajado a la Unión Soviética  para capacitarse en lucha armada guerrillera  y elaboración de explosivos.

“Moisés”  Silva  milita  en el Partido Socialista Nicaragüense  en los momentos en que hay una prolongada y acalorada discusión  política  sobre si se debe o no  enrolarse en la lucha armada  para derrocar a la dictadura  somocista  genocida.

Quienes abogaban por la lucha armada  eran pocos, entre otros: Álvaro Montoya Lara, Álvaro Ramírez González, Federico López Argüello y Amada Pineda, por ejemplo, quienes optan  por salirse  del Partido Socialista  y darle su respaldo total al FSLN  para continuar la lucha armada guerrillera.

En medio de estas discusiones, “Moisés”  Silva al mismo tiempo se vincula  con el grupo numeroso de sandinista de la Tendencia Proletaria del FSLN, jefeada entre otros por: Carlos Núñez Téllez, Jaime Weelock Román, Luis Carrión Cruz, Carlos Carrión Cruz, Gabriel Cardenal Caldera, René Cisneros Vanegas, César Largaespada Palavicini, Sergio “Marcio 13” Gómez Vargas, Marcos Somarriba García, Humberto del Palacio González, Ricardo Robleto Espinoza, Lucío Jiménez Guzmán, Darmalila Carrasquilla y Arnoldo Real Espinoza.

“Moisés”  Silva  entonces se vincula  con centenares de estudiantes universitarios y de secundaria, obreros de la construcción y de fábricas de la Carretera Norte, con Cristianos Revolucionarios, más algunos Jefes Guerrilleros, y de ese modo se integra en las estructuras clandestinas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

En 1978, por orientaciones de la Jefatura Suprema de la Tendencia Proletaria efectúa un operativo militar  contra SIMITEL, un organismo de comunicaciones de la dictadura somocista genocida, que era  jefeado directamente por Anastasio Somoza Debayle.

Ejecuta asalto bancario  o recuperación económica

En diciembre de 1978, siguiendo orientaciones del Estado Mayor de la Tendencia Proletaria  en Managua, jefea una escuadra  que  asalta en plena calle una furgoneta  del Banco de América, operativo militar revolucionario de “recuperación económica”  que deja  como saldo positivo  un millón de córdobas para el FSLN   clandestino, cuyas estructuras usan este dinero  para comprar armas y municiones  destinadas  a la Insurrección Final de junio de 1979.

Se convierte en Miliciano y Jefe Guerrillero

Sus  jefes inmediatos  en el FSLN clandestino le orientan a convertirse  en miliciano  en  las Américas Tres, hoy Villa Revolución, aún antes de la Insurrección de septiembre de 1978.  Estructura  una escuadra de Combatientes Populares, de la cual es nombrado Jefe  por el Estado Mayor de la Tendencia Proletaria en Managua.

Con esta escuadra de Combatientes Populares ejecuta emboscadas y hostigamientos a los guardias somocistas genocidas que andan en patrullas BECATS y en Secciones de Policía como la del Reparto Schick Gutiérrez, ubicada entonces del Tanque Rojo  dos cuadras al Oeste, en la orilla del cauce, dentro de un colegio de primaria y secundaria.

Con esta escuadra, nombrada “Jorge Navarro”,  opera en vecindarios  como Américas Cuatro, Américas Tres, Américas Uno, Colonia Cinco de Diciembre, Reparto Jardines de Veracruz, Colonias Catorce de Septiembre y Nicarao, Asentamiento La Fuente (hoy Ariel Darce) y Reparto Schick Gutiérrez, donde se coordinaba  con René  Polanco Chamagua y Juan Carlos “Marcial” Soza Aragón.

En  esos días  ya tensos  militarmente hablando, organiza un Hospital Clandestino  en Américas Cuatro (hoy Villa Venezuela), con el fin de atender  a los Combatientes  Populares  y pobladores  que fuesen heridos en combates  contra los guardias somocistas  genocidas.

En abril de 1979,  su escuadra original ya está convertida en  columna guerrillera clandestina “Jorge Navarro”, debido a que  cada vez se integran más Combatientes Populares, que él mismo entrena  en el manejo de armas  y en tácticas  militares guerrilleras.

Ataca Sección de Policía GN y resulta  herido grave

Precisamente en este de abril de 1979, organiza  y desarrolla  un operativo militar de ataque a la Sección de Policía de la Guardia Nacional  en el Reparto Schick Gutiérrez. El ataque sorpresivo es exitoso, y le causan  ocho bajas  (heridos)  a la Sección de Policía GN.  “Moisés” Silva  resulta  herido  en un pulmón en este combate  y es rescatado  por sus compañeros y compañeras de la unidad o Columna de Combate Guerrillero.

Al momento en que era rescatado, le ordena a los miembros de la Columna Jorge Navarro  que también rescaten su arma guerrillera, porque la Orden  del Estado Mayor del Frente Interno  era  que no se debían perder armas, y que al revés, era indispensable arrebatarle  armas de guerra al enemigo  somocista sanguinario genocida.

“Moisés” Silva  es llevado  por sus  compañeros  al Hospital Clandestino que él mismo había organizado clandestinamente en Américas Cuatro  (Villa Venezuela). Médicos  amigos  lo curan  en ese Hospital Clandestino.

Levanta barricadas  en Américas Uno, y se toma numerosos barrios orientales

Se recupera de  las heridas. Cuando es cuatro de mayo de 1979, su Columna Jorge Navarro  levanta barricadas  en la entrada principal de Américas Uno, donde es hoy una gasolinera.

El nueve de junio de 1979, día  en que formalmente estalla la Insurrección Sandinista en Managua, César Augusto “Moisés” Silva  ya tiene instrucciones precisas de los Estados Mayores del Frente Interno y de Managua de  desarrollar  la toma de vecindarios de la Zona Oriental  capitalina, y su ámbito de operaciones militares se  amplía  hasta  Villa Libertad, Colonia Primero de Mayo  y la Colina 110, donde su Columna Jorge Navarro  traba  combates en contra de patrullas BECATS  y contingentes (en camiones  con ametralladoras y fusiles)   en las calles de estos vecindarios de la Zona Oriental de Managua.

Estratega militar nato. Resistencia  contra unos 500 guardias genocidas

Era  un estratega militar nato. “Moisés”  Silva daba  el mejor ejemplo a los miembros de su Columna Jorge Navarro, pues siempre  estaba adelante, en la primera línea de fuego, dirigiendo  combates o emboscadas  contra los guardias somocistas genocidas y los “orejas” de la Oficina de Seguridad (OSN).

Además  tenía la cualidad  de estudiar  las tareas  militares  que iban a desarrollar en los vecindarios mencionados  arriba, y en conjunto  con su Columna Jorge Navarro  elaboraban  la planificación de las acciones militares, y a cada uno, hombres y mujeres, les asignaba una tarea  militar.

Estas  cualidades  las pude apreciar  el 13 de junio de 1979  cuando la Guardia Nacional somocista genocida  lanzó una ofensiva  militar  enorme  por el lado de Sabana Grande, por donde entró  con diez camiones repletos de soldados y oficiales, tal vez  unos 500 efectivos. En esos camiones iban  emplazadas, en trípodes, ametralladoras  calibre 50 y 30.

Los guardias  portaban  dos fusiles cada uno: uno en uso y el otro cruzado  por la espalda o en el pecho, y  una enorme cantidad de municiones, en el momento  en que se oían trasmisiones radiales de la Guardia Nacional, mediante las cuales  Nicolás Valle Salinas, coronel y jefe de la llamada “Central de Policía”, repetía una y otra vez: “Tenemos armas y municiones  para combatir  100 años, sin queremos”.

Ese contingente de soldados GN somocistas  iban  encabezados por dos tanquetas y un tanque Sherman. Con esas ametralladoras y tanquetas  cometieron la Masacre de la Colina 110. En estos momentos durísimos  las columnas guerrilleras  jefeadas  por César Augusto “Moisés”  Silva,  Ramón “Nacho” Cabrales Aráuz, Humberto “Cucharita” del Palacio González y José  Ángel Benavidez, no tenían más de 20 Combatientes Populares cada  una.

Sin embargo, con  agilidad  e inteligencia  increíbles, más coordinación concertada,   le hicieron frente  al avance  mortal  del contingente de guardias asesinos, hasta detenerlos “en seco”  en el lado Este de las Colonias Catorce de Septiembre y Nicarao.

Precisamente allí estaba César Augusto “Moisés”  Silva  con su Columna Jorge  Navarro haciéndoles  imposibles  los movimientos  militares a los guardias, los cuales  tuvieron  que “reconcentrarse”  en determinado lugar cuando cayó   la noche, porque le temían, le tenían terror  a las Columnas jefeadas  por “Moisés” Silva, Ramón Cabrales Aráuz, José Ángel Benavidez, quien cae al siguiente día, 14 de junio de 1979, combatiendo a este mismo contingente de asesinos  en el lado Norte de la Colonia Catorce de Septiembre.

Comandante Núñez Téllez lo elogia en “Un Pueblo en Armas”

El Comandante  Carlos Núñez Téllez  en su libro “Un Pueblo en Armas” (este libro es un informe  sobre  la Insurrección Sandinista en Managua, Repliegue Táctico a Masaya, Defensa de Masaya, y liberación de todos los llamados Pueblos Blancos, Diriamba, Jinotepe y Granada), valora a “Moisés”  Silva  como uno de los mejores  jefes militares, como uno de los más audaces, inteligentes  y siempre  despierto  para ir a organizar una emboscada, trabar un combate  con contingentes de guardias asesinos  y  hacer trabajos de inteligencia  militar  en el terreno insurreccional  capitalino.

Estas valoraciones del Comandante Núñez Téllez  fueron  todavía más elogiosas   cuando en plena Insurrección, el 15 de junio, “Moisés”  Silva y su Columna  de Combatientes, después de una labor de inteligencia  militar, le montan una emboscada a un contingente de guardias que iban en dos camiones  en medio de la Colonia Nicarao.

Mediante bombazos de contacto, fusilería y una ametralladora, logran destruir  los camiones, perecen más de diez guardias y el resto huyen despavoridos. La emboscada dejó como logro  militar una enorme cantidad de municiones  y varios fusiles automáticos, lo que fue elogiado  por el Comandante Carlos Núñez Téllez, porque esas balas eran necesarias para los fusiles  libertarios.

Fue uno de los jefes militares en el Repliegue Táctico a Masaya

Cuando se produce el Repliegue Táctico a Masaya, el 27 de junio de 1979, en la noche; “Moisés” Silva  es uno de los Jefes Guerrilleros  que iban como jefes  en las tres grandes Columnas  en que fue organizado  el Repliegue  (en que íbamos casi siete mil managuas) por los Estados Mayores del Frente Interno y de Managua.

Cuando los Combatientes Populares y Jefes Guerrilleros  llegan a Masaya, César Augusto Silva  es uno de los jefes  militares  designado  por el Estado Mayor del Frente Interno  para defender la Ciudad de Masaya, que está siendo  atacada  todo el día y toda la noche, desde el Cerro Coyotepe, la Fábrica de Clavos INCA, Hielera y Cerro La Barranca, donde los guardias estaban atrincherados después de ser derrotados  por el FSLN guerrilleros  en todos sus 16 cuarteles  y en las calles de Masaya, conocida también como “Ciudad de las Flores”.

Con esta tarea  militar, comandando seis unidades de combate, “Moisés” Silva se desempaña  como siempre de forma eficiente, audaz, valiente, inteligente, estratégico, haciéndoles la situación militar imposible a los guardias somocistas genocida, jefeados   por  el coronel Meneses Cantarero, quienes  tenían que retroceder con frecuencia  ante las acometidas de los Jefes Guerrilleros y Combatientes Popular  guiados  por César Augusto Silva.

Cae combatiendo heroicamente  el cuatro de julio, en Masaya

Llegó el cinco de julio de 1979.   Buscando  cómo desalojar  a las tropas  somocistas de los sitios mencionados  y especialmente  quitarles las  rutas de movilización  que tenían  por el “camino de los cocos” hacia el Municipio de y hacia el lado de Tipitapa, “Moisés” Silva se desplaza  con una escuadra  de apenas  diez Combatientes Populares por ese rumbo, y repentinamente se topan  con un contingente de unos 60 guardias superarmados  y se traba un combate balístico feroz, mientras “Moisés”  como siempre está en la primera línea de fuego.

Supuestamente, en este combate, “Moisés” Silva y su escuadra no toman las precauciones correspondientes, y un francotirador GN genocida ubicado en el Cerro Coyotepe,  lo balea mortalmente  y muere  gritando ¡¡Patria Libre o Morir, Patria o Muerte, Venceremos!! Otros compañeros  resultan heridos  pero logran sacar su cuerpo del escenario combativo. Lo sepultan  en los alrededores.

El 24 de julio de 1979, después del Triunfo Revolucionario, que “Moisés” Silva no pudo ver ni disfrutar, sus hermanos, su madre Josefa Silva Gómez, y autoridades revolucionarias de Masaya y Managua, exhuman su cadáver  y lo sepultan  frente a la  entrada principal del Cementerio Oriental de Managua, donde siempre hay flores y una bandera rojinegra   pintada en su tumba.

Denis Miranda Corrales

Denis Miranda Corrales es recordado como uno de los 180 Combatientes Populares insurreccionados en la Colonia Catorce de Septiembre y en el Asentamiento o Reparto Santa Emilia, hoy llamado General Omar Torrijos Herrera, ambos vecindarios situados en la “Zona Oriental de Managua”.

Eduardo “Guayo” Vega, uno de aquellos 180 Combatientes Populares y hoy directivo de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, lo recuerda como un joven consciente de la importancia histórica de la Insurrección Sandinista, y como tal estaba plenamente integrado a las tareas combativas de junio de 1979.

Era un joven de 20 años, estudiante nocturno de secundaria, o bachillerato, y al mismo tiempo trabajaba para el sustento de su numerosa familia, pero no se sabía dónde. Su familia numerosa, encabezada por su madre Enna Corrales, alquilaba un cuarto en la Colonia Catorce de Septiembre.

Durante la Insurrección Sandinista en la Zona Oriental de Managua hizo labores de correo clandestino, de fabricador de explosivos, de trasladador de armas de un buzón a otro, de explorador para saber cómo se movían los guardias o soldados, los “orejas” y “soplones” de la Oficina de Seguridad y de la Guardia Nacional somocista genocida.

“Guayo” Vega y otros compañeros Combatientes y Colaboradores Históricos de la Colonia Catorce de Septiembre recuerdan que Miranda Corrales se fue en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

También recuerdan que todavía lo vieron en el Cruce de Veracruz, donde se produjo un combate con una patrulla de guardias emboscados en un chagüital cercano a la Carretera de la Comarca Veracruz.

El Repliegue de Managua a Masaya continuó del Cruce de Veracruz hacia “Piedra Quemada”, frente a la entrada antigua del Volcán Masaya, el 28 de junio de 1979, en la mañana.

El grupo de los 180 se dividió al desatarse el bombardeo aéreo somocista en “Piedra Quemada”, donde algunos de sus compañeros vieron caer, impactado por charneles de bombas, a  Denis Miranda Corrales. No se supo si alguien enterró su cadáver en “Piedra Quemada”.

Al hacer el recuento, o lectura de listado de sobrevivientes en Masaya, el 29 de junio de 1979, en la mañana, no estaban Marta Villanueva Román y Denis Miranda Corrales. “Guayo” Vega piensa que los caídos de la Colonia Catorce de Septiembre y Santa Emilia, durante el Repliegue de Managua a Masaya, fueron más de dos.

Era una familia muy numerosa y pobre la de Denis Miranda Corrales. Vivían juntos padres, hijos, nietos y sobrinos. Inmediatamente después del Triunfo de la Revolución, la madre de Denis Miranda Corrales, con el apoyo de Combatientes Populares de la Catorce de Septiembre y del Barrio Santa Emilia, iniciaron la búsqueda del cadáver o restos de Miranda, pero no lo encontraron. Buscaron en “Piedra Quemada”, en el Cruce de Veracruz, en el Camino Viejo de la Carretera a Masaya a Nindirí, en la propia Ciudad de Masaya, y no lo encontraron. Quedó como desaparecido.

Doña Enna, su madre, siempre se mostró desconsolada por la muerte de su hijo Denis y porque no fue encontrado su cadáver.

Sin conocerse las razones esta familia de Denis Miranda Corrales vendió el lote que se les había dado gratuitamente en el Barrio Omar Torrijos y se fueron todos, a finales de la década del 80, sin dejar rastro o nueva dirección para ubicarlos.

A finales de la década de los 90 se supo, sin confirmación,  que doña Enna falleció por un cáncer. Sin embargo, al menos en el antiguo Barrio Santa Emilia, hoy Omar Torrijos Herrera, nadie conoce para qué lado de Nicaragua se fueron sus familiares.

Eduardo “Guayo” Vega vive en la Colonia Catorce de Septiembre y es uno de los directivos de la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos “Carlos Fonseca Amador”, presidida por Frank “Machillo” González Morales, situada de la “Racachaca” dos y media cuadras al Sur, en el Barrio Altagracia, en Managua.

 

 

Freddy “Büitre” Sandoval Cáseres

Freddy “Büitre” Sandoval Cáseres, 22 años,  estudiante de ingeniería en la UNAN-Managua, fue gravemente herido por charneles de rockettes, lanzados por la Guardia Nacional de asesinos de la dictadura somocista, en “Piedra Quemada”, frente a la entrada antigua del Volcán Masaya, el 28 de junio de 1979, a las once de la mañana, testimonia Jorge Douglas Aguilar Uzaga, hermano de Marlene Fátima Aguilar Uzaga, caída allí mismo en “Piedra Quemada”.

Esta versión es confirmada por su hermano Sergio Sandoval Cáseres, quien reside actualmente en la Colonia Don Bosco, de donde fue la “Foto Castillo” 75 varas al Norte, en el costado Oeste del Centro Juvenil Don Bosco, en Managua.

“Büitre” Sandoval Cáseres, según su hermano Sergio, laboró en la empresa “Kola Shaler”, en Ciudad Jardín y en el Instituto Agrario de Nicaragua (IAN), en la administración, pues él por su cuenta, además de Bachiller en Ciencias y Letras, se había especializado en labores administrativas y de contabilidad.

A toda la familia les decían “Cogollos” y al mismo Freddy sus amigos y compañeros de trabajo le decían “Cogollo”.

Sandoval Cáseres era uno de los Combatientes Populares de los sectores de las Colonias Nicarao, Santa Julia, Don Bosco, Colombia, Diez de Junio, El Dorado y del Barrio Ducualí, testimonia Jorge Douglas Aguilar Uzaga, quien era, con su hermana Marlene Fátima, Cela Patricia Amador Aguilar, Manuel Barrantes Aguilar, Mario Barrantes  e Isabel Aráuz Rugama, uno de los centenares de combatientes guerrilleros durante la Insurrección Sandinista, u Ofensiva Final, de junio de 1979, en Managua.

Su hermano Sergio indica que Freddy Sandoval Cáseres estaba, muchos antes de la Insurrección de junio de 1979, plenamente integrado a la lucha política y guerrillera con el grupo de la Colonia Nicarao, y por este motivo a él, “El Büitre”, mucho se le oía hablar de las gemelitas cuando se refería a Marlene “Mary” Aguilar Uzaga y a Cela Patricia Amador Cisneros.

Añade Sergio que su hermano participaba en la elaboración de folletos y volantes con propaganda armada, las cuales imprimían clandestinamente en mimeógrafos del Centro Juvenil Don Bosco y en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, y después el grupo de la Nicarao distribuía esa propaganda en mitines en la Catorce de Septiembre, en Bosco, Diez de Junio, Ducualí, El Edén, etc.

Sergio asegura que “Büitre” Sandoval Cáseres andaba con el grupo guerrillero de Francisco Meza Roja, Marcos Somarriba García, Camilo  Chamorro ,  Raúl Areas Chamorro y Ricardo “Robletón” Robleto Espinoza, y que por estos motivos también apareció en trincheras de combate de los vecindarios de Santa Rosa, Bello Horizonte, “Blandón” (hoy Barrio Costa Rica) y Riguero Norte.

El testimonio de Douglas Aguilar Uzaga indica que este joven Freddy Sandoval Cáseres formaba parte de la “pelota” de Combatientes Populares de la Colonia Nicarao, pues él (Freddy) y su familia alquilaban un cuarto en una de las casas de la Colonia Nicarao, al momento de la Insurrección Sandinista y del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

El testimonio de Aguilar Uzaga añade que Sandoval Cáseres y su familia eran seres humanos muy pobres, e integrados plenamente a la lucha política y armada para derrocar al somocismo genocida.

Freddy Sandoval Cáseres participó en incontables acciones militares y políticas en este sector donde estaba organizado. Testimonios lo ubica como participante en trincheras de combates en la Colonia Nicarao, en la Colonia Diez de Junio, en Ducualí y en el Puente El Edén. Se fue en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, el 27 de junio de 1979, en la noche.

Asimismo, Aguilar Uzaga lo vio participar activamente en el combate contra una patrulla de guardias somocistas genocidas en el Cruce de Veracruz, donde cayeron combatiendo heroicamente Aristeo Benavidez, Carlos “Paco” Miranda y Juan Ramón “Ringo” Rizo Villagra. Este combate popular contra guardias emboscados se produjo a las seis y media de la mañana del 28 de junio de 1979.

Según Jorge Douglas Aguilar Uzaga, casi al mismo tiempo de la caída de su hermana Marlene Fátima Aguilar Uzaga, Ricardo Sú Aguilar y Manuel Barrantes Aguilar, en “Piedra Quemada” cuando el bombardeo aéreo  estaba en lo más intenso y mortal, Freddy Sandoval Cáseres fue herido gravemente por charneles de rockettes en varias partes del cuerpo.

“Yo era uno de los  Combatientes Populares que iba cargando heridos en medio del bombardeo aéreo. Aquello fue realmente horrible, espantoso. Un grupo de cargadores de aquellos casi 200 heridos que llevábamos, también atendimos a Freddy Sandoval Cáseres, quien siguió caminando a pie, mientras iba desangrándose y nosotros no pudimos hacer nada para impedir ese desangramiento”, relata Jorge Douglas Aguilar Uzaga, 37 años después de ocurrido el Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Continúa el relato de Aguilar Uzaga: “Así desangrándose, igual que el resto de heridos, llegó al casco urbano de Nindirí. Freddy Sandoval Cáseres continuó caminando, cargando su fusil y un saquito de bombas de contacto, cuando continuamos la marcha lentísima, incomodísima y sigilosa por los desfiladeros de la Laguna de Masaya, hasta que llegamos al Colegio Don Bosco, en Monimbó, acordate, casi a las dos de la mañana del 29 de junio de 1979. Freddy pudo llegar hasta Monimbó ayudado por sus compañeros. Inmediatamente, llevamos todos los heridos al Hospital de Masaya, ya tomado por guerrilleros sandinistas, incluyendo a Freddy Sandoval Cáseres”.

“Sandoval Cáseres se había desangrado demasiado. Posiblemente se le hubiera salvado la vida, pero supe que hubo complicaciones porque no había sangre en el Hospital, pues se había agotado atendiendo a una enorme cantidad de heridos en la Insurrección de Masaya, más los casi 200 heridos que nosotros llevábamos en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. No estoy seguro de si murió el mismo día 29 de junio, o el 30 de junio. Su cuerpo fue sepultado en un patio baldío que había al norte de la Iglesia San Jerónimo, de donde fue exhumado por su familia casi seis meses después del Triunfo de la Revolución Sandinista”, añade Jorge Douglas Aguilar Uzaga.

La familia de Freddy Sandoval Cáseres se trasladó después para la Colonia Don Bosco, al Oeste del muro del Centro Juvenil Don Bosco, en Managua, casi inmediatamente después del Triunfo de la Revolución Sandinista.

Freddy Sandoval Cáseres dejó una esposa llamada Leyla Bermúdez y un hijo pequeño identificado como Jefred Sandoval Bermúdez.

Los padres de Freddy “El Büitre” Sandoval Cáseres fueron:  Ramón Sandoval Solís y Francisca Cáseres Rojas. Están vivos sus hermanos: Óscar, Danilo, Ramón y Sergio. Este último labora actualmente como vigilante en la Dirección General de Ingresos.  Vive o reside: de donde fue “Foto Castillo”, en la Colonia Don Bosco No. F298, 75 varas al Norte. Tiene los teléfonos:  22485733  y 86965895.

 

 

 

 

 

Marcos Antonio “Salvador” Somarriba García, Jefe Guerrillero en Insurrección de Managua y del Repliegue Táctico  de Managua a Masaya.

 

El Comandante de la Revolución, Carlos Núñez Téllez (fallecido en 1990), mediante un discurso hizo el siguiente esbozo biográfico sobre Marcos Somarriba García, al fallecer, lamentablemente, este valioso revolucionario sandinista en un accidente aéreo el 16 de agosto de 1982:

Comandante Guerrillero y de Brigada, Marco Antonio “Salvador” Somarriba García, clandestino del barrio Riguero, jefe militar en el Barrio Santa Rosa y durante el histórico Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Nace el 28 de abril de 1953 en León, en el seno de un hogar proletario conformado por José Marcos Somarriba, carpintero, y Gudelia García, costurera.

Los años de infancia y su primaria transcurren en su ciudad natal, en una escuelita pública y la adolescencia en las aulas del Instituto Nacional de Occidente (INO) de Marcos  Antonio transcurre en León, en donde desempeña más tarde sus primeras responsabilidades como correo para en noviembre de 1971, hasta convertirse en fundador del Movimiento Estudiantil de Secundaria (MES) junto al comandante Francisco Meza Rojas y el Comandante de la Revolución Carlos Núñez Téllez, Jefe del Estado Mayor General del Frente Interno.

En 1972 se integra a las filas de la vanguardia bajo la responsabilidad del Comandante Proletario Carlos Roberto Huembes, miembro suplente de la Dicción Nacional del FSLN,  y asume la tarea de miembro del Comité Ejecutivo del Frente Estudiantil Revolucionario (FER), la cual desempeñará hasta 1975, cuando,  al pasar a la clandestinidad todos los miembros del comité les corresponde hacerse cargo a nivel nacional del FER, coordinando los comités ejecutivos de León, Managua y Carazo.

Ese mismo año 1975 pasa a la clandestinidad y asume en Managua la responsabilidad de los barrios orientales y del Norte de Managua, bajo la orientación del Comandante de la Revolución, Luis Carrión Cruz, en donde Marcos Somarriba García funda la Federación de Movimientos Juveniles de Managua (FMJM).

En 1977 Somarriba pasa a formar parte del Comité Central de Juventud Revolucionaria Nicaragüense (JRN) hasta mayo de 1978, en que es detenido en León “por ser militante del FSLN”.

Permaneciendo en las mazmorras somocistas por espacio de 10 días. Al salir de la cárcel se integra al Comité Militar de Managua, al cual pertenecía antes de su captura,

Durante la insurrección de septiembre de 1978 forma parte del Estado Mayor de Managua y es así como el trabajo político y organizativo desarrollado por Marcos Somarriba García  se multiplica en los cientos de jóvenes que en la ciudad y especialmente en los barrios orientales y del Norte de Managua se lanzaron a las calles, a demostrarle a la dictadura la disposición de nuestro pueblo de conquistar su liberación.

Para la insurrección victoriosa, desempeña la responsabilidad de Jefe Militar en la Carretera Norte. Su accionar de dirigente revolucionario sandinista y su capacidad militar organizativa estará presente en las barricadas y trincheras de combate; lo mismo en el Repliegue Táctico de Managua hacia Masaya,  en donde se integra al Estado Mayor Conjunto de Masaya y asume la responsabilidad del Batallón  que enfrenta a los guardias somocistas genocidas atrincherados en los Cerros del Coyotepe y La Barranca, en la INCA y la llamada Hielera, todos ubicados en el lado Norte de la Ciudad de Masaya.

Después del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, ocupa la responsabilidad de:

  • Jefe nacional de las Milicias Populares Sandinistas
  • Jefe de la Dirección Política del Ministerio del Interior (MINT)
  • Vice Ministro de INNICA ()
  • Delegado del Ministro del Interior para la Región Especial en el Caribe.

No sé puede referir uno a Marcos Somarriba García sin hacer mención de una cualidad que resalta por sobre todo sus cualidades políticas organizativas. Además, su humildad y entrega a la causa revolucionaria sandinista. Educaba a sus subordinados y al pueblo revolucionario al trasmitir sus experiencias acumuladas en sus quehaceres revolucionarios, para  desarrollar cualidades positivas en los compañeros y compañeras, por el perfeccionamiento de las formas de organización, por la superación de los métodos de trabajo organizativo práctico y revolucionario.

EL 13 de agosto de 1982 fallece en un accidente de aviación, cumpliendo sus responsabilidades como delegado del Ministerio del Interior, preocupado por resolver los problemas de esa parte del territorio nacional en Zelaya Norte, o Región Especial del Atlántico Norte.  Marcos Antonio “Salvador”  Somarriba García muere al estrellarse el avión que lo conducía junto con otros compañeros a su zona de trabajo gubernamental.

“Marcos  Antonio Somarriba García muere muy joven, a  los 29 años. A penas comenzaba a transmitir al movimiento revolucionario sus experiencias, su talento y su capacidad de dirigente revolucionario sandinista.

Muere cuando apenas comenzaba a cristalizar sus sueños de revolucionario a su querido pueblo, ya no era de León, ni de Chinandega, ni de Managua. Fallece por la causa de la Revolución Popular Sandinista, presente en todo el Territorio nicaragüense.

Marcos Somarriba García  a sus 29 años de edad pertenecía a toda la nación, forjador de las organizaciones juveniles, fundador del MES, de la FMJM y de la JRN; Incansable defensor de los derechos del pueblo trabajador, nos ha dejado una herencia y una responsabilidad: garantizar la continuidad del proceso revolucionario, impulsar las transformaciones políticas, económicas y sociales y profundizar la revolución en beneficio de los humildes y los pobres de Nicaragua”

Santos Sobalbarro Blandón, caído en combate frente al Cerro de La Barranca

Pablito Barreto Pérez:   le hago  llegar la biografía de mi papá del que en varias ocasiones  le he hablado es uno de los que falleció  en el ultimo bombardeo de la guardia en la barranca de Masaya y fue de los que se replegó a esa ciudad y miembro de la Columna Óscar Pérez Cassar”  o “Caza Perros”, o “Liebre”, como le decían los Combatientes Populares en Managua. Le salud: Daniel Blandón.

Santos Sobalbarro Blandón nació el 14 de agosto de 1951, en  Molino Norte,  Matagalpa. Sus primeros estudios los realizó en el Colegio del   Barrio Guanuca de esta misma ciudad de Matagalpa.

Sus padres fueron: Juan Sobalbarro Pineda y Santos Blandón Gutiérrez (q.e.p.d),  casado con Auxiliadora Espinoza  con la que tuvo dos hijos. A  mediados del año 1973 se integra a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional, en Managua,   donde se incorpora como miembro de  una Brigada Popular de combates.

Al estallar la Insurrección Sandinista en 1979, pasa a formar parte de escuadras de combate en los vecindarios:  Ducualí, Colonia  Nicarao, Máximo jerez,  en el Asentamiento La Fuente, en el Reparto Schick Gutiérrez.

Era trabajador de la Universidad Nacional Autónoma (UNAN-Managua).  Con  un grupo de compañeros de trabajo, fundan el sindicato de trabajadores administrativo que actualmente lleva su nombre Santos Sobalbarro Blandón.

El 27 de junio del año 1979 recibe la orden de retirarse en el histórico Repliegue Táctico de Managua  a Masaya.

El  11 de julio de 1979 a escasos ocho días del Triunfo de la Revolución Sandinista es herido mortalmente por charneles de un rockette frente al Cerro La Barranca, en el Barrio San Carlos, de Masaya, durante un  combate que perseguía desalojar a los guardias  somocistas genocidas de este lugar del lado Noroeste de la Ciudad de Masaya.

Fue trasladado de urgencia, en un carretón de manos, al Hospital de Masaya, donde fallece ese mismo día 11 de julio de 1979.

Walter Mendoza Martínez

Una lágrima por un muerto se evapora

Una flor sobre una tumba se marchita,

una plegaria por su alma la recoge Dios

Eleva una plegaria por este hijo que dio su vida por un futuro mejor

Recuerdo amoroso de su madre, hermanos y sobrinos

Walter Mendoza Martínez es otra de las figuras extraordinarias de la Revolución Popular Sandinista. Nació en la ciudad de  Matagalpa un 28 de Junio de 1958 y es asesinado por la guardia somocista el 7 de Julio de 1979, frente al Cerro La Barranca, en Masaya.

Al caer, Walter tenía 21 años y cursaba el cuarto año de periodismo  en la Universidad  Nacional Autónoma de Nicaragua. Su madre  fue Carmen Mendoza y su padre Ernesto Martínez.

Walter Mendoza  Martínez creció y se formó como revolucionario sandinista en Matagalpa, junto a sus abuelitos (qepd) Genara Mendoza y Adrián Mendoza, que lo vieron retornar a la ciudad que lo vio nacer.

Su impresionante historial comienza con su integración al trabajo de masas en 1974,  iniciando  en el Barrio San Martin, en donde se destaca por su fraternidad y afecto hacia los habitantes del mismo.

Misión  que impulsa en compañía de  la conocida  revolucionaria sandinista Margine Gutiérrez , otra figura apreciada por su valentía y heroísmo. Ambos fueron conocidos como los primeros cronistas de la rebelión popular y a su vez los primeros impulsores y protagonistas del trabajo comunal en la que Walter muestra dedicación y entrega.

Como consecuencia de la captura del compañero René Núñez  Téllez, quien era su responsable, en diciembre del 74, queda desconectado organizativamente del FSLN.

Embrión Insurreccional

Este suceso no impidió a Walter  continuar con  el  trabajo revolucionario sandinista.

Con grandes limitaciones por la falta de orientación y la guía de la vanguardia revolucionaria,  (FSLN) el compañero Walter Mendoza Martínez, continúa el trabajo revolucionario con la Juventud Cristiana de Matagalpa, la que va perdiendo fuerza paulatinamente, porque su nuevo Movimiento,  la Asociación de Estudiantes de Secundaria,  empieza a gestarse  a comienzo del 76 y es así que va agrupando a su alrededor a la mayoría de los miembros de la Juventud Cristiana de Matagalpa.

Es contactado nuevamente en Matagalpa por el FSLN y se dedica al trabajo de masas ahora en los  barrios “La Chispa” y el “Chorizo” al tiempo que continúa el trabajo dentro del FER.

Aquí junto a Margine Gutiérrez,  escriben un periódico que bautizaron como “Los de Arriba”, en el publicaban los resultados de los primeros brotes vecinales contra el somocismo y las formas organizativas que venia adoptando el barrio.

Tenia 16 años cuando empezó a desarrollar el trabajo revolucionario en los  Barrios San Martin, La Virgen (Matagalpa), La Chispa y el Chorizo  con Fabio Martínez y Sergio Guerrero, quienes también cayeron en la lucha contra la Dictadura Somocista.

 El paso trascendental

En junio de 1976 Walter logra contactarse con el Presidente Estudiantil Revolucionario en Managua,  en ese entonces.  En noviembre del mismo año es propuesto para recibir la militancia del FSLN en Managua bajo la responsabilidad  del compañero Carlos Arroyo.

Como Pre-FER es ubicado en el círculo Edgard Munguía junto con la compañera Aura Ortiz, quien cayera heroicamente en Jinotepe.

Con la misma decisión y entrega que lo caracterizaba asumió su nueva militancia. Ahora la meta era desarrollar con ahínco las tareas encomendadas y ganarse a través del FER, la militancia del FSLN , que no había sido posible lograrla, por la captura del compañero René  Núñez Téllez.

En 1978 pasó al Clandestinaje trasladándose a Managua como responsable de un equipo de trabajo de los obreros del Movimiento Sindical Pueblo Trabajador. Integró muchos operativos guerrilleros, entre ellos la recuperación económica al Banco Central, Sucursal Bolonia; en recuperaciones de armas y del equipo quirúrgico del Hospital Bautista.

Sus actuaciones fueron brillantes. Para Walter  era importante contar con un medio que denunciara  el  descontento del pueblo y que a la vez fuera instrumento para sumar fuerzas , creara un ambiente generalizado de descontento propicio un para la  Insurrección. Un medio  como órgano oficial del FSLN que a la vez estaba  ligado a sus aspiraciones de ser periodista.

El trabajo de Walter no fue solo ideológico sino político y militar por su participación en emboscadas a la GN  en el Open Tres, hoy Ciudad Sandino y hostigamientos en el barrio San Judas. Se enfrentó con éxito a los Guardias somocistas durante un traslado de armas.

Un gran compañero

Walter fue un  hombre firme, visionario, fraternal y valiente participó de lleno en la insurrección popular de Junio en Managua y su capacidad político –organizativa quedó demostrada por su interés en montar la Escuela de capacitación militar en los barrios orientales de Managua, entre ellos Ducualí y Bello Horizonte.

De esta capacidad que en tiempos de guerra desarrollo Walter es que se hace realidad  el surgimiento de la nueva Escuela  de Formación Policial de Nicaragua, la que  lo honra con su nombre y hace posible imprimir los valores que caracterizaron a Walter Mendoza Martínez

Usaba el seudónimo de “101” Así fue conocido en la Zona Oriental de Managua durante la Insurrección Popular Sandinista, otros nombres con los cuales se  identificó con sus compañeros fue  “René”    “Rolando” y “Ernesto”.

Su valentía y devoción llegó a límites heroicos. Al, darse el Repliegue Táctico hacia Masaya, acepto quedarse trabajando en el corazón del enemigo en Managua.  Sabía que los somocistas lo perseguían para matarlo pero no se amilanó.

Se trasladó a Masaya y fue visto por compañeros en Jinotepe. Por órdenes superiores regresó a Managua a continuar con el trabajo.

El siete de Julio se le oriento trasladar víveres a Diriamba en compañía de los también revolucionarios Frank Toruño  Porras (Oscar) e Ismael Castillo (Fredy).

Los tres iban en un carro color amarillo con la misión de llevar víveres a los compañeros que estaban resistiendo en esa Ciudad. Buscando como burlar a los guardias que custodiaban los alrededores del Coyotepe, entraron por  el ahora llamado camino viejo a Nindirí al llegar a la  Barranca fueron   detenidos.

Según versiones recabadas  los guardias no perdonaron que llevaran víveres, los feroces asesinos los sacaron del carro y poniéndolos manos arriba dispararon a Walter Mendoza y a Franklin Porras  dejando con vida Ismael Castillo.

Los guardias bajaron  prisioneros  del  Coyotepe,  obligándoles a subir los cadáveres de Walter Mendoza y Franklin Porras, subieron con vida a Ismael Castillo (Fredy) pero arriba lo mataron.

Dos meses después del triunfo de la Revolución, los familiares  encontraron a Walter y a sus compañeros en uno de los múltiples cementerios que la Guardia Nacional había creado en todo el territorio nacional.

La información de un ex prisionero que la guardia obligo a participar en el semientierro de los muchachos,  indicaría  el  sitio  en las faldas del Coyotepe  dando con el paradero de los muchachos que hasta entonces seguían juntos.

Los restos de Walter  fueron trasladados a Matagalpa acompañados por sus amigos y  en hombros  de la primera escuadra de compañeros que conformarían la Escuela Policial de Nicaragua,   Academia de Policía Walter Mendoza Martínez.

 

William Ramírez Solórzano: forjador de la Revolución Sandinista

Pablo E. Barreto Pérez

*Recuerdos de algunas anécdotas históricas con el colega periodista y jefe insurreccional en Managua y del Repliegue Táctico de Managua a Masaya

William Ramírez Solórzano subió al escalón más alto de la lucha rebelde y revolucionaria sandinista, al convertirse, en la década del 70, en uno de los pocos dirigentes guerrilleros que con las armas en la mano se entrenaron ellos y con la sabiduría dejada por Sandino, convertida en Escuela Guerrillera y Programa Político-Militar Histórico, formaron un Ejército Guerrillero decidido a tumbar a la dictadura somocista, hasta lograrlo con alboradas de cañonazos, de balazos, de emboscadas, con ataques relámpagos a cuarteles, y una avalancha insurreccional, el 19 de julio de 1979.

William Ramírez Solórzano, Comandante Guerrillero, se forjó él con entrenamientos clandestinos y armas en la mano junto a Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge Martínez, Bayardo Arce Castaño, Ricardo Morales Avilés, Julio Buitrago Urroz, Germán Pomares Ordóñez, José Benito Escobar Pérez, Daniel Ortega Saavedra, David Tejada Peralta, Oscar Turcios Chavarría, entre otros, quienes siguiendo las huellas patrióticas y antiimperialistas de Sandino y del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional tenían un propósito patriótico fundamental: derrocar al régimen sanguinario genocida somocista de 45 años de existencia, impuesto por el gobierno criminal de Estados Unidos, después de mandar a matar al General de Hombres Libres.

William Ramírez Solórzano, colega periodista, mi compañero de labores periodísticas y de Redacción en el Diario LA PRENSA, aquel periódico antisomocista de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, fue o es uno de los forjadores de la Revolución Popular Sandinista.

Tuve el privilegio de ser compañero de trabajo de William Ramírez Solórzano cuando ambos laborábamos, como periodistas, en el Diario LA PRENSA, donde también laboraba como reportero el Comandante de la Revolución, Bayardo Arce Castaño.

Y más extraordinario fue mi privilegio cuando la marcha materialista histórica de la lucha revolucionaria armada nos juntó a varios miles de combatientes sandinistas (hombres y mujeres), al Comandante Carlos Núñez Téllez, Marcos Somarriba, Walter Ferrety, Joaquín Cuadra Lacayo, Rolando “Cara Mancha” Orozco, Ramón “Nacho” Cabrales, Walter Mendoza, a William Ramírez Solórzano y a mí, entre otros, en las calles de Managua, al hacer estallar el Frente Sandinista guerrillero, la Insurrección Sandinista armada, aquel glorioso nueve de junio de 1979.

Repito:  Bayardo Arce Castaño, William Ramírez Solórzano y yo, trabajábamos con periodistas en el Diario LA PRENSA. Cuando ya corría el año 1975, año de feroces represiones callejeras, asesinatos en masa, torturas y desapariciones forzadas ocasionadas por la dictadura somocista genocida, era casi “voz populi” interna o sospechas de que Arce y Ramírez eran dirigentes guerrilleros del Frente Sandinista. Ambos desaparecieron de la Redacción de LA PRENSA.

Unos días antes de la Insurrección de Septiembre de 1978, en la que centenares de managuas, participamos incendiando fogatas, haciendo estallar bombas propagandísticas y en la quemas de buses en la Pista de la Resistencia Sandinista o “Bay Pass”, quedé sorprendido al descubrir que William Ramírez Solórzano se desplazaba sigilosamente, pegado a muros vecinales, observando cuidadosamente hacia todo lados, en un callejón que divide al Barrio San Cristóbal y al Reparto El Dorado, con un arma corta en las manos.

Al verme, me hizo señas de que cerrara la boca y siguió su camino hacia un sitio clandestino en el Reparto El Dorado, donde después, en junio-julio de 1979, fue el Cuartel General del Estado Mayor del Frente Interno, jefeado por Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo.

Al estallar la Insurrección Sandinista u Ofensiva Final en Managua, el nueve de junio de 1979, en la noche, por información que me suministró Francisco “Chico Garand” Guzmán Fonseca, uno de los jefes guerrilleros, al llegar este a Bello Horizonte, supe que precisamente los guerrilleros experimentados a cargo de la Insurrección en Managua, eran un poco más de 100.

“Entre los miembros del Estado Mayor General y del Frente Interno, están a cargo los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo”, me dijo “Chico Garand” Guzmán Fonseca, al llegar las columnas guerrillera a Bello Horizonte, el nueve de junio en la noche.

Mediante un libro titulado “Insurrección Sandinista Victoriosa, Repliegue Táctico de Managua Masaya”, relato casi detalladamente cómo fueron estos enfrentamientos a tiros entre varios miles de combatientes populares y guerrilleros, con guardias o sicarios genocidas, guiados por estos tres jefes guerrilleros: Núñez, Ramírez y Cuadra, quienes representaban a las tres tendencias en que estaba organizado en ese momento el Frente Sandinista guerrillero.

Carlos Núñez Téllez, Comandante de la Revolución, representaba la tendencia proletaria, William Ramírez Solórzano era representante de la Guerra Popular Prolongada y Joaquín Cuadra Lacayo al Grupo de los tercerista, el mismo de los Comandantes de la Revolución Daniel Ortega Saavedra, Humberto Ortega Saavedra y Víctor Tirado López.

Concluida la Insurrección en Managua, donde hubo casi 20,000 muertos por los bombardeos aéreos somocistas genocidas, el 27 de junio de 1979, en la noche, me tocó nuevamente el privilegio de caminar junto a William Ramírez Solórzano, durante el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, en el cual íbamos entre 6,000 y 7,000 ciudadanos combatientes populares, jefes guerrilleros, Colaboradores Históricos, seres humanos comunes y corrientes, ancianos, mujeres y niños. Los ciudadanos que no eran combatientes se iban con nosotros porque tenían temor de que los guardias genocidas somocistas los asesinaran.

El relato casi pormenorizado del Repliegue Táctico de Managua a Masaya también está en mi libro ya mencionado.

En el Repliegue Táctico de Managua a Masaya se formaron tres grandes columnas. La número uno, o de vanguardia, era jefeada por “Nacho” Cabrales y salió de los semáforos de Villa Progreso-Bello Horizonte, hacia el lado de Sabana Grande; la segunda, la número dos, la que iba en medio, era jefeada por William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo. Salió de la Calle Don Bosco y por Rubenia hacia el Camino Viejo a Sabana Grande; y la tercera, o de retaguardia, era jefeada por el Comandante Carlos Núñez Téllez. Salió de la Iglesia Sagrada Familia, e iba detrás de la columna número dos.

Cuando llegamos al Cruce de Veracruz pude ver cómo William Ramírez Solórzano personalmente, disparando ráfagas con un fusil M-16, dirigía las operaciones para aniquilar a una patrulla de la guardia genocida, entre matorrales, árboles y “chagüitales”, cuyos integrantes finalmente huyeron,  pero nos mataron a dos compañeros combatientes populares y en su huida nos dejaron una ametralladora calibre 50, instalada en un camión, y con más de 20 mil tiros.

En este sector de Veracruz fue donde hice la foto famosa en que aparece William Ramírez Solórzano con un fusil cruzado, a la cabeza del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Vi a William Ramírez Solórzano disparando ráfagas con la ametralladora calibre 50 contra los aviones Push And Pull y helicópteros que nos bombardearon entre las once de la mañana y la una de la tarde en Piedra Quemada, antes de llegar a Nindirí y Masaya, donde Carlos Núñez Téllez y él (Ramírez) me pusieron a trabajar con el famoso periodista Roberto González Rocha, en “recupere de armas”.

La estadía de los replegados en Masaya también se relata en mi libro mencionado. Cuando regresamos triunfantes el 19 de julio de 1979, en la tardecita, recuerdo como si fuera ayer, llegamos a instalarnos, jefeados por Carlos Núñez Téllez y William Ramírez Solórzano, en la llamada Explanada de Tiscapa.

William Ramírez Solórzano tenía alma de patriota  y a la vez era incansable. Allí en la explanada, recuerdo también, seleccionó a un grupo de los mejores combatientes guerrilleros, encabezados por Walter Ferrety y Marcos Somarriba, para que fueran a eliminar y capturar a los últimos reductos de somocistas genocidas que todavía resistían en la Loma de Tiscapa y en las cárceles o mazmorras de la Oficina de Seguridad.

Todos hedíamos a un sudor pegado en la piel como alquitrán, pues teníamos semanas o meses de no bañarnos ni cambiarnos ropa, porque no había tiempo, no andábamos vestimentas y debido a que los guardias somocistas genocidas nos podían asesinar, por ejemplo al bajar a la Laguna de Masaya.

Esa noche del 19 de julio de 1979, ya cuando eran más o menos las doce de la noche, los tiros fueron cesando, se fue quedando calmo el ambiente tenso que vivíamos todos los que habíamos participado en la Insurrección para derrocar al somocismo genocida.

Recuerdo que nos acostamos en el suelo, sobre la grama, en el costado Norte del Hotel Intercontinental. William Ramírez Solórzano se acostó a  la par mía, con el fusil sobre el pecho, y me preguntó: “¿Te vas a integrar al nuevo Ejército Popular Sandinista? O podrías ser uno de los jefes de la nueva Policía Sandinista”.

Reflexioné un ratito, y le respondí: “No. Seguiré trabajando en el mundo del periodismo. El Comandante Núñez Téllez me dijo en Masaya que vamos a fundar un Diario que tal vez se llamará Diario BARRICADA”.

El 20 de julio, al siguiente día, fuimos William Ramírez Solórzano, todos los replegados de Managua a Masaya y yo, a la Plaza de la Revolución, a participar en aquel acto político electrizante, de Triunfo, de pechos ardientes, de presencia de 50 mil Héroes y Mártires y otros 50,000 combatientes populares que habían hecho el milagro político y militar de derrotar a un ejército interventor, somocista genocida, muy bien armado, cuyos jefes, como Nicolás Valle Salinas, se daban el lujo de decir: “Tenemos armas y municiones para combatir 100 años, si queremos”.

Los abrazos entre Comandantes de la Revolución, Comandantes Guerrilleros, jefes guerrilleros, Combatientes populares, Combatientes Históricos y ciudadanos comunes y corrientes, fueron por miles. El perfume vibrante y contagiante del Triunfo de la Revolución Sandinista, mataba todos los tufos que andábamos, tanto del Comandante Núñez Téllez, los demás jefes guerrilleros, el Comandante Ramírez Solórzano y yo.

William Ramírez Solórzano, Comandante Guerrillero ya legendario por su genialidad militar y su arrojo o valentía indiscutible, lo tenían convertido en uno de los jefes de la Revolución Popular Sandinista.

En el tumulto victorioso de ese 20 de julio de 1979, se mezcló con el resto de jefes, con la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional… y ahí quedó, enrumbó o se deslizó sutilmente hacia donde comenzaba el nuevo poder revolucionario, que abría las puertas por siempre a las libertades públicas por las que había sido también sacrificado, un año antes, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.

Yo, en cambio, enrumbé a pie, solo, hacia Bello Horizonte, a mi casa, que había sido saqueada y semidestruida por la guardia genocida somocista.

Al día siguiente, en cadena de radioemisoras, escuché a William Ramírez Solórzano anunciando la disolución de la Guardia Nacional y la formación del Ejército Popular Sandinista y de la Policía Sandinista.

En mi vecindario, en mi Zona Nueve de la Carretera Norte, otros compañeros y yo nos encargamos de organizar los Comités de Defensa Sandinistas, la Vigilancia Revolucionaria y las Milicias Populares Sandinista.

William Ramírez Solórzano, Comandante Guerrillero, pronto apareció nombrado en cargos ministeriales del gobierno revolucionario sandinista. Yo cerré filas en la fundación del Diario BARRICADA, Órgano Oficial del Frente Sandinista,  el 26 de julio de 1979.

Ramírez Solórzano era de los funcionarios en dar un paso al frente para asumir tareas difíciles como cuando ocurrieron los huracanes Alletta y Juana, y a él se le envió a hacerse cargo de la emergencia en la Costa Atlántica, particularmente en Bluefields.

Al fallecer en marzo del 2003, era uno de los diputados del Frente Sandinista de Liberación Nacional. En este marzo del 2011 se cumplen ocho años de su partida. William (“Aureliano”) vive y vivirá con nosotros, con los humildes, para siempre, pues por ellos tomó el fusil en las manos y se entrenó en la maestría de combates guerrilleros, para liberar del somocismo genocida a la Patria de Sandino y de Rubén Darío.

He querido recordar unas cuantas anécdotas históricas de mi relación de orden histórico con Wiliam Ramírez Solórzano, aquel hombre profundamente humano, cariñoso, siempre dispuesto a oír y dar un consejo oportuno.

Pablo E. Barreto Pérez: periodista, investigador histórico, fotógrafo, Cronista de la Capital, Orden Independencia cultural Rubén Darío, Hijo Dilecto de Managua, Orden Servidor de la Comunidad del Movimiento Comunal Nicaragüense, Orden José Benito Escobar Pérez de la Central Sandinista de Trabajadores (CST nacional) y Orden Juan Ramón Avilés de la Alcaldía de Managua.

Residente en la Colonia del Periodista No. 97, frente al portón del parque, en Managua. Teléfonos: 88466187, 88418126 y 22703077.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Acerca de Pablo Emilio Barreto Pérez

Pablo Emilio Barreto Pérez es: *Orden Independencia Cultural Rubén Darío, *Orden Servidor de la Comunidad e Hijo Dilecto de Managua.
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Una respuesta a Repliegue, Repliegue: Mártires, o caídos, en Repliegue Táctico de Managua a Masaya

  1. Comandante cumana dijo:

    Es ángel Enrique coba Alcalá, comandante cumana, combatiente del frente sur benjamin zeledon, quisiera ponerme en contacto con el comandante, Javier pichardo. Actualmente me encuentro en CUMANÁ, estado sucre, Venezuela. Me pueden enviar mensaje a rortizca@gmail.com

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